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Conocidos bajo el abrazo de Gaia [Priv. Robin]
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Conocidos bajo el abrazo de Gaia [Priv. Robin]
El cielo se encontraba despejado aquella tarde. El calor, aunque normalmente alto en los costados de la gran ciudad gracias al poder de los rayos del sol del desierto, era curiosamente soportable, aunque aun así las brisas de aire, en donde paseaban las partículas de arena, resultaba algo molesto al andar. Pero a pesar de sentir los minúsculos rasguños en su piel, aquella sensación de diminutas agujas rozando sus pómulos y sus brazos, el joven de largos cabellos verdes siguió andando por los límites de la ciudad, con su mirada siempre hacia adelante, serio y meditabundo, como si mente estuviera mucho más lejos de lo que sus ojos alcanzaban a vislumbrar.
¿A dónde se dirigía? Solo buscaba perderse en algún tranquilo de aquella ciudad, recostarse junto a un árbol y disfrutar de una paz que sentía cada día más perderse. A veces sentía que era demasiado, demasiado para su mente y su alma el estar ahí, el oír día tras día sobre el compañerismo, los debes para/con la humanidad, la forma de hacer resonancia y de, sobre todas las cosas, enfrentarse a las brujas. ¿Su curiosidad lo valía? Estaba ahí por ello mismo, su deseo de saber por qué Shibusen había lo que hacía, de cómo veían ellos a las brujas, de cómo las brujas les veía a ellos. Quería saber, porque esa conflictiva relación seguía existiendo en el mundo, en el cual el único objetivo parecía ser la total destrucción de unos a otros.
Aun así… Empezaba a ser demasiado para él. Debía de ocultarse en todo momento, su onda de alma debía estar siempre restringida y comprimida para no ser descubierto. Debía pasarse días viendo como las demás personas en su clase, la clase NOT, se conocían y se ayudaban, se volvían equipos o practicaban juntos para descubrir si eran compatibles. Pero él no, no podía hacerlo, y eso solo le hacía sentirse aislado a pesar de poder llevarse de forma decente con todos sus demás compañeros. Hablaba con ellos, almorzaba con ellos, las pruebas deportivas las hacían juntos sin problema, a veces ayudaba a estudiar a alguno o alguno le ayudaba a él. Aun así… El hecho de saber que nunca podría probar la resonancia con ninguna persona, le hacía sentir totalmente fuera de lugar.
-¿Hum…? ¿Q-que es esto?
Sus pasos sin rumbo ni objetivo, más que de dejar su mente pasear, finalmente le llevaron a un lugar que no conocía de la ciudad. El lugar estaba desierto, parecía algún lote baldío fuera de los límites de la ciudad. Solo una pequeña barda separaba aquella tierra café y sin vida de las arenas del desierto que se amontonaban a un lado. Desde su posición, unos escalones as arriba, podía vislumbrar claramente aquella división, entre la tierra agónica y la arena infinita. Dio algunos pasos hasta estar en la tierra, y solo eso basto para que sintiera todo irse de él.
Cayó de rodillas, casi como un muñeco de trapo, acabando con las manos en el suelo para poder apoyarse y no estar tirado como alguna basura abandonada. Su rostro se mostraba casi perdido, sus ojos estaban vacíos, sus cabellos caían a los lados de su rostro a manera de cortinas verdes esmeralda, mientras sus dedos apretaban hasta hundirse en aquella tierra inerte, donde se notaba habían maltratado la tierra con basura y químicos de algún tipo hasta dejarla en ese estado, al borde total de la infertilidad.
-N-no puedo… Demasiado… Demasiados lugares… ¿Por qué hacen esto? ¿Por qué te hacen esto? Tú eres su sustento, tú les das aire y apoyo, tú les das alimento y refugio… Eres la fuente de toda existencia, de toda alma… Y aun así te trata así… ¿Por qué te tratan así Gaia? Ellos te deben cuidar… Tu que eres la madre de todos, y de todo… De la más pequeña hormiga hasta el más gigantesco elefante… Que viste nacer a tus hijos los hombres y les diste todo para que vivieran… ¿Por qué ellos te quitan la vida?
Sus palabra se hundían en la tierra, la única que podía escucharle, sus ojos seguían fijos en el suelo, mientras un leve temblor le recorría. Era estúpido, un cuadro patético que rayaba en lo ridículo, un chico, un hombre joven para algunos, arrodillado de esa manera llorando por un lote baldío del cual seguramente nadie se acordaba ya, en la zona exterior de Death City, seguramente ni siquiera contara como parte de la ciudad ya. Pero para él era doloroso. Su primera cuna había sido de las hojas sagradas del árbol madre, sus primeros amigos las plantas y los animales que circulaban libremente por su aldea, sus primeros pasos habían sido en los bellos campos esmeraldas alrededor del santuario. Su vida estaba conectada con la tierra, y verla en ese estado, le inculcaba un dolor que rayaba lo físico.
-No me importa ya nada… Si me atrapan, o me matan… No te puedo dejar así, ya no más así…
Susurro, olvidándose de toda precaución o de todo miedo. Estaba fuera de la ciudad, pero aun así, si un técnico estuviera cerca, podría sentir su alma y saber quién era, que era. Pero no le importo, le dejo de importar mientras sostenía en sus manos la tierra seca y agonizante, levantándose, poniéndose de pie y liberando aquella restricción sobre su alma. Un suspiro de alivio salió de sus labios como único aviso de ese cambio, mientras un aura verde empezaba a rodearlo, de forma brillante, mágica. Su cuerpo brillo de forma tenue, costaba verlo en realidad, una delgada capa que apenas podía ser vislumbrada, pero que se empezó a expandir por toda aquella tierra marchita y olvidada.
La tierra parecía palpitar, como si unas bocinas gigantes hubieran sido puestas contra el suelo y accionadas a todo volumen, retumbando, casi como un mini temblor. La luz verdosa se extendió desde los pies del peliverde hasta cubrir toda aquella área, que no mediría ni los 10 metros cuadrados. La luz parecía danzar al ritmo de ese temblor, palpitando, como si aquel terreno se hubiera vuelto el corazón de la tierra, y ahora estuviera acelerando, volviendo de su letargo, alimentada por la magia del chico que había cerrado los ojos, solo dejándose entregar a la tierra, alimentándola de su propio poder, sintiéndola latir de nuevo, poco a poco, hasta que finalmente ceso.
Cayó de nuevo de rodillas, pero ahora su frente cubierta de una fina capa perlada, suspirando con pesadez y su pecho hinchándose y reduciéndose con cansancio. Sus manos temblaban un poco, de nuevo contra la tierra, pero sonriendo ahora, con alivio, con gusto, con felicidad y muchos sentimientos más que solo el, o alguien como él, podía comprender. Volvió a tomar la tierra entre sus manos, alzándola de nuevo, pero ahora notando su gran diferente. La tierra ya no tenía aquella textura seca, ahora estaba húmeda, su enfermizo color grisáceo había sido remplazado por un café que casi recordaba a la de los granos del café en sí. Podía notar el característico aroma de la tierra de bosque en él, el peso de los nutrientes que conllevaba en su interior, encerrado entre sus células. Sonrió, dejando la tierra caer, con un peso menos en sus hombros, sintiéndose algo más ligero, susurrando al suelo debajo suyo, con una voz suave y cariñosa, como le debía hablar un padre a un hijo.
-Vive de nuevo, madre tierra…
¿A dónde se dirigía? Solo buscaba perderse en algún tranquilo de aquella ciudad, recostarse junto a un árbol y disfrutar de una paz que sentía cada día más perderse. A veces sentía que era demasiado, demasiado para su mente y su alma el estar ahí, el oír día tras día sobre el compañerismo, los debes para/con la humanidad, la forma de hacer resonancia y de, sobre todas las cosas, enfrentarse a las brujas. ¿Su curiosidad lo valía? Estaba ahí por ello mismo, su deseo de saber por qué Shibusen había lo que hacía, de cómo veían ellos a las brujas, de cómo las brujas les veía a ellos. Quería saber, porque esa conflictiva relación seguía existiendo en el mundo, en el cual el único objetivo parecía ser la total destrucción de unos a otros.
Aun así… Empezaba a ser demasiado para él. Debía de ocultarse en todo momento, su onda de alma debía estar siempre restringida y comprimida para no ser descubierto. Debía pasarse días viendo como las demás personas en su clase, la clase NOT, se conocían y se ayudaban, se volvían equipos o practicaban juntos para descubrir si eran compatibles. Pero él no, no podía hacerlo, y eso solo le hacía sentirse aislado a pesar de poder llevarse de forma decente con todos sus demás compañeros. Hablaba con ellos, almorzaba con ellos, las pruebas deportivas las hacían juntos sin problema, a veces ayudaba a estudiar a alguno o alguno le ayudaba a él. Aun así… El hecho de saber que nunca podría probar la resonancia con ninguna persona, le hacía sentir totalmente fuera de lugar.
-¿Hum…? ¿Q-que es esto?
Sus pasos sin rumbo ni objetivo, más que de dejar su mente pasear, finalmente le llevaron a un lugar que no conocía de la ciudad. El lugar estaba desierto, parecía algún lote baldío fuera de los límites de la ciudad. Solo una pequeña barda separaba aquella tierra café y sin vida de las arenas del desierto que se amontonaban a un lado. Desde su posición, unos escalones as arriba, podía vislumbrar claramente aquella división, entre la tierra agónica y la arena infinita. Dio algunos pasos hasta estar en la tierra, y solo eso basto para que sintiera todo irse de él.
