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Mensaje por Cyrano Agosti Vie Jun 10, 2016 12:07 pm

Los lugares del estilo como en el que se encontraban solían ser “según” lugares de diversión donde la gente solo pasaba el rato pagando exorbitantes cantidades de dinero en la comida, la bebida y el hospedaje, y aunque Las Vegas representaba un mundo de distracciones y atracciones era tan bien cierto que el principal motivo para la gente de estar ahí, era el poder jugar con su suerte, y para aquellos que gozaban de menos suerte que Cyrano aquellos lugares podrían ser hechos para llevar a la quiebra a más de un melómano que no era capaz de controlarse, y es que las luces tétricas que te impedían saber qué hora era o si era el día o la noche no hacía más que mantener a los jugadores atrapados por días ahí mismo. Era tan bien sabido que aquel lugar estaba lleno de un encanto extraño que te atraía para pecar, por algo la bien conocida frase de “Lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas”

Y ahora mismo ahí se encontraba el arma, sentado frente una máquina que no había comenzado a jugar, observo de nuevo el premio mientras suspiraba pesadamente. Se había cansado de las maquinas, la verdad es que después de un día entero de sentarse en una maquina tras otra se había comenzado a aburrir, observo a un chico vendiendo cartones para bingo, al fin algo diferente un bingo tradicional con números cantados que le permitirían no hacer nada.

Buen día. –saludo el chico flacucho que se acercó a Cyrano mostrando la tira de 6 cartones que tenía consigo. – ¿Le gustaría participar en nuestra partida especial de Bingo tradicional? Tiene un costo de 200 deathdolares el cartón o mil deathdolares la tira de seis cartones. Por un premio cuatrocientos mil Death dólares. –el chico sonrió y Cyrano solicito un cartón. Como siempre tenía confianza, aunque aquel día en partículas había estado abusando demasiado de su suerte. A lo largo de los años el y su compañero habían experimentado con sus habilidades, que tanto podían tentar a la suerte. Y todo dependía del riesgo de probabilidades, normalmente cuando eran casos como aquel donde no tenía nada que perder más que un poco de dinero no se volvía demasiado importante, pero mientras más se arriesgara el resultado era mucho mayor. Por ejemplo poner en juego su vida, con recompensa mayor, menor efecto. Normalmente se pondría en una escala, si arriesgaba casi lo mismo que lo que ganaría su balanza estaría en un 50/50 pero mientras más arriesgaba su balanza se volvía mas en su contra porque significaba que su deseo por ello era menor. Lo que significaba que mientras menos se arriesgara sus posibilidades siempre serian 80/20 en su favor. Muchos pensarían que era una coincidencia demasiado favorable para el trébol, el hecho de que no tuviera necesidad de arriesgar demasiado para ganar, pero lo cierto es que el mismo no podía engañarse, cuando deseaba o necesitaba algo las probabilidades poco a poco bajaban, era como tratar de engañar a tu mente de que no estas enfermo cuando de echo tienes un resfriado.

El mismo había experimentado el sabor del fracaso en varias ocasiones y la mayoría por culpa de su compañero que en ocasiones se empeñaba en joder todos y cada uno de sus planes. Cualquiera que no les conociera diría que más que compañeros parecían enemigos obligados a pasar el tiempo juntos, esto debido a que todo el tiempo estaban tratando de frustrar al otro, sus planes rara vez tenían un propósito en común como en aquel día, generalmente cada uno operaba por su lado y esperaban ver al otro fracasar. No era camarería, ni competencia, era solo el hecho de que les divertía de una forma retorcida ver al otro fallar y poder burlarse de alguna manera. Y aunque sinceramente no recordaba quien había iniciado con todo aquello ni cómo es que habían continuado con ello durante toda su vida, lo cierto es que… Resultaba de lo más divertido.
Entonces no debe ir a la sala de bingo, ya que este se canta y escucha por toda la sala, si usted cuenta con el cartón ganador, solo deberá acercarse a cobrar su premio. –termino de recitar el chico a lo que Cyrano asintió y se marchó de ahí con su cartón de color verde que contaba con un trébol de cuatro hojas impreso en la parte trasera. Guardo el cartón en su bolcillo y camino por el lugar buscando alguna distracción momentánea que ofreciera aquel lugar.

Observo con algo de interés el área de Book, en realidad no era un fanático de los deportes, aquello le parecía sumamente desagradable y hasta cierto punto estúpido, el fanatismo que la gente ponía en aquellas personas a quienes ni siquiera conocían era a veces peor o de la misma magnitud que el fanatismo religioso o la política. Los tres temas principales de los que no se podía hablar según la sociedad. Entro en aquel pequeño cuarto donde había sillones confortables se acercó a la caja e introdujo un par de apuestas a los caballos del pequeño hipódromo y un par más para las siguientes dos carreras de los galgos. De acertar en aquellas apuestas y de ganar con el cartón se estaría llevando cerca de medio millón, y de no ganar en nada estaría perdiendo cerda de cincuenta mil en una sola sentada debido a las carreras. La gente lo observaba interesados aunque poco sorprendido, ya que para algunos veteranos aquella suma que el chico había gastado no era para tanto, aunque Cyrano tenía total confianza en su suerte. Metió la mano en el pantalón buscando el móvil, tecleo el número que sabía de memoria pero no tenía registrado en sus contactos y pulso llamar.  

Al escuchar la voz del diamante bufo. –Me estoy comenzando a aburrir. –comento con total desenfado. –Las vegas me han resultado igual de aburridas que A.C. –dijo mirando en la pantalla la primer carrera en que había apostado. – ¿Puedo comenzar a desfalcar a este casino? –pregunto, lo cierto es que no había estado jugando con todas sus cartas porque se suponía que no daban llamar demasiado la atención, pero ahora el plan había comenzado en la parte divertida. Llamar la atención para atraer a los peces grandes. Y la única forma de hacerlo era comenzando a destacar de verdad. Y como las posibilidades lo decían, tenía que comenzar a apostar menos por un premio mayor. Eso haría su balanza 30/70 en su contra. La suerte no siempre era buena, pero después de al menos tres intentos de hacerse con toda la atención de aquel lugar debería de poder lograrlo. Llevar a la quiebra al primer casino, o al menos llevarlo a un punto en que quisieran que Cyrano se marchara de ahí. Le resultaba bastante divertido cuando aquello pasaba.

