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Dinner Hunt. {Priv. Misogi Kumagawa}
Death City :: Death City :: Bosque
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Dinner Hunt. {Priv. Misogi Kumagawa}
Continución de este tema
El astro rey había desaparecido por completo, pero aún quedaban algunos rastros mínimos de luz en el ambiente. El cielo se tornaba oscuro, mientras la luna, con aquella sonrisa que invitaba a uno a dejar libre su lado más salvaje, tomaba control del paisaje natural. El aire se sentía pesado, aunque la primavera ya estaba instalada, y si Owen aun pudiese sentir algo, diría que la brisa traía restos de la estación pasada.
Caminaba en total silencio, con la mirada concentrada al frente, contrario a lo que siempre hacia. Escuchaba la explicación que la criatura le estaba dando, pero no realizaba ningún comentario aparente. Casi se sentía como un robot, como una marioneta cuyas cuerdas estaban siendo manipuladas, como si su voluntad hubiese sido arrancada y tirada bajo cualquier roca. Y es que había decidido evitar contacto con otros Huevos de Kishin, pero aquí estaba, junto a uno de ellos, y en camino a encontrarse con muchos más. Había sentido sus almas, aunque su percepción no era tan buena como la de los Shinigamis o técnicos. Se preguntó si quizás era porque pertenecían a la misma ¨especie¨. El bosque se alzaba delante de ellos, con sus imponentes árboles que hacian como una especie de muralla. Y Owen sabia que si entraba, no iba a poder salir hasta que aquella supuesta caza terminara. Sorprendiendose a si mismo, sus pasos fueron seguros, casi hasta entusiasmados, siguiendo a Misogi hasta adentrarse un poco más en el territorio.
Agarró la bolsa de cuero que le fue entregada, asintiendo a lo que su ¨compañero¨ le decía. Definitivamente, se habia metido en un embrollo, en uno que no tenía salida, o que al menos, esta no sería cosa fácil de conseguir. Sentía levemente las almas de algunos humanos alrededor, pero fue su olfato quien reacciono primero, pudiendo distinguir al menos, una mujer de medianada edad, y un poco más próximo a ellos, un muchacho joven. Sintió pena, penar que si no era él, de todas formas alguien o más bien, algo, tomaría y devoraría sus almas. Al menos, tenía que agradecer que, escuchando como funcionaba el sistema, tendría algo para cenar garantiado. Eso, si cumplia con su parte, claramente. Miró a Misogi a su lado, quien hablaba con aires de superioridad, estando totalmente confiado en lo que se iba a dar en un par de minutos. Seguramente no era la primera vez que participaba, Owen estaba seguro que ya llevaba su tiempo. Y nuevamente, en silencio, sintió pena por todas aquellas vidas que se habia perdido, y por todas aquellas que tendrían su final en la noche.
Un fuerte ahullido retumbo entre los árboles, desorientando momentaneamente al pelirrojo, quien sintió como sus piernas temblaron un poco. No tuvo tiempo de determinar si era por el sonido del supuesto Gran Lobo, o la adrenalina que recorría su cuerpo. Sin mirar si Misogi seguía a su lado, se internó finalmente, buscando con necesidad, casi desesperacion, a las almas más próximas. Apretaba con fuerza la bolsa de cuero, sujetada con su mano izquierda, mientras todo su cuerpo era simplemente comandado por su instinto.
Caminaba en total silencio, con la mirada concentrada al frente, contrario a lo que siempre hacia. Escuchaba la explicación que la criatura le estaba dando, pero no realizaba ningún comentario aparente. Casi se sentía como un robot, como una marioneta cuyas cuerdas estaban siendo manipuladas, como si su voluntad hubiese sido arrancada y tirada bajo cualquier roca. Y es que había decidido evitar contacto con otros Huevos de Kishin, pero aquí estaba, junto a uno de ellos, y en camino a encontrarse con muchos más. Había sentido sus almas, aunque su percepción no era tan buena como la de los Shinigamis o técnicos. Se preguntó si quizás era porque pertenecían a la misma ¨especie¨. El bosque se alzaba delante de ellos, con sus imponentes árboles que hacian como una especie de muralla. Y Owen sabia que si entraba, no iba a poder salir hasta que aquella supuesta caza terminara. Sorprendiendose a si mismo, sus pasos fueron seguros, casi hasta entusiasmados, siguiendo a Misogi hasta adentrarse un poco más en el territorio.
Agarró la bolsa de cuero que le fue entregada, asintiendo a lo que su ¨compañero¨ le decía. Definitivamente, se habia metido en un embrollo, en uno que no tenía salida, o que al menos, esta no sería cosa fácil de conseguir. Sentía levemente las almas de algunos humanos alrededor, pero fue su olfato quien reacciono primero, pudiendo distinguir al menos, una mujer de medianada edad, y un poco más próximo a ellos, un muchacho joven. Sintió pena, penar que si no era él, de todas formas alguien o más bien, algo, tomaría y devoraría sus almas. Al menos, tenía que agradecer que, escuchando como funcionaba el sistema, tendría algo para cenar garantiado. Eso, si cumplia con su parte, claramente. Miró a Misogi a su lado, quien hablaba con aires de superioridad, estando totalmente confiado en lo que se iba a dar en un par de minutos. Seguramente no era la primera vez que participaba, Owen estaba seguro que ya llevaba su tiempo. Y nuevamente, en silencio, sintió pena por todas aquellas vidas que se habia perdido, y por todas aquellas que tendrían su final en la noche.
Un fuerte ahullido retumbo entre los árboles, desorientando momentaneamente al pelirrojo, quien sintió como sus piernas temblaron un poco. No tuvo tiempo de determinar si era por el sonido del supuesto Gran Lobo, o la adrenalina que recorría su cuerpo. Sin mirar si Misogi seguía a su lado, se internó finalmente, buscando con necesidad, casi desesperacion, a las almas más próximas. Apretaba con fuerza la bolsa de cuero, sujetada con su mano izquierda, mientras todo su cuerpo era simplemente comandado por su instinto.
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Owen
Re: Dinner Hunt. {Priv. Misogi Kumagawa}
La caza había empezado. La diversión estaba asegurada. Los platos estaban en la mesa. Avancé lentamente hacia las entrañas del bosque sin dirigirle la mirada a mi compañero pelirrojo, pues mirarlo les haría luchar, y no tenía ganas de matar a un posible aliado tan pronto. Lo único que le dije, esperando a que me escuchara, fue: - [Nos vemos luego… si es que sobrevives, claro…] -.