Cayó de rodillas, casi como un muñeco de trapo, acabando con las manos en el suelo para poder apoyarse y no estar tirado como alguna basura abandonada. Su rostro se mostraba casi perdido, sus ojos estaban vacíos, sus cabellos caían a los lados de su rostro a manera de cortinas verdes esmeralda, mientras sus dedos apretaban hasta hundirse en aquella tierra inerte, donde se notaba habían maltratado la tierra con basura y químicos de algún tipo hasta dejarla en ese estado, al borde total de la infertilidad.
-N-no puedo… Demasiado… Demasiados lugares… ¿Por qué hacen esto? ¿Por qué te hacen esto? Tú eres su sustento, tú les das aire y apoyo, tú les das alimento y refugio… Eres la fuente de toda existencia, de toda alma… Y aun así te trata así… ¿Por qué te tratan así Gaia? Ellos te deben cuidar… Tu que eres la madre de todos, y de todo… De la más pequeña hormiga hasta el más gigantesco elefante… Que viste nacer a tus hijos los hombres y les diste todo para que vivieran… ¿Por qué ellos te quitan la vida?
Sus palabra se hundían en la tierra, la única que podía escucharle, sus ojos seguían fijos en el suelo, mientras un leve temblor le recorría. Era estúpido, un cuadro patético que rayaba en lo ridículo, un chico, un hombre joven para algunos, arrodillado de esa manera llorando por un lote baldío del cual seguramente nadie se acordaba ya, en la zona exterior de Death City, seguramente ni siquiera contara como parte de la ciudad ya. Pero para él era doloroso. Su primera cuna había sido de las hojas sagradas del árbol madre, sus primeros amigos las plantas y los animales que circulaban libremente por su aldea, sus primeros pasos habían sido en los bellos campos esmeraldas alrededor del santuario. Su vida estaba conectada con la tierra, y verla en ese estado, le inculcaba un dolor que rayaba lo físico.
-No me importa ya nada… Si me atrapan, o me matan… No te puedo dejar así, ya no más así…
Susurro, olvidándose de toda precaución o de todo miedo. Estaba fuera de la ciudad, pero aun así, si un técnico estuviera cerca, podría sentir su alma y saber quién era, que era. Pero no le importo, le dejo de importar mientras sostenía en sus manos la tierra seca y agonizante, levantándose, poniéndose de pie y liberando aquella restricción sobre su alma. Un suspiro de alivio salió de sus labios como único aviso de ese cambio, mientras un aura verde empezaba a rodearlo, de forma brillante, mágica. Su cuerpo brillo de forma tenue, costaba verlo en realidad, una delgada capa que apenas podía ser vislumbrada, pero que se empezó a expandir por toda aquella tierra marchita y olvidada.
La tierra parecía palpitar, como si unas bocinas gigantes hubieran sido puestas contra el suelo y accionadas a todo volumen, retumbando, casi como un mini temblor. La luz verdosa se extendió desde los pies del peliverde hasta cubrir toda aquella área, que no mediría ni los 10 metros cuadrados. La luz parecía danzar al ritmo de ese temblor, palpitando, como si aquel terreno se hubiera vuelto el corazón de la tierra, y ahora estuviera acelerando, volviendo de su letargo, alimentada por la magia del chico que había cerrado los ojos, solo dejándose entregar a la tierra, alimentándola de su propio poder, sintiéndola latir de nuevo, poco a poco, hasta que finalmente ceso.
Cayó de nuevo de rodillas, pero ahora su frente cubierta de una fina capa perlada, suspirando con pesadez y su pecho hinchándose y reduciéndose con cansancio. Sus manos temblaban un poco, de nuevo contra la tierra, pero sonriendo ahora, con alivio, con gusto, con felicidad y muchos sentimientos más que solo el, o alguien como él, podía comprender. Volvió a tomar la tierra entre sus manos, alzándola de nuevo, pero ahora notando su gran diferente. La tierra ya no tenía aquella textura seca, ahora estaba húmeda, su enfermizo color grisáceo había sido remplazado por un café que casi recordaba a la de los granos del café en sí. Podía notar el característico aroma de la tierra de bosque en él, el peso de los nutrientes que conllevaba en su interior, encerrado entre sus células. Sonrió, dejando la tierra caer, con un peso menos en sus hombros, sintiéndose algo más ligero, susurrando al suelo debajo suyo, con una voz suave y cariñosa, como le debía hablar un padre a un hijo.
-Vive de nuevo, madre tierra…
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Fecha de inscripción : 30/07/2014
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N Armonia
Re: Conocidos bajo el abrazo de Gaia [Priv. Robin]
¿Cómo demonios había pensado que eso era una buena idea? Bueno, debía admitir que en un principio, todo había salido viento en popa con su pequeño “experimento”, todo hasta que se encontró con eso. Aquella bestia sedienta de sangre, aquella bestia terrible contra la que estaba indefenso, contra la cual, su única opción era correr y rogar que no le encontrase. Pero la criatura parecía no tener intenciones de perderlo de vista, ya fuese porque lo veía, le olía, o escuchaba, la bestia terminaba encontrándolo más temprano que tarde y aquella persecución en la que se jugaba la vida volvía a comenzar… Ese gato no parecía cansarse jamás.
¡Por supuesto que el peliblanco no le temía a los gatos! No normalmente, claro, pero con aquella forma tan pequeña y escurridiza, no podía hacer gran cosa. La escena no era nada fuera de lo común, no llamaba la atención de nadie; un gato callejero cazando su cena, el ciclo de la vida, el orden natural de las cosas… ¡No! Él no era un animal, era un brujo… en forma de animal, sí, pero eso no hacía que la idea de morir siendo la cena de un pulguiento gato le pareciese más amena. Y si la situación era así de precaria y la determinación del animal por tragárselo tan firme, estaba la cuestión de ¿Por qué no regresar a su forma humana? No, por supuesto que el asunto no era tan simple.
Podemos recapitular hasta esa misma mañana. El chico se preparaba para otra visita clandestina a la ciudad de los muertos cuando una idea, aparentemente brillante, cruzó su mente. En si la base era simple, siendo un pequeño armiño, podía moverse por lugares pequeños sin llamar mucho la atención, podría moverse un poco más rápido y podía esconderse con más facilidad… con algo de suerte podría entrar incluso a la aclamada y enorme biblioteca de Shibusen sin tener que soltar explicaciones de por qué alguien que no estudiaba ahí deseaba entrar al lugar. Claro, estaba el detalle de que, mientras se encontrara en la ciudad, no podría volver a su forma humana, al tener que usar magia y por lo tanto, liberar el hechizo que protegía su alma de ser identificada con su verdadera naturaleza, y claro, en su momento pensó que no había problema con semejante detalle, no tenía inconvenientes con pasar todo el día en esa forma. Tal vez incluso resultara tan funcional que empezara a ser su forma habitual de recorrer la Ciudad de los Muertos. No fue así. Se había encontrado con un gato bastante hambriento que no paraba de perseguirle. No podía pedir ayuda para no delatarse, por lo que su única opción era huir y esperar a que el felino se cansara y se diese por vencido.
Así se había encontrado, finalmente, saliendo de la ciudad. Si bien no podría perder al gato, si se alejaba lo suficiente tal vez podría hacer el cambio sin llamar demasiado la atención. El gato no desistía aun cuando empezaron a aparecer los edificios abandonados y la gente empezaba a aminorar. El peliblando empezaba a dudar que tanto tiempo podía seguir corriendo de esa manera, respiraba de forma pesada y miraba de vez en vez por sobre su hombro, solo para confirmar la cercanía que el gato mantenía respecto a él.
Correr en la arena lo hizo todo mucho más complicado. El clima pseudo-templado del que se podía disfrutar, por algún motivo, dentro de la ciudad en medio del desierto no era nada. El sol abrazaba al desierto con toda su fuerza, la fina arena le hacía difícil mantener la marcha y las almohadillas de las patas le quemaban a cada pasito que daba, sin mencionar, claro, que el espeso y esponjoso pelaje de un armiño, no ayudaba para nada con el calor que se sentía.
Pero si bien las condiciones tan mordaces le hacían reconsiderar la opción de detenerse y convertirse en almuerzo, dieron fruto también al felino, quien decidió que comerse un armiño medio flacucho no valía una corretiza bajo ese tipo de sol en la arena ardiente y había regresado por donde habían llegado.
Finalmente se detuvo, viendo al otro animal alejarse, parado, aun con la molestia en las patas pero aliviado de parar aun así. Respiraba de forma pesada y el calor no ayudaba a que recuperase el aire que parecía hacerle tanta falta. Se hubiese dejado caer, pero la idea de que la arena tan caliente le recibiera era todo menos agradable, sin mencionar que el pelaje lleno de arena tampoco sonaba demasiado cómodo. Tenía que regresar a su forma normal, pero no podía hacerlo sin más, si había alguien cerca… podría ser su sentencia de muerte. Giro la cabeza, buscando con la mirada y moviendo las orejitas en busca de algún sonido. Un murmullo fue lo único que localizo.
No muy lejos de donde estaba, parecía estar, a lo lejos, un chico parado en medio de un lote baldío. Maldijo por lo bajo al tener que quedarse así por mucho más tiempo. Alejarse de él lo suficiente como para no llamar su atención no solo era más trabajo, si no que podría resultar peligroso alejarse tanto de la ciudad. La mejor opción estaba clara, se acercaría al muchacho, se aseguraría si era peligroso o no y en base a eso actuaria después. Asintió, satisfecho con su propio tren de pensamiento, y empezó a correr en dirección al otro joven.
Se acercó con sigilo, escalando con cuidado la pequeña barda que aún quedaba de aquel abandonado lugar, quedándose quieto, el chico aun hablaba, no había sido capaz de escuchar todo, pero había logrado entender que algo respecto al lugar le molestaba, ladeo la cabeza, confundido con las palabras de resignación del peliverde.
