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Hero Time: Fairy and gardener [Priv. Happy]
Death City :: Death City :: Parque
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Hero Time: Fairy and gardener [Priv. Happy]
Cosas como ser responsable no es lo que caracterizaba al castaño, pero aun así el mismo sabía que había cosas que no podía dejar así como si nada. Primeramente estaba el hecho de que había pasado un montón de veces por el parque observando las flores siendo pisoteadas y los jardineros sin prestar la más mínima atención. Así que ahora tenía la meta auto encomendada de cuidar y proteger la vida silvestre de los jardines del parque de Death City. Como bien sabia no podía hacer uso de sus poderes ahí mismo, porque sería cazado de inmediato por un montón de gente esperando comer su alma, así que había hecho lo más sensato que se le ocurrió y eso fue crear abono especial para las mismas. Había experimentado anteriormente así que tenía un poco del mismo, este haría que las plantas crecieran rápidamente y fuertes.
Así que se levantó temprano esa mañana, desayuno algunas frutas y se vistió con su camiseta favorita y colocándose su capa café que cubría su cuerpo entero. Llevaba su mochila de hombro cruzada en su pecho, ahí había metido lo que necesitaría aquella tarde, con un pantalón negro y calzando un par de botas cafés salió en dirección al parque.
Silbando una alegre melodía y saludando con las manos a algunas señoras que lo reconocían como “el chico de los mandados” siguió su andar despreocupadamente. Una vez que llego ahí s instalo frente alguno rosales donde dejaba caer una especie de tierra dorada que había sacado de un frasco viendo como la tierra rápidamente absorbía los polvos dorados y las flores casi al instante comenzaban a recobrar su antigua hermosura. Satisfecho asintió y continúo con su labor yendo hacia las siguientes flores y así sucesivamente. Mientras cumplía con su misión algunas personas lo alentaban y otros le decían que no perdiera el tiempo con las plantas, pero el obviamente no escuchaba a nadie, por lo cual continuaba con su labor de forma constante y realmente feliz de poder ayudar con aquellas pequeñas plantas que no podían defenderse por sí solas de los maltratos humanos.
Pasadas al menos dos horas de que hubiera comenzado todavía no llevaba ni la mitad del parque y comenzaba a sentirse cansado debido al calor del sol que pegaba en su espalda, deshaciéndose de su capa y mochila y con las mangas de su camiseta arremangadas se dedicaba a su trabajo de forma constante y de a ratos se tiraba al sol para descasar un par de minutos, pero rápidamente renovaba con su tarea; pero claro que esto era algo cansado.
Seria tal vez por esa misma razón que había comenzado a sentir sed, por lo cual descuidadamente dejo sus cosas cerca de donde trabajaba, yendo a paso rápido por una botella de agua ahí cerca; tarareando una pequeña y alegre melodía con una ancha sonrisa en su rostro y los ojos fijos en donde antes trabajaba tomo asiento sacando un frasco lleno de aquellos polvos dorados que solo causaban efecto en las flores y los agito un poco tomando asiento y mirándolos mientras tomaba agua. –Ya verán florecitas, crecerán muy fuertes para resistir por muchos días y semanas sin marchitarse. –les decía a las flores de forma sonriente.
Se puso de pie con prisa y tomo sus cosas yendo en dirección hacia un árbol para colgar sus cosas de una de las ramas y dirigirse hacia los columpios, aun le faltaba mucho por hacer, pero también quería divertirse un poco ¿Y qué mejor que en los juegos del parque? Se subió con los pies al columpio y comenzó a balancearse hasta que sentía como el aire azotaba con su cuerpo por la velocidad para finalmente lanzarse fuera del columpio cayendo de pie en el suelo y sonriendo victorioso. – ¡Eso fue genial! – Grito para sí mismo con emoción dándose la vuelta pero observando cómo alguien trataba de tomar sus cosas del árbol. -¡H-Hey tú! ¡Deja eso es mío! –exclamo corriendo para alcanzar a ver quién era aquella persona y decirle un par de cosas por husmear sus pertenencias.