Con las manos en el bolsillo me adentré en el bosque. Podía sentir algunas almas bastante suculentas… algunas de kishins, otras de animales salvajes… otras de humanos. En total pude percibir a tres, aunque olía a cuatro… más una nueva alma que se unía a la fiesta con retraso, también humana. Me dirigí hacia la más nueva, tranquilamente, con las manos en los bolsillos, esperando, claro está, a las emboscadas de las bestias del bosque, las cuales creían que iba indefenso y eran un poco cortas de mente.
Solo con la provocación de emboscadas pude llevarme mis dos primeras almas. Era un experto en las emboscadas. Me habían hecho tantas que ya sabía cómo lindar con una, incluso sin armas. No necesitaba gastar fuerzas usando mis tornillos, pues hoy parecía que la cacería era sencilla. Las almas de los humanos empezaban a caer, al punto que solo podía percibir a dos almas, aunque seguía oliendo una tercera… pero hasta que no lo descubriera, el misterio era misterio.
Me dirijí directo hacia la alma humana. Suerte, era una mujer desorientada. Me acerque a ella delicadamente – [¿Oiga, se encuentra bien? ¿Está usted perdida?] – le decía con mi cara falsa de preocupación. La mujer vino a mí, casi sollozando. Esta tropezó y cayó enfrente de mí. Intentó levantarse, pero la cogí del pelo. – [¿No sabes que esto es una cacería? Aquí, o matas o… mueres] -. Al mismo tiempo que dije esa última palabra, le cogí la cabeza con las dos manos y se la giré. Muerta en un segundo. Recogí su alma y la puse en el bolso. Pude sentir la presencia de algo grande a mis espaldas. Algo que me había seguido durante todo el tiempo. – [Así que eras tu quien me seguía… ¿esperabas a que encontrara las almas robármelas?] – decía al tiempo que me giraba hacia el ente. Era un oso… no, un kishin con aspecto de oso, grande y peludo. Este afirmo sin decir nada y se abalanzó contra mí.
Me dediqué a esquivarlo continuamente. Lo empezaba a cansar hasta el punto que empezaba a hacer ataques grandes y con huecos. Fácilmente, detuve uno de sus golpes y le golpee, firmemente, en una parte de las costillas. El kishin cayó de rodillas delante de mí. Este dijo –Me dijeron que eras débil…-. Me reí. Cogí su cabeza y me puse delante de ella. – [Soy débil. Soy la persona más débil del mundo. Lo sé todo sobre la debilidad. Por eso, se dónde debo golpear en cada caso] -. Concluida mi "frase cool", le corté la cabeza con las manos desnudas. Me dolió un poco, pero continué como si nada. Ahora podía dejar las tres almas inservibles en el claro y quedarme la de humana para mí. Pero aún faltaba tiempo para la llamada, así que, nuevamente con las manos en los bolsillos, empecé a caminar a ver si encontraba algo mientras me preguntaba si le debía estar yendo bien al novato...
Con las manos en el bolsillo me adentré en el bosque. Podía sentir algunas almas bastante suculentas… algunas de kishins, otras de animales salvajes… otras de humanos. En total pude percibir a tres, aunque olía a cuatro… más una nueva alma que se unía a la fiesta con retraso, también humana. Me dirigí hacia la más nueva, tranquilamente, con las manos en los bolsillos, esperando, claro está, a las emboscadas de las bestias del bosque, las cuales creían que iba indefenso y eran un poco cortas de mente.
Solo con la provocación de emboscadas pude llevarme mis dos primeras almas. Era un experto en las emboscadas. Me habían hecho tantas que ya sabía cómo lindar con una, incluso sin armas. No necesitaba gastar fuerzas usando mis tornillos, pues hoy parecía que la cacería era sencilla. Las almas de los humanos empezaban a caer, al punto que solo podía percibir a dos almas, aunque seguía oliendo una tercera… pero hasta que no lo descubriera, el misterio era misterio.
Me dirijí directo hacia la alma humana. Suerte, era una mujer desorientada. Me acerque a ella delicadamente – [¿Oiga, se encuentra bien? ¿Está usted perdida?] – le decía con mi cara falsa de preocupación. La mujer vino a mí, casi sollozando. Esta tropezó y cayó enfrente de mí. Intentó levantarse, pero la cogí del pelo. – [¿No sabes que esto es una cacería? Aquí, o matas o… mueres] -. Al mismo tiempo que dije esa última palabra, le cogí la cabeza con las dos manos y se la giré. Muerta en un segundo. Recogí su alma y la puse en el bolso. Pude sentir la presencia de algo grande a mis espaldas. Algo que me había seguido durante todo el tiempo. – [Así que eras tu quien me seguía… ¿esperabas a que encontrara las almas robármelas?] – decía al tiempo que me giraba hacia el ente. Era un oso… no, un kishin con aspecto de oso, grande y peludo. Este afirmo sin decir nada y se abalanzó contra mí.
Me dediqué a esquivarlo continuamente. Lo empezaba a cansar hasta el punto que empezaba a hacer ataques grandes y con huecos. Fácilmente, detuve uno de sus golpes y le golpee, firmemente, en una parte de las costillas. El kishin cayó de rodillas delante de mí. Este dijo –Me dijeron que eras débil…-. Me reí. Cogí su cabeza y me puse delante de ella. – [Soy débil. Soy la persona más débil del mundo. Lo sé todo sobre la debilidad. Por eso, se dónde debo golpear en cada caso] -. Concluida mi "frase cool", le corté la cabeza con las manos desnudas. Me dolió un poco, pero continué como si nada. Ahora podía dejar las tres almas inservibles en el claro y quedarme la de humana para mí. Pero aún faltaba tiempo para la llamada, así que, nuevamente con las manos en los bolsillos, empecé a caminar a ver si encontraba algo mientras me preguntaba si le debía estar yendo bien al novato...
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Misogi Kumagawa
Re: Dinner Hunt. {Priv. Misogi Kumagawa}
Durante unos minutos, luego del aullido, el silencio reino el lugar. Ni siquiera se podían escuchar grillos o cualquier tipo de animal nocturno, y Owen estaba casi seguro, de que era porque podían percibir, que el bosque sería cubierto por sangre esa noche. O al menos, que criaturas peores que los depredadores de siempre, se paseaban entre los árboles. Claro que ellos no tenían nada que temer, después de todo, los Kishins buscaban almas humanas, no de animales. El pelirrojo pensó que era una pena, que las almas de otros seres no pudiesen alimentarlo. Aunque no disfrutaba de hacer daño a animales, pero era una ruta alternativa. Desgraciadamente, como si no fuera castigo suficiente el ser lo que era, las almas humanas eran el único alimento que podía consumir, que necesitaba para seguir… ¿Con vida? Si así se podía llamar a su estado actual.