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Mensaje por Cozzato Gagliari Dom Jul 17, 2016 12:35 am

¿Podía considerarse trampa lo que hacía? No lo creía, después de todo, era una habilidad natural que había desarrollado luego de muchos años, ya no era algo con lo que se tuviera que concentrar para lograr o que con un interruptor o palabra pudiera desactivar. Si querían considerarlo trampa, igualmente debería ser trampa que en un juego de feria de esos que con un mazo lograras hacer sonar una campana, participaran personas fuertes, o debería ser igual trampa que en los exámenes un chico que había estudiado con profesores privados y hecho tareas extras, lo presentara junto a uno que trabajaba y que difícilmente tenía tiempo de estudiar al necesitar poder pagar sus propios estudios. No, no era trampa, al menos no para él, eran herramientas, que daban oportunidades; oportunidades que debía de aprovechar lo más posible.

¿Cuál era la tram… Perdón, la oportunidad? Algo tan sencillo como imperceptible, sus ojos. Aquellos orbes bicolores que poseía el rubio de traje inmaculado, eran su arma más poderosa, inclusive más que su entrenamiento en combate o sus contactos en el bajo mundo. Aquellos ojos que todo veían, que seguían cada pequeño rastro, cada pequeña viruta de información que pudiera arrancar de forma imperceptible de todo lo que le rodeaba. Cyrano tenía su suerte para valerse en aquellos casinos, una suerte estudiada y aprovechada de forma eficaz por el chico trébol, en el caso de Cozzato, poseía esos ojos de única habilidad, que le permitían ver más de lo que vería una persona normal, siquiera una altamente entrenada, aquellos ojos que todo lo captaban, y que le daban su posición como emperador en esa mesa donde el juego, uno en donde los pequeños detales definían la victoria y la derrota, se llevaba a cabo.

Detrás de Cozzato un par de chicas de hermosas facciones y sugerentes vestimentas se habían posicionado estratégicamente tocando los hombros del chico diamante, aquellas edecanes que se juntaban con las personas que estaban de racha, con la visión fija en sus bolsillos que recolectaban una pequeña fortuna, para ofrecerle los tragos más caros, los servicios más costosos, esperando con suerte igual una buena propia a cambio de su compañía durante aquellas apuestas y el ánimo que le daban. Una facción más de la avaricia humana que consumía toda esa ciudad, y en la cual se regocijaba el más arrogante de todos los presentes.
-Full…-Susurro el chico diamante mientras baja sus cartas y agarraba la apuesta que ilusamente uno de los contrincantes había puesto, mientras los otros dos se abstenían de arriesgarse en lo que estaba haciendo una pésima racha. Varios aplausos se escucharon alrededor del rubio mientras este apilaba unas nuevas torres de fichas de alto valor junto a las que ya tenía. Las chicas masajearon sus hombros y el rubio frunció un poco los labios ante aquel contacto, no es que le molestara especialmente, pero no le gustaba demasiado que desconocidos que no tenía interés en tratar actuaran tan familiarmente con él. De nuevo, señoras y señores, el más arrogante de toda la ciudad.-Es todo-

Se puso de pie ante el asombro de algunos, la decepción de otros por seguir viendo el juego, y el alivio de unos pocos más. Sonrió de manera amable a los hombres en la mesa mientras hacía cambiaran todas sus fichas y depositaran el dinero en una cuenta electrónica, dándoles una tarjea que había adquirido anteriormente en la recepción del casino, incluyendo también una jugosa propina en efectivo para una de las chicas que habían estado rondándole ofreciéndole diferentes opciones de los juegos del casino, solo para asi poder deshacerse de ella.

-¿Hum…?-De nuevo, aquellos ojos que parecían ver a las hormigas que había caminando por las orillas de las paredes, notaron un movimiento curioso entre algunas de las máquinas de lotería electrónica en un costado del lugar, la cuales tenían un monto mucho menor que la de la lotería que anunciaban en ese momento por los altavoces, pero igual un precio mucho más asequible. A un lado de esas máquinas se encontraban un par de figuras ataviadas de traje, con unos sacos un poco más holgados que los que tendría un corte hecho a la medida y la delgada línea oscura de un cable que ascendía desde el interior del cuello del saco hasta sus oídos, de forma discreta. Notaba igual con el movimiento de pierna de uno de ellos el bulto que se formaba en el interior del saco, una forma que conocía tan bien y que había visto tantas cientos de veces cuando aún vivía en Italia, tanto en sus compañeros como en sus enemigos.-Al fin…-Susurro, hasta que escucho el ruido de una bandeja cayéndose a su lado, giro a ver al origen del ruido, encontrándose con una bella camarera de rodillas en el suelo, con un par de copas ropas entre ella y el rubio, a quien observaba con una expresión sorprendida y casi atemorizada. El rubio la observo unos instantes sin entender, hasta que levanto la vista hacia un cristal de una de las máquinas de apuestas. En ella vio reflejada sus ojos, unos ojos totalmente dorados con un iris afilado y un contorno rojizo como un anillo flamígero que delimitara su iris. Cerró los ojos inmediatamente mientras los frotaba un poco, calmando su emoción, aquel deseo casi instintico de cazador que había despertado cuando viera a aquellos hombres de traje, inclinándose para ayudar a la hermosa camarera, regalándole una sonrisa amable que, si bien no la calmo al instante, sirvió para que empezara a pensar que aquella visión del rubio solo había sido un producto de un dia agitado de trabajo.

