Prick! Goes the scorpion's tail [Privado Robin Lightwood]

Le agradaba ir a lugares nuevos, donde todavía no lo miraban raro, donde todavía no sabían qué era lo que solía hacer de pasatiempo. Donde aún podía bromear y hacer el tonto antes de que empezaran a conocerlo y a predecir sus movimientos, que era cuando la cuestión se volvía aburrida y él tenía que parar la mano al respecto. Apenas a sus padres les llegó la noticia de parte de uno de los tíos de Henry de que shibusen estaba empezando a ponerse más estrictos con su tema de la caza de brujas, tomaron la decisión de mudarse de nuevo al Territorio de las brujas, donde en principio estarían más tranquilos y a salvo por si la guerra se desataba. Al chico le pareció algo exagerado eso de la guerra, no que no fuera posible, pero parecía demasiado temprano para eso. Aún así, siendo que al territorio se accedía mediante portales, Henry podría llevar consigo a sus adoradas aves, por lo que no se opuso a la mudanza, de hecho le daba más o menos igual.

Terminaron de llevar las cosas más importantes al territorio un sábado por la tarde, sus padres parecían estar discutiendo sobre algo, mientras el chico hacía cariñitos a un cuervo que estaba posado en su mano sentado sobre una de las maletas. Ocasionalmente sacaba trozos de un pan que no se había acabado y se los lanzaba al pájaro. En un determinado momento su madre le hizo señas para que se acercara y le entregó un papel con la dirección de alguna casa.

— Es la dirección de la casa de tu primo Robin, ¿Lo recuerdas? Ya hablé con tu tío, puedes quedarte ahí hasta que terminemos la mudanza en condiciones. Ve yendo y te veo al rato.

Le revolvió el cabello, a veces aún lo trataba como si tuviera 6 años, lo cuál era un poco lógico siendo que fue exactamente la edad en la que creyó haberlo perdido por siempre. A él no le molestaba, solo lo tomaba por sorpresa a veces. Leyó el papel, tomó su pequeña valija y comenzó a buscar la dirección, siempre con las aves rondando cerca suyo, en los árboles y algunas incluso picoteando cosas que encontraban en el suelo. Llegó a la casa sin problemas, tocando la puerta con los nudillos y parándose ahí a esperar a que alguien atendiera. Ese alguien fue su tío, que no estaba sorprendido de su presencia, por supuesto, ya sabía de su llegada.

— Hey, tío. Tanto tiempo.

— Henry. Tu madre me avisó que te dejaría aquí hasta acomodarse. Robin está arriba, ve a saludarlo, aunque le grite no va a bajar.

No discutió al respecto y entró. Dejó la maleta en el suelo, su tío le indicó con un dedo la escalera hacia el cuarto. Él asintió y comenzó a subir, a mitad de camino se le ocurrió una idea mejor que solo ir y anunciar su presencia. Cambió a su forma animal cuyas patitas hacían apenas un ‘tic’ cuando tocaban el suelo de las escaleras, aunque tenía que subir a base de saltitos ya que aunque era un ave relativamente grande, no podía alcanzar los escalones más altos si no era así. La puerta no estaba cerrada así que la tuvo fácil para colarse intentando hacer el menor ruido posible. Su primo se encontraba leyendo en el escritorio, de espaldas a él, al parecer estaba lo suficientemente absorto en el libro que leía como para haber oído el leve sonido que hizo la puerta al abrirse para dejar paso a su pequeño cuerpo. Avanzó con cuidado sin hacer ruido, al menos hasta estar lo suficientemente cerca para saltar a su hombro.

— Voy a arrancarte los ojos y hacer un collar con ellos.

Ah, benditos sean los cuervos y su capacidad de hablar a pesar de que Henry no poseía esa habilidad en su forma animal, incluso forzó un poco la voz para dar más ambiente. Por desgracia el jueguito no le duró mucho ya que apenas vio la cara que hizo que su primo pusiera, no controló el saltar de nuevo al suelo y transformarse solo para tener un ataque de risa, que parecería tonto si no fuera por lo que acababa de decir, que a pesar de todo no iba en serio. Bueno, eso servía como una pequeña advertencia de cómo podía llegar a ser la convivencia.