Y de golpe, de un segundo al otro y sin previo aviso, el bosque entero pareció romperse de golpe. Las almas de los humanos, abandonaban su cuerpo con un grito ahogado, mientras se escuchaban risas y susurros extraños haciendo eco. Owen apresuro el paso, temía en pensar que sucedería con él si no llevaba las almas que debía. Y huir tampoco era una opción, porque sabía, casi con total seguridad, que lo buscarían, y si lo encontraban, tendría suerte de morir rápidamente. Era más probable que se ¨divirtieran¨ con él, a que lo dejaran ir en paz.
El sonido de un arbusto, a pocos metros de él, sacudiéndose, rompió con todo monologo interno. Si tuviese un corazón, éste latiría a gran velocidad, pensó. De entre las hojas, Owen distinguió la figura de un muchacho, joven, con sangre en su rostro, brazos y parte de su pecho. Aún desde la distancia, podía escuchar su respiración agitada, y como le latía el corazón. Pero más que nada, sentía el alma palpitar. El muchacho, confundido y asustado, claramente, no vio a Owen, si no que su vista estaba hacia su espalda, seguramente, confirmando que lo que sea que le hubiese causado esas heridas, no lo perseguía. Y al mirar al frente, lo último que sus ojos vieron, fue una roja cabellera irse contra él. La mano del pelirrojo se insertó, con gran facilidad, en el pecho del muchacho. Ignorando sus órganos y demás tejidos, extendió sus finos dedos hasta tocar débilmente, y a continuación sacar del chico, el alma del mismo. El cuerpo de la pobre victima cayo, sin moverse, sin causar un mínimo ruido, mientras Owen miraba con un extraño brillo en sus ojos, al alma en su mano. Se relamió, como si tuviese un bocadillo de lo más exquisito frente a él, pero para los de su tipo, eso es lo que era. Aún así, contra todo instinto primordial, guardó el alma en el saco de cuero, y se dispuso a continua la búsqueda.
Quizás por falta de practica en la batalla, o porque todo esto era realmente nuevo, el cazar ¨en grupo¨, sus sentidos no le advirtieron que otra criatura venía contra él, hasta que fue demasiado tarde. Un gran impacto le dio justo en las costillas, haciendo que fuera impulsado a diez metros desde donde estaba, chocando contra un par de ramas y arbustos, hasta que se detuvo, chocando contra una roca. Se levantó, un poco mareado al principio, hasta que recupero lentamente el equilibrio. A lo lejos, detecto nuevamente, que aquello que lo había golpeado, se aproximaba de nuevo a por él. No entendió que estaba sucediendo, hasta que divisó una criatura que tenía, tanto partes humanas, como rasgos de animal, gritando a todo pulmón. Estaba cubierto de sangre, pero Owen se percató de que no era de él, ni tampoco propia. Era del muchacho hace rato, y todo pareció aclararse: seguramente, aquel gigante era quien lo había lastimado así, y se había dado cuenta de que Owen había terminado con su presa. Así que el pelirrojo, ¨accidentalmente¨ había acabado con su víctima.
Owen aún estaba en sus cabales, aun pensaba claramente, cosa que su adversario claramente no podía hacer. Sin pensarlo dos veces, el muchacho comenzó a correr, a huir de esa cosa que venía a por él. No quería pelear, no innecesariamente, y comenzaba a maldecirse internamente por no haber rechazado la invitación de Misogi en primer lugar. SI tan solo habían pasado 15 minutos, aproximadamente, desde el ¨inicio¨ de todo, el pelirrojo sabía que solo podía esperar que las cosas, no mejoraran demasiado.
Y de golpe, de un segundo al otro y sin previo aviso, el bosque entero pareció romperse de golpe. Las almas de los humanos, abandonaban su cuerpo con un grito ahogado, mientras se escuchaban risas y susurros extraños haciendo eco. Owen apresuro el paso, temía en pensar que sucedería con él si no llevaba las almas que debía. Y huir tampoco era una opción, porque sabía, casi con total seguridad, que lo buscarían, y si lo encontraban, tendría suerte de morir rápidamente. Era más probable que se ¨divirtieran¨ con él, a que lo dejaran ir en paz.
El sonido de un arbusto, a pocos metros de él, sacudiéndose, rompió con todo monologo interno. Si tuviese un corazón, éste latiría a gran velocidad, pensó. De entre las hojas, Owen distinguió la figura de un muchacho, joven, con sangre en su rostro, brazos y parte de su pecho. Aún desde la distancia, podía escuchar su respiración agitada, y como le latía el corazón. Pero más que nada, sentía el alma palpitar. El muchacho, confundido y asustado, claramente, no vio a Owen, si no que su vista estaba hacia su espalda, seguramente, confirmando que lo que sea que le hubiese causado esas heridas, no lo perseguía. Y al mirar al frente, lo último que sus ojos vieron, fue una roja cabellera irse contra él. La mano del pelirrojo se insertó, con gran facilidad, en el pecho del muchacho. Ignorando sus órganos y demás tejidos, extendió sus finos dedos hasta tocar débilmente, y a continuación sacar del chico, el alma del mismo. El cuerpo de la pobre victima cayo, sin moverse, sin causar un mínimo ruido, mientras Owen miraba con un extraño brillo en sus ojos, al alma en su mano. Se relamió, como si tuviese un bocadillo de lo más exquisito frente a él, pero para los de su tipo, eso es lo que era. Aún así, contra todo instinto primordial, guardó el alma en el saco de cuero, y se dispuso a continua la búsqueda.
Quizás por falta de practica en la batalla, o porque todo esto era realmente nuevo, el cazar ¨en grupo¨, sus sentidos no le advirtieron que otra criatura venía contra él, hasta que fue demasiado tarde. Un gran impacto le dio justo en las costillas, haciendo que fuera impulsado a diez metros desde donde estaba, chocando contra un par de ramas y arbustos, hasta que se detuvo, chocando contra una roca. Se levantó, un poco mareado al principio, hasta que recupero lentamente el equilibrio. A lo lejos, detecto nuevamente, que aquello que lo había golpeado, se aproximaba de nuevo a por él. No entendió que estaba sucediendo, hasta que divisó una criatura que tenía, tanto partes humanas, como rasgos de animal, gritando a todo pulmón. Estaba cubierto de sangre, pero Owen se percató de que no era de él, ni tampoco propia. Era del muchacho hace rato, y todo pareció aclararse: seguramente, aquel gigante era quien lo había lastimado así, y se había dado cuenta de que Owen había terminado con su presa. Así que el pelirrojo, ¨accidentalmente¨ había acabado con su víctima.
Owen aún estaba en sus cabales, aun pensaba claramente, cosa que su adversario claramente no podía hacer. Sin pensarlo dos veces, el muchacho comenzó a correr, a huir de esa cosa que venía a por él. No quería pelear, no innecesariamente, y comenzaba a maldecirse internamente por no haber rechazado la invitación de Misogi en primer lugar. SI tan solo habían pasado 15 minutos, aproximadamente, desde el ¨inicio¨ de todo, el pelirrojo sabía que solo podía esperar que las cosas, no mejoraran demasiado.