Cuando la camarera se fue, el rubio saco su teléfono al sentirlo vibrar en su bolsillo. Alzo una ceja curioso y lo abrió de manera tranquila, contestando sin ver y sonriendo al escuchar a su compañero quejarse- Eres demasiado quejica para alguien que debería amar estos lugares…-Respondió divertido, mientras observa a la chica a quien hubiera encargado su tarjeta regresar con ella, dándole una sonrisa mientras la recibía y le daba un billete con un par de ceros junto a un digito, esos empezaban a escasearle en físico. Cuando la chica se hubo ido, el rubio se acomodó entre un pilar y una de las maquinas del casino, ocultándose un poco de la vista de las cámaras de seguridad que había captado antes, sonriendo con un gesto de diversión
-Están aquí  Cyrano… Asi que hazte con todo lo que tengan… Y consigue que te inviten… Yo me encargare por mi lado…-Indico el chico, que si bien sabía que Cyrano daría alguna queja por que hablara con un tono tan autoritario y que seguramente incluiría un lugar donde pudiera meterse sus indicaciones, también sabía que Cyrano entendería a quien se refería, o inclusive tal vez los vería el mismo, a los porteros del siguiente lugar en su lista, su destino final si todo salía bien, donde la verdadera diversión empezaba. Sin más preámbulos, colgó el teléfono y jugueteo su tarjeta, avanzando.

Su siguiente objetivo estaba hecho y se dirigió al juego final que tendría en ese casino, donde no tendría más enemigos ni oponentes, donde no tendría que estar atento a las acciones de otras personas, solo al movimiento de las cartas. Con tranquilidad llego hasta la mesa del Blackjack y se sentó quedando de frente al repartidor. Una sonrisa se formó en rostro mientras daba su apuesta, y le eran entregadas un par de cartas. El rubio sonrió de manera tranquila mientras observaba la siguiente carta en salir. En su mente todo un pizarrón empezaba a formarse, llenándose de números, sumas y restas, mientras las cartas iban saliendo lentamente, ajustando sus ecuaciones en cada nueva ronda, pasando de pedir o pidiendo cartas, empezando a obtener el número mágico de la suerte, observando con tanta atención las cartas que salían que asustaba un poco al repartidor, quien seguía diligentemente entregando la carta que seguía o solicitaba, hasta que el rubio le hacía parar y cobraba su recompensa, empezando poco a poco, subiendo más y más.
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Mensaje por Cyrano Agosti Miér Jul 20, 2016 12:35 pm

Estaba ahí sentado sin jugar absolutamente nada,  estaba aburrido, demasiado aburrido en realidad. Claro el único que se divertía en aquellos momentos era probablemente el rubio, pero estaba aquel sentimiento de Cyrano como siempre de que nada le divertía, generalmente solo seguía aquellos alocados planes del diamante con el único afán de perder el tiempo en algo, ya que sus días solían ser nada productivos, no tenía una pasión que le generara demasiada dicha, de echo su única meta era llegar a la cima de todos, tener el trono que le correspondía y ese solía ser su motivo para levantarse cada día. Pero aquel lugar, aquella situación, no era del todo lo que el trébol pudiera considerar buena.

Con aquellos pensamientos se puso de pie observando la sala nuevamente, tal vez debería jugar una de aquellas maquinas sencillas, o quizá debería acercarse a las mesas. No había mucha emoción en los juegos de máquinas, pero tampoco la había en el bingo. Aunque todos aquellos juegos serian más entretenidos si como en la vieja Italia la apuesta fuera de un rango mayor. Mientras avanzaba observo con claridad aquellas dos figuras, probablemente lo que ellos habían estado buscando para llamar la atención… eso significaba comenzar a ser observados. Aquellos que vestían trajes como uniformes y que estaban ahí para dar su vida, cal pequeños movientes podía observar aquel común bulto, uno que el mismo podía tomar forma, una sonrisa ladina se formó en su rostro mientras escuchaba la voz de su compañero al otro lado del parlante. Mientras que el índice de la mano libre comenzaba a golpear en su pierna. –Las personas que aman estos lugares están en la bancarrota diamante, odio el ruido y la falta de luz. –comento ladeando el rostro sin perder de vista a los dos guaruras o mejor conocidos como “perros” en los bajos mundos, en la mafia así es como les llamaban a aquellos que se dedicaban a cuidar el dinero sin derecho a gastarlo, perros, ellos eran los perros de alguien.

Sabes este es el primero de los casinos que no me habían molestado tanto, pero creo que igual tendré que llamar un poco la atención. –comento sonriendo, una afilada sonrisa y tras los cristales de sus gafas se escondía una mordaz mirada, llena de maldad y una pequeña emoción que iba creciendo con la vista de los otros. –Por cierto… no eres mi jefe Diamante, será mejor que cuides esa lengua tuya si no quieres que la arranque de un disparo. –comento con un tono venenoso, odiaba cuando el otro se sentía un jefe, odiaba a la gente que esperaba ser superior a él, incluido su compañero, especialmente el. Era difícil de creer que ellos dos pudieran convivir durante tanto tiempo juntos, después de todo, los dos eran demasiado afines a pelear, amenazar de muerte y finalmente pelear a todo momento, eran ellos dos las personas que más se lo pasaban discutiendo todo el tiempo. Generalmente sus peleas verbales terminaban en golpes, y más de una vez se habían mandado al hospital por aquellas peleas sin sentido. Pero aun así no paraban jamás de pelear.

