Do you know an idiot? {Priv. Tsuki}

Había conseguido pasar todo el día durmiendo sin que cierta persona insistiera con esto de salir porque no era bueno estar encerrado y toda esa mierda, pero la razón de eso era probablemente que él tampoco tuvo muchas ganas de hacer nada, por lo que le dejó vía libre a Tsuki para pasarse todo el día arriba del refrigerador, fingiendo ignorancia y apenas levantándose si tenía hambre o sed. Había logrado no ser molestada, por lo que cuando empezó a caer la noche abrió los ojos lentamente y se desperezó, bostezando durante un largo rato. Somnolienta, observó la casa. Nada fuera de lo normal, escuchaba el sonido de la ducha, por lo que supuso que ahí se encontraba su compañero. Bajó de un saltó hacia la mesada, y luego de eso al piso, caminaba por el pasillo arrastrando la cola con notable pereza, y su mejor cara de recién levantada hacia el cuarto. ¿Por qué no salir por la puerta como una persona normal? Sencillo, cambiar a la forma humana requería esfuerzo(mentira) y sus patitas no podían usar el picaporte, y más importante, ella podía ser de todo menos una persona normal. Una vez en el cuarto, sorteó algunos objetos tirados en el suelo a los que no les prestó demasiada atención, y una vez frente a la pared, saltó al borde de la ventana. Extrañamente ésta estaba abierta, algo un poco raro pues entraba un viento fresco que probablemente provocaría que se enfríe bastante el cuarto, ¿Tal vez se la había olvidado abierta? Como sea, saltó del marco de la ventana al suelo y comenzó a caminar.

Ya empezaba a disminuir la cantidad de gente en la calle y ya se empezaban a encender las luces que iluminaban la ciudad por la noche. Le gustaba ese horario no solo por el hecho de los hábitos naturalmente nocturnos de los gatos, que a lo largo de esos veinte años se le habían terminado por pegar, si no porque siempre había disfrutado de la soledad, o en su defecto la poca cantidad de gente, y despreciado las aglomeraciones de personas. Aún así, trataba de moverse principalmente por callejones y techos, ya estaba bien de encuentros extraños por un año, no necesitaba más, y ahí al menos era bastante difícil verla. Ya se había espabilado un poco, pero, ¿Que podría hacer ahora? Era la pregunta que se hacía todas las noches al salir, o al menos, las noches que si salía. Pero es que en realidad nunca hacía nada precisamente interesante, en eso se había resumido su vida los últimos 20 años, exceptuando los meses que había pasado viviendo bajo un techo, que aunque no le gustara admitirlo había mejorado bastante su calidad de vida, y es que ya no recibía heridas por cosas estúpidas ni tenía que usar un cartón viejo para resguardarse de la lluvia. Suspiró con impaciencia y continuó su camino por los tejados hasta llegar a la cuadra en frente del parque. Empezaba a haber poca gente ya, tal vez podría asustar a algún distraído que decidiera que era buena idea quedarse hasta tarde solo en un parque. Sonrió burlona ante la idea y procedió a bajar como pudo del techo en el que se encontraba.

Ya en el parque, observó alrededor. Mucha gente ya se había ido, quedaban apenas unos pocos que ya también comenzaban a levantar campamento, excepto por alguien. Una chica sentada sola en uno de los columpios, comiendo unas galletas, con una mirada que parecía como si estuviera pensando en muchas cosas a la vez. Bueno, tal vez podría divertirse un poco con esto. Trotó hasta estar cerca de los columpios, ubicándose detrás de la chica, luego tomó carrera y saltó por sobre ella, tomando el paquete con las galletas entre las fauces, con el tiempo justo para torcer el cuerpo, caer parada, y echar a correr. Parecía el plan perfecto si no fuera porque en medio del camino se topó con un enorme perro que volvía a casa con su dueño, que al verla no dudó en comenzar a ladrar y tironear de su correa para perseguirla. Sin pensarlo, dio la vuelta y volvió por donde venía, pero recordó porque corría en primer lugar cuando se encontró frente a frente con la chica a la que le había robado las galletitas. Tuvo que frenar de golpe, lo que causó que soltara el paquete de las galletas y además cayera de espaldas, solo para levantarse rápidamente y ubicarse detrás de la castaña de antes, bufándole al perro y con todo su pelaje erizado.