Así que se levantó temprano esa mañana, desayuno algunas frutas y se vistió con su camiseta favorita y colocándose su capa café que cubría su cuerpo entero. Llevaba su mochila de hombro cruzada en su pecho, ahí había metido lo que necesitaría aquella tarde, con un pantalón negro y calzando un par de botas cafés salió en dirección al parque.
Silbando una alegre melodía y saludando con las manos a algunas señoras que lo reconocían como “el chico de los mandados” siguió su andar despreocupadamente. Una vez que llego ahí s instalo frente alguno rosales donde dejaba caer una especie de tierra dorada que había sacado de un frasco viendo como la tierra rápidamente absorbía los polvos dorados y las flores casi al instante comenzaban a recobrar su antigua hermosura. Satisfecho asintió y continúo con su labor yendo hacia las siguientes flores y así sucesivamente. Mientras cumplía con su misión algunas personas lo alentaban y otros le decían que no perdiera el tiempo con las plantas, pero el obviamente no escuchaba a nadie, por lo cual continuaba con su labor de forma constante y realmente feliz de poder ayudar con aquellas pequeñas plantas que no podían defenderse por sí solas de los maltratos humanos.
Pasadas al menos dos horas de que hubiera comenzado todavía no llevaba ni la mitad del parque y comenzaba a sentirse cansado debido al calor del sol que pegaba en su espalda, deshaciéndose de su capa y mochila y con las mangas de su camiseta arremangadas se dedicaba a su trabajo de forma constante y de a ratos se tiraba al sol para descasar un par de minutos, pero rápidamente renovaba con su tarea; pero claro que esto era algo cansado.
Seria tal vez por esa misma razón que había comenzado a sentir sed, por lo cual descuidadamente dejo sus cosas cerca de donde trabajaba, yendo a paso rápido por una botella de agua ahí cerca; tarareando una pequeña y alegre melodía con una ancha sonrisa en su rostro y los ojos fijos en donde antes trabajaba tomo asiento sacando un frasco lleno de aquellos polvos dorados que solo causaban efecto en las flores y los agito un poco tomando asiento y mirándolos mientras tomaba agua. –Ya verán florecitas, crecerán muy fuertes para resistir por muchos días y semanas sin marchitarse. –les decía a las flores de forma sonriente.
Se puso de pie con prisa y tomo sus cosas yendo en dirección hacia un árbol para colgar sus cosas de una de las ramas y dirigirse hacia los columpios, aun le faltaba mucho por hacer, pero también quería divertirse un poco ¿Y qué mejor que en los juegos del parque? Se subió con los pies al columpio y comenzó a balancearse hasta que sentía como el aire azotaba con su cuerpo por la velocidad para finalmente lanzarse fuera del columpio cayendo de pie en el suelo y sonriendo victorioso. – ¡Eso fue genial! – Grito para sí mismo con emoción dándose la vuelta pero observando cómo alguien trataba de tomar sus cosas del árbol. -¡H-Hey tú! ¡Deja eso es mío! –exclamo corriendo para alcanzar a ver quién era aquella persona y decirle un par de cosas por husmear sus pertenencias.
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Fecha de inscripción : 30/07/2014
Puntos : 110
Localización : Cerca del arroyo
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Nicolas Green
Re: Hero Time: Fairy and gardener [Priv. Happy]
La pequeña niña caminaba por las calles de la ciudad que ahora, bajo circunstancias que no eran nada de su agrado, era su hogar. Con las mejillas bien infladas y pateando cada piedrecilla que encontraba el lugar cualquiera que la viera se daría cuenta de que estaba claramente frustrada y es que para terminar todo el “horrible” asunto que era tener que estudiar en Shibusen, la chica no había logrado hacer ninguna amistad durante las pocas semanas que llevaba asistiendo a clases, por lo que su tiempo libre se dedicaba a vagabundear, a veces por el bosque, a veces por la ciudad, realmente no tenía nada que hacer.
