Un par de armas que hacen equipo

Elvira caminaba por uno de los pasillos de la gran escuela, sola, otra vez, pronto cumpliría su primer año de estudios, y aun no tenía técnico. Aunque la verdad ella no era muy buena para relacionarse, o más bien apestaba, seguía sintiendo celos de las otras parejas de compañeros, pues ellos si podían hacer misiones, ella había pensado en participar como un arma autónoma, transformando su antebrazo en espada, pero aún no estaba lo suficientemente confiada de sus habilidades.

Aunque ella tenía que admitir que estaba siendo exigente, pues no se conformaba del todo con la idea de ser solo el arma, Elvira quería sentir la energía de la batalla en carne propia, no le bastaba con ser el arma, ella quería ser quien la empuñara.

Pero gracias a su carácter y la mala fama que se había ganado, solo tuvo propuestas durante los primeros dos meses.

Y a volviendo al presente Elvira guardo los libros en su casillero y saco los de la clase siguiente, luego se recargo en este, miro al techo sin razón alguna y libero un suspiro. Ella siempre se aburría en estos cortos tiempos libres que tenían de una clase a la otra, pues tampoco había hecho amigos aun.

-Tal vez debería ser más sociable. . .- pensó la joven arma – Nah ¿para qué?-

Luego volteo a sus alrededores “analizando el terreno”, había un par de estudiantes aquí y allá, aunque ella no conocía a ninguno de ellos.

-Oye Albert, ¿qué nos toca ahora?- me dije, ablando con Albert, -creo que tocabaaa… no sé, pregúntaselo a otro. Ya sabes que odio la esquela.- se quejó Albert, desde mi mente.

Era otro día normal en mi vida. Llegar al cole, estudiar, volver a casa, dormir, y vuelta a empezar. La misma “rutina agotadora” de siempre, como decía siempre Albert.

Habían pasado ya dos años desde que empecé a buscar técnico, para tener algún amigo o alguien pero Albert los rechazaba a todos. Era normal, ya que Albert es quien tendría que haber sido mi técnico. Y allí seguía, preguntando por los pasillos a los compañeros de mi clase qué teníamos de deberes…

Entre a la clase. Como no recordaba que clase teníamos, cogí todos los libros que tenía. Mire a los compañeros. Todos me sonaban. Más o menos, los conocía a casi todos los presentes.
Buscaba un lugar para sentarme cuando me tropecé. Todos mis libros estaban por el suelo y parece que, sin querer, empuje a alguien y lo tire al suelo.

Me caí de cabeza al montón de libros.- jajajajajaaa, menudo golpe- se rio Albert desde mi mente. Alcé un poco la mirada para ver a quien me había llevado por delante. Era una chica, de esas que me sonaba haber visto en las clases pero que no conocía.- L- l- l- lo siento mucho. Es que llevaba muchos libros y no te vi… lo siento.-no sabía cómo reaccionar. No sabía cómo reaccionaría ella. No sabía cómo reaccionarían los demás. ¿Que debía hacer?- oye, deja de pensar tanto. Me duele la cabeza, aunque no tengo, claro, pero duele- refunfuñó Albert,- no te preocupes, si algo malo ocurre, déjamelo a mí- añadió. –no, esto lo tengo que solucionar yo. Es mi culpa, y yo lo arreglaré- entonces mire a la chica y le di la mano para ayudarla- ¿me perdonas?

Elvira seguía en su mundo fantástico con ponis de colores, cazadores de sombras y titanes come gente cuando un golpazo la mando a la realidad.

-¿¡¿¡¿¡Qué demonios?!?!?!?!?-

Ya estaba en el suelo cuando pudo procesar la información, la habían tirado, fue un chico de pelo platinado, parecía uno o dos años menor que ella. Elvira estaba a punto de empezar a hacer pleito pero al escuchar lo preocupado que sonaba el chico se detuvo.

“No hay problema.” Le respondió tragándose su orgullo y haciendo le una señal con la mano de que no se preocupara, y a la vez esperaba que él le alejara su mano, era muy orgullosa como para que le ayudaran a levantarse, pero no quería verse tan grosera.

Antes de levantarse recogió sus cuadernos y un par de los del chico, que eran notablemente muchos más que los que ella traía. Ya parada se sacudió el “polvo” del pantalón y separo los libros, los de ella en su mano izquierda y los de el en la derecha.