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Owen
Re: Dinner Hunt. {Priv. Misogi Kumagawa}
Empezaba a aburrirme. Desde el kishin que se creía mejor que yo, prácticamente no había cruzado miradas con nadie. Parecían distanciarse de mi… incluso encontré una especie de conejo, el cual visualicé su combate con otra criatura de estas, que, tras derrotar a su víctima, solo alzó la cabeza. Se quedó quieto, sin mirarme, sin girarse, y marcho corriendo en dirección opuesta. – [Tsk, menudos cobardes… y mira que yo soy de los débiles…] – iba soltando entre suspiros mientras seguía dando vueltas por la inmensidad del bosque con las manos en los bolsillos y con actitud despreocupada… actitud fingida, claro está, pero no dejaba de hacer mi papel de despreocupado realista… después de todo, era lo mejor que se me daba.
Tras ya un buen rato de paseo tranquilo, un grito ahogado alertó mis sentidos. Estaba cerca, así que fui corriendo a por ese grito. Estaba cansado de esperar, así que decidí ir a por el vencedor, provocador del grito de, seguramente, su presa. Y ni tan mal. Un kishin, de aspecto un tanto deformado, parecía estar exhausto ante una especie de jabalí enorme. El jabalí no se movía, con lo cual deduje que el kishin había sido vencedor de la batalla. Aunque este parecía estar destrozado: tenía dos grande heridas en la espalda, y un buen corte en el brazo. Para evitar que no huyera, fui corriendo a por su cabeza, la cual giré hacia la mía, provocando que nuestras miradas se cruzaran, seguidas de un golpe en la cabeza por mi parte. El kishin retrocedió dolorido, intentando mantener el equilibrio. Yo, por mi banda, solo me quedé mirándole, quieto, con una sonrisa de satisfacción. – [Miradas entrecruzadas. No hay escapatoria pasible… ¡diviérteme o muere!] -.
Cuando el kishin recobró el equilibrio, este me miró horrorizado. Quiso correr, pero empezó a dudar. Temblaba. Miraba hacia todas las direcciones, sin ningún sentido ni razón. Hasta que mi rodilla apareció delante de su cara, este no había prestado atención alguna al combate. – [Creí que sabías las normas… ¿es que no sabes que esta estrategia es de las más comunes de la cacería?] – decía con una sonrisa, mientras me acercaba lentamente al contrario. Este se abalanzó contra mí, desesperado ante la situación. Con solo mover la cabeza un poco a la derecha, el ataque fue esquivado, y mi brazo penetro fuertemente en su abdomen. Traspasar su cuerpo fue fácil, pues golpee justo en uno de los puntos donde tenía una herida en el otro lado, lo que facilito la salida de mi brazo de su cuerpo.
El alma del kishin descendió al suelo lentamente. La cogí, igual que todas las almas que había recolectado él. Eran pésimas, pero me servirían para venderlas en algún lugar seguro. Y así, con todo el brazo derecho rojizo por la sangre de mi anterior presa, volví a emprender mi marcha. – [Y así, con un total de ocho almas en su bolsillo, una de ellas humana, nuestro perdedor favorito sigue con su camino, a la espera del próximo aullido, que marcara el final de la primera fase, y abrirá paso a la segunda, en esta cacería nocturna…] – decía como si fuera uno de esos comentaristas de las series de dibujos. – [Maldición…y ahora, a esperar más… como le ira a el novato pelirrojo ese… Ñeh, con un poco de suerte me encontraré con su alma en el claro…] -. Y así, hablando conmigo mismo, seguí paseándome, despreocupadamente alerta, por la inmensidad del bosque.
Tras ya un buen rato de paseo tranquilo, un grito ahogado alertó mis sentidos. Estaba cerca, así que fui corriendo a por ese grito. Estaba cansado de esperar, así que decidí ir a por el vencedor, provocador del grito de, seguramente, su presa. Y ni tan mal. Un kishin, de aspecto un tanto deformado, parecía estar exhausto ante una especie de jabalí enorme. El jabalí no se movía, con lo cual deduje que el kishin había sido vencedor de la batalla. Aunque este parecía estar destrozado: tenía dos grande heridas en la espalda, y un buen corte en el brazo. Para evitar que no huyera, fui corriendo a por su cabeza, la cual giré hacia la mía, provocando que nuestras miradas se cruzaran, seguidas de un golpe en la cabeza por mi parte. El kishin retrocedió dolorido, intentando mantener el equilibrio. Yo, por mi banda, solo me quedé mirándole, quieto, con una sonrisa de satisfacción. – [Miradas entrecruzadas. No hay escapatoria pasible… ¡diviérteme o muere!] -.
Cuando el kishin recobró el equilibrio, este me miró horrorizado. Quiso correr, pero empezó a dudar. Temblaba. Miraba hacia todas las direcciones, sin ningún sentido ni razón. Hasta que mi rodilla apareció delante de su cara, este no había prestado atención alguna al combate. – [Creí que sabías las normas… ¿es que no sabes que esta estrategia es de las más comunes de la cacería?] – decía con una sonrisa, mientras me acercaba lentamente al contrario. Este se abalanzó contra mí, desesperado ante la situación. Con solo mover la cabeza un poco a la derecha, el ataque fue esquivado, y mi brazo penetro fuertemente en su abdomen. Traspasar su cuerpo fue fácil, pues golpee justo en uno de los puntos donde tenía una herida en el otro lado, lo que facilito la salida de mi brazo de su cuerpo.
El alma del kishin descendió al suelo lentamente. La cogí, igual que todas las almas que había recolectado él. Eran pésimas, pero me servirían para venderlas en algún lugar seguro. Y así, con todo el brazo derecho rojizo por la sangre de mi anterior presa, volví a emprender mi marcha. – [Y así, con un total de ocho almas en su bolsillo, una de ellas humana, nuestro perdedor favorito sigue con su camino, a la espera del próximo aullido, que marcara el final de la primera fase, y abrirá paso a la segunda, en esta cacería nocturna…] – decía como si fuera uno de esos comentaristas de las series de dibujos. – [Maldición…y ahora, a esperar más… como le ira a el novato pelirrojo ese… Ñeh, con un poco de suerte me encontraré con su alma en el claro…] -. Y así, hablando conmigo mismo, seguí paseándome, despreocupadamente alerta, por la inmensidad del bosque.