Su pelaje se alisó cuando sintió que era tomada en brazos, mirando con curiosidad a la chica castaña a la que le había robado la comida, bueno, esta vez no había salido exactamente bien como esperaba, pero al menos no tenía que preocuparse por un perro, se supone que se había tomado la molestia de buscar un techo bajo el cuál vivir para evitar todo lo posible aquellas bestias con problemas de babeo. Se dedicó a hacerle un mueca burlona al perro mientras este y su dueño se iban, aunque fuera una actitud infantil y todo, era mejor que enzarzarse en una pelea y perder uno que otro parche. Puso los ojos en blanco cuando dijo lo del karma, obviamente había sido una mera coincidencia, al fin y al cabo era solo un parque, cualquiera puede sacar a pasear a su perro una tarde cualquiera, y no es difícil llamar la atención de esos animales cuando hueles a gato por todos lados, o, en su defecto, eres un condenado gato. El segundo caso era el acertado en este caso. ”Karma, si claro... “ pensó mientras rodaba los ojos, pero fue lo siguiente que dijo la chica que la hizo ponerse automáticamente a la defensiva, saltando de los brazos de la chica, y sacudiéndose al caer al suelo, lo que causó que el cascabel de su cuello tintineara.

— ¡No es mi dueño! —Espetó mientras mostraba los dientes— Si, es un idiota.—Aclaró inconscientemente—  Pero no es mi dueño ni nada parecido. No soy una mascota.

Ah, pero eso realmente sonaba tan estúpido viniendo de un gato con collar, pero aún así mantenía en alto la barbilla, con toda la dignidad del mundo. Detrás de ella, Yavin se encontraba retorciéndose como de costumbre, pronto sería difícil verla si no había algo que la alumbrara, tal vez así era mejor, no era la mejor vista de una sombra del mundo, de hecho cuando no se estaba acostumbrado a las rarezas constantemente inminentes de la ciudad podría encontrarlo incluso algo inquietante o tenebroso, pero ciertamente la mayoría de las personas parecía ignorarla y eso estaba perfectamente bien.  Luego de eso, se dedicó a rodear a la chica y observarla con detenimiento. No era demasiado alta, tenía el pelo muy largo y un par de trenzas eran lo único sostenido en él, pues lo llevaba suelto, cayendo como las hojas y ramas de un sauce llorón, tenía los ojos del color de las amatistas, un lindo color a decir verdad, aunque no muy común de ver. Pero si hablamos de cosas poco comunes de ver Death City no era más que el nido de ellas, no había que ser ningún genio para saber eso.

— En cualquier caso, ehm… —Buscó aquellas palabras que pocas veces lograba que salieran de su boca— Gracias por no dejar que aquel pulgoso me use como su merienda.

Esa chica castaña de ojos amatista era la primera persona en mucho tiempo que se sorprendía por ver a un maldito gato hablando, la verdad los papeles se habían invertido en los últimos años y ahora le resultaba más normal que charlaran con ella como si fuera un civil cualquiera y no un felino parlanchín, que el hecho de que se sorprendieran. Pero aún así la chica pareció encontrarle una explicación lógica(Con toda la lógica que un lugar como Death City podía tener) pues no hizo mayores escenitas aparte de una leve expresión de confusión. Ah, pero lo que vino después le quitó todos los argumentos de la boca.

—¡Ey! Yo… — Maldición, la chica tenía razón, no había señalado a ninguna persona en concreto pero ella había pensado inmediatamente en él— Pues… Uhm… —Balbuceó, mirando a los lados, buscando alguna excusa, la que sea.— ¡Ah! Por favor… No me dice nada, me sorprende que a ti sí. —Tsuki, mentir está mal.

Bueno, pero tampoco era para tanto, ¿O sí? Es decir, Se conocían hace ya casi un año, y considerando lo reducido de la lista de gente con encuentro frecuente de Tsuki, no es que tuviera alguien más en quién pensar. Además estaba segura de que en cualquier caso, su pequeño suelte de lengua no significaba nada importante, o a lo mejor sí, pero no era el momento para pensar en idioteces. Por unos segundos, se preguntó a qué se refería con que sabía de qué hablaba, ¿Que sería la chica? la verdad es que jamás había intentado identificar la raza de alguien por cómo olía, bueno, si bien algunas sí eran reconocibles por esa característica, no era así con todas. Ah, igual dejó de importarle casi inmediatamente, pocas veces lograba mantener el interés en algo por demasiado tiempo, esta vez tampoco sería la excepción.

