Castigados en el salón de castigos... [Priv. Layla]

Un día normal, como todos los días de la semana… Soplaba un viento fresquito a pesar del brillante sol que se encontraba en lo alto del cielo. Y yo, como siempre, con mi bufanda, mi camiseta de manga corta amarilla y, para variar, me dirigía al aula de castigo.

¿Y por qué me iba al aula de castigados? Porque un brillante y genial hermano gemelo que habita en mi interior le encanta levantarse en mitad de la clase y lanzar un lápiz a un estudiante que “supuestamente” estaba hablando de mí, y luego encararse con el profesor que está intentando detenerle… Sí, mi hermano es genial.

-Venga, Silver, no tienes que preocuparte tanto… ya sabes que estas cosas pasan…-
-Sí… por desgracia sí que lo se… ¡y continuamente me doy cuenta de ello gracias a ti!-

Nuestras peleas en mi subconsciente era algo habitual entre nosotros, pues su alma estaba en mi interior, y yo soy el único que puedo oírlo… a no ser que me posea y empiece a gritar, como siempre suele hacer.

Entre discusión y discusión, acabé llegando cinco minutos tarde al aula de castigados. Abrí lentamente la puerta del aula de castigos. No había prácticamente nadie… a excepción de una chica, rubia, mas mayor que yo y muy ligera de ropa. Me adentré en la sala. Como todos los asientos estaban vacíos, me senté una fila por detrás de la otra chica, quedándome en diagonal suyo. En pocos minutos, el profesor de guardia se levantó y abandonó la sala, quedándome solo con la chica.

Estaba tenso. No soy de las típicas personas abiertas con todo el mundo… y menos con chicas o personas de mayor edad que yo, pero, por suerte o por desgracia, mi hermano es todo lo contrario a mí…

-¡Hey, tú!… si, tú, la única chica del lugar… ¿por qué estás aquí?- Empezó, directamente, Albert, después de poseerme. – ¿Cual es el motivo por el que estas aquí? Ya sé que has hecho algo malo, sino no estarías aquí… Pero es por romper el hielo, si no moriré de aburrimiento… ah no, que yo ya no puedo mo…-.
La frase quedó cortada gracias a que pude recuperar mi cuerpo a tiempo y taparme la boca.
-L-L-Lo siento… no quería, quiero decir… yo…- Dije buscando una excusa, con la mente en blanco. – Siento esa pregunta así de directa… s-soy Silver…- acabé añadiendo con un hilo de voz y desviando un poco la mirada, mirando hacia el enorme pizarrón del aula.

No lo entendía, simplemente no me entraba en la cabeza. Aquel día me había despertado como siempre, siguiendo la rutina diaria, vistiendome con pereza, desayunando el zumo y la tostada que nunca faltaban en l mesa, ahora bien, si había seguido mi rutina como lo hacía todos los días, ¿por qué terminé castigada? No había hecho nada malo, me consideraba completamente inocente, aunque claro, parece que Sid no veía las cosas de la misma forma, creo que ser zombie le ha afectado a su hora de razonar.

No pude quejarme, casi ni me dejaron hablar, me consideraron culpable por ser la mayor, aunque solamente me encontraba en el lugar inadecuado en el peor momento posible; lo único que quería era ir hacia clases, y al final terminé envuelta en una pelea protegiendo a una pequeña arma de apariencia bastante débil. Tuve la mala suerte de que os matones huyeron y Sid pensó, al ver a la armita llorar en el suelo, que yo había sido la causa de su llanto. Por esa razón me encontaba ahí, en la sala de castigos, sentada en uno de los pupitres de las filas de delante con loz brazos cruzados mientras miraba como el profesor leía una revista. Entre tanto silencio y aburrimiento, de repente las puertas de la sala se abrieron, dejando ver a otro castigado, un estidiante de apariencia más joven que yo. Lo seguí con la mirada, en silencio, hasta que se sentóunas filas más alejadas de mí y volví a mirar hacia delante, observando el reloj que parecía haberse detenido en una espera enterna.

Me sorprendió escuchar una voz detrás de mi, y me giré para observar al chico castigado. Era raro, como si estuviera hablando con dos personas a las vez, lo miré durante un rato en silencio, analizándolo -Layla...- enyonces decidí responder la primers ronds de preguntas con otra cuestión -¿Tú por qué estás aquí?

-Layla… pues veras… lo cierto es que mi… bueno, yo le he lanzado un lápiz a un compañero y me he encarado con el profesor… como si de algo normal se tratara…- Dije finalmente para resaltarle a Albert que lo que hizo no era normal ni ético, aunque él seguía sin hacerme caso y me poseyó, como siempre solía hacer.

Pero Albert, de algun modo, no estaba satisfecho. Me poseyó rapidamente. -Pero… tu aún no me has respondido, ¿no?- dijo con una pequeña sonrisa dibujándose en mi cara- Yo he respondido formalmente… ¿no deberías contestarme tu?-
-Albert… no le deberías decir eso a una chica… ¡y menos si es mayor que tú! ¿Es que papa y mama no te enseñaron modales?- Dije en mi subconsciente, así evitando que la chica me mirara más confusa de lo que podría estarlo ya…
- Me da igual lo que pienses de mi, ¿sabes?- eso lo dijo en voz alta, lo cual me provocó quedarme aun mas asustado por los posibles desenlaces – El caso es… ¿Vas a responder a mi pregunta?-

Como acto reflejo, me di una bofetada a mí mismo, con lo cual Albert volvió a mi subconsciente y yo recuperé mi cuerpo. Rápidamente, lancé una disculpa a la rubia – L-L-Lo siento mucho, de veras lo siento… puedo explicarlo… - Dije golpeando mi cabeza contra la mesa como si de una reverencia de disculpa se tratase.
-Hermano… eres bastante patético… y me encanta… jajaja…- por supuesto, esta vez solo me lo dijo a mí, y, aunque ya me lo había dicho muchas veces, eso me alivió.

Alcé la cabeza para encontrarme con los azulados ojos de la chica – Puedo explicar la situación… pero, ¿podrías responder mi pregunta antes? No sé si el estará satisfecho…- dije con una pequeña sonrisa.