Siguió caminando con aquel silencioso y elegante andar que había obtenido hacía mucho tiempo. Posaba sus ojos en las diferentes máquinas y después tomo asiento. Metió la tarjeta en una de las maquinas, un tiro, dos tiros, tres tiros… bono. observo los juegos gratis mientras iba uno tras otro, abriendo uno más, y otro, y otro, hasta que genero un total de 357 juegos gratis, se retiró los lentes por un momento dejando que sus ojos quedaran libres, como si se tratara de una computadora analizando los datos leyó todas las jugadas una tras otra, tratando de descifrar aquellas formas de pago, escuchaba a gente acumulándose detrás de él, mientras le animaban. La gente era demasiado molesta. Pero aun así no perdió su concentración escuchando en todo momento las canciones que relataban la llegada de un nuevo juego gratis, o el sonido de que le hubieran pagado. Aquella maquina donde la principal atracción era un mono, observo como las pantallas se fueron llenando de monos completamente generando que la maquina se bloquease otorgando un pago de cinco mil Death dólares, un chico llego a quitar la traba mientras Cyrano veía con aburrición y después continuaba con los juegos gratis volviendo a llenarse en esta ocasión de una nueva figura, la gente que se encontraba a su alrededor estaba maravillada escuchando, y observando como cada tirada que Cyrano generaba le daba un premio más alto trabando singularmente la máquina. Algunos viejos, de aquellos que se hacían los simpáticos para que les dieses dinero, en los casinos normalmente se les veía detrás de las personas que ganaban, trataban de explicarles lo que pasaba con aquellos juegos ya que su experiencia en los casinos era incluso mejor que la de los empleados. De esa manera trataban de ganarse tu confianza y simpatía para finalmente volverse sucias cucarachas que pedían más y más de tu apoyo, aquellos eran el tipo de personas que en aquel momento se acercaban al trébol, pero eran completamente evadidos por el chico quien no les prestaba la más mínima atención. Aunque el hecho de que estuvieran ahí como público le generaban un extraño sentimiento de orgullo, eso significaba que llamaría la atención de una manera más rápida y eficaz, a pesar de que las cantidades que estaba ganando no eran especialmente cuantiosas, eran lo suficientemente buenas como para causar cierta intriga en las personas.
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Mensaje por Cozzato Gagliari Jue Jul 21, 2016 9:12 pm

-Vamos Trebol, no te enojes, aun no es tiempo…-Susurro con una voz divertida, risueña incluso, mientras se separaba del auricular, colgando y dirigiéndose hacia las mesas de blackjack. Aun en esos instantes no podía evitar pensar en la vieja Italia, su tierra nativa. Italia era una tierra de cultura, de historia antigua, belleza, arte y disfrute. En sus ciudades antiguas podías encontrar la hermosa de lo clásico, el renacer del amor por lo rustico. Bien era conocida su historia milenaria, su gastronomía elite, su arte sublime. Y por debajo de todo eso, el lugar donde había nacido y crecido Cozzato.

El había crecido en lo peor de la sociedad italiana, en el bajo mundo que se escondía debajo de la luz que mostraba al mundo. Mientras las personas paseaban por roma y compraban pan recién horneado en la calle o una bella flor para su dama, Cozzato y Cyrano se encontraban en alguna alcantarilla protegiéndose de quienes les quisieran hacer daño, debajo de un puente cuando hacia frio para buscar el refugio de alguna hoguera de otro vagabundo, escapando de las mafias locales que les vendían como simples conejillos de indias o esclavos de segunda mano al extranjero. Si estaba vivo en ese momento, jugando tan felizmente en ese casino, era en gran medida a la suerte, al azar, y su propia y corrupta alma.

Y aun asi, a pesar de todas esas malas experiencias, de todo ese sufrimiento, de todo el camino de sangre derramada que había recorrido para estar sentado en esa silla alta tan cómodo, vistiendo un traje tan elegante y a la medida, mientras contaba las cartas que el repartidor bajaba con cada vez mayor nerviosismo, el rubio estaba seguro que aunque pudiera jamás cambiaría nada, que todo lo repetiría de nuevo, que lamentarse era para los débiles que no podían aceptar su dolor y que quedaban enganchados en su pasado. A él no le interesaba ya el pasado, solo le interesaba el futuro que sus ojos dorados captaban a la distancia, que sus manos buscaban moldear a su voluntad, construir para su provecho. Abrazaba su pasado por que para bien o mal, dependiendo desde que perspectiva quisieras verlo, él era quien era ahora.
-Dame esa carta…-

El repartidor trago grueso, mientras los orbes bicolores del rubio se mantenían fijos en los de él. Aquellos ojos eran penetrantes, tanto que parecían poder ver en lo profundo de su cabeza, atravesando las cuencas oculares para penetrar en su cerebro. Daba miedo, eso era lo único que podía pensar el repartidor mientras con manos temblorosas sacaba la siguiente carta de la baraja, ni siquiera había podido tratar de hacer alguna distracción y usar el mazo de cartas que tenía estratégicamente escondido un poco más abajo del real, aquel que usaba pare frenar las aisladas rachas de buena suerte de alguno que otro pobre desgraciado que de repente lo perdía todo. No, aquellos ojos le mantenían presos, prisionera, era como ver a un león de frente estando ambos encerrados en una jaula, un mal movimiento y terminaría degollado, esa era la sensación que recorría al pobre trabajador del casino.

Finalmente dejo caer la carta en la mesa. Los ojos del repartidor se abrieron en sorpresa, mientras el rubio lanzaba un chasquido con su lengua, inconforme. El repartidor había sacado un ocho, causando las cartas del lado del italiano sumaran un veintitrés. El repartido alzo la mirada aterrado durante unos instantes, pensando que tal vez en ese momento el chico rubio le degollaría como en su imaginación, pero nada de eso paso. El rubio se encontraba sonriendo con gracia, mientras se frotaba los ojos con los dedos  índice y pulgar, empujando el mismo la apuesta hacia el ahora aliviado trabajador.
-Vaya, ahí perdí nueve mil…-Suspiro decepcionado el rubio, pero aquella decepción ahora le resulto exasperante al repartidor, quien solo podía fijar su vista en las fichas que tenía Cozzato todavía de su parte, un monto que rebasaba los doscientos mil.-Que se lleven esto y lo agreguen a la cuenta…-Dijo el rubio quien dejo un billete en la mesa al repartidor, el cual abrió los ojos impresionado y asintió rápidamente, tomando la tarjeta del rubio y pasándolo por una pequeña maquina debajo del mostrador, donde agrego la cantidad completa de sus ganancias, pensando que ese no había sido precisamente el dia del casino, con aquel rubio recorriendo los juegos de cartas que habían.

