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Mensaje por Ruri Togashi Miér Mar 12, 2014 4:28 am

Ruriko era una chica bien, algo impulsiva y un tanto orgullosa, también algo despistada, juntando todo esto había terminado en la receta del desastre. Un grupo de chicos con los que, en ocasiones pasaba el rato y ella estaban sentados en el parque, habían acordado pasar por unos refrescos y ahora buscaban una forma de pasar el rato, fue cuando la más boba de las ocurrencias salio de la boca de uno de ellos, delgado, castaño con ojos color aguamarina, "Hagamos una carrera de caracoles" Grito con singular entusiasmo y todos en el grupo aceptaron sin chistar, por lo que, después de que todos dieran una vuelta por ahí y atraparan cada quien su pequeño bicho, hicieron unas lineas en el suelo para marcar la salida y la meta, así como los carriles de cada caracol, justo antes de empezar otro de ellos, el más bajo y regordete dio otra idea con una sonrisa retadora "Si no apostamos algo no es divertido" Así fue como con la aprobación de todos la apuesta se decidió "Entonces... quien tenga el peor caracol tendrá que pasar la noche solo en el cementerio ¿De acuerdo?" La carrera dio inicio, y el caracol de la joven Togashi ni siquiera se digno a asomar la babosa cabesita fuera de su refugio, con un suspiro la chica no tuvo más opción que aceptar, con dignidad y orgullo, el castigo que se le había dictado.

Dado que no iba a volver a casa, pues de hacerlo probablemente, gracias a su hermano y compañeros de piso, no podría irse para el anochecer al cementerio, se quedo con sus compañeros en el parque, tonteando hasta que el Sol, cansado de reír comenzó a retirarse, fue cuando el grupo partió hacia el cementerio, escoltando a su desafortunada amiga y dejándola sola en el lugar de reposo de los muertos cuando la luna apenas se mostró.

Ya había pasado un buen rato, la luna exhibía su tétrica sonrisa en el cielo, casi como si se enorgulleciera de ella, la joven de mal ojo para elegir insectos veloces, cambiaba con desgano, fijándose en algunos de los epitafios en las lapidas de los que ya no estaban con los vivos, llevaba la capucha de su chamarra puesta sobre la cabeza y mantenía las manos en los bolsillos de la misma, de vez en vez, pateaba una que otra piedra que se le cruzaba, el cementerio no era un lugar agradable, a muchas personas les daba miedo, más por la extraña cantidad de ganchos que había por doquier, pero ella no se incomodaba demasiado, después de todo... todos ahí estaban muertos ¿o no? Y no había ningún reporte de más zombies después del incidente con el profesor Sid... no tenia de que preocuparse más que de los insectos, los cuales tampoco le asustaban exactamente. Sin muchos ánimos saco su celular del bolsillo y miro la hora sin mucho interés-Once y media...-Se susurro a si misma con un suspiro cansado, iba a ser una larga noche...


Última edición por Ruri Togashi el Jue Mayo 05, 2016 11:42 am, editado 1 vez
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Mensaje por Sebastian Michaelis Lun Mar 24, 2014 11:47 am

¿Desde cuándo los astros sonríen? Esa era una cuestión que aun Sebastian, a pesar de los cientos de años de su existencia, no podía responder. ¿Desde cuándo la luna observaba fija y demente a la tierra? La locura inundaba su mirada y había veces que parecía desbordarse infinita sobre toda la existencia terrenal. En ocasiones el sol parecía reírse de los problemas cotidianos de la gente, burlarse de sus pobres vidas, orgulloso y ufano ahí en el cielo, presumiendo su puesto como el astro Rey. Ese era sin duda, un mundo curioso. ¿Acaso alguna vez la luna no sonrío con maldad y locura? ¿Alguna vez el sol no miro despectivo a la humanidad? En aquellos momentos de la noche, en donde la luna parecía observarlo directamente invitándolo al mayor de los festines del enloquecimiento, el demonio se hacia aquellas preguntas.

Su cuerpo, en cuclillas reposaba suspendido en perfecto equilibrio sobre el más alto de los ganchos de aquel abandonado y frio cementerio. Su silueta proyectaba al suelo una sombra, que en nada correspondía a la elegante silueta del oscuro ser. El delgado y pálido hombre, de angelicales y a la vez demoniacas facciones, era poseedor de una figura elegante y magistral, en cambio su sombra, la cual caía a la tierra como un negro ángel, dejaba entrever oscuros y deformes rastros de una verdad que haría enloquecer hasta al más valiente, un vestigio de la real apariencia del pelinegro que la luna, como si quisiera tratar de salvar las almas de los incautos, revelara a la tierra para alertarlos y protegerlos.

