Almuerzo mas un susto gratis (Priv. Noelle)

Día de clases en la ciudad, los estudiantes de la prestigiosa academia para técnicos y armas asistían como era debido, temprano por la mañana y de ahí en adelante. Noelle, la aparentemente joven espíritu que rondaba cerca del establecimiento, ya se había familiarizado un poco con el ambiente de la zona; conocía parte de lo que era el edificio por dentro, tenía memorizado el camino para llegar hasta él, aunque no fuera muy difícil debido a todo lo que destacaba y, sin embargo, no frecuentaba tanto ese lugar, sino cuando se aburría mucho. Ese día estaba ocurriendo, no le venía una buena idea a la mente, tampoco sabía de alguien a quien pudiera recurrir para pasar el tiempo en ese momento, por lo que su única opción era vigilar a los estudiantes en su cotidianidad y encontrar la oportunidad para divertirse así.

Igual que alguna vez anterior, no logró evitar la distracción de quedarse cierto tiempo observando las escaleras de la entrada mientras fluían sus pensamientos sobre lo difícil que sería para cualquier individuo, a menos que estuviera acostumbrado, el subirlas todos los días. - Al menos, estando en vida, no podría con esto. - Murmuró para sí misma, levitando a un metro del suelo, siendo completamente visible, cosa que no le preocupaba pues no veía a nadie en las cercanías de su posición. Consideró que sería bueno aparecerse un rato más tarde de la hora indicada para ingresar a clases, así bajaban las probabilidades de crear un alboroto por su culpa. Después de meditar sobre el obstáculo que suponía la subida, agradeció poder desplazarse por el aire y, volviéndose invisible para no llamar la atención, ascendió hasta ingresar a la academia.

Eligió cualquier pared externa, dejando en un misterio el lugar en el que aparecería. Se encontró con un pasillo, común y corriente, donde la cantidad de personas era casi nula. Rápidamente, se movilizó por el aire, teniendo la certeza de que hallaría algo, cualquier cosa, que le iluminara la mente, ya que solo explorar el entorno no era tan divertido para ella. Merodeando por aquí y por allá, dio con lo que suponía sería la cafetería, ya que habían varias personas comiendo y otras tantas comprando su comida. Como cambian las cosas con el tiempo, pensó pues, al menos en su época, los comedores eran un tanto distintos. De repente, fue cuando se le ocurrió, la idea de escoger una nueva "victima" para sus sustos. Asustar no era tan fácil, realmente, escoger a la persona indicada era algo complicado, la manera de sacarle el susto era otra cosa que necesitaba maquinarse bien.

- Creo que... la tengo. - Su vista se clavó en una chica de un curioso cabello, que le llamaba bastante la atención, la cual caminaba hacia una mesa vacía. Esperó a que se sentara, a que se sintiera cómoda y tranquila para asustarla, lo mejor sería atacarla cuando estuviera desprevenida. Sonrió maliciosamente, manteniendo su transparencia, la cual no quería cambiar pues prefería no ser vista por nadie, solo escuchada cuando fuera oportuno. Se acercó sin dudarlo a la joven, acortando la distancia entre ella poco a poco, levitando muy cerca de su espalda, para luego susurrarle al oído. - Dame tu comida... - Fue su frase, emitiéndola en el tono más tétrico que pudo usar, esperando a ver su reacción, con la intención de poder reírse un rato al menos, después de todo, ella no podía comer.

Debía admitir que la reacción de la chica le hizo mucha gracia, intentó aguantar la risa para que no le escuchara, le encantaba ver que sus sustos funcionaban a la perfección, disfrutaba de esos momentos en los que sus travesuras tenían buen resultado para ella. Sin embargo, rápidamente cambió de expresión, retrocediendo un poco al ver que aquella joven convertía su brazo en un arma, más que nada haciéndolo por reflejo pues sabía que no le podía dañar. Se le quedó mirando un momento mientras ella intentaba toser para dejar de ahogarse con su comida, después de atragantarse por el susto que la espíritu le había provocado.

- Así que un arma... - Era completamente normal ver un arma en la escuela en la que se encontraba y aun así se sorprendía levemente, más que nada le picaba la curiosidad. La gente comenzó a dirigir sus miradas hacia el lugar, era obvio que la chica había llamado la atención, decidió quedarse para asegurarse de que no moriría por falta de oxígeno. Un momento después la vio quejándose de su falta de sueño, poco a poco se fue tranquilizando, lo que quería decir que no creía que un fantasma le hubiera hablado y eso se tenía que arreglar. Le dejó unos momentos tranquila para que pudiera calmarse lo suficiente y así poder sacarle otro susto.

Sin ningún motivo lógico, hizo el acto de sentarse en la silla que estaba frente a la chica, observándola sin cambiar su transparencia, no planeaba ser vista todavía. Se preocupó de no hacer ningún ruido con su voz, ya no respiraba así que eso no le causaría problemas a la hora de querer ser discreta. De repente escuchó lo que necesitaba, esa frase que casualmente dijo, como si quisiera darle el paso para realizar su próxima broma, esperando asustarla nuevamente. - Pues aquí estoy. - Comentó luego de volverse completamente visible frente a ella, con una sonrisa juguetona y los brazos cruzados, sin contener las ganas de ver cómo reaccionaría a lo que le había dicho.

- La verdad es que no puedo comer, pero se agradece la intención. - Mencionó para luego soltar una pequeña risa, se estaba divirtiendo bastante, no quería irse aún. Pensó que no sería mala idea quedarse e intentar socializar un poco, estaba de humor para eso. - Pude notar que eres un arma, dime, ¿a cuántos has matado? ¿es difícil transformarse? - Al igual que en una entrevista, soltó algunas preguntas como si nada, como si no se tratara de un espíritu hablando con un ser humano, como si fuera una persona más conversando durante la comida. Mantenía su sonrisa, la cual demostraba tranquilidad y confianza absoluta en sí misma, quería escuchar lo que le iba a decir, fuera una respuesta buena o mala, o incluso quería ver si se ahogaba nuevamente con la comida.