Tales of Spirits [Priv. Viktor]

Estaba oscureciendo, eso era lo primero que comenzó a pensar la espíritu de la marinera francesa nada más mirar el cielo. La tarde avanzaba poco a poco, haciendo que los colores cálidos fueran, gradualmente, siendo reemplazados por las tonalidades frías de la noche. Estaba todo despejado, podría simplemente quedarse recostada en la hierba del parque para ver las estrellas, sin moverse, sin realizar ninguna otra acción, tener su propio momento de serenidad. Sin embargo, no tenía ganas de quedarse sin hacer nada; si bien se quedó contemplando el cielo durante un rato, pronto se aburrió lo suficiente como para comenzar a moverse, o mejor dicho, comenzar a desplazarse por el aire. Con tal de no llamar la atención de nadie, se mantenía transparente, y aunque le gustaba sorprender a la gente de vez en cuando, había veces que prefería pasar desapercibida y no alterar a todas las personas con las que se pudiera encontrar.

Levitaba por las calles, buscando algo interesante en lo que ocupar o perder su tiempo, tenía un objetivo principal que no estaba cumpliendo, pero a ella le gustaba distraerse, además, no tenía muchas esperanzas en que su problema pudiera solucionarse. Sin dejar que estos pensamientos le arruinaran el atardecer, recorría cada lugar que lograba captar aunque fuera levemente su atención para decidir con qué se entretendría de ahí al resto de la noche. De repente lo recordó, ¡claro!, la famosa academia para técnicos y armas que se encontraba en esa misma ciudad, nunca le había echado un vistazo y no sería tan mala idea, para ella, hacerlo en ese instante. No era difícil ubicar la escuela, después de todo, era el edificio que mejor resaltaba dentro de todo ese territorio, simplemente tenía que avanzar hasta que pudiera llegar a él.

Se movía a una buena velocidad, estaba un poco más animada pues visitaría una zona en la que nunca antes estuvo, esperando poder encontrarse algo emocionante. La verdad, ella no tenía un concepto muy claro de todo lo que sucedía ahí, tampoco era capaz de razonar que podría meterse en problemas, después de todo, siendo un espíritu nadie podría hacerle daño. Realmente, ese era un ingenuo pensamiento que tendría que borrar algún día, una vez aprendiera que ella no es invulnerable del todo. Nada más llegar al imponente edificio de Shibusen, se encontró con innumerables escaleras que la dejaron completamente impactada. - ¿De verdad hay gente que sube esto todos los días? - Se quedó viendo por un momento los escalones, para luego sonreír y comenzar a elevarse, imaginándose el cansancio que debía producir el recorrer ese complicado camino.

Atravesó una de las paredes, no le importaba mucho aparecer en cualquier lugar, manteniendo su transparencia y suponiendo que no podía ser vista por nadie. Empezó a recorrer salones, pasillos, viendo a poquísima gente dentro de la academia, explorando todo lo que sus ojos veían. Se detuvo en la biblioteca, donde la actividad aún se veía, pues las luces estaban encendidas y el encargado se encontraba en su puesto, trabajando. Trató de recordar si en algún momento de su vida había visitado una biblioteca, negando esa idea en su mente después de unos segundos, luego de considerar lo poco que leía cuando tenía vida. Olvidándose de sus pensamientos, comenzó a curiosear por las estanterías, tratando de buscar algo interesante para dar inicio a su primer intento de lectura por voluntad propia.

- Probablemente encuentre algo bueno en la sección de fantasía, quién sabe si me informo un poco de mi situación. - Susurró para sí misma, pues sabía que, aún siendo invisible, había una forma en la que pudieran encontrarla y era por su propia voz. Tenía toda la intención de tomar un libro, mas cuando lo intentó su mano atravesó todo lo que fuera sólido, deprimiéndose una vez más al no poder cumplir todo lo que quería hacer. Debe haber alguna forma de poder hacer contacto físico con las cosas, pensó. No quería que el mal humor le invadiera de nuevo, tuvo que maquinar alguna forma de animarse pronto. Se movió en el aire, de un lado hacia otro, haciendo un trayecto pequeño, y lo primero que se le ocurrió fue lo de siempre, asustar a alguien.