El asunto se aclaró un poco cuando todo empezó a envolverse con lo que, obviamente era magia. El joven brujo no podía ver almas, claro, pero sabía reconocer la energía mágica cuando la sentía, sumándole a eso que no era ningún tipo de magia discreta, todo a su alrededor palpitaba, un aura verde parecía reanimar el vacío lote. Era un espectáculo que, en otro momento, el peliblanco hubiese incluso disfrutado. Sin embargo, justo en ese momento, con la cercanía que tenían a la ciudad, no puedo evitar llegar al pánico.
Saltó de la barda cuando la misma empezó a llenarse de enredaderas, corriendo hasta donde estaba el chico, llego a él cuando se tiro sobre el suelo, aplastándolo por poco, rodo hacia un costado para evitarlo, escuchando su susurro final, lo miraba con alarma creciente.
-¿¡E-estás loco, verdad!?-Le recriminó con nerviosismo-¿Por qué hiciste algo así? ¿Quieres que te maten?-Dijo, sin atreverse a tocarlo o a caminar sobre él, mantenía una distancia razonable del muchacho, en aquel momento era algo… delicado, y no le apetecía haberse salvado el pellejo para morir de un aplastan o un golpe.
¡Por supuesto que el peliblanco no le temía a los gatos! No normalmente, claro, pero con aquella forma tan pequeña y escurridiza, no podía hacer gran cosa. La escena no era nada fuera de lo común, no llamaba la atención de nadie; un gato callejero cazando su cena, el ciclo de la vida, el orden natural de las cosas… ¡No! Él no era un animal, era un brujo… en forma de animal, sí, pero eso no hacía que la idea de morir siendo la cena de un pulguiento gato le pareciese más amena. Y si la situación era así de precaria y la determinación del animal por tragárselo tan firme, estaba la cuestión de ¿Por qué no regresar a su forma humana? No, por supuesto que el asunto no era tan simple.
Podemos recapitular hasta esa misma mañana. El chico se preparaba para otra visita clandestina a la ciudad de los muertos cuando una idea, aparentemente brillante, cruzó su mente. En si la base era simple, siendo un pequeño armiño, podía moverse por lugares pequeños sin llamar mucho la atención, podría moverse un poco más rápido y podía esconderse con más facilidad… con algo de suerte podría entrar incluso a la aclamada y enorme biblioteca de Shibusen sin tener que soltar explicaciones de por qué alguien que no estudiaba ahí deseaba entrar al lugar. Claro, estaba el detalle de que, mientras se encontrara en la ciudad, no podría volver a su forma humana, al tener que usar magia y por lo tanto, liberar el hechizo que protegía su alma de ser identificada con su verdadera naturaleza, y claro, en su momento pensó que no había problema con semejante detalle, no tenía inconvenientes con pasar todo el día en esa forma. Tal vez incluso resultara tan funcional que empezara a ser su forma habitual de recorrer la Ciudad de los Muertos. No fue así. Se había encontrado con un gato bastante hambriento que no paraba de perseguirle. No podía pedir ayuda para no delatarse, por lo que su única opción era huir y esperar a que el felino se cansara y se diese por vencido.
Así se había encontrado, finalmente, saliendo de la ciudad. Si bien no podría perder al gato, si se alejaba lo suficiente tal vez podría hacer el cambio sin llamar demasiado la atención. El gato no desistía aun cuando empezaron a aparecer los edificios abandonados y la gente empezaba a aminorar. El peliblando empezaba a dudar que tanto tiempo podía seguir corriendo de esa manera, respiraba de forma pesada y miraba de vez en vez por sobre su hombro, solo para confirmar la cercanía que el gato mantenía respecto a él.
Correr en la arena lo hizo todo mucho más complicado. El clima pseudo-templado del que se podía disfrutar, por algún motivo, dentro de la ciudad en medio del desierto no era nada. El sol abrazaba al desierto con toda su fuerza, la fina arena le hacía difícil mantener la marcha y las almohadillas de las patas le quemaban a cada pasito que daba, sin mencionar, claro, que el espeso y esponjoso pelaje de un armiño, no ayudaba para nada con el calor que se sentía.
Pero si bien las condiciones tan mordaces le hacían reconsiderar la opción de detenerse y convertirse en almuerzo, dieron fruto también al felino, quien decidió que comerse un armiño medio flacucho no valía una corretiza bajo ese tipo de sol en la arena ardiente y había regresado por donde habían llegado.
Finalmente se detuvo, viendo al otro animal alejarse, parado, aun con la molestia en las patas pero aliviado de parar aun así. Respiraba de forma pesada y el calor no ayudaba a que recuperase el aire que parecía hacerle tanta falta. Se hubiese dejado caer, pero la idea de que la arena tan caliente le recibiera era todo menos agradable, sin mencionar que el pelaje lleno de arena tampoco sonaba demasiado cómodo. Tenía que regresar a su forma normal, pero no podía hacerlo sin más, si había alguien cerca… podría ser su sentencia de muerte. Giro la cabeza, buscando con la mirada y moviendo las orejitas en busca de algún sonido. Un murmullo fue lo único que localizo.
No muy lejos de donde estaba, parecía estar, a lo lejos, un chico parado en medio de un lote baldío. Maldijo por lo bajo al tener que quedarse así por mucho más tiempo. Alejarse de él lo suficiente como para no llamar su atención no solo era más trabajo, si no que podría resultar peligroso alejarse tanto de la ciudad. La mejor opción estaba clara, se acercaría al muchacho, se aseguraría si era peligroso o no y en base a eso actuaria después. Asintió, satisfecho con su propio tren de pensamiento, y empezó a correr en dirección al otro joven.
Se acercó con sigilo, escalando con cuidado la pequeña barda que aún quedaba de aquel abandonado lugar, quedándose quieto, el chico aun hablaba, no había sido capaz de escuchar todo, pero había logrado entender que algo respecto al lugar le molestaba, ladeo la cabeza, confundido con las palabras de resignación del peliverde.
El asunto se aclaró un poco cuando todo empezó a envolverse con lo que, obviamente era magia. El joven brujo no podía ver almas, claro, pero sabía reconocer la energía mágica cuando la sentía, sumándole a eso que no era ningún tipo de magia discreta, todo a su alrededor palpitaba, un aura verde parecía reanimar el vacío lote. Era un espectáculo que, en otro momento, el peliblanco hubiese incluso disfrutado. Sin embargo, justo en ese momento, con la cercanía que tenían a la ciudad, no puedo evitar llegar al pánico.
Saltó de la barda cuando la misma empezó a llenarse de enredaderas, corriendo hasta donde estaba el chico, llego a él cuando se tiro sobre el suelo, aplastándolo por poco, rodo hacia un costado para evitarlo, escuchando su susurro final, lo miraba con alarma creciente.
-¿¡E-estás loco, verdad!?-Le recriminó con nerviosismo-¿Por qué hiciste algo así? ¿Quieres que te maten?-Dijo, sin atreverse a tocarlo o a caminar sobre él, mantenía una distancia razonable del muchacho, en aquel momento era algo… delicado, y no le apetecía haberse salvado el pellejo para morir de un aplastan o un golpe.
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Robin Lightwood
Re: Conocidos bajo el abrazo de Gaia [Priv. Robin]
Si cerraba los ojos, casi podía recordar su hogar, aquella aldea en donde había nacido y crecido, donde se había criado. Recordaba perfectamente la tierra de ahí, tan rica en nutrientes que las plantas crecían a montones en poco tiempo, y en tan diversas variedades que siempre había flores en cualquier época del año. Los arboles crecían libre entre las casas, los campos de césped y bosque que rodeaban la aldea eran sitios tan hermosos que uno podía dormirse entre las raíces salientes de algún roble, cubriéndose con la sombra de sus hojas, y disfrutar el aroma de bosque mientras era arrullado por la brisa del aire al pasar entre el follaje de las plantas.
Había días donde extrañaba su aldea, no podía negarlo, había pasado bastante desde que saliera de ella, desde que hubiera visto esos nobles árboles que habían vivido varias décadas más que él, donde un mar de flores liberaban sus fragancias en primavera causando un aroma que haría quedar en vergüenza a cualquier perfume producido por el hombre, donde la gente respetaba a la madre gaia y la cuidaba, con sosiego en su alma. Si, había pasado mucho, desde que había salido al mundo humano. Aquel mundo donde el respeto a la madre tierra había sido casi olvidado, donde las personas se expandían sobre los restos acabados de hectáreas que antes fueran bosques, junglas, praderas. Más de una vez había querido romper su Soul Protect, saltar al frente, ayudar en las zonas donde había visto una contaminación casi depravada. Pero no lo había hecho, porque eso hubiera sido acabar con todo, revelarse, ponerse en peligro, y poner en peligro a su gente que durante tanto tiempo se había estado escondiendo de manera efectiva del resto del mundo.
Aun así, aquel día había alcanzado un límite. Por eso mismo, aunque estaba en una zona externa a la ciudad, había usado de aquella forma su magia, sin preocuparse de si lo encontraban, de quien pudiera estar cerca. Ver aquella tierra árida y sin vida le había hecho caer de rodillas y esparcir su magia tal cual fertilizante, sin importarle quedarse casi sin energías. En momentos así le daba risa su propia debilidad, las personas mayores de su aldea sin duda podrían resucitar toda esa área sin esfuerzo, y no solo eso, si no que les sobrarían fuerzas para llenarlas de plantas y árboles a montones. Y el apenas había podido restaurar su fertilidad. En momentos así, recordaba que debía entrenar más.
-¿Ah?
