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[Nevada] Welcome to Las Vegas [Priv. Cyrano]
Death City :: Resto del Mundo :: América
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[Nevada] Welcome to Las Vegas [Priv. Cyrano]
Le habían hablado muchas veces de ese lugar. En el mundo, eran muchos los lugares clandestinos con el mismo propósito que aquel. Lugares llenos de más emociones y peligros que aquel. Recordaba uno de aquellos viejos días donde el anciano le había mandado a entregar uno de aquellos negros maletines en cuyo interior abundaba aquel papel de tanto valor en el mundo actual. Lo había mandado a entregar a una ciudad vecina, una ciudad que ni siquiera aparecía en los mapas, un trabajo muy bien hecho de un grupo mafioso grande que había vuelto de esa pequeña ciudad su centro de entretenimiento personal. Ahí había visto cosas que su joven mente solo pudo aceptar por haber vivido en carne propia cosas peores. Vio niñas pequeñas deambular por las calles siendo vendidas como productos cualesquiera, observo personas asesinándose a la luz del día y tráfico de objetos que iban desde ilegales hasta inmundos.
Aun así, mirando en aquel momento aquella luminosa ciudad, entendía por que hasta los mafiosos y hombres corrompidos, con acceso a lugares libres de ley en donde pudieran desatar sus más bajos instintos y deseos, preferían muchas veces ir a ese lugar seudo legal a buscar entretenimiento y gastar sus fortunas en juegos de azar y emociones pasajeras. Aquella ciudad parecía brillar en su propia insinuación, las luces de neón parecían la forma más vistosa posible de representar la tentación de manera física. Veía limosinas, camiones de turistas, gente caminando por las calles, policías que seguramente solo estarían ahí para cumplir horas mientras bajo el agua se les daba considerables sumas de dinero para que en el momento de la verdad dejaran a los poderosos hacer lo que quisieran. Aun en esa ciudad tan luminosa y hermosa, sus ojos bicolores que parecían una eterna pelea entre el verde opaco y el ámbar, miraban la realidad de aquella forma tan cruda y verdadera que muy poca gente podía apreciar. Sus ojos entrenados e inteligentes miraron los pequeños y casi imperceptibles signos entre la gente y los edificios, gestos de manos de las personas o sus rostros o pequeños detalles como broches o logos en sus trajes o vestidos, marcas en las paredes externas de los casinos o en entradas en callejones, pequeños indicadores de actividad delictiva que ni siquiera los policías conocían, pero que el sí, que conocía por ser quien era, que conocía por que alguna vez el mismo porto algunas de ellas.
-Vaya… Es una ciudad enorme… Pero demasiada gente, veo que su fama no es solo publicidad pagada… Es ganada…
Ríe un poco mientras andaba junto a compañero en aquel autobús turístico. Ignoraba los gritos de los pequeños, los flashes de las cámaras, los comentarios de los turistas en varios idiomas, muchos de los cuales el entendía, aunque algunos se le escapaban, pero por algunas palabras parecía que había un par de Turcos ahí, y creía haber captado alguna palabra en Arabe, aunque esos idiomas solo sabía palabras sueltas y podría estar errado, igualmente dudaba que el Turco quisiera “Pintar de caramelo al salsero”, por lo cual no confiaría en identificar los idiomas que faltaban ahí.
En su mano llevaba un periódico, en la otra un termo de café, bebía de manera calmada mientras observaba distraído la sección de negocios, mirando varias decenas de pequeñas columnas llenas de filas y filas de números aún más pequeños. Sus ojos repasaban los números como si leyera algún libro, gruñendo de vez en cuando y dando uno que otro sorbo de café mientras alzaba sus cejas ya fuera en incredulidad, descontento o diversión. Finalmente suspiro y guardo el periódico, dando otro sorbo a su café, sin fijarse mucho en su compañero de asientos, mirando por la ventana pensativo
-RichMond Cia bajo 16 puntos como pensé… Ahora con la subida de Palroid y la salida de los nuevos productos de Arcomex, debería tener una remontada a fines de semestre… Aunque si me equivoco, perderé un par de miles
Suspiro un poco, como si hablara solo de perder alguna moneda cuando la metes en un tragamonedas, sencillamente aceptando que se podía perder y no darle mucha importancia porque pues bueno, era una moneda. Finalmente el autobús se detiene en un hotel turístico en la zona media oeste de la ciudad, una buena posición ya que se podía llegar rápido al centro por el área había una buena cantidad de buffets cuantiosos y centros de relajación y entretención básicas. El rubio baja del autobús llevando solo una mochila con un par de cambios de ropa. ¿Por qué llegar tan poca ropa? La respuesta era sencilla, el plan era comprar más ahí mismo con el dinero que ganaran en los casinos. Muchos pensarían que eso era una idea estúpida, idiota e irresponsable, muchos se reirían de el por pensar en algo así para poder subsistir en la famosa ciudad del pecado. Muchos lo harían… Si no tuvieran en cuenta de que el compañero con el cual viajaba, era una jodida combinación andante de herradura de caballo, trébol de 44 hojas y una docena de patas de conejo, todo en un cómodo envoltorio de un tipo de casi dos metros.
-Hum…. ¿En serio? ¿Este hotel económico? Sabes que podríamos estar en un 5 estrellas ahora mismo con un buen par de carga maletas besándonos los talones para soltarles algunos fajos de billetes si no fuera porque regalaste lo que ganaste en el hipódromo de la otra ciudad?
Su tono de voz era hastiado, aunque en realidad no molesto, de hecho era hasta cierto punto divertido por la situación. No le molestaba estar en un hotel turístico, eran camas cómodas, siempre venían con un buen buffet, servicios básicos, era fácil confundirse entre turistas obesos o ridículamente vestidos para pasear por las atracciones familiares, aunque el objetivo de ellos dos eran más bien los centros de juego mas reconocidos de aquella famosa ciudad, los casinos.
-Tenemos tres horas antes de que abra el casino Imperial Shinigami, el casino Royal Death abre un poco más tarde, pero es por su servicio de entretenimiento. El premio gordo será el Grand Death Sun Imperial…
Una sonrisa adorna su rostro, llena de malicia e inciertas intenciones. Revisaba un mapa dela ciudad en su celular mientras avanzaba junto a su compañero por la fila hacia la recepción, donde cuatro recepcionistas atendían a la vez a todos los visitantes. Él había visto hoteles de lujo, donde un solo recepcionista bastaba, era suficiente ya que la cantidad de visitantes era mucho menor y la llegada entre ellos distanciaba, pero ahí era diferente, los autobuses llenos de ansiosos personajes atacaban a la vez las instalaciones hasta atiborrarlas y saturar de trabajo a aquellos desafortunados que trabajaran en el Lobby. Finalmente llego su turno, apoyando ambos brazos sobre el mostrador ante la recepcionista que ante la acción alza la mirada hastiada de turistas, para quedarse sorprendida al ver el rubio de ojos alegres y expresión enérgica, segura y amigable.
-Hola, disculpa, no tenemos reservación de ningún tipo… Si pudieras ayudarnos…
Una sonrisa dulce y bondadosa adornaba los labios del joven de rubios cabellos, juguetona y amigable, la sonrisa de alguien despreocupado y alegre que se lanaria a proteger a un cachorrito callejero que anduviera siendo maltratado por algunos mocosos idiotas. El joven de dorados cabellos habla unos minutos con la recepcionista, la cual finalmente termina riéndose de forma relajadas, mirando divertida a Cozzato, contagiada de la aparente alegría innata del joven, para acabar negando con la cabeza, mas con una sonrisa, y darle un par de llaves, de las habitaciones más altas del hotel, las que eran algo mejores que las demás zonas.
-Oh, Grazie Mille, Signorita
El perfecto hablar italiano del joven valió para hacer reír algo a la recepcionista, mientras el rubio jalaba de su amigo para el elevador, por suerte vacío, dándole las llaves dentro mientras apretaba para subir. Una vez las puertas de metal se cerraron, la expresión del joven cambia a una relajada pero desinteresada, algo hastiada, mirando su mano donde había anotado un número de teléfono, borrándolo de manera desinteresada con su otra mano.
-Más te vale ganar una buena tanda después para cambiar de hotel… No quiero tener en la noche algún drama con la recepcionista por no llamarle...
Aun así, mirando en aquel momento aquella luminosa ciudad, entendía por que hasta los mafiosos y hombres corrompidos, con acceso a lugares libres de ley en donde pudieran desatar sus más bajos instintos y deseos, preferían muchas veces ir a ese lugar seudo legal a buscar entretenimiento y gastar sus fortunas en juegos de azar y emociones pasajeras. Aquella ciudad parecía brillar en su propia insinuación, las luces de neón parecían la forma más vistosa posible de representar la tentación de manera física. Veía limosinas, camiones de turistas, gente caminando por las calles, policías que seguramente solo estarían ahí para cumplir horas mientras bajo el agua se les daba considerables sumas de dinero para que en el momento de la verdad dejaran a los poderosos hacer lo que quisieran. Aun en esa ciudad tan luminosa y hermosa, sus ojos bicolores que parecían una eterna pelea entre el verde opaco y el ámbar, miraban la realidad de aquella forma tan cruda y verdadera que muy poca gente podía apreciar. Sus ojos entrenados e inteligentes miraron los pequeños y casi imperceptibles signos entre la gente y los edificios, gestos de manos de las personas o sus rostros o pequeños detalles como broches o logos en sus trajes o vestidos, marcas en las paredes externas de los casinos o en entradas en callejones, pequeños indicadores de actividad delictiva que ni siquiera los policías conocían, pero que el sí, que conocía por ser quien era, que conocía por que alguna vez el mismo porto algunas de ellas.
-Vaya… Es una ciudad enorme… Pero demasiada gente, veo que su fama no es solo publicidad pagada… Es ganada…
Ríe un poco mientras andaba junto a compañero en aquel autobús turístico. Ignoraba los gritos de los pequeños, los flashes de las cámaras, los comentarios de los turistas en varios idiomas, muchos de los cuales el entendía, aunque algunos se le escapaban, pero por algunas palabras parecía que había un par de Turcos ahí, y creía haber captado alguna palabra en Arabe, aunque esos idiomas solo sabía palabras sueltas y podría estar errado, igualmente dudaba que el Turco quisiera “Pintar de caramelo al salsero”, por lo cual no confiaría en identificar los idiomas que faltaban ahí.
En su mano llevaba un periódico, en la otra un termo de café, bebía de manera calmada mientras observaba distraído la sección de negocios, mirando varias decenas de pequeñas columnas llenas de filas y filas de números aún más pequeños. Sus ojos repasaban los números como si leyera algún libro, gruñendo de vez en cuando y dando uno que otro sorbo de café mientras alzaba sus cejas ya fuera en incredulidad, descontento o diversión. Finalmente suspiro y guardo el periódico, dando otro sorbo a su café, sin fijarse mucho en su compañero de asientos, mirando por la ventana pensativo
-RichMond Cia bajo 16 puntos como pensé… Ahora con la subida de Palroid y la salida de los nuevos productos de Arcomex, debería tener una remontada a fines de semestre… Aunque si me equivoco, perderé un par de miles
Suspiro un poco, como si hablara solo de perder alguna moneda cuando la metes en un tragamonedas, sencillamente aceptando que se podía perder y no darle mucha importancia porque pues bueno, era una moneda. Finalmente el autobús se detiene en un hotel turístico en la zona media oeste de la ciudad, una buena posición ya que se podía llegar rápido al centro por el área había una buena cantidad de buffets cuantiosos y centros de relajación y entretención básicas. El rubio baja del autobús llevando solo una mochila con un par de cambios de ropa. ¿Por qué llegar tan poca ropa? La respuesta era sencilla, el plan era comprar más ahí mismo con el dinero que ganaran en los casinos. Muchos pensarían que eso era una idea estúpida, idiota e irresponsable, muchos se reirían de el por pensar en algo así para poder subsistir en la famosa ciudad del pecado. Muchos lo harían… Si no tuvieran en cuenta de que el compañero con el cual viajaba, era una jodida combinación andante de herradura de caballo, trébol de 44 hojas y una docena de patas de conejo, todo en un cómodo envoltorio de un tipo de casi dos metros.
-Hum…. ¿En serio? ¿Este hotel económico? Sabes que podríamos estar en un 5 estrellas ahora mismo con un buen par de carga maletas besándonos los talones para soltarles algunos fajos de billetes si no fuera porque regalaste lo que ganaste en el hipódromo de la otra ciudad?
Su tono de voz era hastiado, aunque en realidad no molesto, de hecho era hasta cierto punto divertido por la situación. No le molestaba estar en un hotel turístico, eran camas cómodas, siempre venían con un buen buffet, servicios básicos, era fácil confundirse entre turistas obesos o ridículamente vestidos para pasear por las atracciones familiares, aunque el objetivo de ellos dos eran más bien los centros de juego mas reconocidos de aquella famosa ciudad, los casinos.
-Tenemos tres horas antes de que abra el casino Imperial Shinigami, el casino Royal Death abre un poco más tarde, pero es por su servicio de entretenimiento. El premio gordo será el Grand Death Sun Imperial…
Una sonrisa adorna su rostro, llena de malicia e inciertas intenciones. Revisaba un mapa dela ciudad en su celular mientras avanzaba junto a su compañero por la fila hacia la recepción, donde cuatro recepcionistas atendían a la vez a todos los visitantes. Él había visto hoteles de lujo, donde un solo recepcionista bastaba, era suficiente ya que la cantidad de visitantes era mucho menor y la llegada entre ellos distanciaba, pero ahí era diferente, los autobuses llenos de ansiosos personajes atacaban a la vez las instalaciones hasta atiborrarlas y saturar de trabajo a aquellos desafortunados que trabajaran en el Lobby. Finalmente llego su turno, apoyando ambos brazos sobre el mostrador ante la recepcionista que ante la acción alza la mirada hastiada de turistas, para quedarse sorprendida al ver el rubio de ojos alegres y expresión enérgica, segura y amigable.
-Hola, disculpa, no tenemos reservación de ningún tipo… Si pudieras ayudarnos…
Una sonrisa dulce y bondadosa adornaba los labios del joven de rubios cabellos, juguetona y amigable, la sonrisa de alguien despreocupado y alegre que se lanaria a proteger a un cachorrito callejero que anduviera siendo maltratado por algunos mocosos idiotas. El joven de dorados cabellos habla unos minutos con la recepcionista, la cual finalmente termina riéndose de forma relajadas, mirando divertida a Cozzato, contagiada de la aparente alegría innata del joven, para acabar negando con la cabeza, mas con una sonrisa, y darle un par de llaves, de las habitaciones más altas del hotel, las que eran algo mejores que las demás zonas.
-Oh, Grazie Mille, Signorita
El perfecto hablar italiano del joven valió para hacer reír algo a la recepcionista, mientras el rubio jalaba de su amigo para el elevador, por suerte vacío, dándole las llaves dentro mientras apretaba para subir. Una vez las puertas de metal se cerraron, la expresión del joven cambia a una relajada pero desinteresada, algo hastiada, mirando su mano donde había anotado un número de teléfono, borrándolo de manera desinteresada con su otra mano.
-Más te vale ganar una buena tanda después para cambiar de hotel… No quiero tener en la noche algún drama con la recepcionista por no llamarle...
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Fecha de inscripción : 01/06/2014
Puntos : 32
Edad : 29
Localización : En alguna cafeteria
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Cozzato Gagliari
Re: [Nevada] Welcome to Las Vegas [Priv. Cyrano]
¿Por qué siempre todos los viajes que el rubio planeaba terminaban de esta forma? Suspiro pesadamente mientras miraba por la ventanilla de aquel autobús, podía ser que a Cozzato no le molestara, pero para Cyrano aquello era realmente molesto. Desde el inicio el de los cabellos castaños había dicho que subieran a un taxi, tenían suficiente para pagar por uno y sin necesidad de ello, incluso el avión en el que habían llegado pudo haber sido en primera clase, pero no. El rubio siempre quería conocer un poco más a las personas, tal vez estudiarlos, porque eso era lo que los diferenciaba de los demás, poder comportarse de otra manera frente a los simples humanos. Se cruzó de brazos aun molesto y después gruño irritado, las voces de los niños, sus lloriqueos o gritos de emoción, aquellos que hablaban con fuerza emocionados por aquella ciudad que para Cyrano solo era otro Atlantic City.
Aun así no pudo evitar mirar con asombro todos los hoteles o los enormes casinos que llamaban la atención por las columnas o los diseños de reliquias en todo el mundo, como las pirámides hasta había una estatua de la libertad como en New York. Aun así su humor no mejoraba para nada, a pesar de lo llamativo de aquellos lugares se sentía demasiado frustrado, el calor golpeaba directamente en su rostro y aunque aquel roció de luz hacia que sus ojos fueran más llamativos que los de los otros humanos. Respiro hondo guardando su molestia mientras escuchaba al rubio hablando de aquellos negocios en los que estaba invirtiendo. Ahora que lo pensaba antes habían apostado en el hipódromo, ahí había ganado unas dieciséis o diecisiete veces seguidas, pero al final los habían echado cancelando las carreras pues aquello era demasiada perdida para aquellos que organizaban la carrera. ¿Y que había hecho con el dinero? Demasiado sencillo, pues el jamás creyó que al día siguiente el otro propondría ir a una ciudad de azar, por lo cual termino regalando el dinero a un hombre vestido en harapos, el no necesitaba el dinero y tampoco es que le importara que el prójimo viviera bien, normalmente solo hacia las cosas porque le parecían demasiado interesantes sin buscar ganar algo a cambio.
Cuando el autobús se detuvo bajo de este siguiendo al rubio quien tenía un mapa en sus manos y escuchando los reclamos del porque había regalado el dinero, pues ahora podrían están en una suite de lujo, tomando un sabroso vino, además de que los planes del rubio nunca incluían ningún tipo de organización por lo cual Cyrano había terminado eligiendo un hotel al azar de la guía telefónica, el cual resulto ser uno económico pero no de mala clase, solo que era más bien familiar. Rodo los ojos escuchando las críticas y los reclamos, como si de un chiquillo se tratara y después levanto la vista hacia este mirándole un tanto molesto. –No hubiera regalado el dinero si no hubieras decidido que vendríamos a este lugar de un momento a otro. Creo que sabes muy bien que no puedo leer tu mente. –soltó en un tono neutro frio, demasiado distante, como si hablara consigo mismo.
Al mismo tiempo se hacía del maletín que llevaba como único equipaje donde solo había alguna muda de ropa, nunca viajaban con demasiado equipaje ya que después de todo siempre terminaban comprando todo de nuevo donde sea que estuvieran, en shibusen donde tenían su hogar habían amueblado con rapidez después de todo aún tenían un par de cuentas bancarias demasiado gordas como para tener que necesitar realmente el dinero que ganaban poco a poco de maneras sumamente limpias. Como apuestas de caballos, los casinos más pequeños o en las noches de Black Jack que Cozzato solía realizar con personas del bajo mundo quienes tenían más dinero de que podrían gastar en toda su vida. Camino a un lado del rubio y después miro hacia el frente el hotel, de verdad que le daba igual donde se hospedasen pues no creía que se fueran a quedar demasiado tiempo después de entrar en los casinos de ese lugar. Miro dentro la recepción no era demasiado agradable o acogedora como en otros lugares de micho más prestigio pero en aquellos momentos no es como si pudieran permitirse el pagar un lugar mejor. Escucho con atención el itinerario del rubio y después sonrió con egocentrismo levantando un poco el mentón haciendo lo ver con una pose de altanería mientras colocaba una mano en su cadera. –Sabes que tres horas es más que suficiente y hasta demasiado tiempo para poder ganar en cualquier lugar que desees y tal vez hasta dejarlos en la bancarrota. –soltó el de orbes rosas/verdes y después avanzo junto con su compañero quien era el punto focal de la mayoría de las vistas femeninas se cruzó de brazos mientras observaba como aquel se desenvolvía con la recepcionista esperando porque le dieran las llaves de sus cuartos.
Aquellos eran otra de las cualidades de ambos, aunque realmente era personas frías y tal vez muchos pensarían que sin sentimientos, tenían el don del habla. Cyrano a diferencia de Cozzato no se podía desenvolver con tanta facilidad pero aun así como el rubio, cuando era necesario podía recurrir a la amabilidad que su carácter le permitía hasta ser un perfecto anfitrión un compañero excelente para largas platicas con personas que podían resultar de alguna manera convenientes para las situaciones en que se encontraran. Como aquel día por ejemplo buscaría a los peses gordos, seguramente se mostraría agradable, desenvuelto y hasta encantador para poder entrar en la parte más oscura de Las Vegas. Así es, después de todo ellos dos se habían movido demasiado tiempo en ese mundo como para saber diferenciar entre las partidas para personas con dinero y las partidas para personas que de verdad apostarían con una fuerza tal que podrían comprar tal vez medio país de América. Una vez que el rubio regreso jalo de Cyrano quien se dejó hacer siguiéndole hacia el ascensor para escuchar nuevamente las palabras de descontento por parte de su compañero.
Tranquilo, sabes que solo necesito un par de minutos para poder hacer que las maquinas me paguen el acumulado. –dijo cruzándose de brazos mientras una sonrisa se posaba en su rostro.
Al llegar al último piso cada uno fue a sus respectivas habitaciones, una vez que dejo su maletín en la entrada cerro de esta y camino en dirección hacia el cuarto del rubio entrando en este como si nada y mirando por la ventana del cuarto. –Odio la clase económica. –dijo con tanta tranquilidad como quien habla de algún libro o una receta de cocina. Después salió al balcón como si en su propia habitación se encontrara mirando hacia abajo a las personas, aquel hotel era tan pequeño que las personas se podían diferenciar con tanta facilidad como si se encontrara aun en la recepción. –Quiero reservar en el Palace. –soltó mirando hacia el rubio. –En las películas se ve demasiado alto y me llama la atención poder lanzarte por el balcón de un lugar así. –dijo con serenidad en su tono y con una media sonrisa amable en el rostro que para algunos seria inofensiva pero para aquel que le conocía podría identificar rápidamente como enojo o desesperación. Pues aquellas condiciones no le gustaban para nada. Se pasó una mano por el cabello y después miro a su amigo. –Tendremos que ir de smoking para causar más impacto en los peces. –dijo y después camino hacia la entrada. –Aunque en este preciso momento tengo hambre, ¿crees que la recepcionista nos dé una promoción del dos por uno en el buffet? No quiero gastar los últimos diez deathdolares que me quedan.
La sonrisa en el rostro del castaño no se borró, mientras caminaba hacia el pasillo dirigiéndose de nuevo hacia el ascensor. Desde que se habían vuelto así, tan retorcidos, tan arrogantes las cosas difícilmente podían satisfacerles, aunque las diversiones vánales siempre serian entretenidas para poder pasar un simple rato.
Aun así no pudo evitar mirar con asombro todos los hoteles o los enormes casinos que llamaban la atención por las columnas o los diseños de reliquias en todo el mundo, como las pirámides hasta había una estatua de la libertad como en New York. Aun así su humor no mejoraba para nada, a pesar de lo llamativo de aquellos lugares se sentía demasiado frustrado, el calor golpeaba directamente en su rostro y aunque aquel roció de luz hacia que sus ojos fueran más llamativos que los de los otros humanos. Respiro hondo guardando su molestia mientras escuchaba al rubio hablando de aquellos negocios en los que estaba invirtiendo. Ahora que lo pensaba antes habían apostado en el hipódromo, ahí había ganado unas dieciséis o diecisiete veces seguidas, pero al final los habían echado cancelando las carreras pues aquello era demasiada perdida para aquellos que organizaban la carrera. ¿Y que había hecho con el dinero? Demasiado sencillo, pues el jamás creyó que al día siguiente el otro propondría ir a una ciudad de azar, por lo cual termino regalando el dinero a un hombre vestido en harapos, el no necesitaba el dinero y tampoco es que le importara que el prójimo viviera bien, normalmente solo hacia las cosas porque le parecían demasiado interesantes sin buscar ganar algo a cambio.