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Misogi Kumagawa
Re: Dinner Hunt. {Priv. Misogi Kumagawa}
Podía percibir las almas dominadas por la locura alrededor de todo el boque, y las estaba evitando. Según las reglas, el pelirrojo debía de haber tenido una pelea contra el Kishin del que robo el alma, pero el muchacho había simplemente huido. No le gustaban los enfrentamientos, y en realidad, dudaba muchísimo de sus habilidades en combate. Aún le faltaban al menos dos almas más, para que no se devoraran la suya, eso si es que llegaba a sobrevivir a la noche. Pensó en ubicar almas humanas que un quedaran sueltas, es decir, personas con vida con la suerte suficiente para que no fuesen cazados aún. Concentrándose levemente, la despacio llegó a él. No quedaba ni una sola alma humana suelta en el boque, todas se encontraban ya desprendida de sus cuerpos, siendo cargadas por criaturas que merodeaban en el bosque. Eso quería decir, que solo le quedaba pelear con otros Kishins para su propia supervivencia. Se arrepintió de dudar al comienzo, de mantenerse en la raya y no acercarse a ninguno de los perdidos en el bosque. Porque de haber conseguido al principio las almas, ahora solo quedaría esconderse y esperar hasta el aullido del Gran Lobo.
Miró de reojo el alma en la bolsa de cuero. Ahora, era como su posesión más preciada, debía cuidar de no perder aquello al mismo tiempo que recolectaba otras. Suspiró, al mismo tiempo que maldecía a Misogi, por ofrecerle ir al bosque, y a si mismo por aceptar. De todas forma, no le sobraba el tiempo como para seguir arrepintiéndose de sus decisiones, ya que al parecer, el Kishin ensangrentado de hace rato, le había seguido el rastro, apareciendo detrás de unos arbustos. Owen se preguntó si de verdad, sus habilidades eran tan malas como él creía, ya que no había percibido hasta ese momento, el olor de la sangre que lo cubría. Y como si no fuese poco, el pelirrojo lo miró a los ojos, sin darse cuenta de que había iniciado oficialmente un combate. La otra criatura sonrió, como si el simple hecho de tomar venganza fuera suficiente, corriendo hacia Owen. — Ah, mierda. —Murmuró, mientras esquivaba sin mucho éxito a su contrincante. Éste hablaba en voz baja, diciendo palabra o silabas que el pelirrojo no podía entender, o bueno, quizás eran simples gruñidos, no le sorprendería si era así. No tenía sentido huir, parecía que no iba a salirse de la situación fácilmente, y solo le quedaba enfrentarlo. Para su sorpresa, no tenía miedo. Tenía el ceño fruncido, y más que asustado, estaba molesto. Porque pensaba que aquel Kishin era como tener un picazón constante, o más bien, como un mosquito que no deja conciliar el sueño. Y quería aplastarlo, quería que lo dejase de molestar, que lo dejara en paz.
— Bueno, de todas formas aún necesito almas. —Como si eso fuera razón suficiente, que en este caso lo era. Observo a su contrincante, que parecía querer atropellarlo de nuevo: Era alto, al menos medio metro más que Owen, con una espalda ancha y brazos bien formados. Pero sus piernas eran lo contrario, flacuchas que parecía temblar. El pelirrojo sabía que en fuerza bruta, no podía ganar, pero por suerte, aquel Kishin se veía cansado, agotado, seguramente no era su primera pelea en la noche. Y podía usar eso en su contra. Mientras venía hacia él, Owen se quedó completamente quieto, y segundos antes de que lo impactara, se agacho para agarrarlo de sus piernas, y usando su fuerza en contra, hacerlo tropezar. Éste, se levantó tambaleándose, con una de sus piernas doblada de una forma grotesca, parecía no poder caminar con equilibrio. Sin dudarlo, Owen corrió hacía él, golpeándolo en la cara con toda la fuerza que tenía, para que cayera hacia atrás, y finalmente, diera contra una piedra, quedando totalmente fuera de combate. Se aproximó, con cuidado, pero una vez confirmando que no se levantaría, sin un poco de delicadeza, tomó su alma. Mientras lo hacía, descubrió que el Kishin tenía la misma bolsa de cuero que él, enganchada en una especie de cinturón en su abdomen. Para su sorpresa, dentro había un alma, una pequeña, que podía pasar desapercibida fácilmente. Seguramente perteneció a un niño, y por primera vez en la noche, Owen sintió lastima por aquella víctima.
Se paró, dejando el cadáver de su oponente en el suelo, y dando la vuelta, para alejarse lo más rápido posible. Ya tenía las almas que necesitaba, no tenía porque busca más pelea. Deseo que la velada terminara rápido, realmente quería irse de ese lugar.
Miró de reojo el alma en la bolsa de cuero. Ahora, era como su posesión más preciada, debía cuidar de no perder aquello al mismo tiempo que recolectaba otras. Suspiró, al mismo tiempo que maldecía a Misogi, por ofrecerle ir al bosque, y a si mismo por aceptar. De todas forma, no le sobraba el tiempo como para seguir arrepintiéndose de sus decisiones, ya que al parecer, el Kishin ensangrentado de hace rato, le había seguido el rastro, apareciendo detrás de unos arbustos. Owen se preguntó si de verdad, sus habilidades eran tan malas como él creía, ya que no había percibido hasta ese momento, el olor de la sangre que lo cubría. Y como si no fuese poco, el pelirrojo lo miró a los ojos, sin darse cuenta de que había iniciado oficialmente un combate. La otra criatura sonrió, como si el simple hecho de tomar venganza fuera suficiente, corriendo hacia Owen. — Ah, mierda. —Murmuró, mientras esquivaba sin mucho éxito a su contrincante. Éste hablaba en voz baja, diciendo palabra o silabas que el pelirrojo no podía entender, o bueno, quizás eran simples gruñidos, no le sorprendería si era así. No tenía sentido huir, parecía que no iba a salirse de la situación fácilmente, y solo le quedaba enfrentarlo. Para su sorpresa, no tenía miedo. Tenía el ceño fruncido, y más que asustado, estaba molesto. Porque pensaba que aquel Kishin era como tener un picazón constante, o más bien, como un mosquito que no deja conciliar el sueño. Y quería aplastarlo, quería que lo dejase de molestar, que lo dejara en paz.