Lo que más le frustraba de todo eso era que no importaba con quien hablara o como lo explicara, nadie le creía. Negaban su raza de nacimiento y decían que era otra cosa y eso ciertamente le indignaba, ¡No tenía que estar ahí! Las hadas como ella no tenían ninguna responsabilidad de asistir a clases en Shibusen. Pero por más que había insistido e insistido e insistido, nada, nadie parecía escuchar o apoyar su causa. Los humanos la asqueaban.
-Arma, claro…-Dijo con un bufido, pateando con más fuerza una piedrecita que tenía por delante, la misma que reboto hasta la entrada del concurrido parque de la ciudad. Hasta ahora la pelirrosa había evitado el parque tanto como podía, no le gustaba que hubiese tanta gente en él, especialmente cuando continuamente encontraba otras compañeras de clase, aquellas que la miraban con recelo o superioridad, y entonces procedían a alejarse o en su defecto, a cuchichear mientras la miraban y luego soltar risitas “discretas” que eran todo menos eso. Prefería evitarles pero aquel día decidió jugarse a que no hubiera nadie que la ubicara ahí y recorrer el parque.
El asunto no era tan diferente que en la calle, solo caminar para matar el rato, para hacer un poco más soportables sus días en la ciudad de los muertos, al menos hasta que lo vio. Un remolino de emociones se acumuló en su interior, sorpresa, enojo, ¿alivio? y tal vez un poco de entusiasmo si era sincera, pero es que no podía creer lo que veía, un chico castaño le estaba tirando polvos a las flores… Cosa que no era exactamente mala pero ¡Eran polvos de hada! Estaba segura, brillaban y todo, y las flores parecían mejor después de rociarlos sobre ellas, en definitiva eso no era algo malo pero el enojo de la pequeña residía en una, y solo una cosa, obviamente el chico no era un hada.
Se dedicó entonces a seguirle, cada paso que daba, ella lo miraba de cerca tras de un árbol o arbusto, tenía que confiscarle eso, era peligroso si los usaba para algo más que no fueran flores ¡Los humanos no debían tener esas cosas! Y claro, ella también quería un poco. Vio su oportunidad cuando el joven fue a jugar a los columpios, la chica desde su escondite, soltó un pequeño bufidito de superioridad “Que infantil”, pensó con aires de propia madurez antes de aproximarse a la bolsa con cuidado. Las cosas altas no eran su especialidad, no, en lo absoluto, así que la mochila colgando de una rama resultaba un problema para alguien de su tamaño, daba saltitos, maldiciendo por ser tan joven como para no tener sus alas aun. Decidió que su mejor opción era subir al árbol y descolgarlo desde arriba.
Estaba ya en la rama que mantenía la mochila en el aire cuando un grito la alarmo, el chico se había dado cuenta, maldijo por lo bajo y no perdió tiempo en tirar la mochila al suelo, solo para luego saltar ella misma de la rama, amortiguando su propia caída con lo que acababa de tirar. Tomó las cosas en brazos, abrazándolas, miro al chico mostrándole la lengua-¡Son cosas de hadas, viejo!-Gritó antes de echar a correr.
Lo que más le frustraba de todo eso era que no importaba con quien hablara o como lo explicara, nadie le creía. Negaban su raza de nacimiento y decían que era otra cosa y eso ciertamente le indignaba, ¡No tenía que estar ahí! Las hadas como ella no tenían ninguna responsabilidad de asistir a clases en Shibusen. Pero por más que había insistido e insistido e insistido, nada, nadie parecía escuchar o apoyar su causa. Los humanos la asqueaban.
-Arma, claro…-Dijo con un bufido, pateando con más fuerza una piedrecita que tenía por delante, la misma que reboto hasta la entrada del concurrido parque de la ciudad. Hasta ahora la pelirrosa había evitado el parque tanto como podía, no le gustaba que hubiese tanta gente en él, especialmente cuando continuamente encontraba otras compañeras de clase, aquellas que la miraban con recelo o superioridad, y entonces procedían a alejarse o en su defecto, a cuchichear mientras la miraban y luego soltar risitas “discretas” que eran todo menos eso. Prefería evitarles pero aquel día decidió jugarse a que no hubiera nadie que la ubicara ahí y recorrer el parque.