Cuando el autobús se detuvo bajo de este siguiendo al rubio quien tenía un mapa en sus manos y escuchando los reclamos del porque había regalado el dinero, pues ahora podrían están en una suite de lujo, tomando un sabroso vino, además de que los planes del rubio nunca incluían ningún tipo de organización por lo cual Cyrano había terminado eligiendo un hotel al azar de la guía telefónica, el cual resulto ser uno económico pero no de mala clase, solo que era más bien familiar. Rodo los ojos escuchando las críticas y los reclamos, como si de un chiquillo se tratara y después levanto la vista hacia este mirándole un tanto molesto. –No hubiera regalado el dinero si no hubieras decidido que vendríamos a este lugar de un momento a otro. Creo que sabes muy bien que no puedo leer tu mente. –soltó en un tono neutro frio, demasiado distante, como si hablara consigo mismo.
Al mismo tiempo se hacía del maletín que llevaba como único equipaje donde solo había alguna muda de ropa, nunca viajaban con demasiado equipaje ya que después de todo siempre terminaban comprando todo de nuevo donde sea que estuvieran, en shibusen donde tenían su hogar habían amueblado con rapidez después de todo aún tenían un par de cuentas bancarias demasiado gordas como para tener que necesitar realmente el dinero que ganaban poco a poco de maneras sumamente limpias. Como apuestas de caballos, los casinos más pequeños o en las noches de Black Jack que Cozzato solía realizar con personas del bajo mundo quienes tenían más dinero de que podrían gastar en toda su vida. Camino a un lado del rubio y después miro hacia el frente el hotel, de verdad que le daba igual donde se hospedasen pues no creía que se fueran a quedar demasiado tiempo después de entrar en los casinos de ese lugar. Miro dentro la recepción no era demasiado agradable o acogedora como en otros lugares de micho más prestigio pero en aquellos momentos no es como si pudieran permitirse el pagar un lugar mejor. Escucho con atención el itinerario del rubio y después sonrió con egocentrismo levantando un poco el mentón haciendo lo ver con una pose de altanería mientras colocaba una mano en su cadera. –Sabes que tres horas es más que suficiente y hasta demasiado tiempo para poder ganar en cualquier lugar que desees y tal vez hasta dejarlos en la bancarrota. –soltó el de orbes rosas/verdes y después avanzo junto con su compañero quien era el punto focal de la mayoría de las vistas femeninas se cruzó de brazos mientras observaba como aquel se desenvolvía con la recepcionista esperando porque le dieran las llaves de sus cuartos.
Aquellos eran otra de las cualidades de ambos, aunque realmente era personas frías y tal vez muchos pensarían que sin sentimientos, tenían el don del habla. Cyrano a diferencia de Cozzato no se podía desenvolver con tanta facilidad pero aun así como el rubio, cuando era necesario podía recurrir a la amabilidad que su carácter le permitía hasta ser un perfecto anfitrión un compañero excelente para largas platicas con personas que podían resultar de alguna manera convenientes para las situaciones en que se encontraran. Como aquel día por ejemplo buscaría a los peses gordos, seguramente se mostraría agradable, desenvuelto y hasta encantador para poder entrar en la parte más oscura de Las Vegas. Así es, después de todo ellos dos se habían movido demasiado tiempo en ese mundo como para saber diferenciar entre las partidas para personas con dinero y las partidas para personas que de verdad apostarían con una fuerza tal que podrían comprar tal vez medio país de América. Una vez que el rubio regreso jalo de Cyrano quien se dejó hacer siguiéndole hacia el ascensor para escuchar nuevamente las palabras de descontento por parte de su compañero.
Tranquilo, sabes que solo necesito un par de minutos para poder hacer que las maquinas me paguen el acumulado. –dijo cruzándose de brazos mientras una sonrisa se posaba en su rostro.
Al llegar al último piso cada uno fue a sus respectivas habitaciones, una vez que dejo su maletín en la entrada cerro de esta y camino en dirección hacia el cuarto del rubio entrando en este como si nada y mirando por la ventana del cuarto. –Odio la clase económica. –dijo con tanta tranquilidad como quien habla de algún libro o una receta de cocina. Después salió al balcón como si en su propia habitación se encontrara mirando hacia abajo a las personas, aquel hotel era tan pequeño que las personas se podían diferenciar con tanta facilidad como si se encontrara aun en la recepción. –Quiero reservar en el Palace. –soltó mirando hacia el rubio. –En las películas se ve demasiado alto y me llama la atención poder lanzarte por el balcón de un lugar así. –dijo con serenidad en su tono y con una media sonrisa amable en el rostro que para algunos seria inofensiva pero para aquel que le conocía podría identificar rápidamente como enojo o desesperación. Pues aquellas condiciones no le gustaban para nada. Se pasó una mano por el cabello y después miro a su amigo. –Tendremos que ir de smoking para causar más impacto en los peces. –dijo y después camino hacia la entrada. –Aunque en este preciso momento tengo hambre, ¿crees que la recepcionista nos dé una promoción del dos por uno en el buffet? No quiero gastar los últimos diez deathdolares que me quedan.
La sonrisa en el rostro del castaño no se borró, mientras caminaba hacia el pasillo dirigiéndose de nuevo hacia el ascensor. Desde que se habían vuelto así, tan retorcidos, tan arrogantes las cosas difícilmente podían satisfacerles, aunque las diversiones vánales siempre serian entretenidas para poder pasar un simple rato.
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Fecha de inscripción : 29/05/2014
Puntos : 110
Localización : Una libreria, quiza
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Cyrano Agosti
Re: [Nevada] Welcome to Las Vegas [Priv. Cyrano]
Miraba distraído la gente mientras subían los pisos. En algunos entraban un par de personas, en otros bajaban. Los ojos de Cozzato repasaban a la persona mientras subían y bajaban. Pequeñas manchas de salsa en las ropas de un par de turistas, algunos con relojes en las muñecas, otros con gorras en manos o en la cabeza, niños con trajes de baño, algunos con ya bloqueador puesto y otros con juguetes de piscina en mano. ¿De qué servía todo esto? Sencillo, activaba su mente.
Las manchas le decía si habían estado o no comiendo, lo que le daba una idea de sus posibles destinos, ya alimentados evitarían el buffet, al estar con ropa informal lo más probable era salir, no pasarían por el casino del hotel, siendo que casi todos los hoteles de Las Vegas, incluyendo varios económicos, contaban con sus casinos en mayor o menor tamaño. Los relojes mostraban necesidad de ubicación temporal, gente con compromisos que necesitaban cumplir, planes hechos por horario. Las gorras en la cabeza o en la mano le ayudaba a tener una idea de su tiempo en el hotel. Era más probable que los que la tuvieran puestas hubieran subido a dejar sus cosas para solo salir, mientras los que lo traían en mano ya debían tener un tiempo dentro y salían en ese momento. Los niños con traje de baño eran más obvios, una piscina, siendo un lugar que apreciar con tal calor, pero el que llevaran bloqueador puesto mostraba madres preocupadas, un padre no solía ser tan atento, al igual que indicaba posibles lugares de origen, lugares donde la radiación solar era menor que en las vegas, y por eso querían proteger su piel más, los que no lo tenían puesto es que estaban más acostumbrados a tal intensidad y podían llegar hasta la piscina antes de ponerse algún protector.
Su mente estaba tranquila y relajada al llegar al hotel. Solo se había entretenido con su memorización del mapa de la ciudad. Calles principales, secundarias, las rutas más rápidas a hoteles, centros de seguridad policiaca, fuerza de bomberos, casinos, piscinas y bares. Zonas donde seguramente habría más tráfico o concentración de gente según los locales cercanos o la disponibilidad de las calles. Acostumbraba hacerlo en las ciudades donde el plan era, en pocas palabras, hacer un gran desastre. En este caso, calculaba que tendrían alrededor de 6 horas una vez iniciado el primer vaciado de casino antes de que su nombre fuera distribuido junto a sus imágenes y terminaran desterrados de los casinos con renombre. Esas 6 horas debían exprimirlas lo más posible, no podían gastar tiempo.
Llego hasta el último piso y sin decir nada cada quien se fue a su habitación. Llegada a la suya se quitó su chaleco, el cual a pesar del calor traía puesto, airándose un poco. Reviso sus bolsillos y tiro sobre la cama su billetera, con las credenciales de Shibusen en ella. Esas credenciales que le atribuían el papel de técnico, le daban enormes beneficios, la mayoría de ellos eran uso libre de transportes alrededor del mundo, hospedaje gratis en instituciones amparadas bajo la red de contactos de Shibusen y le permitían entrar a prácticamente cualquier país sin necesidad de pasaportes o permisos, una serie de pequeñas ventajas que debían ser usadas para realizar misiones, pero que él podía aprovechar para sus propios propósitos.
Mientras dejaba su maleta en la cama y la abría, noto a su compañero entrar por la puerta, de forma libertina y despreocupada. Ellos eran así, durmiendo en habitaciones separadas pero cuando querían entraban a la del otro sin llamar siquiera, ¿Era por confianza? No, era porque sabían que molestaba al otro ese tipo de invasión a su privacidad, una vez le había arruinado a Cyrano un casi beso con una abogada de New York, Cyrano había interrumpido el momento en que Cozzato estaba a punto de terminar de lavarle la cabeza a una mucama para que le obedeciera con espiar a alguien, al abrir la puerta y ver a Cyrano, la mucama recobro la compostura y huyo. Esas cosas les jodia entre ellos, pero el placer de malhumorar al otro hacia que continuaran.
-No sería mala idea ver si tu cuerpo sirve de parachoques contra el suelo
Le sonríe de manera tranquila y despreocupada, como si comentara sobre el clima o la hora. Sus amenazas entre ellos eran tan comunes como naturales y despreocupadas. Se volvió hacia su maleta, quitándose la camisa y poniéndose una camisa de vestir de color blanco, elegante, mientras se acomodaba la corbata. El conjunto entre eso y sus jeans resultaban en un atuendo formal/informal que más de una vez le había dado copas gratis en bares de alto copete o restaurantes. Se arregló un poco el cabello, escuchando a Cyrano detrás de él chasqueando la lengua
-Sé que no te gusta, unos 15 millones nos aseguran nos abran el Palace cuando estemos aun a medio kilómetro de la puerta. No me gusta que desde mi habitación pueda distinguir a las personas, las quiero ver como son, como simples hormigas muy por debajo de mis pies, que con tirar una moneda pudiera aplastar sus existencias…
Suspiro ante las palabras que decía, esas palabras llenas de ego, egolatría y despectividad ante las demás existencias. Era como si considerara a todos fuera de esa habitación como algo menos que humanos, seres que habían perdido valor en su existencia. Se puso un reloj en la muñeca, que antes no llevaba. Tenían algo de tiempo libre, si sabían organizarse, y come era una idea genial. Lo bueno de esos hoteles, eran que sus buffets eran muy variados. No le gustaba estar rodeado de demasiada gente, pero sentarse en un restaurante 5 estrellas con cubiertos de plata y manteles de seda, siendo servido con porciones de comida más pequeñas que la palma de su mano, no le gustaba. Si él quería comer, era comer bien, en abundancia y hasta llenarse. De pequeño, comer era una dicha, una bendición, ahora de grande, disfrutaba cada bocado, pero no quería llenarse de comida supuestamente gourmet, si un buen trozo de carne asada al carbón era una dicha para el paladar.
-Vale, está bien, vamos a comer… Pero no esperes bese a la recepcionista, no me gustan tan altas y lo sabes
Sonriendo de lado divertido, terminando de medio arreglarse, con un estilo desarreglado propio de él. Sonríe tranquilo, mirando a Cyrano relajado. Como iba vestido iba bien y se lo hacía saber con un gesto de la cabeza para que se fueran de ahí, ya listos ambos, bajando de nuevo por el ascensor, descendiendo piso a piso con calma, mirando de nuevo la gente entrar y salir del ascensor, repitiendo ese juego mental, pequeños detalles, acciones o miradas, solo jugando, encendiendo su mente, jugueteando nerviosamente con su mano en su pierna, dando lentos toques, como una muestra de algún tic nervioso mientras más calculaba. Necesitaba su mente encendida y atenta al 100% para lo que les acontecería. Él no contaba con la suerte de Cyrano, esa suerte que podría hacer que saliendo del hotel, una pareja de ricos se peleara y el hombre le diera su reloj de $17,000 de plata y oro y la mujer un anillo de compromiso de $20,000 para luego irse sin pedírselo. El solo tenía su mente, los cálculos y las suposiciones para lograrlo, y era el arma que aprovecharía en los casinos.
Llegan finalmente abajo, sus ojos observan como los turistas habían sido reducidos en la recepción, apenas un par que se sentaban en los sofás del lobby, posiblemente a que esperaran que revisaran los cuartos o terminaran de arreglar los recién liberados. Avanza hasta quedar a medio Lobby y ahí se da cuenta de algo, la recepcionista era una diferente. Sonríe de lado, de forma divertida, traviesa. Se oculta las manos en los bolsillos de sus jeans y observa a Cyrano, una mirada divertida que eran problemas para él.
-Cambio de planes… No es la misma… Es tu turno galán, consíguenos ese buffet
Le sonríe travieso, con la mirada altanera y burlona. Él era más desenvuelto que Cyrano, el chico trébol más serio que el de diamantes. Sus ojos no daban opción a cambio, quería que Cyrano fuera el que consiguiera de esa mujer lo que querían, después de todo era una habilidad que ambos necesaria, que era necesario que tuvieran por separado, después de todo, el poder convencer a las personas, hacer que ellos hicieran lo que quisieran para ellos, después de todo, esa era parte de su naturaleza austera y engañosa.
Las manchas le decía si habían estado o no comiendo, lo que le daba una idea de sus posibles destinos, ya alimentados evitarían el buffet, al estar con ropa informal lo más probable era salir, no pasarían por el casino del hotel, siendo que casi todos los hoteles de Las Vegas, incluyendo varios económicos, contaban con sus casinos en mayor o menor tamaño. Los relojes mostraban necesidad de ubicación temporal, gente con compromisos que necesitaban cumplir, planes hechos por horario. Las gorras en la cabeza o en la mano le ayudaba a tener una idea de su tiempo en el hotel. Era más probable que los que la tuvieran puestas hubieran subido a dejar sus cosas para solo salir, mientras los que lo traían en mano ya debían tener un tiempo dentro y salían en ese momento. Los niños con traje de baño eran más obvios, una piscina, siendo un lugar que apreciar con tal calor, pero el que llevaran bloqueador puesto mostraba madres preocupadas, un padre no solía ser tan atento, al igual que indicaba posibles lugares de origen, lugares donde la radiación solar era menor que en las vegas, y por eso querían proteger su piel más, los que no lo tenían puesto es que estaban más acostumbrados a tal intensidad y podían llegar hasta la piscina antes de ponerse algún protector.
Su mente estaba tranquila y relajada al llegar al hotel. Solo se había entretenido con su memorización del mapa de la ciudad. Calles principales, secundarias, las rutas más rápidas a hoteles, centros de seguridad policiaca, fuerza de bomberos, casinos, piscinas y bares. Zonas donde seguramente habría más tráfico o concentración de gente según los locales cercanos o la disponibilidad de las calles. Acostumbraba hacerlo en las ciudades donde el plan era, en pocas palabras, hacer un gran desastre. En este caso, calculaba que tendrían alrededor de 6 horas una vez iniciado el primer vaciado de casino antes de que su nombre fuera distribuido junto a sus imágenes y terminaran desterrados de los casinos con renombre. Esas 6 horas debían exprimirlas lo más posible, no podían gastar tiempo.
Llego hasta el último piso y sin decir nada cada quien se fue a su habitación. Llegada a la suya se quitó su chaleco, el cual a pesar del calor traía puesto, airándose un poco. Reviso sus bolsillos y tiro sobre la cama su billetera, con las credenciales de Shibusen en ella. Esas credenciales que le atribuían el papel de técnico, le daban enormes beneficios, la mayoría de ellos eran uso libre de transportes alrededor del mundo, hospedaje gratis en instituciones amparadas bajo la red de contactos de Shibusen y le permitían entrar a prácticamente cualquier país sin necesidad de pasaportes o permisos, una serie de pequeñas ventajas que debían ser usadas para realizar misiones, pero que él podía aprovechar para sus propios propósitos.
Mientras dejaba su maleta en la cama y la abría, noto a su compañero entrar por la puerta, de forma libertina y despreocupada. Ellos eran así, durmiendo en habitaciones separadas pero cuando querían entraban a la del otro sin llamar siquiera, ¿Era por confianza? No, era porque sabían que molestaba al otro ese tipo de invasión a su privacidad, una vez le había arruinado a Cyrano un casi beso con una abogada de New York, Cyrano había interrumpido el momento en que Cozzato estaba a punto de terminar de lavarle la cabeza a una mucama para que le obedeciera con espiar a alguien, al abrir la puerta y ver a Cyrano, la mucama recobro la compostura y huyo. Esas cosas les jodia entre ellos, pero el placer de malhumorar al otro hacia que continuaran.
-No sería mala idea ver si tu cuerpo sirve de parachoques contra el suelo
Le sonríe de manera tranquila y despreocupada, como si comentara sobre el clima o la hora. Sus amenazas entre ellos eran tan comunes como naturales y despreocupadas. Se volvió hacia su maleta, quitándose la camisa y poniéndose una camisa de vestir de color blanco, elegante, mientras se acomodaba la corbata. El conjunto entre eso y sus jeans resultaban en un atuendo formal/informal que más de una vez le había dado copas gratis en bares de alto copete o restaurantes. Se arregló un poco el cabello, escuchando a Cyrano detrás de él chasqueando la lengua
-Sé que no te gusta, unos 15 millones nos aseguran nos abran el Palace cuando estemos aun a medio kilómetro de la puerta. No me gusta que desde mi habitación pueda distinguir a las personas, las quiero ver como son, como simples hormigas muy por debajo de mis pies, que con tirar una moneda pudiera aplastar sus existencias…
Suspiro ante las palabras que decía, esas palabras llenas de ego, egolatría y despectividad ante las demás existencias. Era como si considerara a todos fuera de esa habitación como algo menos que humanos, seres que habían perdido valor en su existencia. Se puso un reloj en la muñeca, que antes no llevaba. Tenían algo de tiempo libre, si sabían organizarse, y come era una idea genial. Lo bueno de esos hoteles, eran que sus buffets eran muy variados. No le gustaba estar rodeado de demasiada gente, pero sentarse en un restaurante 5 estrellas con cubiertos de plata y manteles de seda, siendo servido con porciones de comida más pequeñas que la palma de su mano, no le gustaba. Si él quería comer, era comer bien, en abundancia y hasta llenarse. De pequeño, comer era una dicha, una bendición, ahora de grande, disfrutaba cada bocado, pero no quería llenarse de comida supuestamente gourmet, si un buen trozo de carne asada al carbón era una dicha para el paladar.
-Vale, está bien, vamos a comer… Pero no esperes bese a la recepcionista, no me gustan tan altas y lo sabes
Sonriendo de lado divertido, terminando de medio arreglarse, con un estilo desarreglado propio de él. Sonríe tranquilo, mirando a Cyrano relajado. Como iba vestido iba bien y se lo hacía saber con un gesto de la cabeza para que se fueran de ahí, ya listos ambos, bajando de nuevo por el ascensor, descendiendo piso a piso con calma, mirando de nuevo la gente entrar y salir del ascensor, repitiendo ese juego mental, pequeños detalles, acciones o miradas, solo jugando, encendiendo su mente, jugueteando nerviosamente con su mano en su pierna, dando lentos toques, como una muestra de algún tic nervioso mientras más calculaba. Necesitaba su mente encendida y atenta al 100% para lo que les acontecería. Él no contaba con la suerte de Cyrano, esa suerte que podría hacer que saliendo del hotel, una pareja de ricos se peleara y el hombre le diera su reloj de $17,000 de plata y oro y la mujer un anillo de compromiso de $20,000 para luego irse sin pedírselo. El solo tenía su mente, los cálculos y las suposiciones para lograrlo, y era el arma que aprovecharía en los casinos.
Llegan finalmente abajo, sus ojos observan como los turistas habían sido reducidos en la recepción, apenas un par que se sentaban en los sofás del lobby, posiblemente a que esperaran que revisaran los cuartos o terminaran de arreglar los recién liberados. Avanza hasta quedar a medio Lobby y ahí se da cuenta de algo, la recepcionista era una diferente. Sonríe de lado, de forma divertida, traviesa. Se oculta las manos en los bolsillos de sus jeans y observa a Cyrano, una mirada divertida que eran problemas para él.
-Cambio de planes… No es la misma… Es tu turno galán, consíguenos ese buffet
Le sonríe travieso, con la mirada altanera y burlona. Él era más desenvuelto que Cyrano, el chico trébol más serio que el de diamantes. Sus ojos no daban opción a cambio, quería que Cyrano fuera el que consiguiera de esa mujer lo que querían, después de todo era una habilidad que ambos necesaria, que era necesario que tuvieran por separado, después de todo, el poder convencer a las personas, hacer que ellos hicieran lo que quisieran para ellos, después de todo, esa era parte de su naturaleza austera y engañosa.
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Localización : En alguna cafeteria
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Cozzato Gagliari
Re: [Nevada] Welcome to Las Vegas [Priv. Cyrano]
Mientras veía los números del elevador cambiar una sonrisa pasaba por su rostro por saber que el rubio tendría que ir a por la misma chica dos veces en el mismo día, después de todo era algo que aquel podría odiar entre muchas otras cosas. –No es como si tuvieras un tipo específico. –Comento acomodando sus lentes con una mano y llevando despreocupadamente la otra al bolsillo del pantalón negro que vestía en aquellos momentos. Aquellos dos como siempre eran completamente opuestos, uno más libertino que el otro, uno más casual otro un poco más elegante, uno con más fluidez del habla mientras el otro era más silencioso. Como el agua y el aceite, tal vez sin poderse soportar entre ellos, pero con la mejor resonancia y tal vez eso era lo que los frustraba más a ambos.
Es por eso que cuando el ascensor abrió sus puertas Cyrano frunció el ceño, el rubio aun no hablaba pero podía sentir claramente como este se regocijaba en su mala surte hasta que lo escucho, aquel maldito volvía a burlarse, de que su escasa mala suerte le atacara en aquellos momentos. Un respiro profundo un suspiro cansado, se pasó una mano por el cabello y después se quitó las gafas entregándoselas al rubio con cierta pesadez. No es que no pudiera hacerlo, lo hacía tan bien como el otro, el problema es que a diferencia del rubio que disfrutaba confundiendo las cabezas de las personas, a Cyrano le molestaba tener que tratar con otros seres, seres inferiores a él. Avanzo a paso lento pero elegante, el ultimo botón de su camisa blanca estaba desabrochado dejando ver parte de su clavícula lo cual sabia solía ser atractivo para las mujeres, con una mano en el bolsillo del pantalón avanzo, pasando su mano libre por su cabello haciéndolo hacia atrás y con los ojos puestos en la recepcionista quien le miraba sin poder despegar sus ojos de él. De hecho la mayoría de las miradas ya estaban en él. –Espero que disfrutes del espectáculo –Fue lo único que dijo para el rubio aunque ya estaba un poco lejos del sabía que le escucharía.
Ladeo un poco el rostro mientras se encontraba con la chica colocando los dos brazos sobre el mostrador para recargarse y poder acercarse un poco a ella con una sonrisa de media luna dibujada en su rostro y una mirada intensa sobre ella. La chica se sonrojo mirándole atentamente así como una encargada que recién iba llegando ahí. –Mi amigo y yo queremos saber dónde está el buffet y si es que podemos conseguir algunas cortesías, no contamos con mucho efectivo. –comento sin apartar su mirada de ella, quien solo balbuceaba un poco torpe lo cual comenzaba a frustrar a Cyrano, después de todo no era tan difícil solo tomar las cortesías y entregárselas. Levanto un poco el rostro y sonrió un poco más abiertamente para aquella insípida mujer. –Tal vez sea demasiado problema… -comento bajando un poco la mirada a lo cual recibió una respuesta afirmativa por parte de la chica quien sonreía de forma nerviosa dando las indicaciones de donde se encontraba el buffet y deslizando algunas cortesías para varias áreas “vip” de aquel pastoso hotel. El castaño sonrió en agradecimiento y tomo las cortesías alejándose de ahí hacia donde estaba su compañero con un rostro burlón. Miro los papeles que le habían entregado y un número escrito en uno de estos, el cual le entrego al otro. –Ten, tal vez te divierta, ella no es tan alta. –dijo con un sarcasmo tan obvio y acido en su tono de voz.