¿Qué hacia el aquella noche en cementerio? No tenía una razón en específico, en realidad se podía decir que había sido un capricho del destino el estar ahí. Aquella zona oscura y abandonada, lúgubre y que parecía ser sacada de una historia de terror, le resultaba placentera y relájate al demoniaco mayordomo. El hombre sonríe con suavidad, una sonrisa que invitaba al más dulce de los destinos o al más oscuro de los finales, mirando al supuestamente abandonado lugar. Sus rojos ojos se entornan con fijeza en un punto en específico, donde algo inaudito sucedía, algo que no debería ser, algo que se movía.

Una nube cubre la luna y oscurece por completo el cementerio, cuando esta pasa, sumiendo solamente un par de segundos el lugar en las penumbras, el elegante demonio se muestra a pocos metros de Ruri, como si se hubiera tele transportado desde el punto más alejado del cementerio hasta aquel preciso lugar. Sus rojos orbes observan con interés la espalda de la pequeña, era ciertamente curioso. Podía sentir en ella algo que no estaba bien. Su conciencia analizaba a la pequeña a un grado mucho más profundo de lo que ella misma podría conocer. Sus ojos miraban directamente en su interior, midiendo, analizando, evaluando su pequeña y torturada alma. En aquel instante Sebastian sonríe y uno se podía dar cuenta al verlo, que no existía bondad alguna en aquel ser.


-Buenas noches joven dama… ¿Qué os trae por tan desolado lugar?
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Mensaje por Ruri Togashi Lun Mar 24, 2014 7:59 pm

"Al menos hace buen clima" Fue lo que la chica se dijo a si misma mientras seguía caminando por ese mausoleo. La luna, el tetrico ambiente que ayudaba a hacer todo un poco más tenebroso, no solo en el cementerio si no que en toda la ciudad, la joven rubia no parecía detectarlos en absoluto, se había acostumbrado en los últimos años a la mirada psicópata de aquella que se alzaba sobre el cielo nocturno que le parecía un escenario completamente normal, a su vez, su mente divagaba en un sin fin de cosas como para prestar demasiada atención al ambiente de película de terror que envolvió todo. ¿Qué pensaría su hermano al notar que no llegaba en toda la noche? ¿Y Viktor? Infló los mofletes con la sola idea, espero que su hermano no llegase a casa esa noche como en ocasiones sucedía y que Vikky se quedase dormido y ni siquiera lo notara, tal vez debía enviarles un mensaje por si acaso, no diciéndoles donde estaba, solo diciendo, que estaba bien, que estaba jugando y que no debían buscarla, que los vería por la mañana, saco el celular de nuevo, solo para encontrarse con un pequeño símbolo de su bacteria en rojo y luego un pantallazo negro, bufó, maldiciendo por lo bajo y guardándolo en su bolsillo de nuevo, genial, era enserio genial.

Estaba por patear una roca que tenia enfrente, hasta había retraído su pierna y todo cuando una voz detrás de ella la hizo trastabillar por el leve respingo que le hizo dar, bien, cierto que no tenia miedo del cementerio, pero cuando uno piensa que esta completamente solo y una voz sale de la nada es obvio sorprenderse. Se giro una vez que estuvo segura de que no caería al suelo, encontrándose al hacerlo, una figura que, si tuviese la necesidad de describirle con solo una palabras, seria "negro". El traje negro completamente puro, el cabello igual, pero más que ese simple rasgo físico, era como si el color que envolvía el aura del que parecía, por sus ropas, un mayordomo a la antigua, claro que serian solo imaginaciones de la chica, pues la joven no tenia forma de saber aquello, no tenia una vista "privilegiada".