“Aquí tienes,” le dijo dándole sus libros, luego se percató de que había sonado muy amable  “Y deberías fijarte a la siguiente.” Le reclamo, claro, pudo haber dicho algo más ofensivo, pero el chico no parecía merecérselo. . . aun.

La chica se levanto. No necesito de mi ayuda y me recogió los libros y los cuadernos que estaban por el suelo. Me sentía más tranquilo sabiendo que no le había pasado nada.

Albert  empezó a quejarse- ¿Pero en que estas pensando, hermano tonto? No ha aceptado tu ayuda y te ha respondido de mala manera. ¿Crees que esto es normal?- . Realmente estaba un poco cansado de oír las quejas de Albert pero siempre le acababa respondiendo.- seguramente será una chica tímida o orgullosa, no sé. Y a demás, cada persona es diferente, hemos de aceptarla tal y como es.-

-pues yo no la acepto- termino Albert. Y entonces empezó a poseerme. Ya no podía controlarle, siempre fue más fuerte que yo, así que perdí el control de mi cuerpo y solo pude observar.
-A ver, tú, chica-a-la-que-he-tirado-accidentalmente. ¿Crees que esas son maneras de responder? ¿Podrías ser un poco más educada, no? Fue un error mío, lo siento, pero no voy a tolerar que me respondan así solo porque seas uno o dos años mayor, o porque seas así.- Cuando termino de gruñirle a la chica me dijo mentalmente- Ala, ya me he desahogado. Te toca tomar el marrón.- y así como lo dijo, dejo de poseerme.

Odiaba esta parte en la que la culpa de tu hermano, y más si lo hace a propósito, cae sobre mí. –¡¡Q-Q-Que!! n-n-no no no, espera, lo siento ha sido mi hermano, quiero decir que he sido yo, buenoo… mejor me voy corriendo antes de que me pilles, ¿vale?- y entonces empecé a correr, no sin antes dejar los libros sobre la mesa.

OFF: Perdón por el lenguaje, trato de narrar como ella ve las cosas.

“¡Disculpa!” le reclamo al joven enojada... No le había dicho nada para que el respondiera así, claro, no había sido azúcar y arcoíris pero no era para que este tonto le hablara así.

Luego se un par de escusas del chico y que este saliera corriendo, se arrancó tras de él, esto no se iba a quedar así.

Esto no iba a ser como su antigua escuela, donde una maldita no paraba de hacerle la vida de cuadritos, razón por la que agradecía haber nacido arma y poder cambiarse al Silbasen, y su excusa para cambiar las cosas aquí era que él era un hombre, así podría mentir que no se atrevería a golpear a una mujer, aunque la verdad era que era muy insegura.
Cuando lo alcanzo le agarro por el cuello de la camiseta.

“¡Mas te vale que no me vuelvas a hablar así! ¡Oh si no . . . si no . .  ¡Lo sabrás cuando lo  veas!” le grito mientras lo zarandeaba, luego lo soltó con intención de tirarlo al suelo.

-Que rápida. Te ha atrapado demasiado rápido…- dijo Albert. Esto me estaba superando. Albert me había hecho muchas cosas, incluso de peores, pero ya estaba harto.- bien continuo yo, ¿ok?-.

Albert volvió a poseerme, y eso no me gustaba nada. –Bien, ahora veras, chica. Vas a probar mi puño-. Albert alzo mi brazo, a punto de golpear a la chica. –¡¡¡NO, YA BASTA ALBERT!!!-.

Tras ese grito que di, pude recuperar el control de mi cuerpo, evitando así el golpe. Mire al suelo. Ya no iba a poder mirar a esa chica a la cara. – ¿Pero qué haces, imbécil?- gruñó Albert. –¿es que no te das cuenta que si no contraatacas se reirán de ti y serás un pardillo debilucho para el resto de tus días? Yo no quiero vivir en un cuerpo así. Piensa que, en parte, lo hago por tu bien-.

Albert lo volvió a intentar. Me poseyó y empezó a apretar el puño, pero yo me golpee a mi mismo y caí al suelo – ¿por qué me desviaste la trayectoria?-. Albert estaba enfadado. –ya es suficiente. No pienso dejar que uses mi cuerpo para esto-.