Cuando se separó una buena distancia de las mesas de juego y se adentró al área del bar, se sentó de manera tranquila en una esquina, mientras pedía un refresco, suspirando decepcionado ante el hecho de que en ese país no pudiera beber al tener apenas 18 años. En su natal Italia los niños bebían vino junto a sus emparedados de la tarde y ahí armaban un escándalo si un chico  de 20 pedía una cerveza, vaya escándalo.
-Señor… Nos gustaría hablar con usted-

Una sonrisa imperceptible por el vaso que tenía en los labios se formó en el rostro del italiano, mientras se giraba con una repentina expresión curiosa y algo impresionada. Ante el había dos hombres de negros y empresariales trajes. Su expresión era prieta y dura, curtidos por una vida pesada y un trabajo exigente. Aun asi el de la derecha, aquel que hablaba, tenía una voz calmada y meticulosa, sin duda especialmente desarrollada para ese tipo de encargos, el de actuar como una especie de cazatalentos.-Oh… Díganme señores, ¿En qué les puedo ayudar…?-

La charla no fue demasiado larga, los dos hombres se mantenían de píe delante de él mientras se presentaban como enviados de otra persona, alguien que los invitaba a un casino afiliado a aquel, uno más selecto, considerado vip incluso en comparación con el que se encontraban. La forma de hablar y de expresarse le llamó más la atención a Cozzato que la invitación en sí. Esos ademanes, la selección de palabras, todo el mismo lo había estudiado de más joven, aprendido de manera perfecta para cuando el realizaba justo los mismos trabajos que los hombres delante suya. Adornaba todo con palabras bonitas, sin duda, pero entendía perfectamente el significado que había debajo de la superficie, lo querían a él, como una nueva víctima para su jefe, para que visitara aquella trampa mortal a la cual el rubio había esperado toda la noche ara poder ir.-Estaré encantado… Suena muy interesante, ya deseo probar mi suerte-Sonrió el rubio mientras recibía una tarjeta totalmente negra con un solo logotipo en la parte delantera, más un código en la trasera. Los dos hombres desaparecieron y el rubio se puso de pie.

Arreglo su traje y dio un último trago a su bebida sin alcohol, terminándola con una sonrisa complacida, avanzando con paso tranquilo entre la gente que ya se había olvidado de su presencia, atraídos por algún otro ganador de momento que mostrara una fortuna increíble, tal vez incluso superior a la que el había conseguido, y que muy probablemente se tratase de su compañero. Sonrió al oír las expresiones de sorpresa y jubilo más adentro del lugar, alejándose de todo, dirigiéndose a la puerta donde esperaría a su compañero afuera, ya había cumplido su propósito en ese lugar, ahora debía avanzar.
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Mensaje por Cyrano Agosti Vie Jul 22, 2016 3:23 pm

Escuchaba a la multitud con toda la atención posible observaba sus rostros con aburrimiento y de momentos se sentía totalmente molesto. La máquina seguía lanzado un bono tras otro, aquello era más que suerte, todos en aquel casino lo estaban notando, cuando normalmente las maquinas estaban “amarradas” toda la gente estaba sorprendida, ¿Cómo es que la maquina había comenzado a pagar tanto y en tan corto tiempo? Sencillo, Cyrano estaba apostando cada vez más, a pesar de que en físico solo era dinero, en su mente era una puesta de vida, porque más tarde las cosas serían más interesantes. Más tarde su dinero no sería nada, sus vidas serian el precio a pagar. Eso era lo que estaba entusiasmando tanto al trébol. Quien se puso de pie cuando los bonos terminaron avanzando hacia las cajas para cobrar el dinero y después cargarlo a su cuenta bancaria. Y mientras avanzaba observo a aquellos hombres.

El andar de los mismos era tan poco elegante y falto de gracia que se sentía decepcionado, era un movimiento sigiloso, únicamente se cuidaban de no llamar la atención, mientras que en sus recuerdos, cuando a él le hubiera correspondido hacer aquello sus movimientos eras destacables al igual que los del diamante, el sigilo se perdía cuando se trataba de esos dos, aun ahora no conocían el el concepto de un “ataque sorpresa” Dado que ellos siempre se habían lanzado directo al rival sin el más mínimo miedo, porque ellos eran seres que no solo tenían unas mentes agiles, o un estratega maestro, tenían a la suerte de su lado. Y ese era el mayor de sus secretos, y la envidia de todos aquellos que les habían conocido hacía muchos años, en la vieja Italia donde aquellos siempre querían que la suerte de Cyrano pudiera ser moldeada por ellos, pero era imposible. Hacía mucho el que trébol ya había notado que su suerte únicamente podía ser útil para el diamante. Hacía mucho que había notado la facilidad con que el mismo la moldeaba. Y ahora un par de años después eran ellos los cazados en lugar de los cazadores, aunque claro, nadie creería que un par de “niños” podrían saber manejarse en aquellos mundos mejor que muchos de los que ya habían estado años en el negocio.

¿Podemos hablar un momento? –Pregunto uno de los hombres, a pesar de lucir sumamente pulcros, Cyrano podía notar el aroma al tabaco, el exceso de perfume y todo eso le molestaba. Así que simplemente asintió observándoles con aburrición mientras escuchaba su propuesta, al terminar de ellos hablar Cyrano abrió los ojos con sorpresa genuina. – ¿Es en serio? –pregunto aun algo perturbado debido a la invitación, actuaba como una persona que jamás había sido visitado a un lugar VIP, los hombres sonrieron complacidos, ahí en sus miradas podía observar cómo se emocionaban porque otro “pichón” había caído, los observo alejarse mientras movían los rabos como los “perros” que eran.

Cobro su dinero y después avanzo en dirección a la salida, había dejado de ser observado por ellos, aunque no por algún caza fortunas que le seguían elogiando aun cuando ya no les prestaba atención. Observo al diamante con aquella sonrisa molesta para el trébol. –Espántalos, nadie hace miradas tan terroríficas como tú. –comenta sonriendo.  Mientras comenzaba a salir solo para encontrar que el auto que habían solicitado ya estaba ahí. Una sonrisa paso por su rostro mientras tomaba las llaves y se metía en el asiento de piloto. Había dos cosas que amaba, una de ellas era joder el día del rubio y al tomar el volante lo haría, y la segunda era conducir jodidamente rápido. Nunca se había preocupado demasiado por la velocidad que ponía al oprimir el acelerador. Espero a que el diamante subiera al auto antes de comenzar a acelerar, observaba las calles, y notaba que a pesar de lo ostentoso de los otros autos, el de ellos no se opacaba, de echo llamaba más la atención que nada. Saco la pequeña tarjeta que aquellos hombres habían dejado en sus manos y se la dio a Cozzato. –Supongo que es nuestro código. –comento sonriendo mientras tronaba suavemente su cuello. –Supongo que esa es nuestra penúltima parada. –comento sonriendo mientras pensaba que en una sola noche habían desfalcado a tres casinos y además de todo conseguido lo que habían querido desde un inicio. –Sera mejor que lo hagas bien Diamante. –comento pisando un poco más el acelerador y derrapando al dar una vuelta. –Espero que esta partida nos lleve a la que tiene las mayores apuestas. –finalizo. Deteniéndose frente a un casino de gran tamaño, sus ojos se posaron en el ballet parking que se acercó a ellos, le entrego las llaves y después mostro su tarjeta a otro de los trabajadores de ahí quienes le llevaron inmediatamente a otra sala lejos de esa.
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Mensaje por Cozzato Gagliari Lun Jul 25, 2016 9:07 pm