-Buenas Noches...-Respondió, un poco dudosa, aun estaba algo sorprendida de que saliese absolutamente de la nada, además de que, enserio, no esperaba compañía alguna esa noche. La rubia sentía una sensación incomoda en el pecho "Te estas imaginado cosas", se dijo a si misma a pesar de que no podia evitar pensar, al ver la rojiza mirada del hombre frente a ella, que ese era exactamente el tipo de gente misteriosa, de la cual su hermano la alejaría sin fundamento alguno, "Pero el no esta aquí y no hay razón para alejarse, solo te sorprendió" Volvió a tranquilizarse y respondió a la cuestión del hombre-Pues voy a pasar la noche aquí... perdí una apuesta-confeso con un suspiro y una sonrisa apenada y nerviosa, colocando su mano tras su nuca-¿Qué hay de usted? No es común encontrar a alguien en el cementerio...¿Visita a alguien?-Pregunto con impertinencia a pesar de que, en caso de que lo hiciera, podría ser un tema delicado.
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Mensaje por Sebastian Michaelis Mar Mar 25, 2014 10:14 pm

El hombre mantiene la misma suave sonrisa mientras la escucha. Era una curiosa niña, normalmente una chica normal, al estar sola en un cementerio a mitad de la noche sin ninguna compañia mas que la luna y las estrellas, se asustaria o intimidaria por la repentina aparicion de un desconocido, pero si lo pensaba un poco mas, una chica normal tampoco estaria sola a mitad de la noche en un cementerio, despues de todo, la hora de visitar habia pasado hace mucho.

-Deberia tener mas cuidado con lo que apuesta... Un cementerio a mitad de la noche... No es el lugar mas seguro...

La oscura sonrisa de sebastian se acentua mientras avanza. Con la mayor de las calmas va reduciendo distancia con ruri. Sus rojos ojos se posaban inamobibles de los naranjos de ella, como si en ese instante no existiera nada mas que ellos dos. La luz parecia desaparecer por completo de todo a su alrededor, como si la luna respetara los deseos del hombre y se apagara para mostrar mas la oscuridad del oscuro ser. Finalmente el hombre queda al alcance de la mano de Ruri, su sonrisa se acentua y la misma parecia ser solo una linea blanca en medio de la oscuriad, con blancos circulos por ojos, como una sombra, una sombra de locura que acaba de aterrizar en la tierra y en esos instantes tuviera el capricho, el capricho de llevarse a la niña.

-Y no... Este cementerio es muy joven para guarnecer a cualquier conocido mio...

Todo lo anterior se rompe tal cual ilusion. De nuevo solo se podia ver a un joven y educado hombre que en ese instante tomaba siento cerca de Ruri, usando una de las lapidas, algo ciertamente sacriilegioso, para realizar dicha accion. Sonrie con calma y elegancia hacia la chica, acomodandose levemente en la lapida, como si fuera una simple conversacion entre viejos amigos.

-¿Te quedaras toda la noche? Tu familia podria preocuparse...
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Mensaje por Ruri Togashi Dom Mar 30, 2014 4:31 am

"Estas exagerando, tal vez han sido demasiadas historias y juegos últimamente, Ruriko" Se decía a si misma pero la sensación de ansiedad en su pecho no disminuía, no se podia decir que sentía miedo, el hombre frente a ella no le daba "miedo" en si, solo le provocaba esa sensación rara, aquel sentimiento que se da cuando sabes que no estas bajo ninguna amenaza, pero aun así, por alguna razón, tu cuerpo se siente alerta y tenso, con unos cuantos escalofríos-No es como si hubiera gente aquí...-dijo mirando fugazmente a su alrededor, a las lapidas que los rodeaban-Nadie vivo al menos- le sonrió al hombre de mirada rojiza-A excepción nuestra, claro-Añadió aun cuando aquel punto era más que obvio.

-Ya veo-Sonrió al escuchar al hombre ¿demasiado joven? ¿El cementerio no tenia casi tantos años como el colegio? Si algo no era, en definitiva seria joven, lo miro algo extrañada-No creo que sea joven...-Dijo bajando la mirada un poco-En todo caso... No creo que tenga que ver el tiempo con tener gente aquí ¿no?-Era bien sabido que el cementerio estaba a reventar en aquella ciudad, en especial con gente de Shibusen, más la rubia prefería no pensar en que tal vez, uno de los rostros que vio alguna vez en el pasillo y que no apareció jamás frente a ella de nuevo, pudiese estar acompañándole sin vida en ese momento.