La atención del peliverde volvió al mundo terrenal cuando escucho una voz cerca de él. Giro su cabeza en todas direcciones, sin encontrar a la fuente de dicha voz, hasta que bajo la vista, mirando al suelo cerca de él, observando así a un pequeño animalito que le hablaba con un tono que rozaba la alarma. Abrió los ojos sorprendido al ver en aquel lugar a un animal como ese. Lo reconocía, después de todo, sus conocimientos en zoología y herbolaria eran de un nivel muy superior a la persona común, inclusive a los de un estudiante de dichas áreas. Por el mismo hecho de que reconocía al animalillo, se le hacía muy extraño que estuviera en ese lugar. ¿Qué haría un armiño en medio del desierto? Ellos vivían en bosques y praderas. ¿Acaso seria alguna mascota que se había escapado de una casa? Parecía poco probable, los armiños no eran un animal que se pudiera tener de mascota, obtener uno de hecho era complicado, se tendría que conseguir por medios ilegítimos para tener uno. ¿De dónde habría salido y por qué parecía tan alarmado?
-Tranquilo amigo… No te preocupes. ¿Estás perdido? ¿Necesitas ayuda…? Espera… Espera un segundo…
El peliverde había estirado una mano hacia el mamífero, con la clara intención de ayudarlo. A una persona normal se le haría imposible el mantenerse impasible al oír a un animal hablar, pero ese no era el caso del joven Armonía. En su aldea, la habilidad de poder entender a los animales era una práctica básica para los que vivían ahí. Por eso mismo, había ofrecido su ayuda sin pensar nada raro del pequeño ser, hasta que se había dado cuenta de un pequeño detalle que le había hecho detenerse, para mirar al Armiño extrañado y sorprendido. Él había, literalmente, hablado.
La habilidad de N de entender a los animales, no consistía en que ellos emitieran sus característicos sonidos y el los interpretara en su idioma. No, nada como eso. La habilidad de N para poder comprender a los animales, era algo que rallaba en lo telepático, pero sin serlo. Él podía comprender sus emociones, descifrarlas, entender sus intenciones y sus pensamientos. De esta manera, él podía “comunicarse” de una forma muy preciosa con los animales, al poder no solo entenderlos, si no también transmitir sus pensamientos hacia ellos. Por eso mismo, que el armiño hubiera liberado palabras con sus propias cuerdas vocales, había hecho sorprenderse al joven de cabellos verdes, el cual se quedó observando al ser con expectación y cuidado.
-¿Quién eres?... No eres un armiño normal, ¿Quién eres?
El rastro de sorpresa en su voz era notorio, mientras observaba al animalillo atento, sorprendido, en espera de una respuesta. Si no era un armiño común y corriente eso reducía las posibilidades. ¿Acaso sería una especie de criatura mágica? No lo creía, ahora que centraba su atención en el pequeño animal, poseía curiosidad por ver hasta dónde podría llegar.
Había días donde extrañaba su aldea, no podía negarlo, había pasado bastante desde que saliera de ella, desde que hubiera visto esos nobles árboles que habían vivido varias décadas más que él, donde un mar de flores liberaban sus fragancias en primavera causando un aroma que haría quedar en vergüenza a cualquier perfume producido por el hombre, donde la gente respetaba a la madre gaia y la cuidaba, con sosiego en su alma. Si, había pasado mucho, desde que había salido al mundo humano. Aquel mundo donde el respeto a la madre tierra había sido casi olvidado, donde las personas se expandían sobre los restos acabados de hectáreas que antes fueran bosques, junglas, praderas. Más de una vez había querido romper su Soul Protect, saltar al frente, ayudar en las zonas donde había visto una contaminación casi depravada. Pero no lo había hecho, porque eso hubiera sido acabar con todo, revelarse, ponerse en peligro, y poner en peligro a su gente que durante tanto tiempo se había estado escondiendo de manera efectiva del resto del mundo.
Aun así, aquel día había alcanzado un límite. Por eso mismo, aunque estaba en una zona externa a la ciudad, había usado de aquella forma su magia, sin preocuparse de si lo encontraban, de quien pudiera estar cerca. Ver aquella tierra árida y sin vida le había hecho caer de rodillas y esparcir su magia tal cual fertilizante, sin importarle quedarse casi sin energías. En momentos así le daba risa su propia debilidad, las personas mayores de su aldea sin duda podrían resucitar toda esa área sin esfuerzo, y no solo eso, si no que les sobrarían fuerzas para llenarlas de plantas y árboles a montones. Y el apenas había podido restaurar su fertilidad. En momentos así, recordaba que debía entrenar más.
-¿Ah?
La atención del peliverde volvió al mundo terrenal cuando escucho una voz cerca de él. Giro su cabeza en todas direcciones, sin encontrar a la fuente de dicha voz, hasta que bajo la vista, mirando al suelo cerca de él, observando así a un pequeño animalito que le hablaba con un tono que rozaba la alarma. Abrió los ojos sorprendido al ver en aquel lugar a un animal como ese. Lo reconocía, después de todo, sus conocimientos en zoología y herbolaria eran de un nivel muy superior a la persona común, inclusive a los de un estudiante de dichas áreas. Por el mismo hecho de que reconocía al animalillo, se le hacía muy extraño que estuviera en ese lugar. ¿Qué haría un armiño en medio del desierto? Ellos vivían en bosques y praderas. ¿Acaso seria alguna mascota que se había escapado de una casa? Parecía poco probable, los armiños no eran un animal que se pudiera tener de mascota, obtener uno de hecho era complicado, se tendría que conseguir por medios ilegítimos para tener uno. ¿De dónde habría salido y por qué parecía tan alarmado?
-Tranquilo amigo… No te preocupes. ¿Estás perdido? ¿Necesitas ayuda…? Espera… Espera un segundo…
El peliverde había estirado una mano hacia el mamífero, con la clara intención de ayudarlo. A una persona normal se le haría imposible el mantenerse impasible al oír a un animal hablar, pero ese no era el caso del joven Armonía. En su aldea, la habilidad de poder entender a los animales era una práctica básica para los que vivían ahí. Por eso mismo, había ofrecido su ayuda sin pensar nada raro del pequeño ser, hasta que se había dado cuenta de un pequeño detalle que le había hecho detenerse, para mirar al Armiño extrañado y sorprendido. Él había, literalmente, hablado.
La habilidad de N de entender a los animales, no consistía en que ellos emitieran sus característicos sonidos y el los interpretara en su idioma. No, nada como eso. La habilidad de N para poder comprender a los animales, era algo que rallaba en lo telepático, pero sin serlo. Él podía comprender sus emociones, descifrarlas, entender sus intenciones y sus pensamientos. De esta manera, él podía “comunicarse” de una forma muy preciosa con los animales, al poder no solo entenderlos, si no también transmitir sus pensamientos hacia ellos. Por eso mismo, que el armiño hubiera liberado palabras con sus propias cuerdas vocales, había hecho sorprenderse al joven de cabellos verdes, el cual se quedó observando al ser con expectación y cuidado.
-¿Quién eres?... No eres un armiño normal, ¿Quién eres?
El rastro de sorpresa en su voz era notorio, mientras observaba al animalillo atento, sorprendido, en espera de una respuesta. Si no era un armiño común y corriente eso reducía las posibilidades. ¿Acaso sería una especie de criatura mágica? No lo creía, ahora que centraba su atención en el pequeño animal, poseía curiosidad por ver hasta dónde podría llegar.
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N Armonia
Re: Conocidos bajo el abrazo de Gaia [Priv. Robin]
Movió la cola con nerviosismo, mirando la mano tendida hacia él cuando el peliverde le respondió, la forma en que le hablaba era peculiar, como si fuera de lo más normal hablarle a un armiño. Claro que no se esperaba una reacción de sorpresa tampoco, es decir era un brujo ¿cierto? No tenía que ser una novedad encontrar un animal que hablaba, el problema residía justamente en eso, le respondía como si fuera un animal que hablaba y no una persona simplemente en dicha forma; como si al otro joven le fuera habitual ir hablando con cada armiño que se topaba. La siguiente reacción inmediata del otro brujo le dejo en claro que, al parecer, para él era normal hablarle a los armiños que de hecho, eran armiños.
-Bueno, para empezar en términos concretos, ni siquiera soy un armiño…-Respondió moviendo levemente las orejas, sin saber realmente que decirle, considerando la posibilidad de que el peliverde hubiese pasado demasiado tiempo bajo el sol. Tomó un respiro profundo y avanzo un par de saltitos hacia él y mirándolo aún un tanto consternado, carraspeó para aclararse la garganta-Mi nombre es Robin-Se presentó y ladeo levemente la cabeza, sin quitarle la vista de encima-¿Tú eres?-Preguntó examinándolo con la mirada.
Aún mantenía su distancia, sus ojos mantenían aquel deje de ansiedad que al parecer la situación en general le provocaba. Quería conversar con él, quería hacerle un montón de preguntas, incluso estaba pensando en soltarle un sermón. Abrió la boca para hablar una vez más, pero la cerro de golpe, si al final gracias a todo eso alguien se había acercado… tragó en seco y lo señalo con una garrita-Tú espera ahí-Dijo, más como una petición que como una orden en sí y se apresuró a subir la barda desde donde había visto todo. Algunas enredaderas creadas a partir de la magia del contrario le hicieron el proceso mucho más fácil y rápido. Una vez arriba, se dedicó a echar un vistazo alrededor, tras no divisar nada, al menos de momento asintió levemente, un poco más aliviado y bajo una vez más.
-¿Tienes idea de lo que hiciste?-Preguntó a modo de regaño, aunque el tono de preocupación era bastante obvio tras sus palabras-¿Acaso no sabes dónde estás? ¿En qué pe…?-Se cortó a sí mismo, una fugaz idea le cruzo la mente y no pudo evitar sentirse especialmente torpe. Claro que el contrario sabía dónde estaba… la ciudad no era exactamente del tipo de pasar desapercibida.