Avanzando por el angosto pasillo de aquel hotel de tercera observo con un poco de ilusión la comida que había sobre aquella mesa, completamente repleta con personas alrededor del lugar acaparando el máximo que podían de alimentos, ladeando nuevamente el rostro y cambiando entre la gente que les abría el paso nada más mirarles por un momento, como si no pudieran interponerse en su camino, no es que tuvieran una presencia que causara miedo, más bien su presencia impactaba tanto que no podían controlarse al momento de mirarlos para admirar a esos dos reyes.
Tal vez no había quedado del todo satisfecho, aquella comida tal vez no era a lo que se había acostumbrado, aunque cuando niño hubiera dado lo que fuera por aunque fuera comer un pedazo de pan duro, ahora era diferente, se había vuelto quisquilloso, nada le complacía como cuando niños, nada le parecía lo suficientemente bueno como para tener que probar, nada era demasiado bueno, ninguna comida le satisfacía por completo y probablemente era lo mismo para el rubio. Ahora aquellos que cuando niños corrían por las calles huyendo de otros, se mostraban fríos, malévolos y hacían que otros huyeran de ellos, porque eran arrogantes, orgullosos, eran después de todo, realeza.
Bueno. –dijo mirando al otro mientras salían del hotel y miraba las calles atestadas de personas, esa ciudad llamaba la atención de todo el mundo, de los más ricos hasta los más pobres, se podía ver por ahí personas frustradas y otros tratando de conseguir algo por un reloj viejo solo para seguir jugando. –Tu decide cual es el primer casino que quieres visitar, me apetece jugar un rato. –dijo con una sonrisa mientras metía ambas manos en los bolsillos de su pantalón con una sonrisa juguetona en el rostro, bastante deseoso de poder ir a arruinar la diversión de muchas otras personas al verle y sentir envidia de que ganara, porque claro, era obvio que el ganaría.
Es por eso que cuando el ascensor abrió sus puertas Cyrano frunció el ceño, el rubio aun no hablaba pero podía sentir claramente como este se regocijaba en su mala surte hasta que lo escucho, aquel maldito volvía a burlarse, de que su escasa mala suerte le atacara en aquellos momentos. Un respiro profundo un suspiro cansado, se pasó una mano por el cabello y después se quitó las gafas entregándoselas al rubio con cierta pesadez. No es que no pudiera hacerlo, lo hacía tan bien como el otro, el problema es que a diferencia del rubio que disfrutaba confundiendo las cabezas de las personas, a Cyrano le molestaba tener que tratar con otros seres, seres inferiores a él. Avanzo a paso lento pero elegante, el ultimo botón de su camisa blanca estaba desabrochado dejando ver parte de su clavícula lo cual sabia solía ser atractivo para las mujeres, con una mano en el bolsillo del pantalón avanzo, pasando su mano libre por su cabello haciéndolo hacia atrás y con los ojos puestos en la recepcionista quien le miraba sin poder despegar sus ojos de él. De hecho la mayoría de las miradas ya estaban en él. –Espero que disfrutes del espectáculo –Fue lo único que dijo para el rubio aunque ya estaba un poco lejos del sabía que le escucharía.
Ladeo un poco el rostro mientras se encontraba con la chica colocando los dos brazos sobre el mostrador para recargarse y poder acercarse un poco a ella con una sonrisa de media luna dibujada en su rostro y una mirada intensa sobre ella. La chica se sonrojo mirándole atentamente así como una encargada que recién iba llegando ahí. –Mi amigo y yo queremos saber dónde está el buffet y si es que podemos conseguir algunas cortesías, no contamos con mucho efectivo. –comento sin apartar su mirada de ella, quien solo balbuceaba un poco torpe lo cual comenzaba a frustrar a Cyrano, después de todo no era tan difícil solo tomar las cortesías y entregárselas. Levanto un poco el rostro y sonrió un poco más abiertamente para aquella insípida mujer. –Tal vez sea demasiado problema… -comento bajando un poco la mirada a lo cual recibió una respuesta afirmativa por parte de la chica quien sonreía de forma nerviosa dando las indicaciones de donde se encontraba el buffet y deslizando algunas cortesías para varias áreas “vip” de aquel pastoso hotel. El castaño sonrió en agradecimiento y tomo las cortesías alejándose de ahí hacia donde estaba su compañero con un rostro burlón. Miro los papeles que le habían entregado y un número escrito en uno de estos, el cual le entrego al otro. –Ten, tal vez te divierta, ella no es tan alta. –dijo con un sarcasmo tan obvio y acido en su tono de voz.
Avanzando por el angosto pasillo de aquel hotel de tercera observo con un poco de ilusión la comida que había sobre aquella mesa, completamente repleta con personas alrededor del lugar acaparando el máximo que podían de alimentos, ladeando nuevamente el rostro y cambiando entre la gente que les abría el paso nada más mirarles por un momento, como si no pudieran interponerse en su camino, no es que tuvieran una presencia que causara miedo, más bien su presencia impactaba tanto que no podían controlarse al momento de mirarlos para admirar a esos dos reyes.
Tal vez no había quedado del todo satisfecho, aquella comida tal vez no era a lo que se había acostumbrado, aunque cuando niño hubiera dado lo que fuera por aunque fuera comer un pedazo de pan duro, ahora era diferente, se había vuelto quisquilloso, nada le complacía como cuando niños, nada le parecía lo suficientemente bueno como para tener que probar, nada era demasiado bueno, ninguna comida le satisfacía por completo y probablemente era lo mismo para el rubio. Ahora aquellos que cuando niños corrían por las calles huyendo de otros, se mostraban fríos, malévolos y hacían que otros huyeran de ellos, porque eran arrogantes, orgullosos, eran después de todo, realeza.
Bueno. –dijo mirando al otro mientras salían del hotel y miraba las calles atestadas de personas, esa ciudad llamaba la atención de todo el mundo, de los más ricos hasta los más pobres, se podía ver por ahí personas frustradas y otros tratando de conseguir algo por un reloj viejo solo para seguir jugando. –Tu decide cual es el primer casino que quieres visitar, me apetece jugar un rato. –dijo con una sonrisa mientras metía ambas manos en los bolsillos de su pantalón con una sonrisa juguetona en el rostro, bastante deseoso de poder ir a arruinar la diversión de muchas otras personas al verle y sentir envidia de que ganara, porque claro, era obvio que el ganaría.
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Cyrano Agosti
Re: [Nevada] Welcome to Las Vegas [Priv. Cyrano]
Una sonrisa traviesa fue esbozada por los labios del rubio, mientras ponía sus manos en los bolsillos de sus vaqueros. No podía negar las palabras del otro rubio, después de todo, había estado con diferentes tipos de mujeres con los años, casi siempre por obtener algo a cambio. Había tenido que seducir a diversa clase de mujeres, y nunca había tenido una relación seria, así que la sola idea de poder definir a un tipo de mujer para él, sería imposible para quienes lo conocieran. Aun así… Aun él tenía un tipo de chica, podía resumirlo en pocas palabras. Cabello rubio, ojos grandes y expresivos, no muy altas, expresiones inocentes. Esa combinación lograba llamar su atención sin oportunidad de salvación, su talón de Aquiles, su debilidad.
-Lo disfrutare, si, ver cómo te dan una bofetada~
Sonrió de manera picara a su compañero, mientras observaba a su amigo irse, aunque bueno, sabía que no sería el caso. Si bien él era el más carismático de los dos, el más hablador y con una fluidez más natural, el de ojos verdes no tenía nada que envidiarle en cuanto a habilidad para convencer. El igual sabía manipular a las personas, sabia notar esos pequeños detalles que permitían deducir puntos para abordar, sabia reconocer a las personas débiles de carácter, a las orgullosas, a las creídas o las serias. Esos, entre otras cosas, eran puntos clave para poder seducir a una persona, o convencerla o hacerla cambiar de opinión. Fácil en teoría, difícil en práctica, pero para ambos, la practica ya había sido mucha, ahora para los dos, era sencillo de lograr.
¿Cuánto tiempo se tardaría? A veces jugaban a eso, viendo quien se tardaba más en lograr algo que luego trataría el otro. No necesariamente mujeres, en realidad, Cyrano detestaba hacer esa clase de juegos, si no igual podía ser obtener cierta suma de dinero, llegar a algún lugar, obtener algo de otro lugar, lograr convencer a alguien o lograr algo. Siempre usaban esos métodos no solo para pasar el tiempo, si no igual para practicar aquellas habilidades sociales que en su mundo, el bajo mundo, podían ser tan o más importantes que las armas. A veces una buena labia, podía resultar la diferencia entre la vida y la muerte, entre triunfas o perder, ambos lo sabían, lo habían experimentado en su propia carne en su niñez, y por ello le dedicaban ese tiempo a practicar tales habilidades.
-Hum… Lo lamento, esa trenza que tiene le resta muchos puntos para mi gusto
Sonrió de forma despreocupada y divertida. Había sido tan rápido como se esperaba, tomándose su tiempo para llegar hasta ella, haciéndose notar, captando su atención. Un tono seguro pero suave, una personalidad profunda y misteriosa. Ese tipo de combinaciones solían trabajar muy bien y debía de darle puntos al oji verde por usarlos, había elegido buenas armas en la persona correcta. Todas las personas eran diferentes, para ello, las cualidades que se necesitaba para que bajaran la guardia eran distintas. Una mala elección de palabras, una demostración de nerviosismo o agresividad, un gesto mal hecho, pudieran arruinar todo el proceso, pero el chico trébol los había evitado y había triunfado.
Con las cortesías en mano, avanzo junto al joven de lentes, entrando al buffet y gruñendo un poco al ver a las diversas familias ahí presentes, algunas con niños, otras parejas, elevando un ruido que le hacían desear quemar todo el lugar hasta los cimientos. Pero aun así, lo dejo pasar, pidiendo una mesa con el líder de meseros y aprovechando los pases que le habían dado para ir a un área más agradable que el resto, recompensando al mesero de manera amable con los últimos diez Deathdolares que le quedaban a Cyrano, logrando así el agrado del joven mesero que los atendió toda la noche de forma atenta, esperando más propina de ese tipo.
¿Lo había hecho como agradecimiento? ¿Para ser tratado de forma preferente? Más que por eso, su motivo había sido ver al joven mesero reduciéndose por dinero, atendiéndolos de forma especial y estar atento a ellos en todo momento. Un chasquido de los dedos y él estaba ahí para servirles, siendo que si alguien le chasqueara los dedos a Cozzato, este se los cortaría con una cuchara para postre. Sencillamente él disfrutaba ver a otras personas actuando de esa manera patética en busca de algo a cambio, aceptando su baja importancia y poder en frente de Cozzato, recalcando la diferencia entre un rey como él, y la simple servidumbre.
Finalmente acabaron de comer, de manera tranquila y leyendo un periódico nuevo, pasando páginas y páginas mientras comía algo de fruta y un poco de pescado luego de ella. No le gustaba comer demasiado en buffet, la comida ahí era producida en masa y no cuidaban demasiado del sabor, importaba más para ellos sacar la comida y ya para cubrir la rápida y extensa demanda. Por eso mismo, comió lo que resulto más apetitoso para él mientras se concentraba más que nada en su amada y adorada taza de café. Era un café sencillo, algo insípido para su gusto pero era mejor que nada, degustándolo con calma y sonriendo de manera suave. Solo ese café había sido un alivio para su alma y su cuerpo en medio del tumulto de las mesas y el pasar de los mocosos.
-Pues bueno… Uno de baja categoría, como gaste tu dinero en la propina nos quedan… 3 Deathdolares
Dijo de manera suave abriendo su billetera, mirando los tres billetes ahí abandonados y solitarios. Aun así, en vez de sentirse deprimido o algo, sonrió de manera amplia y divertida. Esos 3 billetes era todo lo que necesitaba. Darle 1 billete a Cyrano y el con 2, todo lo que necesitaba para obtener el primer monto que quería para poder entrar a un casino de mayor prestigio. Después de todo, los casinos siempre tenían un monto mínimo en las apuestas, siendo las únicas excepciones a esto los tragamonedas. En los casinos de más bajo nivel se podía jugar con 1 deathdolar o 10 deathdolares en algunos de los juegos, tales como ruleta o póker. En los de más alta categoría, solía ser el monto mínimo de 100 Deathdolares o inclusive más, siendo esto para gente más adinerada o de mayor categoría, o simples tontos confiados que iban ahí a perder todo su dinero. Finalmente, había un nivel sobre ese, o más bien, muy por debajo de todos. En los casinos del submundo, la apuesta mínima eran varios cientos de miles o, en algunos casos para los juegos cuyas recompensas eran las más cuantiosas para los jugadores, la vida. Aunque bueno… Esos eran para más en la noche.
Caminaron de forma despreocupada por la calle, o más bien, Cozzato guio a Cyrano por esta mientras rememoraba el mapa en su mente. Mientras avanzaba pudo ver gente elegante o pobre, familias o vagabundos tirados en callejones cubriéndose de periódicos. Era hasta cierto punto curioso el cómo podía mezclarse toda esa gente de aquella manera tan sencilla, todo por la naturaleza cruel y austera de esa ciudad, la cual era disfrazada por una máscara de brillo y promesas de riquezas y diversión. Avanzo de manera calmada hasta llegar a un casino de tamaño medio, el cual recordaba del mapa que había estudiado más temprano, sonriendo divertido y avanzando hacia el interior, dándole uno de los billetes a Cyrano, sonriéndole de manera suave
-Ve a los tragamonedas… Y consigue lo que necesites. Yo iré a la ruleta… Veré como manejan las cosas en este lugar.
Sonrió de manera picara y traviesa. ¿Por qué le daba a su compañero un solo dólar y él se quedaba con dos? Fácil, Cyrano solo necesitaba uno, cambiarlo por monedas y usarlas en las maquinas. Calculaba que las máquinas de ahí, las que no tenían los premios materiales, solo en monedas, requerirían solo 25 deathavos por intento, en pocas palabras, Cyrano tendría 4 intentos y eso era todo lo que necesitaba para sacar un premio de buen nivel. Por su parte, el iría a la ruleta, y para ello necesitaba dos Deathdolares. ¿Por qué dos? Sonrió pensando en ello, llegando hasta la ventanilla donde podía cambiarle el dinero por fichas para jugar, ofreciendo los dos dólares ante la mirada incrédula y algo despectiva del encargado, el cual miro a Cozzato como si preguntara si era en serio ese cambio. Cozzato solo sonrió de manera ladeada y alegre, con un dejo pícaro y juguetón en sus ojos
-Quisiera cambiarlas por fichas de juego, por favor
-Lo disfrutare, si, ver cómo te dan una bofetada~
Sonrió de manera picara a su compañero, mientras observaba a su amigo irse, aunque bueno, sabía que no sería el caso. Si bien él era el más carismático de los dos, el más hablador y con una fluidez más natural, el de ojos verdes no tenía nada que envidiarle en cuanto a habilidad para convencer. El igual sabía manipular a las personas, sabia notar esos pequeños detalles que permitían deducir puntos para abordar, sabia reconocer a las personas débiles de carácter, a las orgullosas, a las creídas o las serias. Esos, entre otras cosas, eran puntos clave para poder seducir a una persona, o convencerla o hacerla cambiar de opinión. Fácil en teoría, difícil en práctica, pero para ambos, la practica ya había sido mucha, ahora para los dos, era sencillo de lograr.
¿Cuánto tiempo se tardaría? A veces jugaban a eso, viendo quien se tardaba más en lograr algo que luego trataría el otro. No necesariamente mujeres, en realidad, Cyrano detestaba hacer esa clase de juegos, si no igual podía ser obtener cierta suma de dinero, llegar a algún lugar, obtener algo de otro lugar, lograr convencer a alguien o lograr algo. Siempre usaban esos métodos no solo para pasar el tiempo, si no igual para practicar aquellas habilidades sociales que en su mundo, el bajo mundo, podían ser tan o más importantes que las armas. A veces una buena labia, podía resultar la diferencia entre la vida y la muerte, entre triunfas o perder, ambos lo sabían, lo habían experimentado en su propia carne en su niñez, y por ello le dedicaban ese tiempo a practicar tales habilidades.
-Hum… Lo lamento, esa trenza que tiene le resta muchos puntos para mi gusto
Sonrió de forma despreocupada y divertida. Había sido tan rápido como se esperaba, tomándose su tiempo para llegar hasta ella, haciéndose notar, captando su atención. Un tono seguro pero suave, una personalidad profunda y misteriosa. Ese tipo de combinaciones solían trabajar muy bien y debía de darle puntos al oji verde por usarlos, había elegido buenas armas en la persona correcta. Todas las personas eran diferentes, para ello, las cualidades que se necesitaba para que bajaran la guardia eran distintas. Una mala elección de palabras, una demostración de nerviosismo o agresividad, un gesto mal hecho, pudieran arruinar todo el proceso, pero el chico trébol los había evitado y había triunfado.
Con las cortesías en mano, avanzo junto al joven de lentes, entrando al buffet y gruñendo un poco al ver a las diversas familias ahí presentes, algunas con niños, otras parejas, elevando un ruido que le hacían desear quemar todo el lugar hasta los cimientos. Pero aun así, lo dejo pasar, pidiendo una mesa con el líder de meseros y aprovechando los pases que le habían dado para ir a un área más agradable que el resto, recompensando al mesero de manera amable con los últimos diez Deathdolares que le quedaban a Cyrano, logrando así el agrado del joven mesero que los atendió toda la noche de forma atenta, esperando más propina de ese tipo.
¿Lo había hecho como agradecimiento? ¿Para ser tratado de forma preferente? Más que por eso, su motivo había sido ver al joven mesero reduciéndose por dinero, atendiéndolos de forma especial y estar atento a ellos en todo momento. Un chasquido de los dedos y él estaba ahí para servirles, siendo que si alguien le chasqueara los dedos a Cozzato, este se los cortaría con una cuchara para postre. Sencillamente él disfrutaba ver a otras personas actuando de esa manera patética en busca de algo a cambio, aceptando su baja importancia y poder en frente de Cozzato, recalcando la diferencia entre un rey como él, y la simple servidumbre.
Finalmente acabaron de comer, de manera tranquila y leyendo un periódico nuevo, pasando páginas y páginas mientras comía algo de fruta y un poco de pescado luego de ella. No le gustaba comer demasiado en buffet, la comida ahí era producida en masa y no cuidaban demasiado del sabor, importaba más para ellos sacar la comida y ya para cubrir la rápida y extensa demanda. Por eso mismo, comió lo que resulto más apetitoso para él mientras se concentraba más que nada en su amada y adorada taza de café. Era un café sencillo, algo insípido para su gusto pero era mejor que nada, degustándolo con calma y sonriendo de manera suave. Solo ese café había sido un alivio para su alma y su cuerpo en medio del tumulto de las mesas y el pasar de los mocosos.
-Pues bueno… Uno de baja categoría, como gaste tu dinero en la propina nos quedan… 3 Deathdolares
Dijo de manera suave abriendo su billetera, mirando los tres billetes ahí abandonados y solitarios. Aun así, en vez de sentirse deprimido o algo, sonrió de manera amplia y divertida. Esos 3 billetes era todo lo que necesitaba. Darle 1 billete a Cyrano y el con 2, todo lo que necesitaba para obtener el primer monto que quería para poder entrar a un casino de mayor prestigio. Después de todo, los casinos siempre tenían un monto mínimo en las apuestas, siendo las únicas excepciones a esto los tragamonedas. En los casinos de más bajo nivel se podía jugar con 1 deathdolar o 10 deathdolares en algunos de los juegos, tales como ruleta o póker. En los de más alta categoría, solía ser el monto mínimo de 100 Deathdolares o inclusive más, siendo esto para gente más adinerada o de mayor categoría, o simples tontos confiados que iban ahí a perder todo su dinero. Finalmente, había un nivel sobre ese, o más bien, muy por debajo de todos. En los casinos del submundo, la apuesta mínima eran varios cientos de miles o, en algunos casos para los juegos cuyas recompensas eran las más cuantiosas para los jugadores, la vida. Aunque bueno… Esos eran para más en la noche.
Caminaron de forma despreocupada por la calle, o más bien, Cozzato guio a Cyrano por esta mientras rememoraba el mapa en su mente. Mientras avanzaba pudo ver gente elegante o pobre, familias o vagabundos tirados en callejones cubriéndose de periódicos. Era hasta cierto punto curioso el cómo podía mezclarse toda esa gente de aquella manera tan sencilla, todo por la naturaleza cruel y austera de esa ciudad, la cual era disfrazada por una máscara de brillo y promesas de riquezas y diversión. Avanzo de manera calmada hasta llegar a un casino de tamaño medio, el cual recordaba del mapa que había estudiado más temprano, sonriendo divertido y avanzando hacia el interior, dándole uno de los billetes a Cyrano, sonriéndole de manera suave
-Ve a los tragamonedas… Y consigue lo que necesites. Yo iré a la ruleta… Veré como manejan las cosas en este lugar.
Sonrió de manera picara y traviesa. ¿Por qué le daba a su compañero un solo dólar y él se quedaba con dos? Fácil, Cyrano solo necesitaba uno, cambiarlo por monedas y usarlas en las maquinas. Calculaba que las máquinas de ahí, las que no tenían los premios materiales, solo en monedas, requerirían solo 25 deathavos por intento, en pocas palabras, Cyrano tendría 4 intentos y eso era todo lo que necesitaba para sacar un premio de buen nivel. Por su parte, el iría a la ruleta, y para ello necesitaba dos Deathdolares. ¿Por qué dos? Sonrió pensando en ello, llegando hasta la ventanilla donde podía cambiarle el dinero por fichas para jugar, ofreciendo los dos dólares ante la mirada incrédula y algo despectiva del encargado, el cual miro a Cozzato como si preguntara si era en serio ese cambio. Cozzato solo sonrió de manera ladeada y alegre, con un dejo pícaro y juguetón en sus ojos
-Quisiera cambiarlas por fichas de juego, por favor
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Cozzato Gagliari
Re: [Nevada] Welcome to Las Vegas [Priv. Cyrano]
Escucho la voz del rubio y después rodo los ojos, sabía que le había dado la mayor parte de su dinero al mesero él cual había corrido de un lado a otro según las ordenes de Cozzato era claro que lo haría, el rubio así como el mismo disfrutaban ver a otros rogando por servirles, siempre ahí con una sonrisa para ellos, le daban tanto asco como placer saber que era mejor que ellos. Giro su cabeza tratando de tronar su cuello y después miro el lugar al que habían entrado. Lo cierto es que no le importaba mucho la fachada del lugar si no lo que obtendrían del mismo. No estaba feliz con el dinero que tenían en las manos, porque sabía lo que eso significaba, miradas de incredulidad y tal vez hasta les mirarían hacia abajo como si fueran mejores que ellos y no había nada que odiara más que esa sensación de ser menos que alguien. Por qué él era un Rey, nunca habría nadie superior. Jamás.
Escucho las palabras del rubio y tomo el billete para después mirarlo. –Si pierdes una sola ronda, ten por seguro que te cortare un brazo. –dijo de manera tan casual que las personas a su alrededor no lo tomaron en serio, aunque el arma era más que seria. De verdad trataría de arrancar un brazo de aquel chico, no sería la primera vez que amenazara de esa manera al otro. Es más si uno lo pensaba ya habían peleado hasta casi matarse entre ellos en ocasiones anteriores, aunque sus peleas nunca eran por un buen motivo y terminaban peleando por cualquier cosa, cuando las cosas eran serias ellos podrían ser los adversarios más peligros que uno se podría ganar. Inhalo fuerte y se acercó a la caja donde cambiaron su billete por un par de monedas mientras le observaban con cierta burla, como si pensaran que el chico no estaba bien de su cabeza, tomo un vaso donde podía llevar el dinero que ganara y camino frente a la primer máquina que anunciaba un premio acumulado de diez mil deathdolares. Levanto una ceja y después metió una moneda en la misma jalo la palanca de un lado y la maquina comenzó a hacer un ruido demasiado molesto para el castaño.