Me pase la mano por el labio inferior. Tenía sangre. Entonces mire a la chica sin mirarla realmente, me incline un poco y le dije – siento todo lo ocurrido. Por favor, olvídame-. Entonces me di la vuelta y me dispuse a volver a la clase.

Al ver el chico cerrar su puño, Elvira cerro los ojos y agacho la cabeza de tal modo que si el la golpeaba el puño le daría en la frente, evitando algunas partes más esenciales de su rostro, como la quijada o los ojos.

Fue una sorpresa para ella el verlo bajar su puño y quedarse mirando al suelo.

-¿Qué le pasa?-

No fue un minuto para cuando el volvió a intentar golpearla, esta vez planeo esquivar el golpe, pero al final, se golpeó a sí mismo. Esto preocupaba a Elvira cada vez más, aunque al final el empezó a alejarse, la joven arma seguía confundida, ¿Por qué se había comportado así?  Fue entonces cuando se le ocurrió usar su percepción de almas, trato de dar unos pasos para alcanzarlo y poder percibirla bien.
Pero no sentía solo una, sino dos, una se sentía fría y calmada, aunque algo estresada, la otra hervía con ira, esto no era normal, Elvira ya había sentido almas balanceadas entre ambos elementos, como la de ella, pero esto era diferente, estaba segura de que estas eran DOS almas.

“Disculpa, ¿Estas bien?” le pregunto preocupada.

-Porque yo te llevaría a la enfermería. . .-

-Oh, no te preocupes por mí, estas cosas me pasan continuamente. Pero, ya que te he hecho todo esto, sería mejor decírtelo...- Albert me corto- Oye, oye. ¿Vas a decirle, de verdad?-. Ignore su comentario. Creo que decírselo sería lo más correcto, y así lo hice.- Veras, creo que puedes ver las almas de los demás, ¿no? Si no debo decirte que, tras un accidente, mi hermano se metió en mi cuerpo. De ese modo, compartimos mi cuerpo, pero no las mismas ideas, aunque eso ya lo habrás notado-.

Alargue mi brazo.- Permíteme que me presente como es debido: soy Silver, Silver Froste, soy una espada de hielo. Y mi hermano se llama Albert. Es, o más bien era, mi técnico-.

Albert me poseyó, pero no parecía querer atacar a la chica.- Soy Albert. Como ha dicho el estúpido de mi hermano, entre en su cuerpo cuando tuve un accidente, pero eso ya pasó. Esto no va con migo, pero, por mi hermano y por esta vez, me responsabilizo de mis actos.- Albert dejo de poseerme. Creo que ya no iba a pasar nada mas.- Siento los problemas que te ha causado mi hermano. ¿Me…, bueno, nos  perdonas?-.

En ese momento la campana sonó. Las clases iban a empezar y si llegaban tarde quedarían castigados. – Oh, no. El timbre. Será mejor volver a las clases. Luego hablamos, ¿ok?-. Y salí corriendo. Aunque nuestra clase estuviera a unos cuantos metros, el profesor quizás ya había entrado...

“Las siento” le corrigió encogiéndose de hombros.
Pero claro, las cosas se volvieron más confusas cuando él empezó a explicar mas la historia.

-Entonces se puede tener dos almas. . . –

“De hecho.” Le respondió cuando el comento sobre el que no compartían ideas. Después de oír a Silver  presentarse, junto con su hermano, Albert, que la verdad sonaba mucho más orgulloso.

-¿A que se refiere con “Por esta vez”?- Pensó el arma.

“Si claro.” Le respondió a Silver cuando este le pregunto sobre perdonarlos, pues ella no ganaba nada con hacerse de enemigos. “Por cierto, mi nombre es Elvira Statera, soy una espada igual que tu, bueno de hielo y fuego.” Le dijo para presentarse. Era algo irónico, compartían el mismo elemento, tal vez se hubieran levado mejor si no se hubieran conocido así.

Elvira se traumo al oír el timbre. “Si, como digas.” Fue lo último que les dijo a los chicos. Pues ese parecía el término correcto para referirse a ellos, luego salió corriendo, pero al pasar frente a su casillero vio los libros de Silver.