— ¿Deberte? ¿Tu crees que si pudiera conseguirte otro estaría robando por ahí?

Claro que podía robar otro paquete de galletas, pero no era lo mismo robarlas de alguien despistado en un parque que robarlas en una tienda, eso ya era un riesgo mayor, y no era un gato con apariencia que se pudiera confundir con algún otro animal de la misma especie, así que cualquier acto de maldad que cometía se arriesgaba a que su apariencia quedase marcada en la mente de su pobre víctima y en caso de encontrarla de nuevo, pues, nada bueno.

— ¿Conocerlo? — Dijo con una mueca— Vivo con él.

Lo pronunció con asco aunque no tenía derecho a tal cosa, al fin y al cabo ella se había tomado la molestia de encontrar la casa del pelinegro y solicitarle tal cosa, aún a sabiendas de a que se estaba arriesgando con eso, aún así tendía a quejarse bastante seguido pero nunca terminaba de arrepentirse de su decisión así que solo suspiraba y decidía que al menos había conseguido un techo, y aparte se trataba de alguien con quien a pesar de que discutía, la convivencia resultaba bastante… ¿Amena? Todo lo amena que puede resultar entre un par de amargados.

— ¿Y que hay de ti?

No vamos a mentir diciendo que Tsuki era una experta en temas amorosos, de hecho daba más asco al respecto de lo que le gustaba admitir, pero hay cosas que pueden ser más transparentes de lo que uno podría pensar incluso para un auténtico desastre de las emociones como lo era la demonio. Arqueó una ceja mientras abandonaba su posición sentada para rodear a la chica, aunque esta estuviera sentada sobre la hamaca.

—Ah, ah, ah… Ya veo que pasa ahí—Dijo en voz baja pero aún así audible, cuando acabó su recorrido volvió a sentarse donde estaba anteriormente. —¿No es mucho más fácil decir “el me gusta”? Digo, no es que yo sea una experta pero…—Hizo un gesto tal vez exageradamente humano con la pata mientras buscaba las palabras adecuadas—. Eso de “es mío”.—Concluyó la frase de esa manera, como si lo explicara todo.

Vamos, que insisto, no era el individuo más perspicaz del mundo ni mucho menos, pero algo tan fuerte como decir que alguien es tuyo va a otro nivel, y requiere menos habilidades de comprensión por cierto. Aunque podría reír de manera cínica, más por burla que porque realmente algo le estuviera causando gracia, la exasperación que le causaba la gente que no podía mantener los pies en la tierra y tener las ideas medianamente claras para variar le ganaba a la personalidad arisca y autosuficiente con la que Tsuki contaba. Decir que Death City estaba repleto de idiotas la verdad que sobraba; todo el mundo estaba lleno de gente idiota en mayor o menor medida, la ciudad de la muerte era más bien un “A ver, ¿Y cuál es el problema de este?” considerando la cantidad de cosas extrañas que la rondaban, ¿Y quién mejor ejemplo que la misma gata? Tenía al menos cinco puntos por si sola que podían hacerla entrar en la clasificación de lo extraño, peculiar, raro(repugnante según por donde lo veas). Pero bueno, se trataba de un gato violeta que hablaba, no hay que darle muchas vueltas para ver la cantidad de cosas que están mal con eso.

—Obviamente el mundo está repleto de ellos. Sería mejor si no fuera así pero…—Se interrumpió mientras la chica de cabello castaño continuaba hablando, e incluso esbozó una mueca de fastidio con esa última frase. —Por otro lado, ¿Por qué lo llamas mi idiota? Estoy segura de que este idioma tiene bastantes formas de reemplazar ese “tu”.

Ni siquiera estaba segura de que era lo que le molestaba de ese “tu” tan posesivo al principio de la frase, probablemente porque no tenía intenciones de apropiarse de nadie, bueno, al menos de momento aquello no estaba en sus planes.