Un montón de gente comenzó a acercarse al igual que los empleados del lugar mirándole incrédulo. Con una sola moneda el había bajado el premio acumulado de todos los demás. Sonrió amable para uno de los empleados que se acercaban ofreciendo sus felicitaciones, Cyrano tomo un puñado de monedas y se las entregó al chico como propina antes de caminar hacia las cajas para poder cambiar aquel premio por dinero en billetes, pidiendo únicamente quedarse con dos monedas nuevamente y dejando una cuantiosa propina en las cajas siendo observado por los empleados con respeto. Avanzo buscando otra máquina que manejara un premio similar al que había ganado hacia un momento siendo seguido por una caravana de empleados que le miraban muy emocionados por el premio que acababa de obtener.
Camino por un rato entre las máquinas de la reducida sala de juegos de azar, sus ojos pasaban de una maquina a otra dando finalmente por entendido que no habría otro premio igual en aquel lugar, por lo cual bufo irritado avanzando hacia la zona de mesas que es donde sabia se encontraría el rubio. Lo ubico rápidamente con aquel semblante tan único y superior, al parecer Cyrano no había sido el único con suerte aquel día pues todos los rivales de Cozzato tenían las miradas varias y pérdidas en las cartas. Rodo los ojos y tomo asiento junto al rubio mientras este recibía lo que había ganado durante la partida. Así mismo los ojos de todos los empleados se posaban en ellos, Cyrano con una suerte impresionante y por otro lado Cozzato que en realidad no dependía de la suerte sino más bien de sus estrategias, conocía a su compañero y este podía ser un pelín más diabólico que el de ojos verdes. Lo sabía, lo conocía y sinceramente y aunque nunca lo admitiría a veces sentía respeto por su compañero, porque este era más perverso en pensamiento y acciones, podías notarlo con solo mirar a sus contrincantes de aquella partida. Seguro los había torturado mentalmente con algo como que tenía y no tenía las cartas para al final si tenerlas.
Lo miro con un brillo único en los ojos para después sonreírle a su compañero, ellos nunca habían jugado contra el otro a las cartas, sin duda habían jugado juegos de estrategia y las largas partidas en juegos similares al ajedrez no hacían si no más que causarles dolor de cabeza, por esa misma razón habían terminado acordando no volver a jugar ningún tipo de juego de estrategia, pero de eso ya había pasado mucho tiempo ¿Qué tanto mal les podría hacer una pequeña partida? Miro a las cartas y después a Cozzato con una sonrisa dibujada en el rostro. Aunque rápidamente declino el mismo la idea después de que terminara por recordar que tenía que cambiar dinero por fichas, eso sonaba como algo tedioso, así que sin más miro al rubio con algo de fastidio.
¿Estás listo para irte? Yo he ganado lo que necesitaba de esta sala.
Escucho las palabras del rubio y tomo el billete para después mirarlo. –Si pierdes una sola ronda, ten por seguro que te cortare un brazo. –dijo de manera tan casual que las personas a su alrededor no lo tomaron en serio, aunque el arma era más que seria. De verdad trataría de arrancar un brazo de aquel chico, no sería la primera vez que amenazara de esa manera al otro. Es más si uno lo pensaba ya habían peleado hasta casi matarse entre ellos en ocasiones anteriores, aunque sus peleas nunca eran por un buen motivo y terminaban peleando por cualquier cosa, cuando las cosas eran serias ellos podrían ser los adversarios más peligros que uno se podría ganar. Inhalo fuerte y se acercó a la caja donde cambiaron su billete por un par de monedas mientras le observaban con cierta burla, como si pensaran que el chico no estaba bien de su cabeza, tomo un vaso donde podía llevar el dinero que ganara y camino frente a la primer máquina que anunciaba un premio acumulado de diez mil deathdolares. Levanto una ceja y después metió una moneda en la misma jalo la palanca de un lado y la maquina comenzó a hacer un ruido demasiado molesto para el castaño.
Un montón de gente comenzó a acercarse al igual que los empleados del lugar mirándole incrédulo. Con una sola moneda el había bajado el premio acumulado de todos los demás. Sonrió amable para uno de los empleados que se acercaban ofreciendo sus felicitaciones, Cyrano tomo un puñado de monedas y se las entregó al chico como propina antes de caminar hacia las cajas para poder cambiar aquel premio por dinero en billetes, pidiendo únicamente quedarse con dos monedas nuevamente y dejando una cuantiosa propina en las cajas siendo observado por los empleados con respeto. Avanzo buscando otra máquina que manejara un premio similar al que había ganado hacia un momento siendo seguido por una caravana de empleados que le miraban muy emocionados por el premio que acababa de obtener.
Camino por un rato entre las máquinas de la reducida sala de juegos de azar, sus ojos pasaban de una maquina a otra dando finalmente por entendido que no habría otro premio igual en aquel lugar, por lo cual bufo irritado avanzando hacia la zona de mesas que es donde sabia se encontraría el rubio. Lo ubico rápidamente con aquel semblante tan único y superior, al parecer Cyrano no había sido el único con suerte aquel día pues todos los rivales de Cozzato tenían las miradas varias y pérdidas en las cartas. Rodo los ojos y tomo asiento junto al rubio mientras este recibía lo que había ganado durante la partida. Así mismo los ojos de todos los empleados se posaban en ellos, Cyrano con una suerte impresionante y por otro lado Cozzato que en realidad no dependía de la suerte sino más bien de sus estrategias, conocía a su compañero y este podía ser un pelín más diabólico que el de ojos verdes. Lo sabía, lo conocía y sinceramente y aunque nunca lo admitiría a veces sentía respeto por su compañero, porque este era más perverso en pensamiento y acciones, podías notarlo con solo mirar a sus contrincantes de aquella partida. Seguro los había torturado mentalmente con algo como que tenía y no tenía las cartas para al final si tenerlas.
Lo miro con un brillo único en los ojos para después sonreírle a su compañero, ellos nunca habían jugado contra el otro a las cartas, sin duda habían jugado juegos de estrategia y las largas partidas en juegos similares al ajedrez no hacían si no más que causarles dolor de cabeza, por esa misma razón habían terminado acordando no volver a jugar ningún tipo de juego de estrategia, pero de eso ya había pasado mucho tiempo ¿Qué tanto mal les podría hacer una pequeña partida? Miro a las cartas y después a Cozzato con una sonrisa dibujada en el rostro. Aunque rápidamente declino el mismo la idea después de que terminara por recordar que tenía que cambiar dinero por fichas, eso sonaba como algo tedioso, así que sin más miro al rubio con algo de fastidio.
¿Estás listo para irte? Yo he ganado lo que necesitaba de esta sala.
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Cyrano Agosti
Re: [Nevada] Welcome to Las Vegas [Priv. Cyrano]
Sonrió ante la “vaga” amenaza de su compañero. Al menos, muchos en ese lugar lo hubieran tomado como una simple broma y comentario amistoso entre personas que se conocieran, pero quien los conociera a ellos dos sabría que nada de eso era verdad. Esas simples palabras que podrían sonar como un juego, eran una promesa por parte del chico de ojos verdes, una promesa que Cozzato no dudaba ni un instante que el chico cumpliría llegado el momento. Le observo de esa manera tranquila y confiada que le caracterizaba, con aquel pequeño brillo juguetón en sus ojos que poseía y que mostraba justo antes de realizar alguna travesura
-Terminaría arrancándote yo los ojos en ese caso~ Pero tranquilo, solo necesito gastar el primer dólar para ver la ruleta, y el segundo para ganar~
Se despidió de él con un gesto de la mano, cambiando sus dos dólares por dos míseras fichas de un dólar cada uno. Se alejó del puesto de canje con una sonrisa divertida, casi bobalicona, metiéndose en su habitual estado animado y enérgico, al menos habitual para que el mundo viera y se confiara con él al dar la imagen de un típico rubio despreocupado y bobo. En sus manos las fichas iban subiendo y bajando, lanzándolas un instante al aire para atraparlas de nuevo en un gesto despreocupado, como si presumiera esas dos pequeñas e insignificantes fichas para apuestas.
Llego hasta la mesa donde se mostraba la ostentosa ruleta, fijándose en las personas que ahí se mantenían atentas al giratorio objeto. Se acercó con un semblante despreocupado, pero sus ojos se mostraban agudos y atentos al girar de la ruleta. Espero un momento mirando únicamente, siguiendo con los ojos el momento en que el encargado sujetaba la pequeña esfera su mano, hacia girar la ruleta y luego dejaba caer la bola en un ángulo vertical para que rodara sobre la giratoria máquina.
El mundo pareció desaparecer para la atención del chico, existiendo únicamente la ruleta en un infinito negro formado por la mente del joven rubio. Escuchaba aquel característico sonido del rodad de la esfera, observaba la ruleta girar a una velocidad que disminuía de manera casi imperceptible, pero que el apreciaba, calculando el tiempo que se tardaba en perder velocidad, la velocidad que agarraba la esfera y su relación con la velocidad del tablero. Conto los segundos, de forma tranquila, ignorando las miradas angustiadas de los apostadores de esa ronda, las suaves suplicas que salían de sus labios o, en caso contrario, sus rostros expectantes y el cómo repetían con emoción lo que querían que cayera. Finalmente la ruleta se detuvo causando el gruñir decepcionado y resignado de unos o los gritos de júbilo y alegría de otros.
-Un dólar al rojo 14 por favor…
El encargado le miro con cara de escepticismo, mientras otros de los participantes de la nueva ronda le miraban con expresiones burlonas y altivas. En ocasiones normales, Cozzato solo movería una mano hacia sus yugulares y acabaría con su existencia por atreverse a mirarle con aquellos ojos, pero en ese momento su expresión solo se mostraba algo avergonzada mientras se rascaba la nuca, como un chico novicio que acabara de darse cuenta de que hacia el ridículo. Aun así, sus ojos regresaron al tablero cuando miro la ruleta girar. Su mente volvió a trabajar, sus ojos moviéndose mientras hacía cálculos en el aire. La rueda giro y giro y finalmente se detuvo en el negro 31. Una sonrisa divertida apareció en los labios del chico, tachando en su mente un número, borrándolo y remplazándolo por otro, para que finalmente una pequeña formula apareciera en el aire ante sus ojos, como si la trazaran líneas negras, blancas y rojas, mirándola y luego mirando al tablero, su posición y su relación con el dependiente, alzo la mirada mientras el encargado tomaba su solitaria ficha, dejando otra sobre el tablero, sobre la marca del 27 rojo.
-Otra apuesta… Por favor…
Sonrió de forma adusta y amigable al encargado, el cual solo negro y dejo la ficha en su puesto, mientras otros jugadores apostaban 100 Deathdolares o más, buscando una buena retribución, pero el rubio no tenía esa cantidad… Aun. Los rostros de los demás participantes se mostraron divertidos y tranquilos cuando la ruleta se detuvo en el número elegido por el rubio, el cual recibió de regreso su ficha, junto con otra de igual color, entregada de manera algo despectiva. El rubio sonrió finalmente, mientras dejaba la ficha en otra casilla en la mesa, mirando al encargado aun con aquella mascara de alegría y despreocupación, como si se divirtiera por haber ganado una ronda… Y buscara ganar más.
La ruleta de nuevo giro y el rubio observo como avanzaba hasta detenerse, ante la mirada aun divertida, pero un poco curiosa, al mirar como el chico había vuelto a acertar, recibiendo ahora 2 monedas en respuesta a sus 2 monedas dadas. Una tercera apuesta se hizo, y esas 4 monedas se volvieron 8, luego se volvieron 16, luego 32, esos en 64, que después se transformaron en 128, después 256, una apuesta más lo llevo a la suma de 512, que fue ahí cuando el rubio miro al dependiente con una expresión juguetona, casi gatuna de burla, sonriendo de manera picara y con ojos divertidos y burlones ante el rostro sorprendido y cohibido del encargado, el cual ahora jalo su apuesta hacia la casilla que le correspondía con manos temblorosas.
-35… Negro…
La voz de Cozzato se escuchó como un arrullo tranquilo mientras los demás jugadores solo observaban inmóviles la apuesta del chico, tan desconcertados se encontraban de aquella racha ininterrumpida que ni siquiera se habían molestado en hacer apuestas en las ultimas ocasiones. El encargado hizo girar la ruleta, pero ahora lanzando la esfera con un leve titubeo en su mano, titubeo que incluso ya tenía vislumbrado Cozzato. Las mentes de las personas eran tan fáciles de entender cuando la sorpresa o lo desconocido los asaltaba. Lentamente la ruleta se detuvo hasta mostrar el numero elegido por el chico, el cual solo sonrió con aire divertido, tomando su recompensa en unas pocas fichas de alto valor, despidiéndose del encargado y los demás jugadores que se habían quedado con la boca abierta, mirándolos sobre su hombro, con una sonrisa con un dejo arrogante y pícaro.
En sus manos ahora jugaba unas pocas monedas, pero su color tan característico indicaba que esas pocas monedas consistían en una suma considerable. Con calma las llevo hasta la primera mesa de póker que encontró, sonriendo de lado mirando a los jugadores presentes, quienes le observaron con cierto recelo y desconfianza. Ahí la gente no era igual a la mesa anterior, ahí sus ojos estaban entrenados para descubrir un engaño, sus facciones para mentir, sus acciones para disimular. Sencillamente, ahí los trucos baratos no servían… Por lo que no se debía esforzar demasiado en disimular algo que no era.
Se sentó junto a otras tres personas, formando una cómoda mesa de cuatro. Ahí no había un encargado propiamente dicho, en ese punto el casino no ganaba en realidad mucho dinero, los mismos jugadores eran los que se atacaban y quitaban lo que tuvieran encima para apostar, más el casino les mantenía contentos para que gastaran en tragos costosos o dieran buenas propinas a los camareros o camareras atentas, además de que si gastaban ahí, luego pasarían a otras zonas donde gastar lo ganado en busca de más diversión. El rubio miro a los demás con una sonrisa amigable, justo al momento de recibir dos cartas las cuales miro con algo de disimulo, lanzando luego su apuesta al centro de la mesa, mientras empezaban a mostrar otra carta en el centro de la mesa, empezando así los cálculos en su mente.
El juego pasó relativamente rápido, el estilo de Texas era sin duda su favorito, donde uno se valía más de sus artimañas que de su suerte. Pronto sintió como su compañero llegaba hasta la mesa, acercándose a él, pero aun así no se giró para verlo siquiera. Un montón de fichas con alta denominación se alzaba ya junto a él, habiendo incrementado enormemente el dinero con el que había entrado a esa mesa.
-Mejor retírate, solo perderás esta ronda, así que deja lo que apostaste para mí, y podrás irte con dignidad~
Su lengua era casi acido en la mente de sus contrincantes, pequeñas provocaciones, que rodaban entre la sinceridad y la mentira, invitaciones a apostar, a retirarse, expresiones de angustia, de seguridad de alegría, expresiones de falsa alegría o falsa preocupación donde era perceptible un engaño, cuando en realidad el engaño era hacer pensar que había uno. Una serie de artimañas y jugueteos por parte del rubio para que se confiaran, para que dudaran, se arriesgaran o declinaran… Todo siempre a su favor.
El hombre delante suya cayo en redondo en la trampa, provocado por aquel niñato que debía tener la mitad de su edad y que le había bajado ya ¾ partes de las ganancias de ese día. El hombre aposto todo lo que tenía, provocando una sonrisa en el rostro de Cozzato, justo lo que deseaba. Movió hacia delante sus fichas, igualando la apuesta del hombre mientras los demás hombres de la mesa se retiraban mostrando en el centro de la mesa cinco cartas, que eran dos reinas, un rey, un ocho y un siete. La expresión de seguridad del hombre se mostró arrogante en su rostro revelando sus dos cartas donde se veía un As y una reina, para formar una tercia de reinas en la mesa, riéndose para recoger su apuesta, burlón ante Cozzato.
-Ah, Cyrano… Si, ya acabe de jugar… Solo necesito que el amable hombre suelte mi botín…
Cozzato giro sus dos cartas y el pequeño público que se había reunido a su alrededor contuvo la respiración al revelarse las figuras de dos reyes al girarse las cartas, formando así un full de reyes sobre 4 en la mesa, mostrándose la expresión inaudita e incrédula del hombre mientras las monedas que había jalado caían de entre sus dedos. Cozzato agarro una bolsa que amablemente uno de los trabajadores del Casino le trajo, jalando todas las apuestas y dejándolas caer dentro, varias monedas, que calculaba llegaría a cerca de los $32,000. Sonrió mientras acompañaba a Cyrano hasta la caja de cambio, donde caer todas sus ganancias junto a las de su compañero arma, en el ahora atónito encargado que momentos antes les viera con gracia y diversión. Ahora era el rubio quien le observaba divertido y presumido, mientras sujetaba el par de fajos de billetes que les entregaban, para un total entre los dos de alrededor de 45,000 Deathdolares. Le paso el dinero a Cyrano, de forma casi despreocupado, mientras ambos salían del lugar, con una sonrisa tranquila y burlona, mirando el exterior luminoso en comparación al interior. No habían ni estado 40 minutos dentro y se habían hecho de una pequeña cantidad… Que aun debían de multiplicar para ser lo que esperaban que fuera.
-Bien… Vamos a otro casino, ahora que sus mínimos no bajen de los 1000 Deathdolares… Vamos a empezar a vaciar la ciudad, amigo…
-Terminaría arrancándote yo los ojos en ese caso~ Pero tranquilo, solo necesito gastar el primer dólar para ver la ruleta, y el segundo para ganar~
Se despidió de él con un gesto de la mano, cambiando sus dos dólares por dos míseras fichas de un dólar cada uno. Se alejó del puesto de canje con una sonrisa divertida, casi bobalicona, metiéndose en su habitual estado animado y enérgico, al menos habitual para que el mundo viera y se confiara con él al dar la imagen de un típico rubio despreocupado y bobo. En sus manos las fichas iban subiendo y bajando, lanzándolas un instante al aire para atraparlas de nuevo en un gesto despreocupado, como si presumiera esas dos pequeñas e insignificantes fichas para apuestas.
Llego hasta la mesa donde se mostraba la ostentosa ruleta, fijándose en las personas que ahí se mantenían atentas al giratorio objeto. Se acercó con un semblante despreocupado, pero sus ojos se mostraban agudos y atentos al girar de la ruleta. Espero un momento mirando únicamente, siguiendo con los ojos el momento en que el encargado sujetaba la pequeña esfera su mano, hacia girar la ruleta y luego dejaba caer la bola en un ángulo vertical para que rodara sobre la giratoria máquina.
El mundo pareció desaparecer para la atención del chico, existiendo únicamente la ruleta en un infinito negro formado por la mente del joven rubio. Escuchaba aquel característico sonido del rodad de la esfera, observaba la ruleta girar a una velocidad que disminuía de manera casi imperceptible, pero que el apreciaba, calculando el tiempo que se tardaba en perder velocidad, la velocidad que agarraba la esfera y su relación con la velocidad del tablero. Conto los segundos, de forma tranquila, ignorando las miradas angustiadas de los apostadores de esa ronda, las suaves suplicas que salían de sus labios o, en caso contrario, sus rostros expectantes y el cómo repetían con emoción lo que querían que cayera. Finalmente la ruleta se detuvo causando el gruñir decepcionado y resignado de unos o los gritos de júbilo y alegría de otros.
-Un dólar al rojo 14 por favor…
El encargado le miro con cara de escepticismo, mientras otros de los participantes de la nueva ronda le miraban con expresiones burlonas y altivas. En ocasiones normales, Cozzato solo movería una mano hacia sus yugulares y acabaría con su existencia por atreverse a mirarle con aquellos ojos, pero en ese momento su expresión solo se mostraba algo avergonzada mientras se rascaba la nuca, como un chico novicio que acabara de darse cuenta de que hacia el ridículo. Aun así, sus ojos regresaron al tablero cuando miro la ruleta girar. Su mente volvió a trabajar, sus ojos moviéndose mientras hacía cálculos en el aire. La rueda giro y giro y finalmente se detuvo en el negro 31. Una sonrisa divertida apareció en los labios del chico, tachando en su mente un número, borrándolo y remplazándolo por otro, para que finalmente una pequeña formula apareciera en el aire ante sus ojos, como si la trazaran líneas negras, blancas y rojas, mirándola y luego mirando al tablero, su posición y su relación con el dependiente, alzo la mirada mientras el encargado tomaba su solitaria ficha, dejando otra sobre el tablero, sobre la marca del 27 rojo.
-Otra apuesta… Por favor…
Sonrió de forma adusta y amigable al encargado, el cual solo negro y dejo la ficha en su puesto, mientras otros jugadores apostaban 100 Deathdolares o más, buscando una buena retribución, pero el rubio no tenía esa cantidad… Aun. Los rostros de los demás participantes se mostraron divertidos y tranquilos cuando la ruleta se detuvo en el número elegido por el rubio, el cual recibió de regreso su ficha, junto con otra de igual color, entregada de manera algo despectiva. El rubio sonrió finalmente, mientras dejaba la ficha en otra casilla en la mesa, mirando al encargado aun con aquella mascara de alegría y despreocupación, como si se divirtiera por haber ganado una ronda… Y buscara ganar más.
La ruleta de nuevo giro y el rubio observo como avanzaba hasta detenerse, ante la mirada aun divertida, pero un poco curiosa, al mirar como el chico había vuelto a acertar, recibiendo ahora 2 monedas en respuesta a sus 2 monedas dadas. Una tercera apuesta se hizo, y esas 4 monedas se volvieron 8, luego se volvieron 16, luego 32, esos en 64, que después se transformaron en 128, después 256, una apuesta más lo llevo a la suma de 512, que fue ahí cuando el rubio miro al dependiente con una expresión juguetona, casi gatuna de burla, sonriendo de manera picara y con ojos divertidos y burlones ante el rostro sorprendido y cohibido del encargado, el cual ahora jalo su apuesta hacia la casilla que le correspondía con manos temblorosas.
-35… Negro…
La voz de Cozzato se escuchó como un arrullo tranquilo mientras los demás jugadores solo observaban inmóviles la apuesta del chico, tan desconcertados se encontraban de aquella racha ininterrumpida que ni siquiera se habían molestado en hacer apuestas en las ultimas ocasiones. El encargado hizo girar la ruleta, pero ahora lanzando la esfera con un leve titubeo en su mano, titubeo que incluso ya tenía vislumbrado Cozzato. Las mentes de las personas eran tan fáciles de entender cuando la sorpresa o lo desconocido los asaltaba. Lentamente la ruleta se detuvo hasta mostrar el numero elegido por el chico, el cual solo sonrió con aire divertido, tomando su recompensa en unas pocas fichas de alto valor, despidiéndose del encargado y los demás jugadores que se habían quedado con la boca abierta, mirándolos sobre su hombro, con una sonrisa con un dejo arrogante y pícaro.
En sus manos ahora jugaba unas pocas monedas, pero su color tan característico indicaba que esas pocas monedas consistían en una suma considerable. Con calma las llevo hasta la primera mesa de póker que encontró, sonriendo de lado mirando a los jugadores presentes, quienes le observaron con cierto recelo y desconfianza. Ahí la gente no era igual a la mesa anterior, ahí sus ojos estaban entrenados para descubrir un engaño, sus facciones para mentir, sus acciones para disimular. Sencillamente, ahí los trucos baratos no servían… Por lo que no se debía esforzar demasiado en disimular algo que no era.
Se sentó junto a otras tres personas, formando una cómoda mesa de cuatro. Ahí no había un encargado propiamente dicho, en ese punto el casino no ganaba en realidad mucho dinero, los mismos jugadores eran los que se atacaban y quitaban lo que tuvieran encima para apostar, más el casino les mantenía contentos para que gastaran en tragos costosos o dieran buenas propinas a los camareros o camareras atentas, además de que si gastaban ahí, luego pasarían a otras zonas donde gastar lo ganado en busca de más diversión. El rubio miro a los demás con una sonrisa amigable, justo al momento de recibir dos cartas las cuales miro con algo de disimulo, lanzando luego su apuesta al centro de la mesa, mientras empezaban a mostrar otra carta en el centro de la mesa, empezando así los cálculos en su mente.
El juego pasó relativamente rápido, el estilo de Texas era sin duda su favorito, donde uno se valía más de sus artimañas que de su suerte. Pronto sintió como su compañero llegaba hasta la mesa, acercándose a él, pero aun así no se giró para verlo siquiera. Un montón de fichas con alta denominación se alzaba ya junto a él, habiendo incrementado enormemente el dinero con el que había entrado a esa mesa.