Había escuchado a brujas del concilio hablar de ese tipo de cosas más de una vez. En ocasiones era demasiado sencillo ir y molestar técnicos y armas por diversión, en lugares así no eran tan probables los ataques masivos y alguien con magia de nivel suficiente podía hacerse cargo de algo así… Una vez más su vista se fue hacia el contrario, tratando de encontrar una respuesta sin preguntas. El chico se veía cansado tras usar la magia para… plantar… pasto, algo así. Sacudió la cabeza y lo miro con seriedad, tratando de verse tan firme como pudiese verse un animal de su tamaño.
-Vas a decirme que estabas haciendo… E-eh… Por favor…-Soltó sin mucho éxito en la imagen que quería reflejar, tampoco tenía motivos reales para ser grosero con el peliverde ¿no? Bajo la mirada ante su obvio fracaso y algo apenado por su actitud, viendo el pasto bajo ellos. Hecho un vistazo a su alrededor, ahora el ambiente sofocante era más fresco y agradable, la sensación de la hierba bajo sus patitas era reconfortante tras haber corrido en arena caliente-Ah… es magia natural… ¿Es magia natural en serio?-Preguntó desviándose totalmente del tema del sermón y la seriedad-Así que se puede hacer esto también…-Empezó a recorrer el lugar, toqueteando las plantas y viéndolas desde diferentes ángulos-Mi madre la menciono alguna vez pero… ¡Jamás la había visto usarse en persona!-Continuó emocionado, sin mirarle realmente, correteando de aquí para allá-¡Y en medio del desierto!... ¿Crees que podrías hacer…?-Logro salir del frenesí de curiosidad y negó violentamente con la cabeza, haciendo ademanes también con las patas-¡No no no no! ¡Estamos muy cerca de la ciudad! ¿por qué lo hiciste?-Trató de retomar mientras lo miraba.
-Bueno, para empezar en términos concretos, ni siquiera soy un armiño…-Respondió moviendo levemente las orejas, sin saber realmente que decirle, considerando la posibilidad de que el peliverde hubiese pasado demasiado tiempo bajo el sol. Tomó un respiro profundo y avanzo un par de saltitos hacia él y mirándolo aún un tanto consternado, carraspeó para aclararse la garganta-Mi nombre es Robin-Se presentó y ladeo levemente la cabeza, sin quitarle la vista de encima-¿Tú eres?-Preguntó examinándolo con la mirada.
Aún mantenía su distancia, sus ojos mantenían aquel deje de ansiedad que al parecer la situación en general le provocaba. Quería conversar con él, quería hacerle un montón de preguntas, incluso estaba pensando en soltarle un sermón. Abrió la boca para hablar una vez más, pero la cerro de golpe, si al final gracias a todo eso alguien se había acercado… tragó en seco y lo señalo con una garrita-Tú espera ahí-Dijo, más como una petición que como una orden en sí y se apresuró a subir la barda desde donde había visto todo. Algunas enredaderas creadas a partir de la magia del contrario le hicieron el proceso mucho más fácil y rápido. Una vez arriba, se dedicó a echar un vistazo alrededor, tras no divisar nada, al menos de momento asintió levemente, un poco más aliviado y bajo una vez más.
-¿Tienes idea de lo que hiciste?-Preguntó a modo de regaño, aunque el tono de preocupación era bastante obvio tras sus palabras-¿Acaso no sabes dónde estás? ¿En qué pe…?-Se cortó a sí mismo, una fugaz idea le cruzo la mente y no pudo evitar sentirse especialmente torpe. Claro que el contrario sabía dónde estaba… la ciudad no era exactamente del tipo de pasar desapercibida.
Había escuchado a brujas del concilio hablar de ese tipo de cosas más de una vez. En ocasiones era demasiado sencillo ir y molestar técnicos y armas por diversión, en lugares así no eran tan probables los ataques masivos y alguien con magia de nivel suficiente podía hacerse cargo de algo así… Una vez más su vista se fue hacia el contrario, tratando de encontrar una respuesta sin preguntas. El chico se veía cansado tras usar la magia para… plantar… pasto, algo así. Sacudió la cabeza y lo miro con seriedad, tratando de verse tan firme como pudiese verse un animal de su tamaño.
-Vas a decirme que estabas haciendo… E-eh… Por favor…-Soltó sin mucho éxito en la imagen que quería reflejar, tampoco tenía motivos reales para ser grosero con el peliverde ¿no? Bajo la mirada ante su obvio fracaso y algo apenado por su actitud, viendo el pasto bajo ellos. Hecho un vistazo a su alrededor, ahora el ambiente sofocante era más fresco y agradable, la sensación de la hierba bajo sus patitas era reconfortante tras haber corrido en arena caliente-Ah… es magia natural… ¿Es magia natural en serio?-Preguntó desviándose totalmente del tema del sermón y la seriedad-Así que se puede hacer esto también…-Empezó a recorrer el lugar, toqueteando las plantas y viéndolas desde diferentes ángulos-Mi madre la menciono alguna vez pero… ¡Jamás la había visto usarse en persona!-Continuó emocionado, sin mirarle realmente, correteando de aquí para allá-¡Y en medio del desierto!... ¿Crees que podrías hacer…?-Logro salir del frenesí de curiosidad y negó violentamente con la cabeza, haciendo ademanes también con las patas-¡No no no no! ¡Estamos muy cerca de la ciudad! ¿por qué lo hiciste?-Trató de retomar mientras lo miraba.
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Robin Lightwood
Re: Conocidos bajo el abrazo de Gaia [Priv. Robin]
Desde que hubiera salido de su aldea había descubierto un sin fin de cosas nuevas a interesantes que había añadido a su colección de datos guardados en la pequeña libreta que siempre traía. Había visto muchas cosas mientras viajaba por el mundo, en el tiempo antes de asentarse en Shibusen. Por ello mismo, N sabia de la existencia de criaturas mágicas inusuales y especiales, había podido ver de cerca, a Hadas del bosque mientras deambulaba por algunos de estos en el este de Europa, había visto gatos fantasmagóricos en el sudoeste de Asia, había inclusive visto una extraña criatura parecida a una persona tortura rana cerca de Escocia. Pero de todas formas, nunca había visto un animal que hablara con total naturalidad y desenvoltura como el armiño que se había erguido delante de él, tal cual persona.
-Ah… Pues… Estoy bastante seguro que tu fisionomía es la de un armiño…-Trago de seguir el hilo de la conversación el peliverde, mientras la observaba aun sorprendido y algo estupefacto. Trago saliva de manera suave mientras trataba de acostumbrarse a la idea de un pequeño animal que le tuteara de forma tan tranquila, como si hablar con humanos fuera algo totalmente normal para lo que él creía era una criatura mágica más. Miro como el armiño avanzo hacia él, escuchando su presentación-Yo soy N… Un gusto…-Respondió el peliverde mientras lentamente se hacia la idea de que debía de dejar de poner una expresión sorprendida y adecuarse a la situación.
Una de las manos del peliverde fue hasta su cabeza, quitándose la gorra y mostrando por completo su melena del tono de las hojas de los árboles en plena primavera, frotándose un poco los ojos y soltando otro suspiro, acabando por mantener sujeta su gorra mientras miraba al animalillo frente suya, sonriendo con un dejo un tanto forzado, aun sintiendo un poco raro en el fondo la situación en la cual estaban. Pero mientras el peliverde se acomodaba al raro momento que estaba pasando, escucho al recién llegado ordenarle esperar ahí, dirigiéndose hasta la barda de piedra que separaba de forma casi irreal el vasto desierto con aquel lote baldío, ahora transformado en jardín. El chico de Shibusen se quedó en silencio mientras el armiño revisaba los alrededores. En una primera instancia poco le había importado lo que sucediera con tal de revivir aquella muerta y seca tierra, pero al ver la expresión preocupada y alerta del animal, el joven armonía rasco su nuca algo apenado, notando el motivo por el cual el ser se mostraba tan nervioso y, a su parecer, algo enfadado.
-Si… Revitalice este lugar…-Respondió el chico a la pregunta de Robin, sabiendo bien que aquella no era en realidad una pregunta directa, sino más bien retórica, pero respondiéndolo aun así como si se defendiera con eso. Muy pocas personas podrían entender lo que para él era observar un lugar devastado por el descuido o egoísmo del hombre, muy pocas en realidad, fuera de su aldea. Hoy en día a la gente le importaba poco lo que a su ambiente le pasara si con eso podía estar cómoda y tranquila, o sacar algún provecho. Para él, lo que había hecho al revivir la tierra muerta que llenaba ese lugar, había estado bien, era correcto, sin importar lo que el recién llegado dijera o pensara.
Pero aun así, a pesar de que en primera instancia le pareció que el armiño iba a empezar a regañarle (Dios, eso debía ser digno de una pintura o escena comida de una película, un animalillo que no llegaría ni al medio metro de alto regañando a un peliverde por abonar la tierra), al final, parecía interesado en lo que había pasado ahí, mientras cambiaba su actitud y voz de golpe, empezando a recorrer el lugar entre saltitos y avances rápidos.-Si… Es Magia Natural… Aunque en algunas partes de Irlanda y Escocia le dicen Magia Druida igual…-Especifico el chico, mientras miraba al armiño inspeccionar la revivida vegetación. Él había descubierto ese otro nombre luego de salir de su aldea, después de todo ahí dentro era solo “magia” no natural ni algún campo en específico. Antes de salir de la aldea no sabía mucho sobre la clasificación de la magia y pensaba, de forma ilusa, que toda estaba relacionada con Gaia, su bendición y su protección. Fue hasta después que descubrió otras formas de magia que nada tenían que ver con ello, tal como había sido la necromancia que usaban algunas brujas egipcias según había podido averiguar, o magia de ilusión o transformación.