— Bueno, de todas formas aún necesito almas. —Como si eso fuera razón suficiente, que en este caso lo era. Observo a su contrincante, que parecía querer atropellarlo de nuevo: Era alto, al menos medio metro más que Owen, con una espalda ancha y brazos bien formados. Pero sus piernas eran lo contrario, flacuchas que parecía temblar. El pelirrojo sabía que en fuerza bruta, no podía ganar, pero por suerte, aquel Kishin se veía cansado, agotado, seguramente no era su primera pelea en la noche. Y podía usar eso en su contra. Mientras venía hacia él, Owen se quedó completamente quieto, y segundos antes de que lo impactara, se agacho para agarrarlo de sus piernas, y usando su fuerza en contra, hacerlo tropezar. Éste, se levantó tambaleándose, con una de sus piernas doblada de una forma grotesca, parecía no poder caminar con equilibrio. Sin dudarlo, Owen corrió hacía él, golpeándolo en la cara con toda la fuerza que tenía, para que cayera hacia atrás, y finalmente, diera contra una piedra, quedando totalmente fuera de combate. Se aproximó, con cuidado, pero una vez confirmando que no se levantaría, sin un poco de delicadeza, tomó su alma. Mientras lo hacía, descubrió que el Kishin tenía la misma bolsa de cuero que él, enganchada en una especie de cinturón en su abdomen. Para su sorpresa, dentro había un alma, una pequeña, que podía pasar desapercibida fácilmente. Seguramente perteneció a un niño, y por primera vez en la noche, Owen sintió lastima por aquella víctima.
Se paró, dejando el cadáver de su oponente en el suelo, y dando la vuelta, para alejarse lo más rápido posible. Ya tenía las almas que necesitaba, no tenía porque busca más pelea. Deseo que la velada terminara rápido, realmente quería irse de ese lugar.
- Spoiler:
- Si quieres, puedes terminar esta parte, es decir, que se escuche el segundo ahullido, ya que me parece que no hay mucho para hacer xD
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Owen
Re: Dinner Hunt. {Priv. Misogi Kumagawa}
La cacería se me estaba haciendo bastante larga… y eso que solo nos encontrábamos en la primera fase de todas. Claro está que, en esta primera ronda, no solía haber tanta acción ni diversión como en las otras, pero siempre has de hacer un sacrificio para ganar diversión.
La luna ya casi estaba en lo más alto del cielo, hecho que parecía marcar ya el final de la primera fase. Pero esta aún se alargó durante unos diez minutos. Al pasar ese periodo de tiempo, el segundo aullido retumbó por todo el bosque. La primera fase había, por fin, concluido. – [Y así, con este segundo aullido, nuestro perdedor se dirige al claro del bosque, marcado por los búhos guías y la ferocidad del Gran Lobo, cuya presencia marca el lugar…] -. Simplemente, decir eso en voz alta me hacía sentir como un personaje de manga, así que siempre me llenaba de determinación decirlo, por mucho que luego lo perdiera todo, como de costumbre.
Al cabo de un rato llegué al claro. Había unos cuantos kishins y otras bestias varias… pero solo había unas cinco aparte de mí, entre ellos el raro conejito que había visto antes, el cual huyó de mí. Parecía que aún faltaba bastante gente, así que me fui paseando por el claro, analizando rutas de escape para la siguiente ronda, mientras los demás concursantes llegaban.
Cuando finalmente todos llegaron, fui a buscar al pelirrojo, el cual me había parecido ver perdido también por el claro. Me acerque por detrás, para darle una pequeña sorpresa… aunque de seguro ya me había visto. Con una sonrisa y poniéndole mi mano en su hombro, le dije alegremente: – [Así que sigues vivo… felicidades, entonces, por pasar de la primera fase y así alargar un poco más tú tiempo de vida…] –. Le di unas palmaditas en la espalda y me alejé. Aun quería buscar trampas para engañar a los perseguidores en esa segunda ronda, pero no tuve demasiado tiempo. El viejo Gran Lobo apareció, en unas rocas salientes, que elevaban su posición en el claro. Todo el mundo calló. El silencio reinaba ahora en el claro. Todos sabíamos lo que venía ahora, así que me acerqué de nuevo al novato pelirrojo y le susurre un simple – [Tú haz lo mismo que yo…] -. Seguidamente, me fui hacia el centro del claro y deposité tres almas de kishin, todas muy relevantes e inútiles para mí. – [Deja las más relevantes] – de dije aun susurrando. Esperé a que dejara las almas y le guie hacia el sitio de donde debíamos salir. Por el camino, le pregunté una de las preguntas que siempre se les hacía a los novatos que llegaban hasta esa parte, pues no todos los novatos pasaban de ronda usualmente. – [Y bien… ¿con cuantas almas te has quedado?] -.
Nos colocamos todos en círculo, a unos 20 metros de las almas. A mi lado izquierdo tenía el pelirrojo, mientras que a mi derecha tenía el conejo cobarde de antes. Ya tenía pensada una estrategia: llevarme al conejo cobarde por delante, usarlo como escudo, coger cuantas más almas mejor, o las cuatro reglamentarias, y correr hacia el lado opuesto al que me encontraba, donde había vislumbrado un pequeño saliente donde uno podía esconderse bien. Miré la montañita de almas. Entre ellas, vislumbré algunas buenas piezas… unas tres almas de un tono amarillento y una de uno más verdoso. Con un leve golpecito le indiqué al pelirrojo que fuera a por la verdosa, y le dije que tuviera cuidado. – [Tú sígueme. Recuerda que pueden atacarte mientras corres, así que estate alerta…] – dije mirando también de reojo al conejito de mi derecha.
El silencio era extremo. Parecía que el bosque estaba deshabitado. Todos nos mirábamos entre todos. El viejo Gran Lobo cogió aliento. La segunda fase estaba a punto de empezar…
La luna ya casi estaba en lo más alto del cielo, hecho que parecía marcar ya el final de la primera fase. Pero esta aún se alargó durante unos diez minutos. Al pasar ese periodo de tiempo, el segundo aullido retumbó por todo el bosque. La primera fase había, por fin, concluido. – [Y así, con este segundo aullido, nuestro perdedor se dirige al claro del bosque, marcado por los búhos guías y la ferocidad del Gran Lobo, cuya presencia marca el lugar…] -. Simplemente, decir eso en voz alta me hacía sentir como un personaje de manga, así que siempre me llenaba de determinación decirlo, por mucho que luego lo perdiera todo, como de costumbre.
Al cabo de un rato llegué al claro. Había unos cuantos kishins y otras bestias varias… pero solo había unas cinco aparte de mí, entre ellos el raro conejito que había visto antes, el cual huyó de mí. Parecía que aún faltaba bastante gente, así que me fui paseando por el claro, analizando rutas de escape para la siguiente ronda, mientras los demás concursantes llegaban.