Observa al hombre sentarse más ella se mantiene de pie, no le apetecía sentarse sobre la tumba de alguien, no es como si fuese supersticiosa o pensara que era una ofensa grave, simplemente, se limito a permanecer parada, mirando al pelinegro. No pudo evitar soltar un suspiro pesado y sonoro-Si, pasare le noche aquí...-Metió la mano en el bolsillo y saco su teléfono con la batería muerta-Quise enviarle un mensaje o llamar a mi hermano, pero...-Bufo mirando el aparato mientras tras mostrarlo unos momentos lo guardaba en su bolsillo de nuevo-Fue imposible, aunque bueno, tampoco pensaba decirle que estaba aquí, se volvería loco-Añadió con una risa ligera-Diría que es muy peligroso andar por aquí sola en la noche, me llevaría a casa sin pensárselo, pero entonces quedaría como una cobarde con los chicos de la clase...-Explico encogiéndose de hombros-Entonces ¿Usted? ¿Qué hace aquí?-Le miro curiosa, con la luna ocultándose tras una gruesa nube de nuevo.
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Mensaje por Sebastian Michaelis Mar Abr 08, 2014 1:11 pm

Nadie más vivo… A excepción de ellos dos. Tal afirmación causa una suave y galante risa entre los labios del pelinegro. Era una de las afirmaciones más curiositas que habían hecho sobre él. ¿Vivo sería una definición acertada? ¿Alguien como él podía ser considerado legítimamente vivo? La respuesta más acertada posiblemente sería un si… Él podía morir, no por el tiempo, pero podía morir, necesitaba comer, tal vez no comida, pero necesitaba comer, existía, razonaba y se comunicaba… Tal vez vivo sería una suposición acertada.

-La perspectiva de la edad, pequeña doncella, depende de la edad de uno mismo…

El pelinegro deja escapar estas palabras con una tenue y pícara sonrisa, observando a la pequeña, inocente e inexperta niña. Que dulce era la ignorancia, que tierna era la inocencia, y la pequeña niña era una muestra clara, la definición en vida, de la mezcla de aquellos dos términos. Le observa sacar su teléfono, enseñándoselo. El los conocía, sabía cómo funcionaban pero en realidad no le causaba mucho interés los aparatos tecnológicos modernos, más al oírle mencionar la muerte de su batería, el pelinegro sonríe de nuevo de forma divertida, picara.

-Pareciera un capricho del destino… El mantenerte esta noche en el cementerio… ¿No cree?

El mayordomo de rojiza mirada ríe de nuevo, tenue, divertido, pero aun en tan aparente normal y suave sonrisa, se notaba aquel dejo, un dejo de incertidumbre, de peligro, de oscuridad. Los ojos del ser se abren, admirando a la pequeña mientras escucha su interrogante, observándola con calma y un dejo alegre por unos cuantos instantes. ¿Motivo? ¿Existía alguno en realidad? De tener que decir con sinceridad alguno, buscando ser lo más acertado posible, seria seguramente solo otro capricho del destino, el filo telar que describía el camino de la existencia parecía odiar en esos momentos a la pequeña, al querer hacerla encontrarse con él, con el longevo y oscuro ser que respondía a aquel nombre tan singular, a Sebastian Michaelis.

-No hay motivo en especial… Supongo que solo desee algo de tranquilidad, y este lugar era perfecto para cumplir tal deseo…
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Mensaje por Ruri Togashi Sáb Sep 27, 2014 4:38 am

El hombre de pelo negro y mirada escarlata tenia un modo singular de hablar, cosa que llamaba en cierta medida la dispersa atención de la chica, además de que, al menos para ella, "La perspectiva de la edad" sonaba a algo que decía un anciano, lo miro de arriba a abajo, faltandole un poco de discreción al hacerlo pero estaba más que segura que no era un viejo... o no tenia la apariencia de uno, decidió pasarlo de largo, en aquella ciudad en especial, las cosas no eran lo que parecían y a veces podia ser un poco "descortés" y preguntando a diestra y siniestra si se era completamente humano o no, ella misma no era un humano como tal y estaba consiente de ello-Capricho o no, me quedaría-Afirmo con la confianza rebosando en su voz-Ya lo dije, no pienso echarme para atrás y quedar como una nenita que fue a llorar a casa...-Sonrió con audacia, colocando sus manos en la cintura y alzando la barbilla con orgullo, llegando a tener una apariencia casi heroica-¡Como si una alumna de Shibusen fuese a asustarse por una noche a la intemperie!-Para aquel momento, había decidido ignorar por completo el golpeteo nervioso que retumbaba en su pecho, atribuyéndolo por completo a su regularmente desbordada imaginación.