-Mejor retírate, solo perderás esta ronda, así que deja lo que apostaste para mí, y podrás irte con dignidad~
Su lengua era casi acido en la mente de sus contrincantes, pequeñas provocaciones, que rodaban entre la sinceridad y la mentira, invitaciones a apostar, a retirarse, expresiones de angustia, de seguridad de alegría, expresiones de falsa alegría o falsa preocupación donde era perceptible un engaño, cuando en realidad el engaño era hacer pensar que había uno. Una serie de artimañas y jugueteos por parte del rubio para que se confiaran, para que dudaran, se arriesgaran o declinaran… Todo siempre a su favor.
El hombre delante suya cayo en redondo en la trampa, provocado por aquel niñato que debía tener la mitad de su edad y que le había bajado ya ¾ partes de las ganancias de ese día. El hombre aposto todo lo que tenía, provocando una sonrisa en el rostro de Cozzato, justo lo que deseaba. Movió hacia delante sus fichas, igualando la apuesta del hombre mientras los demás hombres de la mesa se retiraban mostrando en el centro de la mesa cinco cartas, que eran dos reinas, un rey, un ocho y un siete. La expresión de seguridad del hombre se mostró arrogante en su rostro revelando sus dos cartas donde se veía un As y una reina, para formar una tercia de reinas en la mesa, riéndose para recoger su apuesta, burlón ante Cozzato.
-Ah, Cyrano… Si, ya acabe de jugar… Solo necesito que el amable hombre suelte mi botín…
Cozzato giro sus dos cartas y el pequeño público que se había reunido a su alrededor contuvo la respiración al revelarse las figuras de dos reyes al girarse las cartas, formando así un full de reyes sobre 4 en la mesa, mostrándose la expresión inaudita e incrédula del hombre mientras las monedas que había jalado caían de entre sus dedos. Cozzato agarro una bolsa que amablemente uno de los trabajadores del Casino le trajo, jalando todas las apuestas y dejándolas caer dentro, varias monedas, que calculaba llegaría a cerca de los $32,000. Sonrió mientras acompañaba a Cyrano hasta la caja de cambio, donde caer todas sus ganancias junto a las de su compañero arma, en el ahora atónito encargado que momentos antes les viera con gracia y diversión. Ahora era el rubio quien le observaba divertido y presumido, mientras sujetaba el par de fajos de billetes que les entregaban, para un total entre los dos de alrededor de 45,000 Deathdolares. Le paso el dinero a Cyrano, de forma casi despreocupado, mientras ambos salían del lugar, con una sonrisa tranquila y burlona, mirando el exterior luminoso en comparación al interior. No habían ni estado 40 minutos dentro y se habían hecho de una pequeña cantidad… Que aun debían de multiplicar para ser lo que esperaban que fuera.
-Bien… Vamos a otro casino, ahora que sus mínimos no bajen de los 1000 Deathdolares… Vamos a empezar a vaciar la ciudad, amigo…
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Cozzato Gagliari
Re: [Nevada] Welcome to Las Vegas [Priv. Cyrano]
Faltaba demasiado, y el próximo casino haría lo que Cyrano esperaba, comenzar a crearles una fama en aquel lugar, era obvio que en algún momento llamarían la atención de forma rápida y desmedida por como irían vaciando cada lugar de la ciudad, pero no le importaba, lo único que quería era poder des aburrirse, porque todos los días eran demasiado monótonos, camino a un lado de su compañero que llevaba aquella enorme sonrisa a diferencia de sí mismo que solo tenía el rostro serio mirando hacia el frente mientras contaba el dinero de manera descarada por la calle siendo observados por algunas personas con sorpresa. –Creo que quiero jugar un rato cartas también. –comento de la nada guardando el dinero en su bolcillo delantero y mirando a Cozzato. – Aunque sería una tontería que yo juegue si apostaríamos entre nosotros nuestro mismo dinero. –comento con algo de decepción. –así que vaciare las máquinas de aquí y jugare contra ti en el próximo casino. –comento con cierto tono de maldad. Después de todo era la estrategia contra la suerte.
Al llegar al nuevo casino los empleados les miraron con un poco más de admiración al ver como Cyrano entregaba cerca de diez mil deathdolares a Cozzato. –Supongo que te veo en un rato. –dijo sin si quiera despedirse viendo como su compañero caminaba hacia la caja de cambio diciendo tal vez algo gracioso pues la chica que atendía le veía con una sonrisa y dejaba escapar algunas risas disimuladas. El por su lado se acercó a las cajas solo para darse cuenta de que ahí habían evolucionado un poco más en cuanto a lo que las maquinas se referían, no eran más máquinas tragamonedas si no que ahora se manejaban con una tarjeta electrónica para los juegos, eso le parecía a Cyrano mucho más conveniente que ir por ahí cargando un montón de monedas. Camino hasta una máquina y llamo a uno de los chicos que recargaban saldo en dichas tarjetas preguntándole cómo funcionaba la misma y preguntando por las maquinas con los acumulados más grandes del casino. El chico había respondido que las máquinas de bingo electrónico eran las que manejaban un mayor acumulado pero las apuestas eran grandes, Cyrano se encogió de hombros y pido que recargada seis mil deathdolares a lo que el chico sorprendido cargo de inmediato y Cyrano se sentó frente a una de las maquinas que el chico le había recomendado para finalmente comenzar a jugar.
El juego era sencillo, muy parecido a la lotería española por lo cual supo cómo manejarlo de manera fácil, si llenaba un cartón con las bolas tiradas sin necesidad de comprar alguna bola extra entonces se llevaría el acumulado del casino que era de medio millón de billetes. Una mesera se acercó a él preguntando que si necesitaba algo, a lo que el arma dirigió una mirada hacia la mesa donde ahora jugaba el rubio, aquel lucia molesto de alguna forma y después supo porque.
Si, tráeme alguna soda, cualquiera está bien y ¿ves al chico de ahí? –pregunto señalando a Cozzato con un dedo, la chica al mirarlo asintió y después se volvió hacia Cyrano. –llévale café, de hecho cada vez que veas que tiene la taza vacía sírvele más. –dijo dando a la chica mil deathdolares ella lo miro sorprendido y después asintió. –Esa es tu propina, tráeme la cuenta al final para liquidarla. –dijo como una orden que se le da a una mascota pero la chica no pareció notarlo, tan pronto como Cyrano lo había ordenado ella ya estaba de vuelta con una soda de cola en un vaso con hielos y se dirigía hacia Cozzato con una taza grande de café.
Cyrano volvió a centrarse en su juego y a la tercer jugada uno de sus cartones se llenó comenzando a cantar dentro de todo el casino, todas las maquinas similares a las que el arma jugaba comenzaron a gritar al unísono la palabra acumulado y los empleados de toda la sala se acercaban a observar como el chico que hacia menos de quince minutos que había entrado se llevaba uno de los premios más ostentosos del casino. Se rasco la nuca y seguro hacia los empleados que ahora mismo le estaban lamiendo los pies. Estaban ahí todos felicitándole, seguramente querían alguna especie de propina, pero no eran solo ellos, eran los meseros y los mismos encargados y clientes. Todos parecían tan sorprendidos por aquel acontecimiento que Cyrano se preguntaba si nunca habían visto a nadie llevarse más de eso. Después de todo el mismo había ganado premios muchísimo más cuantiosos.
Saco la tarjeta de la máquina y camino hacia la caja donde se ofrecieron a hacer un cheque, el chico lo medito y pidió que lo hicieran pero que le entregaran doscientos mil en efectivo a lo que los encargados aceptaron. Volvió a caminar hacia las mesas de forma casual sentándose a un lado del rubio entregando un fajo de billetes siendo observados por todos los jugadores y los repartidores. –He ganado un premio de medio millón. –comento como si nada mirando a la mesera de antes volver a servir café en la ahora basa taza de Cozzato. –Ahora mismo solo tengo doscientos mil conmigo más los veinticinco que me sobraron del anterior casino, y me han dado este cheque. Supongo que esto lo podemos depositar en alguna de nuestras cuentas. –dijo como si nada, hablaba como si se tratara de algunos cientos en lugar de algunos miles, mientras eran observados por todos en aquella mesa. Además de que Cozzato ahora mismo tenía una pila enorme de fichas frente a él.
Al llegar al nuevo casino los empleados les miraron con un poco más de admiración al ver como Cyrano entregaba cerca de diez mil deathdolares a Cozzato. –Supongo que te veo en un rato. –dijo sin si quiera despedirse viendo como su compañero caminaba hacia la caja de cambio diciendo tal vez algo gracioso pues la chica que atendía le veía con una sonrisa y dejaba escapar algunas risas disimuladas. El por su lado se acercó a las cajas solo para darse cuenta de que ahí habían evolucionado un poco más en cuanto a lo que las maquinas se referían, no eran más máquinas tragamonedas si no que ahora se manejaban con una tarjeta electrónica para los juegos, eso le parecía a Cyrano mucho más conveniente que ir por ahí cargando un montón de monedas. Camino hasta una máquina y llamo a uno de los chicos que recargaban saldo en dichas tarjetas preguntándole cómo funcionaba la misma y preguntando por las maquinas con los acumulados más grandes del casino. El chico había respondido que las máquinas de bingo electrónico eran las que manejaban un mayor acumulado pero las apuestas eran grandes, Cyrano se encogió de hombros y pido que recargada seis mil deathdolares a lo que el chico sorprendido cargo de inmediato y Cyrano se sentó frente a una de las maquinas que el chico le había recomendado para finalmente comenzar a jugar.
El juego era sencillo, muy parecido a la lotería española por lo cual supo cómo manejarlo de manera fácil, si llenaba un cartón con las bolas tiradas sin necesidad de comprar alguna bola extra entonces se llevaría el acumulado del casino que era de medio millón de billetes. Una mesera se acercó a él preguntando que si necesitaba algo, a lo que el arma dirigió una mirada hacia la mesa donde ahora jugaba el rubio, aquel lucia molesto de alguna forma y después supo porque.
Si, tráeme alguna soda, cualquiera está bien y ¿ves al chico de ahí? –pregunto señalando a Cozzato con un dedo, la chica al mirarlo asintió y después se volvió hacia Cyrano. –llévale café, de hecho cada vez que veas que tiene la taza vacía sírvele más. –dijo dando a la chica mil deathdolares ella lo miro sorprendido y después asintió. –Esa es tu propina, tráeme la cuenta al final para liquidarla. –dijo como una orden que se le da a una mascota pero la chica no pareció notarlo, tan pronto como Cyrano lo había ordenado ella ya estaba de vuelta con una soda de cola en un vaso con hielos y se dirigía hacia Cozzato con una taza grande de café.
Cyrano volvió a centrarse en su juego y a la tercer jugada uno de sus cartones se llenó comenzando a cantar dentro de todo el casino, todas las maquinas similares a las que el arma jugaba comenzaron a gritar al unísono la palabra acumulado y los empleados de toda la sala se acercaban a observar como el chico que hacia menos de quince minutos que había entrado se llevaba uno de los premios más ostentosos del casino. Se rasco la nuca y seguro hacia los empleados que ahora mismo le estaban lamiendo los pies. Estaban ahí todos felicitándole, seguramente querían alguna especie de propina, pero no eran solo ellos, eran los meseros y los mismos encargados y clientes. Todos parecían tan sorprendidos por aquel acontecimiento que Cyrano se preguntaba si nunca habían visto a nadie llevarse más de eso. Después de todo el mismo había ganado premios muchísimo más cuantiosos.
Saco la tarjeta de la máquina y camino hacia la caja donde se ofrecieron a hacer un cheque, el chico lo medito y pidió que lo hicieran pero que le entregaran doscientos mil en efectivo a lo que los encargados aceptaron. Volvió a caminar hacia las mesas de forma casual sentándose a un lado del rubio entregando un fajo de billetes siendo observados por todos los jugadores y los repartidores. –He ganado un premio de medio millón. –comento como si nada mirando a la mesera de antes volver a servir café en la ahora basa taza de Cozzato. –Ahora mismo solo tengo doscientos mil conmigo más los veinticinco que me sobraron del anterior casino, y me han dado este cheque. Supongo que esto lo podemos depositar en alguna de nuestras cuentas. –dijo como si nada, hablaba como si se tratara de algunos cientos en lugar de algunos miles, mientras eran observados por todos en aquella mesa. Además de que Cozzato ahora mismo tenía una pila enorme de fichas frente a él.
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Fecha de inscripción : 29/05/2014
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Localización : Una libreria, quiza
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Cyrano Agosti
Re: [Nevada] Welcome to Las Vegas [Priv. Cyrano]
Disfruto del sol en la calle mientras él y su compañero arma avanzaban en dirección al próximo casino, notando las miradas de algunos transeúntes ante la manera en que Cyrano contaba el dinero. Algunas personas podrían considerar eso bastante peligroso, pero no era su caso en realidad. Después de todo, ¿Qué era lo peor que pudiera ocurrirle a una persona que caminara con la calle contando sumas considerables de efectivo? ¿Un asalto? ¿Un robo a mano armada? ¿Qué alguien pasara rápido junto a ellos y le quitara el dinero a Cyrano para darse a la fuga? Todo muy factible, excepto por una sola cosa. En cualquier de esas situaciones, el peor de los peligros, eran los mismos chicos que tan despreocupadamente iban por la calle.
Escucho a su compañero, mientras miraba a un lado un show callejero que incluía hombres pintados de morado tocando cubos de basura tumbados con baquetas a un ritmo casi frenético. ¿Por qué rayos alguien se pintaría de morado para tocar música? ¿Por qué a la gente le gustaba ver eso? Bufo un poco ante esto, mientras miraba a Cyrano y su aparente intención de jugar cartas contra él. Una sonrisa socarrona salió de sus labios al escucharle, después de todo, para los dos los juegos en los casinos eran casi como jugar a las canicas con los amigos en el patio de la escuela. Las habilidades de Cozzato tenían un límite, sus deducciones y supuestos podían verse afectados en cualquier momento, no siempre era así, casi siempre acertaba, pero aun así era humano, por más que se esforzara en negarlo, no era perfecto, y podía errar, o perder.
Lo mismo pasaba con su compañero. Su suerte tan antinatural, no era todo poderoso, había veces en que fallaba, donde no acertaba, eran pocas, muy contadas, pero existían. Ese margen de error hacia que para ambos fuera factible enfrentarse el uno contra el otro, sin una certeza verdadera de quien pudiera ganar. Igualmente, Cyrano era un verdadero peligro en el póker, ya que además de contar con esa suerte tan increíble, era un hombre de pocas expresiones, que controlaba perfectamente la forma en que expresaba sus impresiones, una habilidad que era importante en ese juego. Esa suma de habilidades hacían a Cozzato sonreír tal cual cazador, pensando en lo divertido que seria, ambos enfrentándose, subiendo y bajando sus ganancias, con el único propósito de ver quien al final era el que lograba sobrepasar al otro.
-Sería interesante de ver… Sin duda, si esta ciudad no nos ofrece algo bueno, serás tu quien abata mi oponente para quitar el aburrimiento~
Sonrió de manera divertida y picara cuando entraron al siguiente casino. Se notaba la diferencia de forma casi obvia. La tecnología en los juegos, el vestuario de los trabajadores, los servicios que ofrecían, el ambiente, la música. Todo estaba varias escalas por encima del anterior casino. Sencillamente, era otro “nivel”. Eso sucedía siempre, en todos los aspectos de la vida. Una casa es una casa, pero había diferencia entre una casa de $100,000 y una de $5.000,000. Una cena era una cena, pero una de $200 y una de $1000 tenía una enorme diferencia, siempre reflejado en la apariencia, en la presentación, simple y sencillamente “la calidad”. Y ahora, habían entrado los dos a un lugar de calidad.
Recibió el dinero de su compañero, encogiéndose de hombros, asintiendo después. Conto el fajo de billetes para estar seguro de la cantidad, con solo pasar los dedos por estos, haciendo un movimiento presuntuoso que parecía más presumir la cantidad que contarlo en sí. Igualmente no había tanto que presumir. Noto varias personas en el lugar que solo le echaron un vistazo, ignorando a las chicas jóvenes que parecían haber captado a Cozzato con un interés nada profesional, estaban igual otros apostadores para los cuales, esa suma era apenas un día lento o normal en un casino de ese nivel. Nuevamente, la idea de la “calidad” regreso a su cabeza, sonriendo mientras cambiaba el dinero con la chica encargada en caja.
Sonrió a la joven, una pelirroja vestida de forma profesional, alta para su gusto, con algo más de maquillaje del que era necesario en su rostro, pero que seguro era por estética profesional en ese lugar, con el cabello recogido en una prieta coleta, lo cual le restaba puntos para su gusto, prefería a las chicas con el cabello suelto sin duda. Aun así, una sonrisa pícara adorno sus labios mientras le hacía algunas preguntas básicas, como si fuera su primera vez en un lugar como ese. La chica le sonreía, con algo más que no era necesariamente profesionalidad, mientras respondía, como por ejemplo el sistema de apuestas, que cambiaba levemente en comparación con el casino anterior. Unos minutos en lo que la chica contaba de manera lenta las fichas que le daba, fue lo que el rubio necesito para que le diera su número junto al comprobante de canje de las fichas. Le guiño el ojo a la vez que se iba a las mesas de póker. En el próximo lugar probaría jugar al BlackJack, ahí no había engaños, lo que le restaba emoción, pero el juego era más rápido, con menos presión, ganancias relativamente mayores según lo que el mismo apostara, y no había limite en lo que podía ganar, ya que el dinero era bajado directamente del casino. Lo peor que podía suceder era que le acusaran de trampa, algo que él no necesitara, y trataran de echarlo sin darle ni un Deathdolar… cosa que podría llevar a algo muy malo, con la poca paciencia que tenía el rubio hacia la gente que le era irrespetuosa.
Un leve sentimiento de incomodidad llego a él mientras se sentaba en la mesa, sin saber muy bien por qué. Se había sentado en una mesa junto a otros tres hombres, uno de los cuales llevaba lentes de sol, una gran cantidad de fichas delante de él y dos Hostess bellas y exuberantes, que parecían animarlo a apostar mientras se encargaban de que no le faltara bebida a mano. El rubio miro la bebida y su malestar se incrementó. ¿Por qué sentía ese malestar? No podía estar seguro, ¿Acaso mucho tiempo al sol de las vegas? La idea le parecía ridícula pero fue lo que acepto mientras miraba las primeras apuestas en la mesa, con el tipo a su lado retirándose, si se pudiera llamar así a que dos hombres de seguridad se lo llevaran por los brazos al haberse acabado todo su dinero, solo para dar paso a otro que se mostraba confiado, con una buena cantidad de fichas en mano, acomodándolas en su lado.
Cozzato miro a los tres hombres junto a él en la mesa, totalmente diferentes a los anteriores jugadores del casino del cual había salido hacia menos de media hora. Gruño un poco aun sintiendo su malestar, suspirando, mientras veía las primeras apuesta ser acomodadas en la mesa. El joven rubio puso sus fichas en orden frente a él, pegadas a su lado de la mesa, igualando las primeras apuestas, dejando empezara el juego, donde las apuestas subían por turno, se retiraban o seguían. Dejo pasar las rondas, perdiendo algo de dinero, ganando otro poco. Ahora todo el juego era silencioso, no hablaban, apostaban y se observaban, apostaban más y se retiraban o seguían hasta que llegaba el momento de mostrar. Una sonrisa se escapó a Cozzato, pero no por una buena mano o ver una oportunidad, si no que sencillamente ese era un terreno mejor, competencia verdadera, hombres que iban a ahí a gastarse lo que una persona ganaba en un mes, con seguridad de ganar más que eso.
-Ah?
Los ojos de Cozzato se abrieron sorprendidos por primera vez en el día, mientras veía como una buena cantidad de sus fichas eran jaladas por el hombre directamente frente a él, el de los lentes de sol, mientras este sonreía haciendo una broma bobalicona a la cual las dos Hostess respondían con risas cuidadosamente prácticas, sirviéndole otra copa de Bourbon. El rubio italiano maldijo por lo bajo ante ese error. No se suponía perdiera ese dinero. No era su intención perder esas fichas. Suspiro agarrándose una sien, tranquilizándose pero sin lograrlo del todo, abrió de nuevo los ojos y miro al hombre frente suya. ¿Qué es lo que había pasado?
-Señor, el caballero de ahí le envía esto
El rubio giro el rostro a la camarera que le había hablado, mirando primero en dirección en la cual indicaba, observando a su compañero. Alzo una ceja ante esas palabras. ¿Qué era lo que le enviaba? Miro con atención mientras la joven chica bajaba algo de su bandeja, dejando una taza humeante frente suya, la cual Cozzato hizo que abriera los ojos una vez más en ese día. Sonrió, ahora perdiendo su máscara unos segundos, una sonrisa maliciosa, traviesa, casi malvada, que causo un escalofrió tanto en la mesera que le había atendido como en una de las Hostess que debería de atender al hombre de los lentes de sol. El rubio giro la vista a la mesera, sonriendo de una manera que la hizo sonrojar, acomodándose sus cabellos con calma, mientras sujetaba la taza de café.
-Grazie mille, signorina…
La chica pareció tratar de inventar un nuevo tono de rojo en sus mejillas, mientras se alejaba. El chico bebió de su taza de forma tranquila, deleitándose. Nuevamente, la palabra “calidad” llego a su mente. Ahora entendía el porqué de ese malestar. Desde que hubieran llegado a las vegas, no había tomado un café en condiciones. Esa mañana había tomado uno en el desayuno buffet, un café insípido que aunque era mejor que nada, no era lo que él deseaba. Aquel café si era uno bueno, de calidad, no echo en masa para satisfacer a los turistas, si no uno preparado para que fuera degustado por personas que daban propina en dígitos de tres ceros o más. Se relamió mientras un brillo perverso adorno sus ojos, recibiendo las nuevas cartas de esa ronda, mirando al hombre delante suya que estaba más entretenido tratando de conseguir el numero de una de las Hostess que en el mismo rubio. Este solo sonrió por eso, mientras miraba sus cartas, mantenía aquella sonrisa pícara, y movía algunas fichas hacia el centro de la mesa.
Los minutos pasaron, y con ello, las expresiones de los jugadores en la mesa. Cada una más comida que la anterior, tanto que se podrían haber tomado fotos para algún anuncio. Las fichas ya habían dejado de ir y de venir, todas eran jaladas en una sola dirección, sin importar las rondas que pasaban, el rubio estaba monopolizando el flujo de las fichas, todas llegando a su parte de la mesa. Los otros dos jugadores ya se habían retirado, pero el de las gafas de sol se mantenía. ¿Por qué un hombre usaba gafas de sol en interiores? Normalmente eso solo sería muestra de banalidad e idiotez, en opinión del rubio, pero en el caso de los jugadores de póker era algo muy común. Cubrir los ojos o parte del rostro para no delatarse uno mismo con pequeñas acciones faciales.
Era algo que muchos usaban al no poder controlarlas, algunos incluso se tapaban casi toda la cara, para ocultar igual sonrisas, o movimientos faciales. Aun así, para el rubio quien ahora tenía en su sistema la dosis de cafeína necesaria, era fácil leer otras características mucho menos visibles, pero existentes. Los movimientos de sus hombros, como se acomodaba el cabello, como sujetaba las cartas, como acomodaba los codos en la mesa o los bajaba, como se acomoda en su silla, ya fuera recargándose contra el respaldo o apoyándose hacia adelante, la manera en que movía su quijada, si toqueteaba la mesa con algún dedo. Todos esos pequeños detales fueron captadas por los ojos del rubio, quien en esos momentos subía la apuesta en casi el doble de la original, causando el tipo se retirara de forma estratégica, solo para que el rubio rebelara sus cartas, un dos y un tres cuando en el centro había cartas totalmente diferentes que no armaban nada, causando el hombre de lentes de sol gruñera ahora, totalmente solo al haberse ido las Hostess al perder ya la mitad de sus ganancias, con señales de que perdería más. Ahora no estaba ahí por diversión o para ligar como antes. Aquel rubio niñato le había no solo quitado su dinero, igual había dañado su orgullo e imagen.