El asunto no era tan diferente que en la calle, solo caminar para matar el rato, para hacer un poco más soportables sus días en la ciudad de los muertos, al menos hasta que lo vio. Un remolino de emociones se acumuló en su interior, sorpresa, enojo, ¿alivio? y tal vez un poco de entusiasmo si era sincera, pero es que no podía creer lo que veía, un chico castaño le estaba tirando polvos a las flores… Cosa que no era exactamente mala pero ¡Eran polvos de hada! Estaba segura, brillaban y todo, y las flores parecían mejor después de rociarlos sobre ellas, en definitiva eso no era algo malo pero el enojo de la pequeña residía en una, y solo una cosa, obviamente el chico no era un hada.
Se dedicó entonces a seguirle, cada paso que daba, ella lo miraba de cerca tras de un árbol o arbusto, tenía que confiscarle eso, era peligroso si los usaba para algo más que no fueran flores ¡Los humanos no debían tener esas cosas! Y claro, ella también quería un poco. Vio su oportunidad cuando el joven fue a jugar a los columpios, la chica desde su escondite, soltó un pequeño bufidito de superioridad “Que infantil”, pensó con aires de propia madurez antes de aproximarse a la bolsa con cuidado. Las cosas altas no eran su especialidad, no, en lo absoluto, así que la mochila colgando de una rama resultaba un problema para alguien de su tamaño, daba saltitos, maldiciendo por ser tan joven como para no tener sus alas aun. Decidió que su mejor opción era subir al árbol y descolgarlo desde arriba.
Estaba ya en la rama que mantenía la mochila en el aire cuando un grito la alarmo, el chico se había dado cuenta, maldijo por lo bajo y no perdió tiempo en tirar la mochila al suelo, solo para luego saltar ella misma de la rama, amortiguando su propia caída con lo que acababa de tirar. Tomó las cosas en brazos, abrazándolas, miro al chico mostrándole la lengua-¡Son cosas de hadas, viejo!-Gritó antes de echar a correr.
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Fecha de inscripción : 29/11/2015
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Zacchel Arlaid
Re: Hero Time: Fairy and gardener [Priv. Happy]
Observo a la chica de cabellos rosados que había caído sobre su mochila, ahí tenia frascos que eran delicados con especies silvestres desconocidas. ¿Cómo se atrevía a lanzar sus cosas y después lanzarse sobre ellas, además de correr con las mismas como si fueran de ella? Y finalmente él no era viejo, ¡él aún era joven!
Levanto una ceja ante la inesperada respuesta de la chica y sin pensarlo demasiado comenzó a correr tras la misma. ¿Hada? Él no era un hada, él era un brujo, un brujo de la naturaleza. ¿Por qué le decía que sus cosas eran de hada? – ¡Hey niña! –Grito frustrado siguiéndole, la verdad es que para ser tan pequeñita la niña era bastante escurridiza y rápida, aunque claro, no contaba con que Nicolás pudiera ser igual de rápido que ella. Pensó por un momento en convertirse en su forma animal, su forma animal gigante, pero llamaría demasiado la atención un perro del tamaño de un oso corriendo por ahí detrás de una niña, además de que la gente a su alrededor era demasiada como para que pudiera evitar ser observado al transformarse. –Detente, devuélveme mis cosas. –Grito un tanto exasperado por la situación. Ahí estaba su abono para las plantas. Se había tardado cerca de cuatro días en perfeccionarlo, además ahí mismo estaban sus notas de cómo crearlo. Se maldecía a sí mismo en el momento en que hubiera decidido cargar con ellas.