Una leve sonrisa se dibujo en su rostro cuando menciono la tranquilidad propia del lugar-Ah... entonces usted también lo cree...-Echo una ojeada al rededor, el viento revolvió levemente unas cuantas hojas muertas del suelo y levando un poco de polvo-Los cementerios siempre lo son, no se por que la gente les teme... bueno, después de todo tienen que ser tranquilos ¿no? Por algo son un lugar de "descanso"-Y sus brillantes ojos ambarinos se posaron en una de las tumbas-Aunque a veces me pregunto si se aburren con tanta tranquilidad... ¡A mi me seria insoportablemente aburrido!-Soltó una risita y volvió la vista a los ojos del pelinegro, que parecían tener el brillo propio de los rubíes, reparando en que no sabia su nombre, ni ella había tenido la decencia de presentarse con el singular individuo-Por cierto-le tendió la mano, manteniendo la sonrisa-Me llamo Ruriko... Ruri Togashi, arma y estudiante-Añadiendo su raza y ocupación a propósito, en espera de conseguir, sin tener que preguntar, la misma información por parte del contrario.
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Mensaje por Sebastian Michaelis Sáb Jun 06, 2015 10:26 pm

El aparentemente joven hombre escucha a la pequeña de claros cabellos de forma tranquila, manteniendo siempre aquella sonrisa educada y algo picara, como si se contara a sí mismo un constante chiste, que mantuviera ese dejo de diversión secreto en su expresión, sin que nadie más pudiera comprender el por qué, siendo solo en realidad parte de la máscara pétrea que siempre usaba el pelinegro, un símbolo de su perfecto actuar, de su papel que le permitía caminar entre los hombre como uno más en lugar del oscuro monstruo que era en realidad.

-Déjeme mencionarle, joven doncella, que el querer demostrar algo a los demás, no siempre es motivo valido para los riesgos que uno pueda correr… No hay que permitir que el querer quedar bien nos haga hacer cosas que podríamos terminar arrepintiéndonos de hacer…

Ladea el rostro con su expresión tranquila y angelical, como una estatua cincelada a mano pro un artista, de expresión y comportamientos perfectos, cada palabra mesurada a conciencia y pensada a pesar de ser habladas tan fluidamente, como si hubiera practicado la misma conversación miles de veces para responder siempre con aquella calma y elegancia que pudiera resultar hasta cierto punto inhumana o sospechosa.

La demostración de orgullo por parte de la chica arma le hace dar una leve sonrisa, al proclamarse con tanta seguridad como una estudiante de Shibusen, haciendo que se preguntara cuantos de los mismos, antiguos miembros o no tan antiguos de la institución del Shinigami, estarían en ese momento enterrados bajo sus pies, víctimas de seres como el, que consumían sus almas y rompían sus huesos, que los enfrentaban a muerte con el único objetivo de seguir con sus vidas como les gustaba y que no dudaban en cegar sus existencias solo para evitar más molestias que pudieran ser causadas por los esbirros del dios de la muerte. ¿Sería que la chica delante suya pronto se uniera a aquellas filas de los que habían dado sus vidas en honor a su institución?


-La gente teme a la muerte… Por eso temen a los cementerios. Esta tranquilidad, es provocada por que este lugar esta desprovisto de vida, como un páramo donde toda vida es absorbida por la tierra, despojada de los cuerpos que antes respiraran y caminaran como usted o yo… Venir aquí, les recuerda a las personas lo efímera que son sus vidas, les hacen temer el pensar que terminaran en este lugar, enterrados juntos a los demás huesos que esperan desaparecer en el olvido, sus nombres siendo olvidados poco a poco, sus existencias desapareciendo de los anaqueles de la historia. Por eso temen a los cementerios, muchos fingen respetar la muerte, pero en realidad, todos le temen, sin excepción…

Mientras hablaba miraba el lugar, notando el viento pasar lento y frio por el cementerio, removiendo las hojas que cubrían el suelo o las pocas que aún se encontraban entre las ramas de los árboles. Escucha el graznar de un cuervo de un árbol a algunos metros y luego el batir de sus alas y el roce de estas contra las ramas mientras ascendía por el aire y se perfilaba de cara a la luna, provocando una larga sombra, para luego desaparecer en medio del oscuro manto nocturno, en aquella noche con apenas estrellas debido a la luminosidad de la ciudad que les rodeaba, que, a pesar de no ser tan prominente en el cementerio, aun así provocaba la suficiente contaminación lumínica para hacer difícil apreciar el estrellado firmamento durante la noche.