Cuando finalmente todos llegaron, fui a buscar al pelirrojo, el cual me había parecido ver perdido también por el claro. Me acerque por detrás, para darle una pequeña sorpresa… aunque de seguro ya me había visto. Con una sonrisa y poniéndole mi mano en su hombro, le dije alegremente: – [Así que sigues vivo… felicidades, entonces, por pasar de la primera fase y así alargar un poco más tú tiempo de vida…] –. Le di unas palmaditas en la espalda y me alejé. Aun quería buscar trampas para engañar a los perseguidores en esa segunda ronda, pero no tuve demasiado tiempo. El viejo Gran Lobo apareció, en unas rocas salientes, que elevaban su posición en el claro. Todo el mundo calló. El silencio reinaba ahora en el claro. Todos sabíamos lo que venía ahora, así que me acerqué de nuevo al novato pelirrojo y le susurre un simple – [Tú haz lo mismo que yo…] -. Seguidamente, me fui hacia el centro del claro y deposité tres almas de kishin, todas muy relevantes e inútiles para mí. – [Deja las más relevantes] – de dije aun susurrando. Esperé a que dejara las almas y le guie hacia el sitio de donde debíamos salir. Por el camino, le pregunté una de las preguntas que siempre se les hacía a los novatos que llegaban hasta esa parte, pues no todos los novatos pasaban de ronda usualmente. – [Y bien… ¿con cuantas almas te has quedado?] -.
Nos colocamos todos en círculo, a unos 20 metros de las almas. A mi lado izquierdo tenía el pelirrojo, mientras que a mi derecha tenía el conejo cobarde de antes. Ya tenía pensada una estrategia: llevarme al conejo cobarde por delante, usarlo como escudo, coger cuantas más almas mejor, o las cuatro reglamentarias, y correr hacia el lado opuesto al que me encontraba, donde había vislumbrado un pequeño saliente donde uno podía esconderse bien. Miré la montañita de almas. Entre ellas, vislumbré algunas buenas piezas… unas tres almas de un tono amarillento y una de uno más verdoso. Con un leve golpecito le indiqué al pelirrojo que fuera a por la verdosa, y le dije que tuviera cuidado. – [Tú sígueme. Recuerda que pueden atacarte mientras corres, así que estate alerta…] – dije mirando también de reojo al conejito de mi derecha.
El silencio era extremo. Parecía que el bosque estaba deshabitado. Todos nos mirábamos entre todos. El viejo Gran Lobo cogió aliento. La segunda fase estaba a punto de empezar…
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Misogi Kumagawa
Re: Dinner Hunt. {Priv. Misogi Kumagawa}
El sonido de un aullido corto toda acción en el bosque. Owen se paralizo unos segundos, percibiendo los cambios a su alrededor; ya no había luchas, ni gritos de extrañas criaturas, pero el cambio más significativo, era la reducción considerable de almas que habían estado en el bosque al comienzo de todo. Definitivamente, las criaturas, y hasta el mismo, se habían dejado llevar. ¿Había luchado y demás, solo para sobrevivir? ¿O le había encontrado el verdadero gusto? Reconocía el hecho de que no había sido fácil, pero que, de alguna u otra forma, improvisando, había logrado conseguir lo que necesitaba. Pensaba que aquel sistema de cacería era un tanto macabro, pero no negaba que había sacado provecho de él.
Llegado al claro, Owen pudo divisar al resto de los participantes, o al menos los que quedaban en pie. Entre ellos, estaba aquel azabache quien había sido el comienzo de todo, pero el pelirrojo no sentía muchas ganas de acercarse. Por una parte, pensaba que todo era culpa de Misogi, invitarlo a un lugar como ese, a buscar la cena, cuando estaba seguro de que el mismo podría haber encontrado algo mejor por sí solo. Pero, por otro lado, no lo había obligado a asistir. Había sido él mismo quien acepto las condiciones y se pegó a la manera en la que tenía que hacerlo. Desde que había comenzado todo, había estado solo, nadie le había dicho que le quitase la vida a otro ser. De momento, solo quería enfocarse en que todo terminara, en poder salir de allí con vida.
Misogi se acercó, felicitándolo por no morir en el intento de tener una cena decente. Owen no contestó, no tenía humor para hacerlo. Pero, finalmente, siguió las instrucciones que le fueron dadas, él seguía siendo un novato en esto, lo quisiera o no, y aunque no lo aceptara, le venía bien que alguien le indicara que estaba sucediendo. Dejó las tres almas en el centro de todo, deslizándose tras el azabache, como una sombra. –Solo conseguí tres. Después de todo, no es como si necesitara más. –Respondió. Ese era el mínimo requerido, para poder salir de aquel lugar. Aunque, no es como si todo terminara.
Se encontraba a 20m de las almas, apiladas una encima de la otra, centelleando levemente. A su derecha, Misogi. Y en la izquierda, una criatura parecida a un lagarto, no mucho más alto que el mismo. El azabache le indico, con una pequeña seña, que fuera a por la verde apenas fuera el momento. Owen pensaba que, para esta altura, se habrá rendido. Era capaz de huir y dejar las almas, porque estaba más interesado en su propia supervivencia. Pero… realmente se veían deliciosas, y tenía una buena oportunidad si seguía a Misogi a través de todo. Decidió hacerlo, tenía la confianza para eso. Nuevamente, el bosque se llenó de un silencio pesado, y cargado de tensión en el aire. Nadie daba un paso en falso, y la vista de la mayoría estaban enfocados en la recompensa en medio de todo. Contrajo sus puños un momento, tratando de relajarse, pero era inútil.
Al momento que el aullido se hizo presente, todo se desato nuevamente.
Llegado al claro, Owen pudo divisar al resto de los participantes, o al menos los que quedaban en pie. Entre ellos, estaba aquel azabache quien había sido el comienzo de todo, pero el pelirrojo no sentía muchas ganas de acercarse. Por una parte, pensaba que todo era culpa de Misogi, invitarlo a un lugar como ese, a buscar la cena, cuando estaba seguro de que el mismo podría haber encontrado algo mejor por sí solo. Pero, por otro lado, no lo había obligado a asistir. Había sido él mismo quien acepto las condiciones y se pegó a la manera en la que tenía que hacerlo. Desde que había comenzado todo, había estado solo, nadie le había dicho que le quitase la vida a otro ser. De momento, solo quería enfocarse en que todo terminara, en poder salir de allí con vida.
Misogi se acercó, felicitándolo por no morir en el intento de tener una cena decente. Owen no contestó, no tenía humor para hacerlo. Pero, finalmente, siguió las instrucciones que le fueron dadas, él seguía siendo un novato en esto, lo quisiera o no, y aunque no lo aceptara, le venía bien que alguien le indicara que estaba sucediendo. Dejó las tres almas en el centro de todo, deslizándose tras el azabache, como una sombra. –Solo conseguí tres. Después de todo, no es como si necesitara más. –Respondió. Ese era el mínimo requerido, para poder salir de aquel lugar. Aunque, no es como si todo terminara.