“¡Ey tus libros!” le grito y trato de lanzárselos, aunque no volteo para ver si él los había atrapado o no.

- Así que se llama Elvira, y es una espada de hielo, como yo…- era algo irónico. Compartíamos un mismo elemento, pero nos habíamos conocido peleándonos. Bueno, el que se peleó fue Albert pero…

-Oye, Silver, te olvidas los libros. Elvira te los acaba de lanzar- dijo Albert. Me giré, pero lo único que obtuve fue un golpe en mi cabeza por parte de mi libreta, luego, el golpe de mi libro de matemáticas en el pecho y, por si fuera poco, el de inglés en la pierna. De ese modo acabé tumbado en el suelo y llegando, así, tarde a clase.
Tuve que quedarme en el pasillo, castigado por llegar tarde.- Oh, vamos. Solo hemos llegado dos o tres minutos tarde. ¿Es eso mucho pedir?-

Aprovechando el estar castigados, decidí darme una vuelta por los pasillos de la esquela. Había pasado por ellos infinidad de veces, pero nunca había parado a observarlos o simplemente, disfrutar de pasar por la esquela sin prisas ni nervios.

-No hay nadie. Todo esta tan tranquilo…-. Albert me cortó sobresaltado – Claro que no hay nadie, hermano estúpido. ¿Que no ves que estamos castigados? Todos están en sus clases mientras nosotros nos hemos ganado un cero  y estamos solos estos cincuenta minutos de clase. Pero, ahora que lo pienso, no escucharemos al profesor durante cincuenta minutos… es bien-.

Empecé a fijarme en los carteles de la pared cuando me volví a chocar con algo.- Ah, otra vez por los suelos. Lo siento…-

-¿Cómo diablos pude olvidarme de los útiles?- Pensaba Elvira enojada mientras caminaba de regreso hasta su casillero y mascullaba  un par de palabras indebidas.

Tanto drama había hecho que se olvidara de llevarse siquiera una pluma y le había que tenido que pedir permiso al profesor de volver por sus útiles, pues la verdad no estaba segura de que alguien se los quisiera prestar.
Pues aquí volvía el mismo tema, no tenía amigos, ni siquiera un técnico, y en casos como este le causaba problemas. Este día la realidad no dejaba de darle golpes bajos.

Y golpes literales, pues por segunda vez choco contra alguien, aunque almenos esta vez no se cayó.

“Oh por favor y ¿ahora quié. . . “  Inicio el arma un poco desesperada pero luego volvió a ver a Silver.
“Ah Silver, ¿Estas bien? ¿Seguro de que no necesitas lentes o algo así?”

De repente lo que había estado pensando segundos antes del incidente volvió a su cabeza.
“Oye te quería preguntar. . .” luego cambio a un tono más bajo “¿no sabrás acaso de un técnico que no tenga compañero?” le pregunto al chico, aunque no lo pudo ver a los ojos mientras lo hacía.

Levanté la cabeza. Por segunda vez, había chocado con Elvira. Una sonrisa se dibujo en mi cara. – Oh, lo siento. Tranquila, las gafas no son necesarias. Solo estaba despistado-.

Elvira me pregunto por un técnico. Eso ya era más complicado, pues todos los técnicos que conocí ya no me hablan mucho por el comportamiento de Albert. Pero tuve una idea, aunque eso tuvo que esperar. Albert me volvió a poseer. – Espera, espera, ¿sabes qué? Por tu culpa hemos llegado tarde a clase y nos han castigado. Vale que Sliver es muy malo cogiendo libros, pero, ¿no podrías haber avisado antes de tirarlos?-.

Pensé que esto acabaría mal, pero Albert cambió su tono de voz y respondió la pregunta de Elvira - Bueno, respondiendo tu pregunta, yo creo que podría servir como técnico. Después de todo, soy técnico de espadas de hielo, como mi hermano. El fuego creo que también lo podre aguantar, pero ya lo veremos -. Albert me había quitado las palabras de la boca, aunque lo hubiese dicho desde mi boca… pero lo hizo.

Albert dejo de poseerme. – Bueno, ya tienes tu respuesta. Puede que acabemos siendo buenos amigos y todo…, oh, si, por cierto, ¿también estas castigada o llegaste a tiempo a clase? Y no te preocupes por lo de los libros. Mi hermano tiene razón, soy un poco patoso…-.