-Y si… Está en lo cierto, a veces se aburren, las almas que aquí descansan, a veces quieren entrar en sus cuerpos originales y salir de la tierra. Desean volver a andar con sus propios pies, desean el salir y bailar ante los reflectores que son la luna y las estrellas, danzando con la melodía de los grillos y el graznar de los cuervos… Desean la vida que se les fue arrebatada de las manos…

Mientras hablaba parecía como si el cementerio mismo se agitaba. El aire más pesado y enfermizo, como si a través de la tierra los cuerpos en descomposición liberaran sus esencias y estas ascendieran por el aire, llenándolo del olor de la muerte y el pasado. Las ramas de los arboles parecen retorcerse, como si se alargaran y trataran de agarrar el aire mismo, manos de largos dedos que se cerraban en el aire como si buscaran de donde sujetarse para salir de la tierra, separar sus raíces de entre las tumbas y las piedras para al fin ser libres. El sonido de varios cuervos mas se escucha, como si corearan lentamente a un ser invisible, imaginario y respetado, quien les exigiera crearan aquella estridente melodía para recibirlo. El hombre de rojos ojos avanza ajeno a todo esto, al sutil y lento cambio del cementerio, como si fuera totalmetne independiente de lo que suceria a su alrededor, tomando la mano de Ruriko con la suya, perfectamente cubierta por un impoluto guante blanco, alzando la pequeña y suave mano de la chica arma para inclinar su rostro y unir sus labios al dorso de su mano en un acto galante y educado, sonriéndole mientras se separa, de la misma forma picara y divertida, negándose siempre al compartir el motivo secreto de su diversion, como si fuera la vida misma la que le diera risa.

-Es un gran placer, señorita Togashi… Soy Sebastian Michaelis… Y solo soy un simple mayordomo…
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Mensaje por Ruri Togashi Vie Ago 07, 2015 3:04 am

El golpeteo de su corazon empezaba a hacerse realmente molesto. A medida que escuchaba, con forzada calma y atención a las respuestas del hombre frente a ella, parecia que la confianza se le iba de las manos como si estuviese tratando de sostener la más fina de las arenas, aun así, miraba tratando de ocultar aquel nerviosismo que poco a poco la escalaba, como una serpiente que la enrollaba de a poco, incluso con una leve y política sonrisa ante las palabras del pelinegro. No pudo evitar culpar a dichos discursos por su creciente paranoia ¿Sería por hablar de la muerte? ¿Le asustaba morir? Por supuesto, no quería morir, pero sabia que tarde o temprano, lo haría y todos los que llegase a conocer alguna vez también correrían con la misma suerte, si lo sabia... ¿Por qué le resultaba tan aterrador pensar en ello en ese momento? ¿Desde cuando tenía que pensar en esas cosas? No, lo que le asustaba en ese momento no era morir a futuro... Era el sentimiento de que podia llegar en ese mismo instante, de que la mismísima muerte estuviese acariciándola sin que ella si quiera lo notara.

El graznido de un cuervo la hizo dar un respingo, y a medida de que el aleteo se perdía en la distancia, incluso lo agradeció por sacarla de sus pensamientos. Forzó una risita-No sea ridiculo, no es como si fueran a salir de verdad...-Dijo, bajando el tono gradualmente, era como si quisiera asegurarse a si misma aquello o tal vez justificar su reciente miedo en bobas historias de zombies y fantasmas nada más. Si se convencía a si misma de que no era más que eso, un miedo infantil a historias de terror, alimentado por el lugar y la hora, entonces podría lidiar con eso hasta el amanecer.

¿No se suponía que tenia que dar menos miedo si estaba con alguien? ¿Entonces por qué? la presion en su pecho no hacia más que aumentar, no era el tipo de presion graciosa y hasta cierto punto emocionante que uno podia sentir cuando tenía que hacer algo ante un gran publico, o decir algo importante, o lo que se siente el día antes de una gran excursión, no, se asemejaba más como... Como si algo hubiera comenzado a perseguirla, y ella no hiciera nada más que estar ahí, sonriendo a duras penas, escuchando a un completo extraño parlotear.

El cementerio parecia un lugar completamente diferente de cuando había llegado, si bien nunca había sido el lugar más pintoresco de la ciudad, nunca lo habia llegado a ver de la manera en que ahora lo hacia, un autentico lugar protagonico para todo tipo de historias macabras. El graznar de los cuervos le parecia ridículamente alto, como si lo estuvieran haciendo a unos centímetros de su oído, el desagradable sonido retumbaba cada vez más fuerte. Le surgió el penoso impulso de esconderse tras algo, tal como si aun fuese una pequeña de cinco años asustada del mundo, escondiendo la cara sollozante tras la espalda de su hermano, más se quedo estática, en su lugar, con la alterada mirada revoloteando de aquí para allá, como si quisiera encontrar algo con el rabillo del ojo, sin el valor suficiente para voltear.