-Hola Trebol… Yo solo gane como $300,000, me entretuve un rato en la misma mesa y no jale tanto…
El rubio se levantó, cuando el otro chico hubiera llegado a su lado. Frente suya estaba el hombre que había sido su contrincante, ahora en bancarrota, con los lentes de sol ya a un lado suyo mientras se lamentaba agarrando su cabeza. Escucho las recomendaciones de su compañero y asintió, para dar una propina más a la chica que todo ese tiempo le había estado trayendo café, unas pocas fichas cuyo valor total subirían a los $3,000, una cantidad significativa, pero que el rubio le dio a modo de agradecimiento. Aunque se había dado cuenta de que su compañero había sido quien le había enviado el café, quería remunerarle a esa chica por siempre estar atenta. ¿Despilfarro? ¿Aprecio? ¿Agradecimiento? No, sencillamente, era orgullo, un orgullo que poseía la nobleza, ese orgullo que era vital en las personas con poder, que debían ser bondadosos con aquellos por debajo de sí mismos, que les sirvieran bien. Sencillamente, Nobleza Obliga.
Salió del lugar junto a Cyrano, pidiéndole y tomando el cheque para tenerlo en mano, dirigiéndose al banco más cercano. Guardaría lo de su compañero, más lo suyo, un monto que rodeaba los $600,000, quedándose con lo que ya tenía su compañero en efectivo. ¿Tenía miedo de perderlo? ¿De qué se lo robaran? No, solamente que no necesitaba tanto dinero, y de llegar a necesitarlo, siempre podía ganarlo. Entro al banco, con un ambiente que sin duda recordaba que estaban en las vegas, con cuadros de traga monedas y de perros jugando póker, incluso una ruleta en la parte exterior para participar por cupones de algunos otros lugares o parecidos. Entró junto a Cyrano y deposito todo en la cuenta del chico trébol, cualquiera de las dos les valía, igualmente, nunca habían vivido de lujos y ese dinero podría irse al día siguiente sin problemas, pero de algo tendría que servir.
-Oh… Cyrano… El Imperial Shinigami abrió…
Cozzato se fijó en el reloj de su celular, sonriendo de manera traviesa. Ese casino era uno de los 3 principales en su recorrido, uno de los más grandes de la ciudad, donde los montos eran considerables, el servicio de lujo, las personas ahí empresarios, artistas, políticos. Cuando ambos estuvieron fuera en la calle, el rubio se miró a sí mismo, y luego miro a su compañero. No iban mal arreglados, iban cómodos, presentables, pero aun así, había que guardar cierta etiqueta, tener cierta apariencia, si querían entrar a un lugar así con calma. Era el momento en que ambos gastaran algo del dinero obtenido, el rubio sosteniendo un fajo de billetes que rondaría por los $5,000, que originalmente pensaba serviría como propinas, pero que podría darle otro uso en esos momentos. Sonrió de forma juguetona a su compañero, con una expresión picara natural en su rostro
-Cyrano… Es hora de vestirnos correctamente…
Escucho a su compañero, mientras miraba a un lado un show callejero que incluía hombres pintados de morado tocando cubos de basura tumbados con baquetas a un ritmo casi frenético. ¿Por qué rayos alguien se pintaría de morado para tocar música? ¿Por qué a la gente le gustaba ver eso? Bufo un poco ante esto, mientras miraba a Cyrano y su aparente intención de jugar cartas contra él. Una sonrisa socarrona salió de sus labios al escucharle, después de todo, para los dos los juegos en los casinos eran casi como jugar a las canicas con los amigos en el patio de la escuela. Las habilidades de Cozzato tenían un límite, sus deducciones y supuestos podían verse afectados en cualquier momento, no siempre era así, casi siempre acertaba, pero aun así era humano, por más que se esforzara en negarlo, no era perfecto, y podía errar, o perder.
Lo mismo pasaba con su compañero. Su suerte tan antinatural, no era todo poderoso, había veces en que fallaba, donde no acertaba, eran pocas, muy contadas, pero existían. Ese margen de error hacia que para ambos fuera factible enfrentarse el uno contra el otro, sin una certeza verdadera de quien pudiera ganar. Igualmente, Cyrano era un verdadero peligro en el póker, ya que además de contar con esa suerte tan increíble, era un hombre de pocas expresiones, que controlaba perfectamente la forma en que expresaba sus impresiones, una habilidad que era importante en ese juego. Esa suma de habilidades hacían a Cozzato sonreír tal cual cazador, pensando en lo divertido que seria, ambos enfrentándose, subiendo y bajando sus ganancias, con el único propósito de ver quien al final era el que lograba sobrepasar al otro.
-Sería interesante de ver… Sin duda, si esta ciudad no nos ofrece algo bueno, serás tu quien abata mi oponente para quitar el aburrimiento~
Sonrió de manera divertida y picara cuando entraron al siguiente casino. Se notaba la diferencia de forma casi obvia. La tecnología en los juegos, el vestuario de los trabajadores, los servicios que ofrecían, el ambiente, la música. Todo estaba varias escalas por encima del anterior casino. Sencillamente, era otro “nivel”. Eso sucedía siempre, en todos los aspectos de la vida. Una casa es una casa, pero había diferencia entre una casa de $100,000 y una de $5.000,000. Una cena era una cena, pero una de $200 y una de $1000 tenía una enorme diferencia, siempre reflejado en la apariencia, en la presentación, simple y sencillamente “la calidad”. Y ahora, habían entrado los dos a un lugar de calidad.
Recibió el dinero de su compañero, encogiéndose de hombros, asintiendo después. Conto el fajo de billetes para estar seguro de la cantidad, con solo pasar los dedos por estos, haciendo un movimiento presuntuoso que parecía más presumir la cantidad que contarlo en sí. Igualmente no había tanto que presumir. Noto varias personas en el lugar que solo le echaron un vistazo, ignorando a las chicas jóvenes que parecían haber captado a Cozzato con un interés nada profesional, estaban igual otros apostadores para los cuales, esa suma era apenas un día lento o normal en un casino de ese nivel. Nuevamente, la idea de la “calidad” regreso a su cabeza, sonriendo mientras cambiaba el dinero con la chica encargada en caja.
Sonrió a la joven, una pelirroja vestida de forma profesional, alta para su gusto, con algo más de maquillaje del que era necesario en su rostro, pero que seguro era por estética profesional en ese lugar, con el cabello recogido en una prieta coleta, lo cual le restaba puntos para su gusto, prefería a las chicas con el cabello suelto sin duda. Aun así, una sonrisa pícara adorno sus labios mientras le hacía algunas preguntas básicas, como si fuera su primera vez en un lugar como ese. La chica le sonreía, con algo más que no era necesariamente profesionalidad, mientras respondía, como por ejemplo el sistema de apuestas, que cambiaba levemente en comparación con el casino anterior. Unos minutos en lo que la chica contaba de manera lenta las fichas que le daba, fue lo que el rubio necesito para que le diera su número junto al comprobante de canje de las fichas. Le guiño el ojo a la vez que se iba a las mesas de póker. En el próximo lugar probaría jugar al BlackJack, ahí no había engaños, lo que le restaba emoción, pero el juego era más rápido, con menos presión, ganancias relativamente mayores según lo que el mismo apostara, y no había limite en lo que podía ganar, ya que el dinero era bajado directamente del casino. Lo peor que podía suceder era que le acusaran de trampa, algo que él no necesitara, y trataran de echarlo sin darle ni un Deathdolar… cosa que podría llevar a algo muy malo, con la poca paciencia que tenía el rubio hacia la gente que le era irrespetuosa.
Un leve sentimiento de incomodidad llego a él mientras se sentaba en la mesa, sin saber muy bien por qué. Se había sentado en una mesa junto a otros tres hombres, uno de los cuales llevaba lentes de sol, una gran cantidad de fichas delante de él y dos Hostess bellas y exuberantes, que parecían animarlo a apostar mientras se encargaban de que no le faltara bebida a mano. El rubio miro la bebida y su malestar se incrementó. ¿Por qué sentía ese malestar? No podía estar seguro, ¿Acaso mucho tiempo al sol de las vegas? La idea le parecía ridícula pero fue lo que acepto mientras miraba las primeras apuestas en la mesa, con el tipo a su lado retirándose, si se pudiera llamar así a que dos hombres de seguridad se lo llevaran por los brazos al haberse acabado todo su dinero, solo para dar paso a otro que se mostraba confiado, con una buena cantidad de fichas en mano, acomodándolas en su lado.
Cozzato miro a los tres hombres junto a él en la mesa, totalmente diferentes a los anteriores jugadores del casino del cual había salido hacia menos de media hora. Gruño un poco aun sintiendo su malestar, suspirando, mientras veía las primeras apuesta ser acomodadas en la mesa. El joven rubio puso sus fichas en orden frente a él, pegadas a su lado de la mesa, igualando las primeras apuestas, dejando empezara el juego, donde las apuestas subían por turno, se retiraban o seguían. Dejo pasar las rondas, perdiendo algo de dinero, ganando otro poco. Ahora todo el juego era silencioso, no hablaban, apostaban y se observaban, apostaban más y se retiraban o seguían hasta que llegaba el momento de mostrar. Una sonrisa se escapó a Cozzato, pero no por una buena mano o ver una oportunidad, si no que sencillamente ese era un terreno mejor, competencia verdadera, hombres que iban a ahí a gastarse lo que una persona ganaba en un mes, con seguridad de ganar más que eso.
-Ah?
Los ojos de Cozzato se abrieron sorprendidos por primera vez en el día, mientras veía como una buena cantidad de sus fichas eran jaladas por el hombre directamente frente a él, el de los lentes de sol, mientras este sonreía haciendo una broma bobalicona a la cual las dos Hostess respondían con risas cuidadosamente prácticas, sirviéndole otra copa de Bourbon. El rubio italiano maldijo por lo bajo ante ese error. No se suponía perdiera ese dinero. No era su intención perder esas fichas. Suspiro agarrándose una sien, tranquilizándose pero sin lograrlo del todo, abrió de nuevo los ojos y miro al hombre frente suya. ¿Qué es lo que había pasado?
-Señor, el caballero de ahí le envía esto
El rubio giro el rostro a la camarera que le había hablado, mirando primero en dirección en la cual indicaba, observando a su compañero. Alzo una ceja ante esas palabras. ¿Qué era lo que le enviaba? Miro con atención mientras la joven chica bajaba algo de su bandeja, dejando una taza humeante frente suya, la cual Cozzato hizo que abriera los ojos una vez más en ese día. Sonrió, ahora perdiendo su máscara unos segundos, una sonrisa maliciosa, traviesa, casi malvada, que causo un escalofrió tanto en la mesera que le había atendido como en una de las Hostess que debería de atender al hombre de los lentes de sol. El rubio giro la vista a la mesera, sonriendo de una manera que la hizo sonrojar, acomodándose sus cabellos con calma, mientras sujetaba la taza de café.
-Grazie mille, signorina…
La chica pareció tratar de inventar un nuevo tono de rojo en sus mejillas, mientras se alejaba. El chico bebió de su taza de forma tranquila, deleitándose. Nuevamente, la palabra “calidad” llego a su mente. Ahora entendía el porqué de ese malestar. Desde que hubieran llegado a las vegas, no había tomado un café en condiciones. Esa mañana había tomado uno en el desayuno buffet, un café insípido que aunque era mejor que nada, no era lo que él deseaba. Aquel café si era uno bueno, de calidad, no echo en masa para satisfacer a los turistas, si no uno preparado para que fuera degustado por personas que daban propina en dígitos de tres ceros o más. Se relamió mientras un brillo perverso adorno sus ojos, recibiendo las nuevas cartas de esa ronda, mirando al hombre delante suya que estaba más entretenido tratando de conseguir el numero de una de las Hostess que en el mismo rubio. Este solo sonrió por eso, mientras miraba sus cartas, mantenía aquella sonrisa pícara, y movía algunas fichas hacia el centro de la mesa.
Los minutos pasaron, y con ello, las expresiones de los jugadores en la mesa. Cada una más comida que la anterior, tanto que se podrían haber tomado fotos para algún anuncio. Las fichas ya habían dejado de ir y de venir, todas eran jaladas en una sola dirección, sin importar las rondas que pasaban, el rubio estaba monopolizando el flujo de las fichas, todas llegando a su parte de la mesa. Los otros dos jugadores ya se habían retirado, pero el de las gafas de sol se mantenía. ¿Por qué un hombre usaba gafas de sol en interiores? Normalmente eso solo sería muestra de banalidad e idiotez, en opinión del rubio, pero en el caso de los jugadores de póker era algo muy común. Cubrir los ojos o parte del rostro para no delatarse uno mismo con pequeñas acciones faciales.
Era algo que muchos usaban al no poder controlarlas, algunos incluso se tapaban casi toda la cara, para ocultar igual sonrisas, o movimientos faciales. Aun así, para el rubio quien ahora tenía en su sistema la dosis de cafeína necesaria, era fácil leer otras características mucho menos visibles, pero existentes. Los movimientos de sus hombros, como se acomodaba el cabello, como sujetaba las cartas, como acomodaba los codos en la mesa o los bajaba, como se acomoda en su silla, ya fuera recargándose contra el respaldo o apoyándose hacia adelante, la manera en que movía su quijada, si toqueteaba la mesa con algún dedo. Todos esos pequeños detales fueron captadas por los ojos del rubio, quien en esos momentos subía la apuesta en casi el doble de la original, causando el tipo se retirara de forma estratégica, solo para que el rubio rebelara sus cartas, un dos y un tres cuando en el centro había cartas totalmente diferentes que no armaban nada, causando el hombre de lentes de sol gruñera ahora, totalmente solo al haberse ido las Hostess al perder ya la mitad de sus ganancias, con señales de que perdería más. Ahora no estaba ahí por diversión o para ligar como antes. Aquel rubio niñato le había no solo quitado su dinero, igual había dañado su orgullo e imagen.
-Hola Trebol… Yo solo gane como $300,000, me entretuve un rato en la misma mesa y no jale tanto…
El rubio se levantó, cuando el otro chico hubiera llegado a su lado. Frente suya estaba el hombre que había sido su contrincante, ahora en bancarrota, con los lentes de sol ya a un lado suyo mientras se lamentaba agarrando su cabeza. Escucho las recomendaciones de su compañero y asintió, para dar una propina más a la chica que todo ese tiempo le había estado trayendo café, unas pocas fichas cuyo valor total subirían a los $3,000, una cantidad significativa, pero que el rubio le dio a modo de agradecimiento. Aunque se había dado cuenta de que su compañero había sido quien le había enviado el café, quería remunerarle a esa chica por siempre estar atenta. ¿Despilfarro? ¿Aprecio? ¿Agradecimiento? No, sencillamente, era orgullo, un orgullo que poseía la nobleza, ese orgullo que era vital en las personas con poder, que debían ser bondadosos con aquellos por debajo de sí mismos, que les sirvieran bien. Sencillamente, Nobleza Obliga.
Salió del lugar junto a Cyrano, pidiéndole y tomando el cheque para tenerlo en mano, dirigiéndose al banco más cercano. Guardaría lo de su compañero, más lo suyo, un monto que rodeaba los $600,000, quedándose con lo que ya tenía su compañero en efectivo. ¿Tenía miedo de perderlo? ¿De qué se lo robaran? No, solamente que no necesitaba tanto dinero, y de llegar a necesitarlo, siempre podía ganarlo. Entro al banco, con un ambiente que sin duda recordaba que estaban en las vegas, con cuadros de traga monedas y de perros jugando póker, incluso una ruleta en la parte exterior para participar por cupones de algunos otros lugares o parecidos. Entró junto a Cyrano y deposito todo en la cuenta del chico trébol, cualquiera de las dos les valía, igualmente, nunca habían vivido de lujos y ese dinero podría irse al día siguiente sin problemas, pero de algo tendría que servir.
-Oh… Cyrano… El Imperial Shinigami abrió…
Cozzato se fijó en el reloj de su celular, sonriendo de manera traviesa. Ese casino era uno de los 3 principales en su recorrido, uno de los más grandes de la ciudad, donde los montos eran considerables, el servicio de lujo, las personas ahí empresarios, artistas, políticos. Cuando ambos estuvieron fuera en la calle, el rubio se miró a sí mismo, y luego miro a su compañero. No iban mal arreglados, iban cómodos, presentables, pero aun así, había que guardar cierta etiqueta, tener cierta apariencia, si querían entrar a un lugar así con calma. Era el momento en que ambos gastaran algo del dinero obtenido, el rubio sosteniendo un fajo de billetes que rondaría por los $5,000, que originalmente pensaba serviría como propinas, pero que podría darle otro uso en esos momentos. Sonrió de forma juguetona a su compañero, con una expresión picara natural en su rostro
-Cyrano… Es hora de vestirnos correctamente…
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Cozzato Gagliari
Re: [Nevada] Welcome to Las Vegas [Priv. Cyrano]
Observo a su amigo al dar la propina colocando el rostro de lado y sonriendo ambiguamente. –Te estas volviendo demasiado generoso. –comento con cierta burla. Conocía al otro, sabia porque lo hacía y aun así le causaba bastante gracia el actuar del mismo. Cyrano de igual manera pudo haber dado más de lo que tenía en el bolcillo, pero no lo hacía por una simple cosa, el mismo no era capaz de ser como el otro. Amaba que las personas le miraran desde abajo, que otros vendieran su lealtad hacia Cyrano, pero odiaba con demasía a aquellos que le lamian las botas, porque aquellos que se comportaban de aquella manera eran sin lugar a duda traidores, en su red de contactos, Cyrano tenía a mucha gente a sus pies, con solo hacer una llamada podría conseguir una comida aquel mismo día con la reina de Inglaterra, pero como odiaba a los traidores, eran por ellos que a veces pensaba que no podía dejar a otros hacer su trabajo. Miro a Cozz y volvió a sonreír de forma burlesca mientras caminaba unos centímetros detrás del mismo mientras las miradas curiosas se posaban en sus espaldas mientras dejaban en lugar.
Seguir a rubio se había vuelto una costumbre que el trébol ya no lo notaba, aun así nunca lo admitiría. Una vez que estuvieron en el banco conto nuevamente el dinero que tenía en efectivo, no era una mala cantidad, observo a su amigo y escucho el número de cuenta que ambos conocían de memoria, esa era la de Cyrano, seguramente terminaría incrementándose por los intereses o habría un problema en el banco que haría que les pagaran una suma considerable mayor a la que habían depositado en un inicio, porque ese siempre era el resultado. Continuo contando el dinero una vez fuera del banco, sintió una pesada mirada sobre si, levantando la vista de forma calmada como si no sintiera la misma miro al diamante y después se acomodó las gafas de forma natural. –Vamos entonces. –dijo de forma normal guardando el dinero en su pantalón y comenzó a avanzar con el otro sin pensar demasiado en las miradas que había sobre ellos.
Observo en su andar variadas cosas, personas extrañas, algunos mendigos y otras personas saliendo de los casinos destruidos pero felices de llevar al menos un poco de dinero, aunque era obvio que cada persona que salía de esos lugares salía con la cabeza gacha y totalmente seguros de no querer volver a regresar. Observo las diferentes tiendas de ropa que ahí había, algunas más elegantes que otras. Observo como en una de las tantas tiendas tenían trajes de marcas excelentes, Prada, Giorgio Armani y demás, así que sin importarle sus vestimentas actuales entro en el lugar, sintiendo la mirada de disgusto de algunas de las chicas que ahí atendían, observo sus rostros y después les regalo una sonrisa amable y cortes que normalmente solo usaría de querer conseguir algo de las mismas, pero en esos momentos se trataba más por ganar la simpatía general de la gente ahí, después de que observaran lo que los chicos pedían usar se darían cuenta ellas mismas que juzgar un libro por su portada no era lo más admirable. Observo a su compañero y después le palmeo el hombro mirándole con una sonrisa amable. –Sabes Cozz, iré por ahí a ver las marcas, no vayas a comprar algo sencillo solo porque crees que es más cómodo. –comento sin retirar la sonrisa, si su amigo podría comprar un traje caro, pero sumamente sencillo, que tal vez no resaltara de ninguna manera, por eso mismo le advertía aquello, mientras el mismo comenzaba a caminar hacia otro pasillo de los que habían ahí.
Sus ojos se posaban en cada uno de los sacos, mientras que para la gente normal aquellos eran todos iguales y sumamente caros, para el arma había diferencia entre cada uno, las mangas, los hombros, el tipo de corte que manejaban, incluso las rayas. Tomo un saco negro, tenía un bolcillo en el pecho de su lado derecho, un pin ahí mismo cocido con un escudo familiar por la marca a cual pertenecía el mismo. La mujer que le había seguido lo miro con algo de lastima, aquello enfurecía a Cyrano, ya no era aquel niño a quien le arrojaban basura por no poder defenderse, no, él era alguien autosuficiente a quien jamás volverían a ver con lastima, observo la etiqueta del costo del traje y sonrió casi burlesco. ¿Ella le miraba con lastima por esa suma? Solo eran cerca de mil deathdolares. No era demasiado.
¡Cozzato! –exclamo buscando al otro y le lanzo el saco con rapidez. –Creo que ese sería perfecto para ti. –comento sonriendo, era sencillo y no resaltaba demasiado pero si lo consideraba, aquel pin con ese emblema hablaba por sí solo, el solo pin era lo que costaba más en aquella prenda, después de todo. ¿Quién no conocía en la farándula a aquel diseñador? Todos. –Deberías probártelo. –comento con una sonrisa aun en el rostro. Si continuaba así terminaría por asesinar a alguien, así que al diese la vuelta su rostro volvió a ponerse serio, casi como si estuviera molesto. Avanzo un poco más y comenzó a tomar la ropa con rapidez, lo cierto es que no le gustaba demasiado la compra de las prendas, porque era difícil muchas veces elegir lo correcto, tomo un pantalón recto color negro con rayas, una camisa blanca, un chaleco negro a rayas también y un saco del mismo color. Del chaleco colgaba una cadena hacia uno de los bolcillos. Avanzo un poco más pero esta ocasión hacia donde los zapatos se hallaban, tomo aquellos que le parecieron más cómodos, de color negro totalmente, entro en el vestidor calzándose el traje y después sonrió. Seguro que Cozzato no había pensando que el arma gastaría tanto en un traje, pero si ya estaba ahí y pensaban derrochar dinero como normalmente hacían ¿Por qué no hacerlo a lo grande?
Salió calzando aquel vestuario, la chica que le había estado atendiendo lo miro por un momento con los ojos abiertos y con una sonrisa pícara, Cyrano se había quitado las gafas y peinado el cabello hacia atrás con la mano, avanzo hasta donde su compañero técnico y metió las manos de los bolcillos del pantalón con simpleza. –Creo que me quedare con esto. –Comento con una sonrisa. –Aunque gaste cerca de cinco mil o seis mil deathdolares. –dijo como si estuviera hablando de cientos y no de miles. Pero claro, es porque el dinero le importaba poco o nada, ni siquiera esperaba conservar ni la mitad de lo que ganaran ahí mismo, tal vez solo llevaría algunos recuerdos para los niños que Vivian en la casa de un lado, no le agradaban ni tenía un afecto especial por los mismos, pero en su farsa de ser amables, Cozz y Cyrano eran cercanos a la gente que vivía cerca de ellos, siendo casi venerados en el mismo edificio donde siempre se lo pasaban amables.
Señor, antes tiene que pagar por ello. –Comento la chica apareciendo detrás de Cyrano, en la miro y una sonrisa se formó en los labios del peliverde, saco una tarjeta de su bolcillo y se la entregó a la misma sin mostrar realmente atención a la misma. –Cobra de ahí el costo de esto y lo que compre el caballero. –comento señalando a Cozz con el rostro y después camino hacia un aparador tomando asiento.
Realmente no espero demasiado, Cozz era mucho más rápido que el al momento de elegir ropa, por lo cual una vez que hubieron echo el cobro con la tarjeta se puso de pie y camino hacia la salida. Sentía la vista de las mujeres de la tienda en los y una sonrisa de satisfacción se hizo presente en su rostro, estaba más que harto de muchas cosas, pero aquel día no. Escucho un carraspeo de garganta al dar la vuelta y después vio a un hombre con un arma apuntando directamente a su rostro, sacando una sonrisa del rostro de Cyrano, al menos ahora podría desquitarse. –Cozz. –su voz salió en un susurro mientras miraba al hombre frente a ellos. –Yo me encargo. –dijo sin elevar la voz. –Después de esto quiero un rolex, iría mejor con mi traje. –comento con serenidad mientras se acercaba con lentitud hacia el ladrón.