¡Niña regrésame mis cosas! –Grito como por quinta o sexta ocasión sin dejar de perseguirla. Finalmente y perdiendo toda su paciencia salto frente a ella atrapándola en brazos y arrebatándole la mochila. -¿Por qué me has robado mis cosas? –pregunto curioso. –Estas no son cosas de hada, son mías, son mis pertenencias, no son de nadie más, solo mías ¿entiendes? –pregunto molesto dándole un pequeño y suave golpe en la cabeza mientras comprobaba que las cosas en el interior siguieran intactas. Saco el frasco donde estaba el abono dorado y lo observo. –Genial, sigue en perfecto estado. –comento suspirando con alivio y finalmente guardándolo en su bolcillo del pantalón mirando a la chica. – ¿Qué tus padres no te enseñaron que robar está mal? –Pregunto sin poderse creer aun que había sido víctima de una pequeña. Además ella no lucia como una mala persona, hasta cierto punto lucia adorable y tierna.
De hecho si la miraba bien hasta parecía inofensiva, lo que le hacía sentir un poco de pena por haberla atrapado tan pronto, tal vez hubiera sido mejor dejarla correr por un rato más. ¿Pero ahora en que estaba pensando? Lo mejor había sido atraparla cuanto antes y recuperar su preciado abono. –Esto no es algo que las niñas como tu puedan tener. –comento señalando hacia su bolcillo y después cerrando la mochila para colgársela en el hombro. – ¿Por qué querías robar mis cosas? –Pregunto un poco más calmado y levantando una ceja un poco escéptico. De hecho ella no parecía una mala persona.
Levanto una ceja ante la inesperada respuesta de la chica y sin pensarlo demasiado comenzó a correr tras la misma. ¿Hada? Él no era un hada, él era un brujo, un brujo de la naturaleza. ¿Por qué le decía que sus cosas eran de hada? – ¡Hey niña! –Grito frustrado siguiéndole, la verdad es que para ser tan pequeñita la niña era bastante escurridiza y rápida, aunque claro, no contaba con que Nicolás pudiera ser igual de rápido que ella. Pensó por un momento en convertirse en su forma animal, su forma animal gigante, pero llamaría demasiado la atención un perro del tamaño de un oso corriendo por ahí detrás de una niña, además de que la gente a su alrededor era demasiada como para que pudiera evitar ser observado al transformarse. –Detente, devuélveme mis cosas. –Grito un tanto exasperado por la situación. Ahí estaba su abono para las plantas. Se había tardado cerca de cuatro días en perfeccionarlo, además ahí mismo estaban sus notas de cómo crearlo. Se maldecía a sí mismo en el momento en que hubiera decidido cargar con ellas.
¡Niña regrésame mis cosas! –Grito como por quinta o sexta ocasión sin dejar de perseguirla. Finalmente y perdiendo toda su paciencia salto frente a ella atrapándola en brazos y arrebatándole la mochila. -¿Por qué me has robado mis cosas? –pregunto curioso. –Estas no son cosas de hada, son mías, son mis pertenencias, no son de nadie más, solo mías ¿entiendes? –pregunto molesto dándole un pequeño y suave golpe en la cabeza mientras comprobaba que las cosas en el interior siguieran intactas. Saco el frasco donde estaba el abono dorado y lo observo. –Genial, sigue en perfecto estado. –comento suspirando con alivio y finalmente guardándolo en su bolcillo del pantalón mirando a la chica. – ¿Qué tus padres no te enseñaron que robar está mal? –Pregunto sin poderse creer aun que había sido víctima de una pequeña. Además ella no lucia como una mala persona, hasta cierto punto lucia adorable y tierna.
De hecho si la miraba bien hasta parecía inofensiva, lo que le hacía sentir un poco de pena por haberla atrapado tan pronto, tal vez hubiera sido mejor dejarla correr por un rato más. ¿Pero ahora en que estaba pensando? Lo mejor había sido atraparla cuanto antes y recuperar su preciado abono. –Esto no es algo que las niñas como tu puedan tener. –comento señalando hacia su bolcillo y después cerrando la mochila para colgársela en el hombro. – ¿Por qué querías robar mis cosas? –Pregunto un poco más calmado y levantando una ceja un poco escéptico. De hecho ella no parecía una mala persona.
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Nicolas Green
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