Un suave bostezo escapo de sus labios mientras esperaba, notando el ruido que el tumulto de gente en el interior del casino armaba. Estando en el umbral de la entrada del casino, con las puertas eléctricas detrás de él cerrándose por momentos, pudo comparar el sonido del interior del casino con el exterior. Del interior salía una brisa agradable y fría, producto del aire acondicionado, mezclado con el olor del cigarrillo, del perfume, acondicionador de interiores y el de la gente, aquel aroma que era provocado por una concentración elevada en una zona cerrada. En el exterior era diferente, el sol golpeaba en su contra, mientras empezaba a bajar lentamente, habiendo pasado ya su cenit. Las horas habían avanzado más rápido de lo que había esperado, al pasar de casino en casino, y con ello la vida de la ciudad. El aire en la calle era cálido y con ráfagas recorriendo las calles y revoloteando la ropa de la gente, mandando a volar alguno que otro sombrero. Los autos eran variados y la gente se movía por la calle en un rio continuo de colores y figuras. El rubio apreciaba todo ello con calma, al menos hasta que escucho el tumulto crecer a sus espaldas. Cuando giro miro a su compañero salir mientras la gente parecía alabarle, como polillas atraídas por una fuerte luz. Aquello causo una sonrisa en el chico, negando ante la petición de Cyrano.

-No es necesario… Tu serás una fuerte luz, pero las polillas preferirían mantenerse cerca de su alimento, si la luz se aleja de ellos…-Exclamo el rubio, siendo que cuando las puertas se cerraron detrás de Cyrano, la gente se quedó dentro, regresando a los juegos y apuestas, notando como parecía formarse una fila cerca del área donde Cyrano había estado jugando. Muy seguramente la gente pensaría que la maquina donde Cyrano hubiera jugado tenia algún fallo que hacía más fácil ganar. El rubio se mordió el interior del labio, girando a ver a Cyrano. Si la gente empezaba a pensar eso, significaba que el ojiverde había hecho todo un espectáculo, y eso solo significaba una cosa, estaba jugando con su suerte.-No tientes a las probabilidades Cyrano… Recuerda Sorrento…-Le susurro el rubio mientras le acompañaba hasta el vehículo.

La vida del par de ex mafiosos había sido difícil, pero no por ello mala. Habían tenido que hacer cosas malas para sobrevivir, pero rara vez estaban en una situación verdaderamente mala. Recordaba sus iniciaciones, donde habían recibido palizas sin poder, ni tener, que defenderse; las veces donde habían entrado en conflicto con otros grupos armados, terminando en una guerra en zonas oscuras de Italia y donde por poco no habían acabado con balas en el cuerpo. A pesar de todo era parte de sus vidas, no era nada especialmente malo en su pasado, todo acorde a sus formas de ser casi bélicas… A excepción de Sorrento.

Sorrento era una antigua ciudad Italiana, más específicamente en Nápoles, uno de sus mayores fracasos en sus tiempos como mafiosos. Habían tentado mucho a la suerte, cuando aún no conocían del todo las consecuencias y efectos de la suerte de Cyrano. Cozzato habia presionado más y más a su compañero para usar su suerte, hasta que finalmente habían roto el equilibrio de la balanza.

Un pago con su tarjeta de crédito en el bar equivocado había iniciado todo. Su tarjeta fue rastreada hasta una de sus anteriores compras, una reservación de hotel en un área céntrica de la ciudad. Se habían ido a dormir complacidos de la misión del dia, todo bien como siempre, lo que señalaba un buen dia, al menos hasta que cayó la noche y con ello sus parpados. Un trabajo rápido y eficaz, por profesionales, acabo con ambos atados de los pies, manos y cabeza, metidos en un maletero de coche. Se despertaron mientras lo bajaban pero ellos nada pudieron hacer, inclusive uno de los hombres le había puesto a Cyrano un artilugio en la nuca, que transmitía frecuentemente una continua onda sónica que interfería con su transformación, como luego les explicarían.

Su viaje en el maletero termino en un canal abandonado donde el agua había sido cortada y redirigida, dejando solo una hendidura húmeda y un túnel de desagüe en desuso y obstruido de un lado. Tal cuales sacos de basura los agarraron y tiraron en el interior del túnel, que apenas tendrían unos 5 metros de alto y 10 de ancho. La explicación de eso era sencilla, eran rehenes, para usar como carta contra su mafia. Conocían las habilidades de Cyrano y de el mismo, y en vez de mantenerlos cerca, en un lugar donde pudieran idear un plan para escapar, donde pudieran encontrar una forma de contactar a sus aliados, o los mismos pudieran atacar para rescatarlos, les era más fácil dejarlos en un lugar de donde no pudieran escapar, donde sus vidas se agotaran poco a poco, sirviendo de incentivo para su rescate, y en el cual no serían encontrados, a menos que ellos asi lo quisieran, a menos que su mafia entregara el rescate que deseaban.

Mientras hablaba, la mente de Cozzato empezó a trabajar a toda velocidad. Cada opción, probabilidad y solución recorriendo su mente. Y asi se dio cuenta, si no salían rápido de ahí, estaban jodidos. Intento ponerse de pie, pero sus piernas estaban bien atadas, miro a Cyrano pero estaba igual apresado. No lograron liberarse a tiempo antes de que los mafiosos se retiraran, y la entrada de la cueva explotara. Los escombros destrozados del arco que era la entrada del túnel cayeron bruscamente, mandándolos hacia atrás por la onda de las explosiones, solo recobrando sus sentidos minutos después para darse cuenta de que la entrada estaba totalmente obstruida.