Seguir a rubio se había vuelto una costumbre que el trébol ya no lo notaba, aun así nunca lo admitiría. Una vez que estuvieron en el banco conto nuevamente el dinero que tenía en efectivo, no era una mala cantidad, observo a su amigo y escucho el número de cuenta que ambos conocían de memoria, esa era la de Cyrano, seguramente terminaría incrementándose por los intereses o habría un problema en el banco que haría que les pagaran una suma considerable mayor a la que habían depositado en un inicio, porque ese siempre era el resultado. Continuo contando el dinero una vez fuera del banco, sintió una pesada mirada sobre si, levantando la vista de forma calmada como si no sintiera la misma miro al diamante y después se acomodó las gafas de forma natural. –Vamos entonces. –dijo de forma normal guardando el dinero en su pantalón y comenzó a avanzar con el otro sin pensar demasiado en las miradas que había sobre ellos.
Observo en su andar variadas cosas, personas extrañas, algunos mendigos y otras personas saliendo de los casinos destruidos pero felices de llevar al menos un poco de dinero, aunque era obvio que cada persona que salía de esos lugares salía con la cabeza gacha y totalmente seguros de no querer volver a regresar. Observo las diferentes tiendas de ropa que ahí había, algunas más elegantes que otras. Observo como en una de las tantas tiendas tenían trajes de marcas excelentes, Prada, Giorgio Armani y demás, así que sin importarle sus vestimentas actuales entro en el lugar, sintiendo la mirada de disgusto de algunas de las chicas que ahí atendían, observo sus rostros y después les regalo una sonrisa amable y cortes que normalmente solo usaría de querer conseguir algo de las mismas, pero en esos momentos se trataba más por ganar la simpatía general de la gente ahí, después de que observaran lo que los chicos pedían usar se darían cuenta ellas mismas que juzgar un libro por su portada no era lo más admirable. Observo a su compañero y después le palmeo el hombro mirándole con una sonrisa amable. –Sabes Cozz, iré por ahí a ver las marcas, no vayas a comprar algo sencillo solo porque crees que es más cómodo. –comento sin retirar la sonrisa, si su amigo podría comprar un traje caro, pero sumamente sencillo, que tal vez no resaltara de ninguna manera, por eso mismo le advertía aquello, mientras el mismo comenzaba a caminar hacia otro pasillo de los que habían ahí.
Sus ojos se posaban en cada uno de los sacos, mientras que para la gente normal aquellos eran todos iguales y sumamente caros, para el arma había diferencia entre cada uno, las mangas, los hombros, el tipo de corte que manejaban, incluso las rayas. Tomo un saco negro, tenía un bolcillo en el pecho de su lado derecho, un pin ahí mismo cocido con un escudo familiar por la marca a cual pertenecía el mismo. La mujer que le había seguido lo miro con algo de lastima, aquello enfurecía a Cyrano, ya no era aquel niño a quien le arrojaban basura por no poder defenderse, no, él era alguien autosuficiente a quien jamás volverían a ver con lastima, observo la etiqueta del costo del traje y sonrió casi burlesco. ¿Ella le miraba con lastima por esa suma? Solo eran cerca de mil deathdolares. No era demasiado.
¡Cozzato! –exclamo buscando al otro y le lanzo el saco con rapidez. –Creo que ese sería perfecto para ti. –comento sonriendo, era sencillo y no resaltaba demasiado pero si lo consideraba, aquel pin con ese emblema hablaba por sí solo, el solo pin era lo que costaba más en aquella prenda, después de todo. ¿Quién no conocía en la farándula a aquel diseñador? Todos. –Deberías probártelo. –comento con una sonrisa aun en el rostro. Si continuaba así terminaría por asesinar a alguien, así que al diese la vuelta su rostro volvió a ponerse serio, casi como si estuviera molesto. Avanzo un poco más y comenzó a tomar la ropa con rapidez, lo cierto es que no le gustaba demasiado la compra de las prendas, porque era difícil muchas veces elegir lo correcto, tomo un pantalón recto color negro con rayas, una camisa blanca, un chaleco negro a rayas también y un saco del mismo color. Del chaleco colgaba una cadena hacia uno de los bolcillos. Avanzo un poco más pero esta ocasión hacia donde los zapatos se hallaban, tomo aquellos que le parecieron más cómodos, de color negro totalmente, entro en el vestidor calzándose el traje y después sonrió. Seguro que Cozzato no había pensando que el arma gastaría tanto en un traje, pero si ya estaba ahí y pensaban derrochar dinero como normalmente hacían ¿Por qué no hacerlo a lo grande?
Salió calzando aquel vestuario, la chica que le había estado atendiendo lo miro por un momento con los ojos abiertos y con una sonrisa pícara, Cyrano se había quitado las gafas y peinado el cabello hacia atrás con la mano, avanzo hasta donde su compañero técnico y metió las manos de los bolcillos del pantalón con simpleza. –Creo que me quedare con esto. –Comento con una sonrisa. –Aunque gaste cerca de cinco mil o seis mil deathdolares. –dijo como si estuviera hablando de cientos y no de miles. Pero claro, es porque el dinero le importaba poco o nada, ni siquiera esperaba conservar ni la mitad de lo que ganaran ahí mismo, tal vez solo llevaría algunos recuerdos para los niños que Vivian en la casa de un lado, no le agradaban ni tenía un afecto especial por los mismos, pero en su farsa de ser amables, Cozz y Cyrano eran cercanos a la gente que vivía cerca de ellos, siendo casi venerados en el mismo edificio donde siempre se lo pasaban amables.
Señor, antes tiene que pagar por ello. –Comento la chica apareciendo detrás de Cyrano, en la miro y una sonrisa se formó en los labios del peliverde, saco una tarjeta de su bolcillo y se la entregó a la misma sin mostrar realmente atención a la misma. –Cobra de ahí el costo de esto y lo que compre el caballero. –comento señalando a Cozz con el rostro y después camino hacia un aparador tomando asiento.
Realmente no espero demasiado, Cozz era mucho más rápido que el al momento de elegir ropa, por lo cual una vez que hubieron echo el cobro con la tarjeta se puso de pie y camino hacia la salida. Sentía la vista de las mujeres de la tienda en los y una sonrisa de satisfacción se hizo presente en su rostro, estaba más que harto de muchas cosas, pero aquel día no. Escucho un carraspeo de garganta al dar la vuelta y después vio a un hombre con un arma apuntando directamente a su rostro, sacando una sonrisa del rostro de Cyrano, al menos ahora podría desquitarse. –Cozz. –su voz salió en un susurro mientras miraba al hombre frente a ellos. –Yo me encargo. –dijo sin elevar la voz. –Después de esto quiero un rolex, iría mejor con mi traje. –comento con serenidad mientras se acercaba con lentitud hacia el ladrón.
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Cyrano Agosti
Re: [Nevada] Welcome to Las Vegas [Priv. Cyrano]
Hasta cierto punto resultaba un disgusto aquella situación que tantas veces se había repetido. Era normal para él ver esa reacción en la gente. Ambos italianos siempre habían sido personas que vestían de forma cómoda, informal, relajada, por el sencillo hecho de que esas ropas era lo que más gusto les daba. Aun cuando tenían dinero, como era el caso en ese momento, preferían el uso de sus ropas casuales, de su estilo habitual. Cozzato consideraba que aquello era normal, usar lo que uno prefería para vestir. Solo que en ese caso, su aspecto debía de ser cambiado, mejorado según los estándares de etiqueta de la sociedad actual, para así tener mayores facilidades al lugar donde planeaban ir, aquel hotel donde los actores de cine, los políticos, los empresarios y famosos iban. Solo por ello, por ir a un lugar donde la calidad fuera mayor y las apuestas más cuantiosas, era que el rubio estaba dispuesto a soportar las miradas que en esos momentos los encargados del local les daban.
Suspiro un poco, ignorando al personal de aquel local. No se acercaron a ayudar, solo los miraban y catalogaban rápidamente como simples personas que habían entrado a husmear entre las prendas que jamás podrías comprar. No era de extrañar pensaran así, no habían llegado en un auto lujoso, ni tampoco con guardaespaldas, sus rostros no eran de los que aparecían en revistas o carteles, tampoco en la televisión o en el cine. Eran personas desconocidas, entrando a un local con ropa que no bajaría de algunos cientos de dólares cada una, algunas incluso de un par de miles. La imagen que debía ser percibida por los trabajadores de ese local, era sencillamente de personas que venían a perder su tiempo y tal vez probarse ropa elegante, presumir al tomarse algunas fotos que subirían luego a una red social para luego irse sin haber comprado nada.
-Y tú no compres un traje rosa mexicano solo porque tenga bordado Armani en la retaguardia…
Sonrió de forma algo burlona mientras se acercaba a una hilera de trajes. Miro las marcas y luego los precios, con una expresión desinteresada. Mientras sus manos se deslizaban entre las mangas de varios trajes, su mente no pudo evitar viajar al pasado, en la época donde jugaban cartas entre gente de dudosa procedencia, donde tiraban cuerpos en el rio o en el mar, donde llegaban a locales a cobrar protección o donde segaban vidas por el motivo que el jefe se le antojada, a veces solo porque le habían mostrado una falta de respeto de algún tipo. Si, esos días llegaron a su mente, recordando que cuando debían estar junto al resto de aquella… “familia” debían siempre vestir elegante, con trajes que la misma organización les había dado. ¿Habrían sido costosos? Nunca pregunto, solo lo acepto y uso cuando la situación le ameritaba, recordaba que siempre habían dicho que la presentación era importante en su trabajo, en aquel estilo de vida…
-¿Ah? ¿Esta cosa?
Recibió la prenda que su compañero le daba, mirándola alzando una ceja mientras sujetaba el traje como si se tratara de algún trapo viejo o sucio, ante la mirada de molestia de una dependienta que se había acercado a revisar que no se le ocurriera hacer ninguna broma con aquellos trajes de tan alto valor monetario. Cozzato miro el traje unos instantes, sencillo, elegante… Era agradable, pero... En esos momentos, algún deseo menor compulsivo había invadido su mente ante el trato de los dependientes, algo que le hacía querer lucir de una forma que hiciera reaccionar a la gente que le viera como debía ser. Miro el precio que tenía el traje y se lo dio a la dependienta, la cual agarro el atuendo con cuidado de no arrugarlo, recibiendo una petición del rubio de llevárselo ante su falta de interés, cosa que la vendedora hizo mientras el rubio miraba con atención lo que el local ofrecía, hasta que algo le hizo detener el paseo de sus ojos, sonriendo.
Tomo un par de prendas ante la mirada algo sorprendida de la dependiente, quien primero pensó en detenerle, mas no pudo llegar a tiempo antes que el rubio entrada a un probador. Nada tardo en salir con la prenda ya puesta, un conjunto bastante sobrio y elegante, que causo la vendedora abriera los ojos de impresión. El rubio había salido usando un traje de corte italiano, de un tono negro que era levemente aclarado por los líneas verticales que le recorrían, de un color platinado. El saco estaba abierto, permitiendo notarse el chaleco que usaba bajo este, del mismo estilo y cerrado con cuatro botones de color plateado igual. Bajo el mismo, una camisa de color azul rey, que parecía reflectar levemente la luz por la tela con la cual estaba hecha, acompañada por una corbata de satín azul oscuro igual, que mostraba un decorado de pequeños diamantes que bajaban de forma vertical en la parte central de la corbata. Los zapatos que llevaba eran totalmente negros, sin decoración alguna ni agujetas. El rubio miro su atuendo mientras estaba en el espejo, asintiendo ante la imagen, mientras giraba su vista a ver a la dependienta que estaba detrás suya, quien ahora había cambiado su expresión a una más expectante, como si hubiera estado esperando que el chico le pidiera algo, mas antes de poder hacer su petición, escucha a su compañero, ya junto a él, al cual observa asintiendo ante su imagen, mirándole con el rostro ladeado.
-¿Te pusiste los lentes de contacto? Hum… No importa realmente, este es de unos 3,500 con todo y zapatos, pero quiero conseguir un reloj o algo… No quiero tener que andar viendo mi celular todo el tiempo…
La atención del rubio se vio desviada cuando noto a una de las vendedoras acercarse a Cyrano, indicándole la necesidad de que sus ropas fueran pagadas en la brevedad. Cozzato solo resoplo ante esto, mirando como la chica agarraba la tarjera con formalidad, llevándola a ser checada a la caja, siendo acompañada por Cyrano quien debería firmar el recibo, en especial por una cifra tan considerable como esa.
El rubio se alejó del espejo para llegar junto a Cyrano, esperando acabara de pagar todo, para así poder salir del loca. Noto como algunas personas giraban a verles, suponía que mas que nada por salir de un lugar que era de costoso, vistiendo trajes que reflejaban la categoría de dicho establecimiento. Con una sonrisa divertida ahora el rubio avanzo con su compañero, mientras revisaba su teléfono por la hora, no habían tardado demasiado realmente. El chico se llevó una mano a la frente, esbozando una expresión de concentración con un dedo en su cien, para luego mirar a su alrededor un poco y asentir, usando los recuerdos que tenía del mapa que había revisado en el camión de llegada a esa ciudad en la mañana.
-Bueno… Hay cerca tiendas de empeño de buen nombre, podríamos encontrar artículos interesantes… Igualmente platerías o solo relojerías… Podríamos ver ahí también, pero luego de eso nos vamos directo al casino… No quiero perder tanto tiempo…
A pesar de sus palabras, o tal vez a causa de ellas, noto el sonido detrás de ellos, girando para ver a un hombre con un arma de fuego en mano. El rubio se sorprendió, mientras notaba la calle poco concurrida a la cual habían doblado para poder dirigirse a alguna de las tiendas que pudieran vender los relojes que fueran de su gusto. Una delas cejas del chico se alzó mientras escuchaba al hombre exigirles el dinero que trajeran, para después escuchar a su compañero, negando y suspirando, causando que el hombre mostrara una ira progresiva en el rostro al ser momentáneamente ignorado.
-Evita matarlo que no quiero problemas por ahora… Me adelanto, no arruines el traje, no tengo ánimos de dar una vuelta inútil…
El rubio se dio la vuelta y siguió caminando, sin esperar al oji verde, sabiendo que podría seguirlo después aunque se alejara, después de todo él podría saber dónde se encontraba si usaba la localización de su celular, o con una llamada siquiera. El rubio se alejó por la calle mientras oía los gritos de disgusto del hombre, que luego fueron remplazados por el sonido de armas de fuego disparándose. Aun así, el hombre ni siquiera giro, siguió avanzando hasta que doblo algunas esquinas y llego hasta una tienda de diferentes artículos, todos de marca, que iban desde joyería hasta relojes. Una vez dentro sonrió mientras empezaba a inspeccionar de todo, deslizando la vista entre los artículos, hasta que encontró un accesorio de corbata que le hizo mostrar una expresión de interés.
Suspiro un poco, ignorando al personal de aquel local. No se acercaron a ayudar, solo los miraban y catalogaban rápidamente como simples personas que habían entrado a husmear entre las prendas que jamás podrías comprar. No era de extrañar pensaran así, no habían llegado en un auto lujoso, ni tampoco con guardaespaldas, sus rostros no eran de los que aparecían en revistas o carteles, tampoco en la televisión o en el cine. Eran personas desconocidas, entrando a un local con ropa que no bajaría de algunos cientos de dólares cada una, algunas incluso de un par de miles. La imagen que debía ser percibida por los trabajadores de ese local, era sencillamente de personas que venían a perder su tiempo y tal vez probarse ropa elegante, presumir al tomarse algunas fotos que subirían luego a una red social para luego irse sin haber comprado nada.
-Y tú no compres un traje rosa mexicano solo porque tenga bordado Armani en la retaguardia…
Sonrió de forma algo burlona mientras se acercaba a una hilera de trajes. Miro las marcas y luego los precios, con una expresión desinteresada. Mientras sus manos se deslizaban entre las mangas de varios trajes, su mente no pudo evitar viajar al pasado, en la época donde jugaban cartas entre gente de dudosa procedencia, donde tiraban cuerpos en el rio o en el mar, donde llegaban a locales a cobrar protección o donde segaban vidas por el motivo que el jefe se le antojada, a veces solo porque le habían mostrado una falta de respeto de algún tipo. Si, esos días llegaron a su mente, recordando que cuando debían estar junto al resto de aquella… “familia” debían siempre vestir elegante, con trajes que la misma organización les había dado. ¿Habrían sido costosos? Nunca pregunto, solo lo acepto y uso cuando la situación le ameritaba, recordaba que siempre habían dicho que la presentación era importante en su trabajo, en aquel estilo de vida…
-¿Ah? ¿Esta cosa?
Recibió la prenda que su compañero le daba, mirándola alzando una ceja mientras sujetaba el traje como si se tratara de algún trapo viejo o sucio, ante la mirada de molestia de una dependienta que se había acercado a revisar que no se le ocurriera hacer ninguna broma con aquellos trajes de tan alto valor monetario. Cozzato miro el traje unos instantes, sencillo, elegante… Era agradable, pero... En esos momentos, algún deseo menor compulsivo había invadido su mente ante el trato de los dependientes, algo que le hacía querer lucir de una forma que hiciera reaccionar a la gente que le viera como debía ser. Miro el precio que tenía el traje y se lo dio a la dependienta, la cual agarro el atuendo con cuidado de no arrugarlo, recibiendo una petición del rubio de llevárselo ante su falta de interés, cosa que la vendedora hizo mientras el rubio miraba con atención lo que el local ofrecía, hasta que algo le hizo detener el paseo de sus ojos, sonriendo.
Tomo un par de prendas ante la mirada algo sorprendida de la dependiente, quien primero pensó en detenerle, mas no pudo llegar a tiempo antes que el rubio entrada a un probador. Nada tardo en salir con la prenda ya puesta, un conjunto bastante sobrio y elegante, que causo la vendedora abriera los ojos de impresión. El rubio había salido usando un traje de corte italiano, de un tono negro que era levemente aclarado por los líneas verticales que le recorrían, de un color platinado. El saco estaba abierto, permitiendo notarse el chaleco que usaba bajo este, del mismo estilo y cerrado con cuatro botones de color plateado igual. Bajo el mismo, una camisa de color azul rey, que parecía reflectar levemente la luz por la tela con la cual estaba hecha, acompañada por una corbata de satín azul oscuro igual, que mostraba un decorado de pequeños diamantes que bajaban de forma vertical en la parte central de la corbata. Los zapatos que llevaba eran totalmente negros, sin decoración alguna ni agujetas. El rubio miro su atuendo mientras estaba en el espejo, asintiendo ante la imagen, mientras giraba su vista a ver a la dependienta que estaba detrás suya, quien ahora había cambiado su expresión a una más expectante, como si hubiera estado esperando que el chico le pidiera algo, mas antes de poder hacer su petición, escucha a su compañero, ya junto a él, al cual observa asintiendo ante su imagen, mirándole con el rostro ladeado.
-¿Te pusiste los lentes de contacto? Hum… No importa realmente, este es de unos 3,500 con todo y zapatos, pero quiero conseguir un reloj o algo… No quiero tener que andar viendo mi celular todo el tiempo…
La atención del rubio se vio desviada cuando noto a una de las vendedoras acercarse a Cyrano, indicándole la necesidad de que sus ropas fueran pagadas en la brevedad. Cozzato solo resoplo ante esto, mirando como la chica agarraba la tarjera con formalidad, llevándola a ser checada a la caja, siendo acompañada por Cyrano quien debería firmar el recibo, en especial por una cifra tan considerable como esa.
El rubio se alejó del espejo para llegar junto a Cyrano, esperando acabara de pagar todo, para así poder salir del loca. Noto como algunas personas giraban a verles, suponía que mas que nada por salir de un lugar que era de costoso, vistiendo trajes que reflejaban la categoría de dicho establecimiento. Con una sonrisa divertida ahora el rubio avanzo con su compañero, mientras revisaba su teléfono por la hora, no habían tardado demasiado realmente. El chico se llevó una mano a la frente, esbozando una expresión de concentración con un dedo en su cien, para luego mirar a su alrededor un poco y asentir, usando los recuerdos que tenía del mapa que había revisado en el camión de llegada a esa ciudad en la mañana.
-Bueno… Hay cerca tiendas de empeño de buen nombre, podríamos encontrar artículos interesantes… Igualmente platerías o solo relojerías… Podríamos ver ahí también, pero luego de eso nos vamos directo al casino… No quiero perder tanto tiempo…
A pesar de sus palabras, o tal vez a causa de ellas, noto el sonido detrás de ellos, girando para ver a un hombre con un arma de fuego en mano. El rubio se sorprendió, mientras notaba la calle poco concurrida a la cual habían doblado para poder dirigirse a alguna de las tiendas que pudieran vender los relojes que fueran de su gusto. Una delas cejas del chico se alzó mientras escuchaba al hombre exigirles el dinero que trajeran, para después escuchar a su compañero, negando y suspirando, causando que el hombre mostrara una ira progresiva en el rostro al ser momentáneamente ignorado.
-Evita matarlo que no quiero problemas por ahora… Me adelanto, no arruines el traje, no tengo ánimos de dar una vuelta inútil…
El rubio se dio la vuelta y siguió caminando, sin esperar al oji verde, sabiendo que podría seguirlo después aunque se alejara, después de todo él podría saber dónde se encontraba si usaba la localización de su celular, o con una llamada siquiera. El rubio se alejó por la calle mientras oía los gritos de disgusto del hombre, que luego fueron remplazados por el sonido de armas de fuego disparándose. Aun así, el hombre ni siquiera giro, siguió avanzando hasta que doblo algunas esquinas y llego hasta una tienda de diferentes artículos, todos de marca, que iban desde joyería hasta relojes. Una vez dentro sonrió mientras empezaba a inspeccionar de todo, deslizando la vista entre los artículos, hasta que encontró un accesorio de corbata que le hizo mostrar una expresión de interés.
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Cozzato Gagliari
Re: [Nevada] Welcome to Las Vegas [Priv. Cyrano]
Una sonrisa escapo de los labios del arma cuando el diamante se fue, el ladrón comenzó a soltar gritos de enojo indiciando que dispararía, pero claro, aquellos gritos era reprimidos por el hecho de aun estar a la luz del día y no solo eso, sino que además de todo la calle donde se encontraban aunque poco transitada aun lo era, eso significaba para Cyrano una sola cosa. –Tranquilo, por hoy tienes suerte, no te matare. –comento mirando al hombre con una sonrisa diabólica que hizo que el ladrón retrocediera un par de pasos sin dejar de apuntar su arma contra Cyrano, quien solo negó con el rostro antes de acercarse a este convirtiendo su mano en un arma y apuntando directo a su cabeza. Escucho la pistola del hombre ser disparada hacia el cielo mientras veía la mano de Cyrano con un miedo enorme reflejado en los ojos.
¿Qué demonios? –fueron las últimas palabras de aquel ladrón. -¡Bang! –Exclamo Cyrano y disparo. Ni siquiera lo pensó, una bala débil con parte del alma del arma salió disparada en la cabeza de aquel hombre sin dejar una sola herida visible y dejándolo ahí tirado como si nada, se puso de pie mientras su rostro se descomponía en una mueca de decepción. –Vaya, que débiles son los humanos. –comento para sí mismo convirtiendo nuevamente su mano y llevándola al bolcillo de su pantalón buscando su teléfono para hacer una rápida llamada hacia Cozz, dejando el cuerpo de aquel hombre ahí en el suelo en un sueño del que seguramente no despertaría en un par de años.
Después de que el diamante le contestara camino en la dirección que el otro había dicho, avanzo entre algunas calles siendo observado por diferentes personas, algunas mujeres le enviaban miradas lujuriosas mientras que los hombres podían dejar ver su envidia a kilómetros, porque es que sabía lo que le causaba en las personas y la impresión que solía dejar en la gente y en ese momento solo había una cosa para describir al chico trébol y era; tranquilidad. Después de haber atacado a ese hombre parte de su estrés se había marchado, después de todo las cosas que pasaban cuando la gente los veía como menos hacían que el chico solo quisiese asesinar a esas personas o en su defecto humillarlos de tal manera que estos no pudieran volver a mostrar sus rostros al sol, porque claro, él era un hombre vengativo, siempre lo había sido y probablemente siempre lo seria.
