Just resting my eyes [Priv. Rugi]

El dorado de sus ojos no le ayudaba para nada en aquel momento, el brillante color de los orbes simplemente lograba resaltar aun más las oscuras bolsas bajo sus ojos que se mostraban ahí gracias a la falta de sueño del pelinegro, haciendo realmente notorio que el joven estaba agotado, sin mencionar que también bostezaba constantemente. No habia pegado ojo la noche anterior, lo que más le molestaba era que ni siquiera habia sido por ocio o perder el tiempo en internet o algún libro, no, la llave del baño habia colapsado, sin motivo o razón aparente, el agua habia empezado a salir a chorros y no habia poder humano que le parase, claro que eso no evito que el nipon lo intentara (Aunque tampoco tenia demasiadas opciones), al final logro detener improvisadamente la fuga cuando ya no tenia suficiente tiempo para dormir, si es que quería llegar con ropa seca al trabajo... Y ahí estaba, cada hora que pasaba era un peso muerto sobre él, los ojos se le cerraban solos y no paraba de bostezar.

El desastre ocurrió cuando ya la luz del sol no pasaba por las ventanas del local, la falta de sueño se reflejo en una deficiencia notable en sus reflejos y de una forma u otra termino tirando un par de bebidas obre un cliente, un cliente que (Con obvias razones) Explotó en cólera, el dueño logro calmarle con unas cuantas cosas gratis de la carta y retiro a Kuroto hacia la cocina. Recibió un fuerte sermón sobre su "Pobre despeño de aquel día" y una buena advertencia, a palabras del hombre "De que perdería su trabajo de no ser por que era raro que él se comportara así", asintió, aceptando con la cabeza baja sin rechistar, no lo querían más por ahí al menos por ese día, claro que nadie querría que lo atendiese el imbécil que le habia tirado todo encima a alguien más. Se le dio una ultima tarea antes de que pudiese retirarse, sacar dos bolsas tremendamente enormes a la basura.

Salió entonces empujando la puerta trasera del local con la espalda, pues tenia ambas manos ocupadas con las bolsas del encargo, bajo un par de escalones de la fachada al vil pavimento y camino hacia los contenedores donde deposito la basura. Soltó un tremendo suspiro del cual se arrepintió de inmediato por el poco agradable aroma del lugar y se revolvió el cabello con una mano, un tanto exasperado-Bonita suerte que tengo...-Se quejó entre dientes para si mismo y se aflojo la corbata, saliendo del callejón a la aun transitada calle llena de comercios y transeúntes, lo mejor era volver a casa y tratar de dormir un rato...

La zona comercial, uno de los mejores lugares de Death City. Es un lugar increíble, lleno de tiendas donde puedes encontrar de todo, o, en mi caro, robar todo lo que me apetezca. Siendo disimulado, a veces consigo hacerme con alguna manzana o una videoconsola, pero ese día era diferente.

Me pase toda la mañana durmiendo en los tejados de la ciudad y, por la tarde, había mucha más gente que me miraba con curiosidad. Realmente odiaba esto de pasear por la calle y que todos miren mi ojo rojo, cruzado por mi cicatriz, a cada paso que diese. Con tanta gente mirando, poco podía robar, ya que me observaban muchas personas y, aunque los dependientes de las tiendas me conocían, los que me miraban no me dejaban robar en paz.

Ya empezaba a hacerse tarde y decidí dar alguna vuelta por los callejones de la zona. Estos estaban prácticamente vacios, con alguna que otra rata de alcantarilla, pero vacios. Los paseos por esos callejones me tranquilizaban un poco, y me ayudaban a desprenderme del sentimiento intimidante de la gente que me miraba por la calle. Era el lugar perfecto para desahogarse o tranquilizarse.

Pero eso también era un tanto aburrido y decidí salir a la calle principal, llena de gente con incontables bolsas en los brazos y volviendo a sus casas. Algo que realmente me sorprendió fue que, al pasar por delante de un callejón, choque con un chico y caímos al suelo. Iba a replicar, pero me fije en sus enormes bolsas resaltadas por sus brillantes ojos dorados. No podía enfadarme con él, así que le ayudé a levantarse. –Oye, ¿estás bien? Me siento un poco mal por lo del choque, culpa mía, perdón. ¿Te encuentras bien?, pareces dormido. ¿Quieres que te acompañe a tu casa o algo?-.

“Plomero, plomero, plomero… ¿qué es eso?” estaba un poco perdido ante la respuesta del chico soñoliento. Alguna vez en la calle había oído hablar sobre algo parecido. Por lo que entendí, un plomero era como un guardaespaldas. Me atreví a preguntarle al chico. – Plomero. No, no conozco a ninguno. ¿Qué es eso, un guardaespaldas o algo así?, lo siento, es que es la primera vez que me lo preguntan…-.

Era un poco raro, sobre todo para mí, lo de los plomeros. ¿Por qué plomeros? Plomero parecía alguien que trabajaba el plomo, pero en esta ciudad todo era un tanto diferente del mundo. Entre los kishin y otras criaturas, esta ciudad era especial respecto otras.

-Si se trata de ser un guardaespaldas, creo que podría servir…- le añadí. El chico parecía un poco inquieto, pero creo que podía ayudarlo. Era lo mejor que podía hacer para él, después del choque accidental que le di. Pero no le vi muy convencido. Después de todo, solo soy un chico de 16 años a la vista de todos, pero con un ojo rojo y una cola. – Por favor, insisto en acompañarte. No soy muy fuerte, pero soy un Shinigami. Creo que puedo servir como tu guardaespaldas si quieres-.

Empezaba a hacer frio y el sol, a esconderse. La gente ya se iba a sus respectivas casas. Yo estaba esperando la respuesta del chico, aproveché el momento para sacar de mi sombrero una manzana que había robado antes y que guardaba por casos de emergencia, y se la di – ¿Quieres un poco?, no tengo hambre…-.