Les tomo casi una hora liberarse, siendo Cyrano el primero y de ahí liberando a Cozzato. Se pusieron de pie y verificaron el lugar, la parte interna del túnel igual destrozada por una explosión más vieja, dejándolos sin vías de escape. Escarbar sería inútil, tardarían demasiado, y el artefacto, en forma de collar, que tenía Cyrano estaba fuertemente ajustado a su cuello, incluso dificultándole el tragar. No podía transformarse, la fuerza de Cozzato o Cyrano por separado no les permitían salir. Sencillamente, estaban atrapados ahí.

Pasaron horas ideando algo, pero nada servía, nada era viable. Cozzato trato de estudiar el collar, pero era mágico, fuera de sus conocimientos. Trato de quitarlo a la fuerza golpeándolo, pero más daño hacia a su compañero que al collar, tampoco tenía alguna clase de cerradura, solo era un aro metálico ajustado a su cuello. Estando en esas condiciones, sin ninguna manera viable de poder salir de ahí, solo pudieron esperar a su rescate… Pero este no pasaba, y las horas corrieron en el reloj, luego los días. Ahí no había agua más que unas leves hendiduras en el techo desde las cuales caían gotas de agua, no había siquiera ratas que pasaran por ahí que pudieran consumir, como más de una vez habían hecho cuando el hambre carcomía sus desnutridos y famélicos cuerpos en las calles donde vivían de pequeños.

No, ahí apenas tenían unas cuantas gotas de agua sucia para apaciguar la sed que les menguaba. Luego de casi 6 días sin nada que comer, sus mentes y cuerpos empezaron a decaer, los mismos juegos y ejercicios mentales que hacían para sostenerse dejaban de servir, las pocas energías que tenían parecían ser jaladas por la tierra bajo sus pies. No les quedaba mucho más. Cuando notaron que sus vidas empezaban a estar al borde de su existencia, Cozzato le ofreció una alternativa totalmente loca para tratar de sobrevivir, algo que o los salvaba, o solo hacia inmediata su muerte. Sin ninguna otra esperanza a la vista, Cyrano acepto, y Cozzato lo tomo del cuello.

Rara vez Cozzato dejaba correr por completo su alma, increíblemente pesada y poderosa. Dejo caer todo de golpe directamente en ese punto, su onda de alma liberándose por completo en el interior de ese túnel y llenándolo, haciendo vibrar la roca, el suelo y el aire de forma peligrosa. El dorado de su alma inundo el lugar y luego se concentró en el artefacto del cuello de Cyrano. Aun recordaba los gritos de ambos mientras sus almas conflictuaban violentamente, chocando de forma hostil y casi tratando de despedazarse uno al otro. El sonido del cristal rompiéndose lleno sus oídos, justo un instante después Cyrano se transformó y sus almas se unieron a la fuerza.

Aun días después se seguía hablando de la explosión que había sucedido en el túnel en demolición, una luz verde y dorada que había barrido casi todo en su totalidad en ese túnel y los alrededores. Pocos días después, hubo un escándalo aun mayor que opaco ese hecho, el de los cuerpos de casi 15 personas que se encontraron crucificados, decapitados y destrozados, colgados de una de las bahías principales de la ciudad. La policía reconoció a las víctimas, la mafia en líder de la ciudad, tachando el crimen de una venganza de otra mafia rival. Nada mejor dicho jamás, venganza.

Y ahí estaban, dentro de un carro de lujo mientras Cyrano retaba las leyes de transito mientras recorrían la ciudad. Al rubio no le importaba mucho eso, a Cyrano le gustaba conducir de prisa y el lo sabía, solo se entretenía viendo a la gente pasar como borrones indescifrables, recordando vagamente aquella ocasión. Luego de salir del túnel habían comido con tanta velocidad que casi vomitaron, al llegar a un edificio abandonado cercano se desplomaron en muebles viejos y durmieron por varios días, hasta que al despertar volvieron a comer hasta vomitar, famélicos totalmente. Les tomo un par de días mas recuperarse lo suficiente, y luego se vengaron. Aun asi, recordaba muy bien ese instante donde daba sus muertes por hecho, donde casi terminan sus vidas de la misma forma en que habían iniciado, muertos de hambre en un lugar oscuro y cerrado.


-Bien… -Bajo del coche mientras Cyrano entregaba la tarjeta y luego él la propia, adentrándose en el interior del lugar. El aire era del aroma de los puros más caros y las colonias más elegantes. Era mucho más silencioso que los demás casinos donde habían estado. Las Hostess eran hermosuras multiculturales y enfundadas en vestidos que seguro valdrían tanto como algunos de los diamantes que los hombres presentes lucían en collares, pulseras o anillos. El rubio sonrió ladinamente mientras sacaba su tarjera de crédito, dispuesto a ir a sacar una cuenta y un monto considerable.-Aquí ya no es sacar un buen efectivo… Debemos encontrar a los adecuados, ellos nos darán acceso si les caemos bien… Convirtámonos en sus blancos interesantes de caza Cyrano…-Le menciono calmado, para ir en dirección al cajero.
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Mensaje por Cyrano Agosti Vie Feb 10, 2017 10:33 pm

Sorrento.

Claro que lo recordaba, claro que recordaba aquellos eventos pasados que habían dejado un pero de huellas inolvidables en el cuerpo y mente del trébol, aquellos acontecimientos lo habían dejado tan marcado qué tal vez ahora era un sádico por aquellos días, no se trataba solo de los italianos y sus mafias, no se trataba solo de aquella infancia hambrienta y fría. Era un conjunto de memorias autobiográficas las que habían formado al chico debido a la crueldad de los humanos que trataban a otros como animales. Pero nada de ello había sudado realmente tenebroso o difícil de superar como lo había sido Sorrento. De hecho cada vez que se le recordaba o mencionaba el trébol se sentía un poco inútil. Había sido su culpa, había jugado demasiado con su suerte, había echado los dados y perdido en el proceso.