-Yo… Lo hice porque dolía… Me dolía ver esta tierra muerta cuando alguna vez estuvo llena de vida… Esta tierra que seguramente alguien olvido y dejo morir, mientras el calor del desierto y los rastros de arena que saltaban de la barda se combinaban con el suelo y afectaban su composición hasta hacerla estéril… Me dolió ver como solo porque es un lugar muy pequeño y apartado nadie se preocupó por el…-Explico el muchacho, bajando la vista y clavándola en el suelo, mientras apretaba sus puños con fuerza y apretaba los dientes. Pareció frustrado de tener que decirlo en voz alta, de recordarlo. ¿Por qué la gente no podía solo cuidar el lugar que les brindaba protección y sustento sin pedir nada a cambio? Solo dañaban, tomaban lo que querían y abandonaban, siempre.
-Pero… ¿Quién eres tú?-Giro de repente toda la conversación el chico, observando al armiño de repente, alzando una ceja, olvidándose completamente de su enojo anterior.-Puedes hablar… Y sabes de magia… No pareces extrañado por que yo pudiera hacer algo así, solo por el motivo de lo que lo hice… Entonces tu sabes que soy yo-Supuso el peliverde mientras le observaba, acercándose un poco al animal hasta quedar delante suya, poniéndose en canclillas mientras acercaba su rostro para poder verle mejor-No eres una criatura mágica… ¿Verdad?
-Ah… Pues… Estoy bastante seguro que tu fisionomía es la de un armiño…-Trago de seguir el hilo de la conversación el peliverde, mientras la observaba aun sorprendido y algo estupefacto. Trago saliva de manera suave mientras trataba de acostumbrarse a la idea de un pequeño animal que le tuteara de forma tan tranquila, como si hablar con humanos fuera algo totalmente normal para lo que él creía era una criatura mágica más. Miro como el armiño avanzo hacia él, escuchando su presentación-Yo soy N… Un gusto…-Respondió el peliverde mientras lentamente se hacia la idea de que debía de dejar de poner una expresión sorprendida y adecuarse a la situación.
Una de las manos del peliverde fue hasta su cabeza, quitándose la gorra y mostrando por completo su melena del tono de las hojas de los árboles en plena primavera, frotándose un poco los ojos y soltando otro suspiro, acabando por mantener sujeta su gorra mientras miraba al animalillo frente suya, sonriendo con un dejo un tanto forzado, aun sintiendo un poco raro en el fondo la situación en la cual estaban. Pero mientras el peliverde se acomodaba al raro momento que estaba pasando, escucho al recién llegado ordenarle esperar ahí, dirigiéndose hasta la barda de piedra que separaba de forma casi irreal el vasto desierto con aquel lote baldío, ahora transformado en jardín. El chico de Shibusen se quedó en silencio mientras el armiño revisaba los alrededores. En una primera instancia poco le había importado lo que sucediera con tal de revivir aquella muerta y seca tierra, pero al ver la expresión preocupada y alerta del animal, el joven armonía rasco su nuca algo apenado, notando el motivo por el cual el ser se mostraba tan nervioso y, a su parecer, algo enfadado.
-Si… Revitalice este lugar…-Respondió el chico a la pregunta de Robin, sabiendo bien que aquella no era en realidad una pregunta directa, sino más bien retórica, pero respondiéndolo aun así como si se defendiera con eso. Muy pocas personas podrían entender lo que para él era observar un lugar devastado por el descuido o egoísmo del hombre, muy pocas en realidad, fuera de su aldea. Hoy en día a la gente le importaba poco lo que a su ambiente le pasara si con eso podía estar cómoda y tranquila, o sacar algún provecho. Para él, lo que había hecho al revivir la tierra muerta que llenaba ese lugar, había estado bien, era correcto, sin importar lo que el recién llegado dijera o pensara.
Pero aun así, a pesar de que en primera instancia le pareció que el armiño iba a empezar a regañarle (Dios, eso debía ser digno de una pintura o escena comida de una película, un animalillo que no llegaría ni al medio metro de alto regañando a un peliverde por abonar la tierra), al final, parecía interesado en lo que había pasado ahí, mientras cambiaba su actitud y voz de golpe, empezando a recorrer el lugar entre saltitos y avances rápidos.-Si… Es Magia Natural… Aunque en algunas partes de Irlanda y Escocia le dicen Magia Druida igual…-Especifico el chico, mientras miraba al armiño inspeccionar la revivida vegetación. Él había descubierto ese otro nombre luego de salir de su aldea, después de todo ahí dentro era solo “magia” no natural ni algún campo en específico. Antes de salir de la aldea no sabía mucho sobre la clasificación de la magia y pensaba, de forma ilusa, que toda estaba relacionada con Gaia, su bendición y su protección. Fue hasta después que descubrió otras formas de magia que nada tenían que ver con ello, tal como había sido la necromancia que usaban algunas brujas egipcias según había podido averiguar, o magia de ilusión o transformación.
-Yo… Lo hice porque dolía… Me dolía ver esta tierra muerta cuando alguna vez estuvo llena de vida… Esta tierra que seguramente alguien olvido y dejo morir, mientras el calor del desierto y los rastros de arena que saltaban de la barda se combinaban con el suelo y afectaban su composición hasta hacerla estéril… Me dolió ver como solo porque es un lugar muy pequeño y apartado nadie se preocupó por el…-Explico el muchacho, bajando la vista y clavándola en el suelo, mientras apretaba sus puños con fuerza y apretaba los dientes. Pareció frustrado de tener que decirlo en voz alta, de recordarlo. ¿Por qué la gente no podía solo cuidar el lugar que les brindaba protección y sustento sin pedir nada a cambio? Solo dañaban, tomaban lo que querían y abandonaban, siempre.
-Pero… ¿Quién eres tú?-Giro de repente toda la conversación el chico, observando al armiño de repente, alzando una ceja, olvidándose completamente de su enojo anterior.-Puedes hablar… Y sabes de magia… No pareces extrañado por que yo pudiera hacer algo así, solo por el motivo de lo que lo hice… Entonces tu sabes que soy yo-Supuso el peliverde mientras le observaba, acercándose un poco al animal hasta quedar delante suya, poniéndose en canclillas mientras acercaba su rostro para poder verle mejor-No eres una criatura mágica… ¿Verdad?
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N Armonia
Re: Conocidos bajo el abrazo de Gaia [Priv. Robin]
Miraba al peliverde con una expresión totalmente sumida en la confusión. Era… era un desierto, obviamente nada iba a crecer ahí, si había vegetación acercándose un poco más a la ciudad era por eso, por la ciudad propia, si bien nadie sabía a qué se debía a ciencia cierta, todo mundo estaba consciente de que Death City no era un lugar normal y su clima no era la excepción, dio una sacudida rápida y leve a sus orejas y cruzo su patitas delanteras sobre su pecho, se “cruzo de brazos” en pocas palabras. Y es que si bien, tenía el aspecto actual de aquel animalito blanco, tal y como había dicho, no lo era, era una persona, aun se comportaba como tal.
-Pues estamos en medio del desierto y…-Empezó a hablar, dispuesto a explicar que era de esperar que ese pedazo de tierra muriese, en un clima así ninguna planta podía vivir de forma natural, necesitaba intervención humana, cosa que siendo casi imposible vivir a las afueras de la ciudad de los Muertos por el peligro que esto implicaba, resultaba predecible, era más que normal que la gente abandonara todo en esos lugares, la tierra era estéril en primer lugar, había sido el hombre quien la había hecho fértil y sin su cuidado simplemente había vuelto a su infertilidad natural. Pero al mirar los ojos verdes del muchacho, tan verdes como la hierba que les rodeaba y tan seguros y convencidos de lo que decían, la determinación que tenía por explicar la parte lógica del asunto, se diluyó con dudas sobre si en verdad sería buena idea decirle eso… ¿tenía alguna utilidad además de bajarle más los ánimos? Tragó en seco y desvió la vista a un costado-Y-y… por eso es aún más impresionante lo que hiciste…-Soltó con una sonrisa un tanto forzada, incapaz de tratar de corregirle.
Y aunque se lo había guardado, Robin siempre había sentido fascinación por eso, por la habilidad del hombre para cambiar cosas a su conveniencia, para quitar o poner cosas con tal de adaptarse, el ingenio humano era admirable y no se refería a los “humanos” de forma diferente a la que se refería a sí mismo, como otros brujos llegaban a hacer, usando el termino para marcar la diferencia, ellos no eran humanos, eran brujos puesto que eran capaces de utilizar magia, lo sabía. Se refería a cualquier persona en general, arma, técnico o brujo. Por supuesto que era esa misma actitud que el peliblanco admiraba lo que había traído tantos problemas a lo largo de la historia, no lo negaba ni mucho menos lo defendía, pero tenía la firme creencia de que si dicho ingenio era usado para provocar tantos problemas, igualmente podía usarse para resolverlos.
La pregunta de N lo saco de divagaciones, devolviéndole los pies al suelo; parpadeó un par de veces y lo miró una vez más-Ah, claro lo siento-Comenzó, sacudiendo levemente la cabeza para despejarse-Mi error, pensé que sería obvio, no considere a las criaturas mágicas-Se excusó antes de aclararse la garganta, poniendo educadamente una de sus patitas frente a su boca al hacerlo-En efecto, no, no lo soy, soy un brujo que… bueno, precisamente por no usar magia cerca de la ciudad no puedo volver a la normalidad…-Explicó, algo apenado por su propia situación-¡Y precisamente a eso iba! tenemos que ser cautelosos con simples cambios de forma y y y...-Movía sus patitas para dar énfasis a sus palabras, agitando su cola a la par-¡Y tú vas y haces todo esto como si nada! ¿Y si alguien te hubiera visto? ¿Sentido? ¿Sabes que los técnicos y armas pueden percibir las almas? Especialmente los de Shibusen ¡¿Sabes dónde está Shibusen?! ¡Justo ahí!-Le regaño, sin embargo más que un reclamo por su propia seguridad, en sus palabras se podía apreciar un tono genuinamente preocupado, casi parental.