El contacto de la mano del contrario con la propia logro traerla de nuevo en sí. Se descubrió a si misma conteniendo la respiración y tras tragar en seco, exhaló, tenía que controlarse, se estaba sugestionando demasiado, si, era eso, tenía que ser, observó como el pelinegro besaba su mano, como un caballero del siglo pasado o algo por el estilo, de nuevo, forzó una sonrisa notoriamente incomoda, mientras llevaba la mano libre cerca del centro de su pecho, cerrándola en un puño de forma aprensiva-V-vamos no sea tan formal-Retiro la mano que el hombre sostenía para reunirla con la otra-¿No tiene que regresar o algo? S-se hace tarde y bueno... ¿No esta cansado?-Habló de nuevo, soltado otra de esas risitas nerviosas, mientras lo justificaba con su recién conocida profesión, tenia que ser ese el por que de su comportamiento y singular hablar, tal vez eso era lo que no encajaba, solo eso-A-a lo que me refiero es... Al menos... No esta trabajando justo ahora ¿cierto? Entonces no hay necesidad de que se porte así...-Hizo una pausa y se atrevió a agregar-Por favor...-Lo miró casi rogando, si paraba de comportarse tan raro... Los nervios también lo harían ¿no? A esas alturas, tenía serias dudas sobre si quería conocer esa ultima respuesta.
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Mensaje por Sebastian Michaelis Dom Oct 04, 2015 12:37 am

Sonrió ante las palabras de la pequeña, sus ojos paseando de entre las tumbas. Parecía que sus ojos esperaban ver salir de sus tumbas a los muertos, que las manos blanquecinas y esqueléticas rasgaran desde el interior de la tierra y jalaran hacia el cielo en busca de libertad, la dulce libertad que les era negada desde el interior de sus ataúdes de madera y piel, aquellas camas de descanso eterno que se volvían las prisiones de sus cuerpos al instante en que desearan tocar la superficie y volver a andar entre los muertos. ¿Debería hacerlo? Sería divertido, entretenido incluso, el hacer que los muertos se alzaran entre los vivos, que los esqueletos de los animales deambularan por la superficie de la tierra y la gente huyera despavorida del agarre de los delgados huesos de los esqueletos.

No, no podía hacerlo. Podría usar su poder para hacer que el mundo lo viera, que lo sintiera, que sufriera el dulce toque de la muerte y sintiera los dientes, sin carne que les cubriera ni piel que les decorara, desgarrando la piel de los vivos y atravesando su carne y nervios. Sería tan fácil, sería tan sencillo. ¿Pero para qué? El no sacaría provecho ni placer de ello, pero aun así la idea parecía divertida, y si algo hacia un ser que como él había vivido tantos cientos de años, era disfrutar de aquellas pequeñas cosas, horribles y grotescas, pero que eran divertidas para su mente ya longeva.


-No, no lo harán… Durante años sus cuerpos se movieron día a día para dar luz a quienes le rodearan… Pero ahora solo son huesos rodeados de tierra e insectos… No se levantaran, toda su energía fue gastada en vida, ahora solo descansan… Descansad en la eternidad de la muerte…

Pareciera como si le diera una bendición a todo el cementerio, como si con sus palabras y buenos deseos les ofreciera el descanso eterno. ¿Qué tan retorcida podía ser la ironía de todo ello? Un ser que con gusto aspiraría y absorbería hasta la última alma del cementerio, saborearía la soledad, desesperación y resignación que llenaba aquel terreno. Sería tan delicioso para el hacerlo, deleitarse con aquellos malos sentimientos, un gusto para su ser que era una mezcla de miles de pensamientos y sentimientos residuales de las miles de almas que había consumido, condenándolas a la locura eterna de su existencia.