Dura que aquellos días Cozzato era más dependiente de la suerte del trébol de lo que podría admitir y Cyrano estaba orgulloso de ello, estaba bien consigo mismo al sentirse de alguna manera útil, no, el no solo era útil era indispensable nunca nadie podría tomar su lugar, porque el era una buena fortuna aquel que todos idolatraban y querían tocar, como un dios que había bajado a la tierra para hacer probar a los mortales un poco de aquella suerte divina. Pero lo que el ni Cozzato sabían era que había un precio a pagar por el uso de tan magnifica suerte dejándolos a ellos encerrados en una jaula de poder sedientos de más sin saber que de hecho no tenían nada para comenzar.

Impotencia.

Aún recordaba los sucesos de aquella noche y la impotencia que había sentido al ser inmovilizado, prácticamente habían desecho toda su suerte por el drenaje e inclusive sus transformaciones habían sido restringidas, aquellos momentos habían causado en el algo similar al miedo aunque hasta ahora no estaba del todo seguro. Sentir sus cuerpos famélicos llenos de necesidad, delirios que no terminaban de consumirlos. Durante ese tiempo Cyrano había vuelto a su infancia, una infancia triste y donde los pequeños habrían muerto, pero ahora mismo nada de eso importaba, estaban ahí. Observo sus manos mientras conducía solo por un momento recordando la sangre, recordando la lluvia de sangre de aquella ocasión.

Desde siempre Cyrano había odiado matar con las manos, prefería que fuera el rubio quien hiciera el trabajo sucio sirviendo únicamente como un arma, pero en aquella ocasión había hecho más, la venganza corroía por sus venas al recordar por lo que los habían hecho pasar. El odio un sentimiento que conocía bastante bien había sido el dirigente de su locura, inclusive Cozzato había observado con asombro el cambio dimensional del trébol quien reía mientras asesinaba de forma lenta y dolorosa a aquellos miembros de la mafia insistiendo en que les demostraría lo que era el verdadero miedo, una faceta que nunca más dejo salir y que definitivamente Cozzato jamás volvería a ver era algo que el mismo no podía controlar.

Sorrento es como un tabú. —Aún no dejaba de observar la carretera mientras pisaba con más fuerza el ascelerador, recordar aquello solo le hacía sentir aquella ira hirviente, porque la sensación de aquel choque de almas había dejado a Cyrano con cicatrices, cicatrices causadas por el rubio... aún así sus almas podían volver a enlazarse y aunque tal vez su lazo se había reforzado con aquello su poder había disminuido en consecuencia por lo que tenía que hacer un esfuerzo mayor para poder seguir el paso del otro. Ambos lo sabían Cozzato era más fuerte, en aquel choque de almas parte de la energía de Cyrano se había perdido para siempre, aún así su energía, su poder no era menor en consideración con otros y su buena suerte era controlada con mayor precisión lo que le daba cierta ventaja por sobre muchas personas más.

Borro aquellos recuerdos de su mente por un momento mientras bajaban del auto siendo observados por la gente con aburrición, dos chicos más que acudían a las vegas a perder la gran fortuna de sus padres, era claro que aquella era la mirada de todos volviéndose fácilmente una presa sencilla. Escucho al diamante y sonrío mientras llevaba la mano a su chaqueta y sacaba un mechero de plata y una cajetilla de cigarros de marca barata generando una mirada de desaprobación por parte de algunos aquellos que aún les prestaban atención. —Supongo que es hora de que comience a jugar contigo. —Comentó sonriendo engreídamente.

En el mundo de los juegos existen cuatro clases de juegos cuando se habla de las vegas. Juegos en vivo, máquinas traga monedas, cartas electrónicas y bingo. Generalmente Cyrano prefería las tragaperras debido a que era todo más práctico, pero había una mesa en vivo que el adoraba, una sarta de probabilidades que sin duda Cozzato amaría y la razón por la que las vegas era famoso. La mesa de craps.

Una mesa donde no existían las cartas y todo se desenvolvía en lanzar los dados esperando que el número siete no saliera e inclusive indicarle a alguien que ese numero causaba la mala suerte era considerado un tabú por muchos. —Jugare craps. —Comento sonriendo, había una sola cosa que Cozzato le había prohibido jugar desde el inicio y eso era aquella mesa, lanzar los dados era jugar con un ochenta por ciento de la suerte. Uno siempre estaba perdiendo en esa mesa pero Cyrano no, porque el jugaba con la suerte no con las probabilidades y aquella mesa era exponencialmente peligrosa para el control que debía llevar con su propia suerte si no querían que Sorrento se repitiera. Pero siempre había algo mas, y era un Cyrano relajado que iría a dejar que fuera su suerte la que decidiera, sin apostar nada. Esa era su mejor suerte, no esperar nada y recibir todo. Simplemente igualaba las posibilidades dejando cualquier cosa al 50 y 50 como lanzar una moneda al aire.

Tranquilo diamante, se lo que hago no abusare de la suerte en este momento. —Comentó sonriendo al ver el pequeño momento en que Cozzato le había lanzado una mirada amenazante que podría acobardar hasta a Juan sin miedo. Pero no a Cyrano que conocía mejor que nadie al diamante desde siempre había una reacción para el ante esa mirada y esa era una sonrisa de burla. Lo mismo pasaba con el diamante cuando el trébol se enojaba, a pesar de saber que este podría hacer caer una racha de mala suerte sobre otros al parecer no afectaba al diamante quien siempre terminaba burlándose del otro. —Seamos los peces gordos de la noche.

Fueron sus últimas palabras mientras avanzaba hacia la mesa con el ticket que validaría la entrega de las fichas, una suma grande, quería llamar la atención. —Apuesta máxima a la línea. —Dijo colocando sus fichas en el número 5 siendo observado por todos mientras escogía sus dados y los lanzaba y al tocar los tapices pudo escuchar los gritos de todos los jugadores emocionados por haber ganado todos en aquella apuesta. Una mesa divertida rodeada de gente de todas las edades gritando emocionados.
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