Soltó un suspiro pesado, cerrando los ojos mientras negaba suavemente con la cabeza y golpeteaba el suelo con su pata-Al menos colocaste el protect de vuelta ¿cierto? ¿O acaso tenías todo planeado?-Preguntó mirándole de nuevo, con la cabeza levemente ladeada-¿Te aseguraste de que no hubiera nadie?-Se removió algo nervioso, y enrosco la cola frente a si, sujetándola con sus patitas como si algo le incomodara o apenara-¿C-crees qué pod…?-Antes de lograr terminar de formular su pregunta un maullido bastante familiar lo hizo, literalmente, esponjarse al momento que se giró solo para confirmar que su “amigo” estaba justo ahí, caminando elegantemente por la orilla de la barda, que no tardó mucho en bajar con un hábil salto, con aquellos ojos como rendijas puestas sobre él de nuevo.
-Pues estamos en medio del desierto y…-Empezó a hablar, dispuesto a explicar que era de esperar que ese pedazo de tierra muriese, en un clima así ninguna planta podía vivir de forma natural, necesitaba intervención humana, cosa que siendo casi imposible vivir a las afueras de la ciudad de los Muertos por el peligro que esto implicaba, resultaba predecible, era más que normal que la gente abandonara todo en esos lugares, la tierra era estéril en primer lugar, había sido el hombre quien la había hecho fértil y sin su cuidado simplemente había vuelto a su infertilidad natural. Pero al mirar los ojos verdes del muchacho, tan verdes como la hierba que les rodeaba y tan seguros y convencidos de lo que decían, la determinación que tenía por explicar la parte lógica del asunto, se diluyó con dudas sobre si en verdad sería buena idea decirle eso… ¿tenía alguna utilidad además de bajarle más los ánimos? Tragó en seco y desvió la vista a un costado-Y-y… por eso es aún más impresionante lo que hiciste…-Soltó con una sonrisa un tanto forzada, incapaz de tratar de corregirle.
Y aunque se lo había guardado, Robin siempre había sentido fascinación por eso, por la habilidad del hombre para cambiar cosas a su conveniencia, para quitar o poner cosas con tal de adaptarse, el ingenio humano era admirable y no se refería a los “humanos” de forma diferente a la que se refería a sí mismo, como otros brujos llegaban a hacer, usando el termino para marcar la diferencia, ellos no eran humanos, eran brujos puesto que eran capaces de utilizar magia, lo sabía. Se refería a cualquier persona en general, arma, técnico o brujo. Por supuesto que era esa misma actitud que el peliblanco admiraba lo que había traído tantos problemas a lo largo de la historia, no lo negaba ni mucho menos lo defendía, pero tenía la firme creencia de que si dicho ingenio era usado para provocar tantos problemas, igualmente podía usarse para resolverlos.
La pregunta de N lo saco de divagaciones, devolviéndole los pies al suelo; parpadeó un par de veces y lo miró una vez más-Ah, claro lo siento-Comenzó, sacudiendo levemente la cabeza para despejarse-Mi error, pensé que sería obvio, no considere a las criaturas mágicas-Se excusó antes de aclararse la garganta, poniendo educadamente una de sus patitas frente a su boca al hacerlo-En efecto, no, no lo soy, soy un brujo que… bueno, precisamente por no usar magia cerca de la ciudad no puedo volver a la normalidad…-Explicó, algo apenado por su propia situación-¡Y precisamente a eso iba! tenemos que ser cautelosos con simples cambios de forma y y y...-Movía sus patitas para dar énfasis a sus palabras, agitando su cola a la par-¡Y tú vas y haces todo esto como si nada! ¿Y si alguien te hubiera visto? ¿Sentido? ¿Sabes que los técnicos y armas pueden percibir las almas? Especialmente los de Shibusen ¡¿Sabes dónde está Shibusen?! ¡Justo ahí!-Le regaño, sin embargo más que un reclamo por su propia seguridad, en sus palabras se podía apreciar un tono genuinamente preocupado, casi parental.
Soltó un suspiro pesado, cerrando los ojos mientras negaba suavemente con la cabeza y golpeteaba el suelo con su pata-Al menos colocaste el protect de vuelta ¿cierto? ¿O acaso tenías todo planeado?-Preguntó mirándole de nuevo, con la cabeza levemente ladeada-¿Te aseguraste de que no hubiera nadie?-Se removió algo nervioso, y enrosco la cola frente a si, sujetándola con sus patitas como si algo le incomodara o apenara-¿C-crees qué pod…?-Antes de lograr terminar de formular su pregunta un maullido bastante familiar lo hizo, literalmente, esponjarse al momento que se giró solo para confirmar que su “amigo” estaba justo ahí, caminando elegantemente por la orilla de la barda, que no tardó mucho en bajar con un hábil salto, con aquellos ojos como rendijas puestas sobre él de nuevo.
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Robin Lightwood
Re: Conocidos bajo el abrazo de Gaia [Priv. Robin]
Alguna vez se lo habían dicho, no muy seguido, de hecho casi nunca, pero si alguna vez, y más de uno lo pensaba. Le habían dicho que él podía llegar a ser increíblemente “intenso” de poderlo decir de alguna forma, de utilizar alguna palabra para describir la sensación que daba. Aquellos orbes verdosos que normalmente miraban el mundo con dulzura y cariño, que en cada vida veían un tesoro y en cada ecosistema un mundo, se podía observar a veces, cuando la adversidad trataba de doblegarlo y el deterioro de la naturaleza le rodeaba, una intensidad única y casi intimidante, aquella que parecía poder engullir todo aquello que fuera maligno, todo lo que pusiera ser dañino. En esos instantes cuando había restaurado la tierra que les rodeaba, un destello de aquella “intensidad” se había mostrado en los ojos del peliverde, aquella abrasante decisión falta de duda o miedo, que no pensaba en las consecuencias y se impulsaba solo del momento.
Pero aquella intensidad se había desvanecido mientras hablaba con el pequeño armiño delante suya, riendo levemente avergonzado al escucharle decir que había sido impresionante, siendo que él no lo consideraba asi en realidad. El había tenido la necesidad de hacerlo, como alguien que apartara a otra persona de ser arrollada por un coche, o de evitar cayera de algún punto alto, un mero reflejo nacido de la inconciencia, aunque en su caso era un impulso imperioso provocado de un dolor profundo y melancólico.]-No fue nada impresionante… Conozco a muchos que hubieran hecho un trabajo mucho mejor, y sin siquiera esforzarse…-Respondió el peliverde mientras se revolvía un poco la melena verdosa que era su cabello, sonriendo al armiño con calma, mientras le escuchaba.
No podía negar el hecho de que ver a un armiño con expresiones y hablar humano, era algo casi cómico. Nunca había visto un animal hablar tal cual, asi que la gesticulación y los énfasis que hacia el pequeño animalillo para aclararse y comunicarse, parecían casi salidos de alguna caricatura o historieta. Posiblemente pudiera haber hecho que el chico Armonía se riera con ganas, de no estar en el estado casi exhausto en que había quedado luego de usar sus poderes.-¿Sabes? Es adorable ver a un armiño enojado-Le dijo finalmente mientras soltaba una risilla cansada, mirándole de forma calmada, como si todo aquel regaño no tuviera tanta fuerza en él. Tal vez si hubiera algo por lo cual sentirse avergonzado, o culpable, de haberlo sentido incorrecto o indebido, el regaño hubiera resultado efectivo. Pero no era asi, la educación tan profunda y arraigada del peliverde, sus fuertes convicciones y las raíces de su lugar de nacimiento en su mente, hacían que no pudiera sentir culpa, o vergüenza por lo que hacía hecho, sintiendo que sus acciones eran lo correcto, sin dudarlo ni un instante, para él la acción más correcta por hacer en ese instante.-Y ya veo… un brujo, eso explica tu forma animal. Y si, se bien que pueden sentir almas…-Sonrió de repente el peliverde con la misma expresión adusta, no porque no tomara seriamente las palabras del armiño, sino porque se encontraba tan cansado que le era difícil hasta hacer una expresión de seriedad-Yo soy un técnico de Shibusen también, después de todo… Bueno, en entrenamiento-
La risa del peliverde resonó un poco mientras suspiraba, sintiendo un poco de la brisa desértica sobre su rostro cuando estuvo de pie, mirando la enormidad del desierto al otro lado de la valla. Si ese jardín no recibía cuidados, el calor abrasador de Nevada, sumado a las arenas del desierto que saltaban la barda de piedra, acabarían por infertilizar el campo de nuevo. Si quería evitarlo, necesitaría regresar de vez en cuando.
-Uhm… Sí, tengo mi Soul Protect activo… Use todo mi poder, pero fue todo a la vez, asi que solo fueron unos instante…-Sonrió N mientras observaba al armiño con calma, notando como parecía querer pedirle algo, al menos asi hasta que escucho un bufido y un mullido cercano, alzando la mirada curioso luego de ver la reacción casi espantada del brujo animalillo. Al alzar la vista encontró a un felino pequeño y de aspecto grácil y elegante que se acercaba poco a poco hacia ellos. El peliverde ladeo el rostro curioso mientras miraba como se acercara, notando que no apartaba la vista del armiño postrado en el suelo de tierra, en sus ojos aquella expresión de cazador que había visto en otras ocasiones en animales que se encontraban delante de su presa natural.-Oh… Él te quiere almorzar, ¿Sabias?- Pregunto el chico para luego dar una pequeña sonrisa, sentándose en el suelo mientras miraba al gato ahora directamente, jugueteando un poco con una de sus pulseras de forma distraída, haciendo un ruido de choque de metales suave pero tintineante.