-Hum? O disculpe, pero no será posible… Mi trabajo es mi vida, mi identidad. Los modales que os presento son solo cortesía y educación inherente a mí, no siento correcto, ni bien, que no le trate de usted, siendo una señorita no solo valiente por decidirse a quedar aquí toda la noche, si no también honesta y confiable al hacerlo aunque podría haberse ido antes de empezar…

Elogiaba a la pequeña, por su valor, su honestidad y compromiso. Aunque en realidad, podían ser otros los motivos por los cuales la chica estuviera ahí, y Sebastian lo sabía. Podría no ser valor lo que la mantuviera en medio de la noche en un terreno de muerte, si no inocencia, su honestidad no era lo que evitaba escapara, si no su terquedad, su compromiso no le había guiado a cumplir con la fuerza, si no su orgullo. ¿Era ella un ser inocente movido por la buena voluntad? ¿O era solo una pequeña con deseos de sobresalir y ser notada por los que les rodeaba? ¿Sería de un alma blanca, o de una ennegrecida por los pecados más humanos como el orgullo, la envidia y la arrogancia? Ese tal vez fuera uno de los motivos por el cual se mantenía en ese lugar

-Y no, no esto cansado. Un mayordomo no puede mostrar cansancio, ser grosero o enojado, somos solo instrumentos de nuestros amos, seres que rozan lo inhumano para satisfacer al humano… Y perdona, no quería mis modales os incomodaran, aunque es verdad no estoy en servicio, mis modales son parte de mi… Además, ¿Cómo podría dejarla sola en medio del cementerio y de noche? Permítame, ser su compañía esta velada, joven dama

Una sonrisa leve y relajada escapando de sus labios, mirando a la peli naranja de manera despreocupada, tranquila y calmada. Era un contraste casi satírico todo aquel cuadro. Podía olerlo, podía sentirlo, incluso podía verlo si se concentraba, el miedo en Ruri, el creciente nerviosismo e incomodidad. Disfrutaba de ello, el pánico que nacía en el corazón de la pequeña, que con cada minuto que pasara, con cara pocas palabras que compartieran, iría en aumento, creciendo y volviéndose un pánico incontrolable cuando se diera cuenta de que en ese lugar, la muerte estaba presente, su muerte podría ser inmediata.

Sus ojos rojos como la sangre, como aquel líquido vital en el cual se había bañado más de una vez, se apartan de la pequeña, mientras se alejaba tranquilamente entre las tumbas. Sus dedos rozaban algunas, aquellas manos de dedos delgados y cubiertos por esos guantes blancos inmaculados rozaban la fría piedra de cada tumba, deslizándose sobre los nombres, como si al hacerlo, les pudiera devolver algo de vitalidad a sus ya desvanecidas almas.


-¿Sabes…? Eres muy interesante… Ruriko Togashi…

Sus ojos se volvieron a posar en ella, de forma directa. De nuevo un cuervo grazno a lo lejos, como si respondiera un llamado silencioso del mayordomo que empezó a avanzar en el momento en que el eco se desvanecía entre las tumbas. Avanzaba hacia la chica de shibusen, de forma tranquila, reduciendo la poca distancia que se había separado dure. Como una bruma invisible, una sensación enfermiza empezó a expandirse por el suelo contaminado de decadencia del cementerio. Se acercaba más a ella y la oscuridad pareció cernirse alrededor de el con cada paso, quedando delante de la chica, era como si la misma esencia de los muertos empezara a salir desde sus tumbas, como si en vez de manos esqueléticas que desgarraran la tierra, fueran sus sentimientos los que buscaran llegar hasta los vivos y corromperlos.

-No puedo evitar pensar… Que lo que veo es solo una fachada… ¿Sera real…? Si escarbo un poco…. ¿Encontrare algo más?

Sus pasos no eran solo calculados, eran casi coreografiados, la guiaron sin que se diera cuenta siquiera hasta que chocó contra una estatua, una tumba que se alzaba poderosa, tal vez la más ostentosa del cementerio, donde se alzaba un hermoso ángel, al menos hermoso en la épica donde lo irguieron. Ahora su piel estaba ennegrecida por la lluvia, el polvo y la mugre de los años. Una de sus piernas estaba agrietada, su brazo derecho destrozado y perdido y sus alas astilladas hasta casi perder su forma. Parecían que los ojos de la estatua se mantenían fijos en el escenario bajo ella, observando al pelinegro acorralando a la pequeña de Shibusen. En cambio, los rojos ojos de Sebastian, que parecían tan antiguos como las civilizaciones y con la muerte marcada en ellos, estaban fijos en Ruriko, con una suave y dulce sonrisa, picara y cautivadora.

-¿Que encontrare… En tu interior? Quiero descubrirlo… Tu verdadero yo…
Sebastian Michaelis
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