“Si eso dices.” Le contesto Elvira alzando las cejas, aunque quedo algo sorprendida ante el repentino cambio de humor, por pura intuición se dio cuenta que se trataba de Albert y aunque estaba a punto de responderle noto como su tono cambio a uno más relajado y se detuvo, ¿Entonces él se ofrecía a ser su técnico? Estaba algo dudosa, no sabía cómo le iría  al ser su compañera, si los dos tenían el carácter tan explosivo se pelearían a cada rato, pero otra parte de su mente le decía que esta podía ser la última oferta.

“Pues creo que está bien . . .” le respondió agachando la cabeza avergonzada. “¿Eso significa que Silver va a ser mi arma?” le pregunto ya con más confianza.

Luego de lo que aparentemente fue un cambio de conciencia. . . o algo así en su compañero, le respondió a Silver.
“Okay, bueno llegue a tiempo, pero olvide los útiles y bueno seguro ya entiendes porque estoy aquí. Y de hecho creo que escuche algo derrumbarse, pero estaba muy ocupada corriendo como alma condenada, aunque tengo algo de fama con mi fuerza bruta, los otros estudiantes tienen miedo de ‘Chocar los cinco’ conmigo. . .”

-Que suertuda, nosotros llegamos dos minutos tarde por su culpa y ella llega a tiempo… y encima le dejan salir a por sus útiles… que suerte tiene.- refunfuñaba Albert desde mi interior.

-Pues sí, yo seré tu arma y tú la mía. No es un mal equipo, la verdad… venga, “choca esos cinco”- le dije, pero Albert me detuvo. –Espera, blandengue, mejor  YO  sea el que “choque los cinco” con ella. Tú eres demasiado débil-. Me enoje, no era tan débil, o eso creía yo.- ¿Yo, débil? ¿Por qué? No es justo que siempre te metas conmigo, Albert-. Pero Albert me seguía poseyendo para enfrentarse a mí y, así, crear una discusión entre nosotros cambiando de personalidad cada dos por tres.- Que quede claro, eres débil. Si antes no pudiste coger los libros, ¿crees que podrás chocar los cinco con ella? Además, ¿Quién tiene que ayudarte cuando paseas a Lubi empieza a correr y se te lleva volando?-. Un poco indignado, yo iba continuando la pelea.-… tú. Pero eso no significa que…- Albert me cortó, otra vez.- Pues eso. Perdón por tener que observar nuestra pelea, Elvira, pero ya lo hemos decidido. YO chocare los cinco contigo. Venga, dale fuerte- dijo Albert, alzando la mano preparado para chocar los cinco, con una sonrisa de oreja a oreja, que a mí me parecía un poco diabólica, pero sus sonrisas siempre fueron así...

Fue unos segundos después que comprendí que quien “chocara los cinco” no importaba. Solo importaban dos cosas. Por un lado, nos habíamos hecho amigos y, por otro lado, el dolor en la mano no lo sentiría Albert, solo lo sentiría yo…

-Cielos, le acabo de advertir sobre las consecuencias y aun así quiere hacerlo- pensó arma y despues soltó un suspiro -Hombres.-

Cuando Elvira estaba a punto de levantar la mano, volvió a notar esos extraños cambios, la joven arma se pregunto algo desesperada sobre que tan frecuente seria esto. ¿Se acostumbraría? ¿O se volvería una irritación constante? No lo podía decir pues ella nunca habia sido paciente, y menos con las peleas, al menos a que ella estuviera involucrada.

-Tal vez fue mi culpa por meterles la idea en la cabeza.-

Pero al final se decidieron, aparentemente era Albert,, la voz prepotente lo delataba. Aunque Elvira ya no estuviera enojada con el, iba a aprovechar para Tomarse la venganza, sin razón, pues ella no era la que se había quedado afuera y aunque llego un poco tarde, la dejaron entrar porque aparentemente se ganaba a los maestros con las buenas notas, bueno a la mayoría, pero no podía decir lo mismo de los alumnos.

Aunque volviendo al tema, dio el golpe lo mas fuerte que pudo.

Sin esperar a ver la reacción le hizo una pregunta. "Entonces ¿Crees que podamos practicar algún día?"