-Hey… Este amigo no es comestible… Lo siento…-dijo de repente N al gato, mirándolo por sobre el pequeño armiño, como si se olvidara de este de pronto. En respuesta el gato ladeo el rostro, soltando un suave bufido.- No, no, yo no me lo quiero comer… Si, entiendo que llevas rato siguiéndolo y es tu presa pero… No, no, no me lo quiero robar, no me malentiendas…-El chico parecía estar hablando consigo mismo, pero mientras hablaba, el gato le miraba, a veces sin decir nada, otras soltando algún suave bufido o maullido, moviendo de vez en cuando su cola, como si reaccionara a las palabras del brujo de la naturaleza.-Hum… Si, entiendo que seguro sabría bien una vez le quites el pelaje, pero…-El joven ladeo sus labios, como si estuviera siendo superado en la conversación, como si el gato objetara de forma irreversible e indiscutible, a punto de ganarse el derecho sobre la deliciosa cena que representaba el armiño.
-Hey, hey… Pero no me dejas hablar-Alzo un poco la voz N mientras miraba al gato, alargando los brazos y tomando al armiño entre ellos, casi como un peluche-Solo míralo, esta delgado, casi escuálido, seguro apenas tiene carne, y ha estado corriendo por la arena, seguro esta polvoso y sudado, asi no te lo puedes comer-Mientras hablaba, hacia girar al armiño entre sus manos, estirando sus patitas, o señalando partes de su cuerpo, todo sin llegar a lastimarlo, pero tratándolo tal cual juguete que de seguro ya se hubiera mareado- Podrías enfermarte de algo ahora, quien sabe dónde ha estado…-Objeto el peliverde para luego sonreír suavemente, mientras el gato bufaba y apartaba la mirada- La tienda de Sushi del centro ahora mismo debe estar en limpieza… ¿Sabes lo que significa, no?-Sonrió pícaro el peliverde, a la vez que el gato alzaba las orejas interesado al oír tal declaración-Deben estar ahora mismo desechando los pescados fileteados… Si te vas ahora, podrías…-Ni dicho y hecho, el gato salió corriendo sin perder un instante, desapareciendo detrás de la valla en dirección a la ciudad.
-Ja ja ja ja, ese felino te traía muchas ganas, ¿Cuento te lleva siguiendo?-Le sonrió el peliverde a Robin, soltándolo finalmente y dejándolo en el suelo, riendo un poco-Deberás tener cuidado, o en un descuido te engullirla por la espalda-Declaro el joven técnico con seguridad, riendo finalmente, observando al chico-Pero ahora estas a salvo… ¿Robin? Creo asi dijiste que te llamabas. Estarás a salvo, seguro se rellena de pescado-Rio finalmente el peliverde, recostándose de forma despreocupada dejando su gorra cayera y rodara un poco lejos de él, mostrando su larga y verdosa cabellera extendida por el suelo de tierra, como si no le importara mancharse.
Pero aquella intensidad se había desvanecido mientras hablaba con el pequeño armiño delante suya, riendo levemente avergonzado al escucharle decir que había sido impresionante, siendo que él no lo consideraba asi en realidad. El había tenido la necesidad de hacerlo, como alguien que apartara a otra persona de ser arrollada por un coche, o de evitar cayera de algún punto alto, un mero reflejo nacido de la inconciencia, aunque en su caso era un impulso imperioso provocado de un dolor profundo y melancólico.]-No fue nada impresionante… Conozco a muchos que hubieran hecho un trabajo mucho mejor, y sin siquiera esforzarse…-Respondió el peliverde mientras se revolvía un poco la melena verdosa que era su cabello, sonriendo al armiño con calma, mientras le escuchaba.
No podía negar el hecho de que ver a un armiño con expresiones y hablar humano, era algo casi cómico. Nunca había visto un animal hablar tal cual, asi que la gesticulación y los énfasis que hacia el pequeño animalillo para aclararse y comunicarse, parecían casi salidos de alguna caricatura o historieta. Posiblemente pudiera haber hecho que el chico Armonía se riera con ganas, de no estar en el estado casi exhausto en que había quedado luego de usar sus poderes.-¿Sabes? Es adorable ver a un armiño enojado-Le dijo finalmente mientras soltaba una risilla cansada, mirándole de forma calmada, como si todo aquel regaño no tuviera tanta fuerza en él. Tal vez si hubiera algo por lo cual sentirse avergonzado, o culpable, de haberlo sentido incorrecto o indebido, el regaño hubiera resultado efectivo. Pero no era asi, la educación tan profunda y arraigada del peliverde, sus fuertes convicciones y las raíces de su lugar de nacimiento en su mente, hacían que no pudiera sentir culpa, o vergüenza por lo que hacía hecho, sintiendo que sus acciones eran lo correcto, sin dudarlo ni un instante, para él la acción más correcta por hacer en ese instante.-Y ya veo… un brujo, eso explica tu forma animal. Y si, se bien que pueden sentir almas…-Sonrió de repente el peliverde con la misma expresión adusta, no porque no tomara seriamente las palabras del armiño, sino porque se encontraba tan cansado que le era difícil hasta hacer una expresión de seriedad-Yo soy un técnico de Shibusen también, después de todo… Bueno, en entrenamiento-
La risa del peliverde resonó un poco mientras suspiraba, sintiendo un poco de la brisa desértica sobre su rostro cuando estuvo de pie, mirando la enormidad del desierto al otro lado de la valla. Si ese jardín no recibía cuidados, el calor abrasador de Nevada, sumado a las arenas del desierto que saltaban la barda de piedra, acabarían por infertilizar el campo de nuevo. Si quería evitarlo, necesitaría regresar de vez en cuando.
-Uhm… Sí, tengo mi Soul Protect activo… Use todo mi poder, pero fue todo a la vez, asi que solo fueron unos instante…-Sonrió N mientras observaba al armiño con calma, notando como parecía querer pedirle algo, al menos asi hasta que escucho un bufido y un mullido cercano, alzando la mirada curioso luego de ver la reacción casi espantada del brujo animalillo. Al alzar la vista encontró a un felino pequeño y de aspecto grácil y elegante que se acercaba poco a poco hacia ellos. El peliverde ladeo el rostro curioso mientras miraba como se acercara, notando que no apartaba la vista del armiño postrado en el suelo de tierra, en sus ojos aquella expresión de cazador que había visto en otras ocasiones en animales que se encontraban delante de su presa natural.-Oh… Él te quiere almorzar, ¿Sabias?- Pregunto el chico para luego dar una pequeña sonrisa, sentándose en el suelo mientras miraba al gato ahora directamente, jugueteando un poco con una de sus pulseras de forma distraída, haciendo un ruido de choque de metales suave pero tintineante.
-Hey… Este amigo no es comestible… Lo siento…-dijo de repente N al gato, mirándolo por sobre el pequeño armiño, como si se olvidara de este de pronto. En respuesta el gato ladeo el rostro, soltando un suave bufido.- No, no, yo no me lo quiero comer… Si, entiendo que llevas rato siguiéndolo y es tu presa pero… No, no, no me lo quiero robar, no me malentiendas…-El chico parecía estar hablando consigo mismo, pero mientras hablaba, el gato le miraba, a veces sin decir nada, otras soltando algún suave bufido o maullido, moviendo de vez en cuando su cola, como si reaccionara a las palabras del brujo de la naturaleza.-Hum… Si, entiendo que seguro sabría bien una vez le quites el pelaje, pero…-El joven ladeo sus labios, como si estuviera siendo superado en la conversación, como si el gato objetara de forma irreversible e indiscutible, a punto de ganarse el derecho sobre la deliciosa cena que representaba el armiño.
-Hey, hey… Pero no me dejas hablar-Alzo un poco la voz N mientras miraba al gato, alargando los brazos y tomando al armiño entre ellos, casi como un peluche-Solo míralo, esta delgado, casi escuálido, seguro apenas tiene carne, y ha estado corriendo por la arena, seguro esta polvoso y sudado, asi no te lo puedes comer-Mientras hablaba, hacia girar al armiño entre sus manos, estirando sus patitas, o señalando partes de su cuerpo, todo sin llegar a lastimarlo, pero tratándolo tal cual juguete que de seguro ya se hubiera mareado- Podrías enfermarte de algo ahora, quien sabe dónde ha estado…-Objeto el peliverde para luego sonreír suavemente, mientras el gato bufaba y apartaba la mirada- La tienda de Sushi del centro ahora mismo debe estar en limpieza… ¿Sabes lo que significa, no?-Sonrió pícaro el peliverde, a la vez que el gato alzaba las orejas interesado al oír tal declaración-Deben estar ahora mismo desechando los pescados fileteados… Si te vas ahora, podrías…-Ni dicho y hecho, el gato salió corriendo sin perder un instante, desapareciendo detrás de la valla en dirección a la ciudad.
-Ja ja ja ja, ese felino te traía muchas ganas, ¿Cuento te lleva siguiendo?-Le sonrió el peliverde a Robin, soltándolo finalmente y dejándolo en el suelo, riendo un poco-Deberás tener cuidado, o en un descuido te engullirla por la espalda-Declaro el joven técnico con seguridad, riendo finalmente, observando al chico-Pero ahora estas a salvo… ¿Robin? Creo asi dijiste que te llamabas. Estarás a salvo, seguro se rellena de pescado-Rio finalmente el peliverde, recostándose de forma despreocupada dejando su gorra cayera y rodara un poco lejos de él, mostrando su larga y verdosa cabellera extendida por el suelo de tierra, como si no le importara mancharse.
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Fecha de inscripción : 30/07/2014
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