Se encontraba a 20m de las almas, apiladas una encima de la otra, centelleando levemente. A su derecha, Misogi. Y en la izquierda, una criatura parecida a un lagarto, no mucho más alto que el mismo. El azabache le indico, con una pequeña seña, que fuera a por la verde apenas fuera el momento. Owen pensaba que, para esta altura, se habrá rendido. Era capaz de huir y dejar las almas, porque estaba más interesado en su propia supervivencia. Pero… realmente se veían deliciosas, y tenía una buena oportunidad si seguía a Misogi a través de todo. Decidió hacerlo, tenía la confianza para eso. Nuevamente, el bosque se llenó de un silencio pesado, y cargado de tensión en el aire. Nadie daba un paso en falso, y la vista de la mayoría estaban enfocados en la recompensa en medio de todo. Contrajo sus puños un momento, tratando de relajarse, pero era inútil.
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Owen
Re: Dinner Hunt. {Priv. Misogi Kumagawa}
Y aulló. El viejo Gran Lobo había dado inicio a la fase final de la cacería. Una sonrisa sádica se mostraba en mi cara, podía sentirlo, podía notarla, al igual que otras criaturas. Claramente, yo no era el único que estaba excitado por ese momento… bueno, excitado en plan “sexual”, no soy un masoquista, pero si podía sentir la adrenalina correr por mis venas.
Como ya había estado meditando antes, mi primer movimiento fue llevarme por delante al conejo cobarde que tenía al lado. Pude penetrar, con leves complicaciones, la espalda del bicho y le cogí el alma fuertemente. A partir de allí, corrí hacia el pelirrojo y use al conejo como escudo de ataques hacia ambos. Cuando me aseguré de que el novato cogió el alma verde, le cogí la bolsita al conejo y lo lancé hacia otro oponente. – [¡No te despistes, coge tres más y corre hacia mi derecha!] – decía con una alegre sonrisa mientras me lanzaba contra una de las criaturas, la cual estaba cayendo por culpa de mi lanzamiento de conejo. Una vez estuve encima de esta, le rompí el cuello y le robé sus almas, aparte de la suya propia.
Me giré hacia donde le había indicado al pelirrojo. Tuve que moverme rápido, pues ya habían tres criaturas más abalanzándose sobre mí. Con suerte, pude coger el cuerpo muerto de la criatura la cual había roto el cuello y pude girarla, protegiéndome de la emboscada rival. Salí a gran velocidad hacia donde estaba el pelirrojo, aunque no sin antes robarles las bolsas a dos de las tres criaturas. Y corrí.
Me adentré al bosque, intentando buscar a Owen por entre la maleza del bosque. Esperaba que no fuera difícil, pues una cabellera roja no es que pasase muy desapercibida por el bosque. Fui aflojando el ritmo a medida que me alejaba del claro, siempre estando alerta a mis espaldas y a los lados. Con suerte, encontré el saliente que antes había podido vislumbrar. Me senté allí i empecé a contar las almas obtenidas. – [A ver… tengo cinco de antes, más las dos de los kishins y…] -. Me callé. Miré las bolsas detenidamente. Literalmente, basura. – [Solo hay dos almas… ¡y son pésimas! Ñeh, en fin, ya tengo nueve…] -. Guardé las almas en un único bolsillo y me las metí en un bolsillo oculto en mi uniforme. Me levanté. Había una cosa que quería hacer antes de dejar el bosque… al menos, quería obtener una de las almas amarilladas.
Recordaba haber visto a dos de los kishins que habían cogido las almas, pero solo a dos de los tres. Y tenía que apresurarme. Si se terminaba la cacería, esas almas ya no las podría volver a ver, posiblemente, nunca más. – [Objetivo: la zorra… vale, eso no ha quedado bien… la zorro, que queda menos mal] -. Me adentré hacia el bosque, a gran velocidad. Con un poco de suerte, podía encontrarme con el novato y pedirle ayuda… bueno, obligarle a ayudar. Ya había estado demasiado libre durante toda la noche, así que debía ponerle más las pilas. – [Cuidado Owen… te voy a encontrar, y me vas a ayudar tanto si quieres como no… y lo camuflaré llamándolo “intereses”] -. Sonreí. La adrenalina seguía fluyendo, aun, en esa noche de sangre.
Como ya había estado meditando antes, mi primer movimiento fue llevarme por delante al conejo cobarde que tenía al lado. Pude penetrar, con leves complicaciones, la espalda del bicho y le cogí el alma fuertemente. A partir de allí, corrí hacia el pelirrojo y use al conejo como escudo de ataques hacia ambos. Cuando me aseguré de que el novato cogió el alma verde, le cogí la bolsita al conejo y lo lancé hacia otro oponente. – [¡No te despistes, coge tres más y corre hacia mi derecha!] – decía con una alegre sonrisa mientras me lanzaba contra una de las criaturas, la cual estaba cayendo por culpa de mi lanzamiento de conejo. Una vez estuve encima de esta, le rompí el cuello y le robé sus almas, aparte de la suya propia.
Me giré hacia donde le había indicado al pelirrojo. Tuve que moverme rápido, pues ya habían tres criaturas más abalanzándose sobre mí. Con suerte, pude coger el cuerpo muerto de la criatura la cual había roto el cuello y pude girarla, protegiéndome de la emboscada rival. Salí a gran velocidad hacia donde estaba el pelirrojo, aunque no sin antes robarles las bolsas a dos de las tres criaturas. Y corrí.
Me adentré al bosque, intentando buscar a Owen por entre la maleza del bosque. Esperaba que no fuera difícil, pues una cabellera roja no es que pasase muy desapercibida por el bosque. Fui aflojando el ritmo a medida que me alejaba del claro, siempre estando alerta a mis espaldas y a los lados. Con suerte, encontré el saliente que antes había podido vislumbrar. Me senté allí i empecé a contar las almas obtenidas. – [A ver… tengo cinco de antes, más las dos de los kishins y…] -. Me callé. Miré las bolsas detenidamente. Literalmente, basura. – [Solo hay dos almas… ¡y son pésimas! Ñeh, en fin, ya tengo nueve…] -. Guardé las almas en un único bolsillo y me las metí en un bolsillo oculto en mi uniforme. Me levanté. Había una cosa que quería hacer antes de dejar el bosque… al menos, quería obtener una de las almas amarilladas.
Recordaba haber visto a dos de los kishins que habían cogido las almas, pero solo a dos de los tres. Y tenía que apresurarme. Si se terminaba la cacería, esas almas ya no las podría volver a ver, posiblemente, nunca más. – [Objetivo: la zorra… vale, eso no ha quedado bien… la zorro, que queda menos mal] -. Me adentré hacia el bosque, a gran velocidad. Con un poco de suerte, podía encontrarme con el novato y pedirle ayuda… bueno, obligarle a ayudar. Ya había estado demasiado libre durante toda la noche, así que debía ponerle más las pilas. – [Cuidado Owen… te voy a encontrar, y me vas a ayudar tanto si quieres como no… y lo camuflaré llamándolo “intereses”] -. Sonreí. La adrenalina seguía fluyendo, aun, en esa noche de sangre.
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