Suspiro con algo de cansancio al llegar a la tienda donde el chicos encontraba, aquel lugar una joyería mejor dicho tenía todo tipo de accesorios, desde relojes, brazaletes, anillos y demás, Cyrano no era demasiado afecto a este tipo de artilugios aun así observo un aniño de oro que parecía una cadena sencilla, poco llamativo, con el grabado de un trébol, un elefante, una herradura, el número trece y diamantes pequeños alrededor de cada figura; interesante. Lo tomo y lo probo en su dedo medio de la mano izquierda sintiendo como este quedaba a la perfección. –Creo que me quedare con este. –comento al rubio mostrándole el anillo, de alguna forma sentía que quedaba a la perfección con él. Después aun con el anillo en la mano avanzo hacia el apartado de relojes. –Estaba pensando en comer un poco en el siguiente casino. –comento mirando los relojes con interés, algunos más llamativos que otros. –Porque aquella comida del hotel era asquerosa, además de que tenemos que ir a registrarnos a nuestro nuevo hotel. ¿Viste las habitaciones? Sus mejores habitaciones son las peores. –comento levantando los ojos y frunciendo un poco el ceño. Odiaba los lugares de segunda, mucho más los de tercera clase.
Una vez que hubieron comprado lo necesario de aquel lugar se colocó unos lentes oscuros nada más salir, el sol del mediodía calaba con más fuerza en sus ojos, y podía observar como muchas otras personas comenzaban a buscar los lugares con sombra, no por nada se encontraban en medio del desierto como eran las vegas. Fijo sus ojos en el rubio a la espera de que ese comenzara a moverse y una vez que lo hizo comenzó a caminar al lado del mismo. Sus ojos se posaban en las calles, en las personas distinguiendo rasgos, muecas y hasta clases sociales por el actuar de los mismos. Girando por las mismas calles se dio cuenta de que aún les hacía falta algo esencial para llegar a un casino como lo era aquel. –Deberíamos conseguir un auto. –comento mirando al otro, el especialmente no era adepto a ir viajando en auto, pero que más se le podía hacer cuando en aquella ciudad no solo re juzgaban por tus vestimentas sino también por cómo es que llegabas a cada lugar. Las vestimentas no eran suficientes si no aparecían ahí con un transporte apropiado y por como notaba las cosas estaban de echo bastante cerca del lugar mirando la cantidad de autos lujosos que pasaban frente a ellos y aparcando frente al enorme edificio con calaveras al frente del mismo. Se llevó las manos a la chaqueta mientras refunfuñaba un poco, ¿podrían llegar en un taxi sin ser mirados cómo menos?
Sonrió negando ante estas palabras internas y después mirando al rubio, definitivamente si llegaban a pie causarían un gran impacto y un poco más, harían que los demás pensaran como lo habían hecho durante el día, que ellos no eran rivales. –Como no preví antes tus movimientos. –comento dejando salir una risa un tanto burlesca mientras volvía a avanzar junto al otro de forma despreocupada.
¿Qué demonios? –fueron las últimas palabras de aquel ladrón. -¡Bang! –Exclamo Cyrano y disparo. Ni siquiera lo pensó, una bala débil con parte del alma del arma salió disparada en la cabeza de aquel hombre sin dejar una sola herida visible y dejándolo ahí tirado como si nada, se puso de pie mientras su rostro se descomponía en una mueca de decepción. –Vaya, que débiles son los humanos. –comento para sí mismo convirtiendo nuevamente su mano y llevándola al bolcillo de su pantalón buscando su teléfono para hacer una rápida llamada hacia Cozz, dejando el cuerpo de aquel hombre ahí en el suelo en un sueño del que seguramente no despertaría en un par de años.
Después de que el diamante le contestara camino en la dirección que el otro había dicho, avanzo entre algunas calles siendo observado por diferentes personas, algunas mujeres le enviaban miradas lujuriosas mientras que los hombres podían dejar ver su envidia a kilómetros, porque es que sabía lo que le causaba en las personas y la impresión que solía dejar en la gente y en ese momento solo había una cosa para describir al chico trébol y era; tranquilidad. Después de haber atacado a ese hombre parte de su estrés se había marchado, después de todo las cosas que pasaban cuando la gente los veía como menos hacían que el chico solo quisiese asesinar a esas personas o en su defecto humillarlos de tal manera que estos no pudieran volver a mostrar sus rostros al sol, porque claro, él era un hombre vengativo, siempre lo había sido y probablemente siempre lo seria.
Suspiro con algo de cansancio al llegar a la tienda donde el chicos encontraba, aquel lugar una joyería mejor dicho tenía todo tipo de accesorios, desde relojes, brazaletes, anillos y demás, Cyrano no era demasiado afecto a este tipo de artilugios aun así observo un aniño de oro que parecía una cadena sencilla, poco llamativo, con el grabado de un trébol, un elefante, una herradura, el número trece y diamantes pequeños alrededor de cada figura; interesante. Lo tomo y lo probo en su dedo medio de la mano izquierda sintiendo como este quedaba a la perfección. –Creo que me quedare con este. –comento al rubio mostrándole el anillo, de alguna forma sentía que quedaba a la perfección con él. Después aun con el anillo en la mano avanzo hacia el apartado de relojes. –Estaba pensando en comer un poco en el siguiente casino. –comento mirando los relojes con interés, algunos más llamativos que otros. –Porque aquella comida del hotel era asquerosa, además de que tenemos que ir a registrarnos a nuestro nuevo hotel. ¿Viste las habitaciones? Sus mejores habitaciones son las peores. –comento levantando los ojos y frunciendo un poco el ceño. Odiaba los lugares de segunda, mucho más los de tercera clase.
Una vez que hubieron comprado lo necesario de aquel lugar se colocó unos lentes oscuros nada más salir, el sol del mediodía calaba con más fuerza en sus ojos, y podía observar como muchas otras personas comenzaban a buscar los lugares con sombra, no por nada se encontraban en medio del desierto como eran las vegas. Fijo sus ojos en el rubio a la espera de que ese comenzara a moverse y una vez que lo hizo comenzó a caminar al lado del mismo. Sus ojos se posaban en las calles, en las personas distinguiendo rasgos, muecas y hasta clases sociales por el actuar de los mismos. Girando por las mismas calles se dio cuenta de que aún les hacía falta algo esencial para llegar a un casino como lo era aquel. –Deberíamos conseguir un auto. –comento mirando al otro, el especialmente no era adepto a ir viajando en auto, pero que más se le podía hacer cuando en aquella ciudad no solo re juzgaban por tus vestimentas sino también por cómo es que llegabas a cada lugar. Las vestimentas no eran suficientes si no aparecían ahí con un transporte apropiado y por como notaba las cosas estaban de echo bastante cerca del lugar mirando la cantidad de autos lujosos que pasaban frente a ellos y aparcando frente al enorme edificio con calaveras al frente del mismo. Se llevó las manos a la chaqueta mientras refunfuñaba un poco, ¿podrían llegar en un taxi sin ser mirados cómo menos?
Sonrió negando ante estas palabras internas y después mirando al rubio, definitivamente si llegaban a pie causarían un gran impacto y un poco más, harían que los demás pensaran como lo habían hecho durante el día, que ellos no eran rivales. –Como no preví antes tus movimientos. –comento dejando salir una risa un tanto burlesca mientras volvía a avanzar junto al otro de forma despreocupada.
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Cyrano Agosti
Re: [Nevada] Welcome to Las Vegas [Priv. Cyrano]
Nunca había sido un admirador de la joyería, el gusto por las mismas eran comprensibles para él. Las joyas simbolizaban riqueza, poder, status, categoría. Los reyes desde la antigüedad usaban joyas para separarse de la escala común de la población normal, de las clases sociales más bajas. El oro, la plata, el diamante, el rubí, el cuarzo, el jade. Todos aquellos minerales que adornaban de forma tan gloriosa símbolos de poder de reinados antiguos y modernos. Coronas, cetros, anillos, brazaletes. Incluso hoy en día seguían siendo un símbolo de status, de riqueza, de gloria. Aun así… Para el rubio no eran nada especial. ¿Por qué no era nada especial? Porque era material.
Las joyas podían reflejar poder y riqueza, gloria o categoría, pero eran simplemente objetos cuyo valor era dado por las personas. El mismo podría comprar en esos momentos, mientras revisaba los artículos de la tienda, un reloj que valiera un par de miles de Deathdolares y dárselo a un indigente de la calle. El indigente sabría el valor de tan caro artículo, pero… ¿Eso aumentaría su categoría? ¿Su estatus? El dinero y los bienes materiales eran poder hoy en día, pero un poder falso, frágil como el cristal. Valerse de ellos para mostrarse fuertes o superiores a otros era solo una falsedad, un poder vacío nacido de objetos cuyo valor, reiterado lo dicho, era solo dado por la mente pobre de las personas. Por ello mismo el rubio nunca había sido de usar joyas… Porque para él, eran un símbolo de falsedad, que de ser usado por su cuerpo, resultaría en hipocresía hacia su deseo de verdadero poder.
-¿Me permite ver eso?
Aun así, aquel pequeño accesorio había logrado captar su atención, mirándolo con un brillo curioso en los ojos, al igual que una expresión interesada. Su nueva apariencia ataviada de forma elegante y pulcra, era lo suficiente para que ahora, a diferencia de los puestos pasados, todos los trabajadores le miraran atentos y serviciales, que actuaran como harían hacia una persona de poder e importante. Aunque ese no era el caso en realidad del rubio. Tal vez en otra época había logrado un status en el bajo mundo, él y su compañero arma se habían hecho poderosos, logrando influencias en el lado oscuro de la sociedad, su nombre reconocido hasta cierto punto. Pero ahora habían perdido todo eso… O más bien, ellos mismos lo habían desechado con sus propias manos, aniquilando a toda la organización que antes les diera un nombre. Ahí volvían a empezar, desde 0, para subir con su propio poder, con tal de cumplir sus propósitos y anhelos, ahora como simples miembros de Shibusen como eran.
El rubio tomo entre sus manos el accesorio de corbata que había pedido al encargado, observando esa especie de broche de plata, finamente ornamentada, en cuyo centro había un cuarzo tallado en forma romboide, imitando un diamante azulado bastante particular. El rubio sonrió mirándolo, poniéndoselo en su propia corbata, acomodándolo un poco. Miro en un espejo cercano y sonrió complacido ante la imagen. Sin siquiera voltear a ver al dependiente que le atendía, el cual se había acercado a darle información sobre aquel broche para animarlo a comprarlo, le entrego una tarjeta de débito de forma tranquila, causando que el hombre parpadeara ante lo repentino e inesperado, observándole sin comprender unos segundos.
-Lo compro… Y tráigame un reloj, creo que alcance a ver un Milgauss de zafiro azul en la repisa trasera cuando entre, dame ese…
El encargado le miro sorprendido solo unos instantes para después asentir tomando la tarjeta y retirándose a la caja, donde igual checaría por el reloj pedido. En esos momentos noto la llegada de su compañero, sonriéndole tranquilo al ver el anillo que el chico había elegido, asintiendo por su elección. No podía negar que todos aquellos decorados de símbolos de la suerte quedaban en calco a su compañero, el cual en si era como un trébol de 36 hojas andante. Escucho sus palabras mientras el vendedor regresaba con su tarjeta de débito y el reloj pedido, poniéndoselo sin prestar mucha atención al mismo, mirando a Cyrano.
-Me parece bien, a donde vamos es un casino que también funge como hotel de 5 estrellas… Así que podemos pasar por su restaurante y comer algo… Cuando acabemos en ese casino regresamos al hotel y sacamos nuestras cosas entonces…
No podía negar que había pensado lo mismo que Cyrano. Seguir estando en aquel hotel cuando ya no era necesario era una pérdida de tiempo, y tampoco quería esperar hasta que hiciera de noche, luego de haber pasado por todos los objetivos de su recorrido, cuando ya seguramente encontrar una habitación resultaría mucho más complicado y cansado. Luego de cumplir con el primero de los objetivos principales, se podrían cambiar sin problema, eso si todo salía bien. El joven de dorados cabellos repaso mentalmente los tres casinos principales que habían discutido aquella mañana, recordando especialmente el último en la lista. Una expresión divertida se formó en sus labios mientras salían de la joyería, recordando ese casino en específico… Aquel casino sería el más divertido sin duda de todos ese día.
-¿Un auto?
El rubio escucho las palabras del peliverde de manera algo distraída, mientras avanzaba deslizando sus ojos por todas las personas de la calle. Observaba a las familias que aun deambulaban por ahi, con sus hijos o parientes, recorriendo las calles que igual ofrecían diversos puestos de entretenimiento turismo. Miro a algunos grupos de amigos, que parecían siempre lo mismo, universitario o jóvenes adultos que se habían dado una escapada a las vegas para poder disfrutar de los casinos, de las discotecas, de los burdeles o de los shows que estos ofrecían. La idea de un auto no era del todo mala de hecho, podrían rentar uno en alguna agencia de categoría en la ciudad sin mucho problema. Un auto les facilitaría moverse bastante, en vez de tener que caminar por aquel lugar en cada calle. Igualmente el rubio se había aprendido casi toda la ciudad a calco al mirar el mapa aquella mañana, eso combinado con un buen celular con GPS que resolviera cualquier duda que pudiera tener. Aun así…
-Rentaremos uno cuando nos cambiemos de hotel… Este será el último casino en donde aprovecharemos que no nos conocen… Los anteriores casinos eran del montón, algo por encima de la media el ultimo, pero este tiene muchas conexiones. Apenas terminemos aquí, nuestro rostro y nombre será transmitido por sus contactos y sabrán que estamos en la ciudad…Y que somos un peligro. Cuando eso pase, ya no podemos usar el factor sorpresa… Si no una total masacre frontal
Una sonrisa casi sádica se muestra en los labios del rubio mientras entraban al casino. Apenas las puertas fueran abiertas por los porteros del lugar, la combinación de aromas, sonidos y luces se hizo presente de manera casi agresiva. Observo el concurrido lugar, con todo tipo diferente de juegos típicos de los casinos, otros más especializados y novedosos. Todas las personas ahí vestían de forma elegante, ahí dentro debía de haber más joyas incluso que en la tienda que acababa de visitar, ahí debía moverse más dinero que el que se pudiera encontrar en un banco.
-Hum… Primero a comer, ¿No?
El deseo de entrar en ese lugar se hizo presente en el apenas puso un pie dentro. Esa era la magia de los casinos, la emoción llenaba el aire y embriagaba las mentes, impulsaba los deseos más mundanos con promesas de fácil riqueza, con ese toque de riesgo y peligro que impulsaba el deseo. Notaba a las Hostess del lugar, hermosas y sugerentes mujeres que tentaban a los hombres, hombres bien parecidos de estudiadas habilidades que seducían con sus palabras a las damas para que se quedaran y gastaran su dinero entre los juegos. La combinación de todos esos factores creaba aquella trampa mortal, cuyo único objetivo era vaciar las carteras de la gente, llevarlas a la bancarrota y que aun así buscaran con desesperación el seguir jugando, pudriendo sus mentes y su razón.
Suspiro mientras se alejaba de ese centro de tentación con Cyrano, dirigiéndose a la parte del hotel de la enorme edificación que igual contaba con el casino como parte de sus instalaciones. Suspiro cuando hubiera dejado esa zona de apuestas atrás, llegando al restaurante del hotel. Rápidamente fueron atendidos y llevados a su mesa, entregándoles el menú con las distintas opciones. Incluso antes de abrir el menú, el joven de rubios cabellos observo al mesero, haciendo una única petición.
-Un café doble por favor…
El mesero espero a que Cyrano pidiera también algo de beber, para luego alejarse e ir por las bebidas dejando a los dos hombres a solas. Seguramente, con la indumentaria que traían, ambos chicos dieran la imagen de empresarios jóvenes o posibles artistas, una idea divertida teniendo en cuenta la realidad de sus vidas, simples estudiantes de Shibusen con un pasado oscuro y habilidades más oscuras aun. A los pocos minutos el mesero regreso con su pedido, dejándolo sobre la mesa. Una indicación del rubio le hizo retirarse, aun sin pedir nada de comer, para poder platicar tranquilamente con el oji verde, mientras sacaba su celular del bolsillo y empezaba a revisar algunas cuentas páginas, un par de correos que le habían llegado.
-Contactare una empresa de autos mientras estamos aquí… Hare que inicien el trámite y lo carguen a la tarjeta, cuando acabemos aquí podemos pasar por el carro y con el irnos al hotel y luego cambiarnos… ¿Revisas tú un buen hotel y haces la reservación mientras yo ando con el auto? Con tu suerte posiblemente te digan sobre un paquete especial o que se acaba de desocupar la suite ejecutiva…
Una sonrisa divertida adorna los labios del chico mientras daba unos cuantos toques con el dedo en su celular. Con la otra mano toma su café y le da un sorbo, sonriendo con gusto mientras se relamía. La lengua de Cozzato reconoció aquel café al instante, tostado con granos de origen árabe, suave y terso en textura, un nivel de calidad que era de esperarse en un 5 estrellas. Solo con probar el café, podía darse una idea de la calidad del lugar y su comida, causando que aumentara la expectativa de su almuerzo.
-¿Esta bien para ti eso? ¿O prefieres proceder de otra manera?
Las joyas podían reflejar poder y riqueza, gloria o categoría, pero eran simplemente objetos cuyo valor era dado por las personas. El mismo podría comprar en esos momentos, mientras revisaba los artículos de la tienda, un reloj que valiera un par de miles de Deathdolares y dárselo a un indigente de la calle. El indigente sabría el valor de tan caro artículo, pero… ¿Eso aumentaría su categoría? ¿Su estatus? El dinero y los bienes materiales eran poder hoy en día, pero un poder falso, frágil como el cristal. Valerse de ellos para mostrarse fuertes o superiores a otros era solo una falsedad, un poder vacío nacido de objetos cuyo valor, reiterado lo dicho, era solo dado por la mente pobre de las personas. Por ello mismo el rubio nunca había sido de usar joyas… Porque para él, eran un símbolo de falsedad, que de ser usado por su cuerpo, resultaría en hipocresía hacia su deseo de verdadero poder.
-¿Me permite ver eso?
Aun así, aquel pequeño accesorio había logrado captar su atención, mirándolo con un brillo curioso en los ojos, al igual que una expresión interesada. Su nueva apariencia ataviada de forma elegante y pulcra, era lo suficiente para que ahora, a diferencia de los puestos pasados, todos los trabajadores le miraran atentos y serviciales, que actuaran como harían hacia una persona de poder e importante. Aunque ese no era el caso en realidad del rubio. Tal vez en otra época había logrado un status en el bajo mundo, él y su compañero arma se habían hecho poderosos, logrando influencias en el lado oscuro de la sociedad, su nombre reconocido hasta cierto punto. Pero ahora habían perdido todo eso… O más bien, ellos mismos lo habían desechado con sus propias manos, aniquilando a toda la organización que antes les diera un nombre. Ahí volvían a empezar, desde 0, para subir con su propio poder, con tal de cumplir sus propósitos y anhelos, ahora como simples miembros de Shibusen como eran.
El rubio tomo entre sus manos el accesorio de corbata que había pedido al encargado, observando esa especie de broche de plata, finamente ornamentada, en cuyo centro había un cuarzo tallado en forma romboide, imitando un diamante azulado bastante particular. El rubio sonrió mirándolo, poniéndoselo en su propia corbata, acomodándolo un poco. Miro en un espejo cercano y sonrió complacido ante la imagen. Sin siquiera voltear a ver al dependiente que le atendía, el cual se había acercado a darle información sobre aquel broche para animarlo a comprarlo, le entrego una tarjeta de débito de forma tranquila, causando que el hombre parpadeara ante lo repentino e inesperado, observándole sin comprender unos segundos.
-Lo compro… Y tráigame un reloj, creo que alcance a ver un Milgauss de zafiro azul en la repisa trasera cuando entre, dame ese…
El encargado le miro sorprendido solo unos instantes para después asentir tomando la tarjeta y retirándose a la caja, donde igual checaría por el reloj pedido. En esos momentos noto la llegada de su compañero, sonriéndole tranquilo al ver el anillo que el chico había elegido, asintiendo por su elección. No podía negar que todos aquellos decorados de símbolos de la suerte quedaban en calco a su compañero, el cual en si era como un trébol de 36 hojas andante. Escucho sus palabras mientras el vendedor regresaba con su tarjeta de débito y el reloj pedido, poniéndoselo sin prestar mucha atención al mismo, mirando a Cyrano.
-Me parece bien, a donde vamos es un casino que también funge como hotel de 5 estrellas… Así que podemos pasar por su restaurante y comer algo… Cuando acabemos en ese casino regresamos al hotel y sacamos nuestras cosas entonces…
No podía negar que había pensado lo mismo que Cyrano. Seguir estando en aquel hotel cuando ya no era necesario era una pérdida de tiempo, y tampoco quería esperar hasta que hiciera de noche, luego de haber pasado por todos los objetivos de su recorrido, cuando ya seguramente encontrar una habitación resultaría mucho más complicado y cansado. Luego de cumplir con el primero de los objetivos principales, se podrían cambiar sin problema, eso si todo salía bien. El joven de dorados cabellos repaso mentalmente los tres casinos principales que habían discutido aquella mañana, recordando especialmente el último en la lista. Una expresión divertida se formó en sus labios mientras salían de la joyería, recordando ese casino en específico… Aquel casino sería el más divertido sin duda de todos ese día.
-¿Un auto?
El rubio escucho las palabras del peliverde de manera algo distraída, mientras avanzaba deslizando sus ojos por todas las personas de la calle. Observaba a las familias que aun deambulaban por ahi, con sus hijos o parientes, recorriendo las calles que igual ofrecían diversos puestos de entretenimiento turismo. Miro a algunos grupos de amigos, que parecían siempre lo mismo, universitario o jóvenes adultos que se habían dado una escapada a las vegas para poder disfrutar de los casinos, de las discotecas, de los burdeles o de los shows que estos ofrecían. La idea de un auto no era del todo mala de hecho, podrían rentar uno en alguna agencia de categoría en la ciudad sin mucho problema. Un auto les facilitaría moverse bastante, en vez de tener que caminar por aquel lugar en cada calle. Igualmente el rubio se había aprendido casi toda la ciudad a calco al mirar el mapa aquella mañana, eso combinado con un buen celular con GPS que resolviera cualquier duda que pudiera tener. Aun así…
-Rentaremos uno cuando nos cambiemos de hotel… Este será el último casino en donde aprovecharemos que no nos conocen… Los anteriores casinos eran del montón, algo por encima de la media el ultimo, pero este tiene muchas conexiones. Apenas terminemos aquí, nuestro rostro y nombre será transmitido por sus contactos y sabrán que estamos en la ciudad…Y que somos un peligro. Cuando eso pase, ya no podemos usar el factor sorpresa… Si no una total masacre frontal
Una sonrisa casi sádica se muestra en los labios del rubio mientras entraban al casino. Apenas las puertas fueran abiertas por los porteros del lugar, la combinación de aromas, sonidos y luces se hizo presente de manera casi agresiva. Observo el concurrido lugar, con todo tipo diferente de juegos típicos de los casinos, otros más especializados y novedosos. Todas las personas ahí vestían de forma elegante, ahí dentro debía de haber más joyas incluso que en la tienda que acababa de visitar, ahí debía moverse más dinero que el que se pudiera encontrar en un banco.
-Hum… Primero a comer, ¿No?
El deseo de entrar en ese lugar se hizo presente en el apenas puso un pie dentro. Esa era la magia de los casinos, la emoción llenaba el aire y embriagaba las mentes, impulsaba los deseos más mundanos con promesas de fácil riqueza, con ese toque de riesgo y peligro que impulsaba el deseo. Notaba a las Hostess del lugar, hermosas y sugerentes mujeres que tentaban a los hombres, hombres bien parecidos de estudiadas habilidades que seducían con sus palabras a las damas para que se quedaran y gastaran su dinero entre los juegos. La combinación de todos esos factores creaba aquella trampa mortal, cuyo único objetivo era vaciar las carteras de la gente, llevarlas a la bancarrota y que aun así buscaran con desesperación el seguir jugando, pudriendo sus mentes y su razón.
Suspiro mientras se alejaba de ese centro de tentación con Cyrano, dirigiéndose a la parte del hotel de la enorme edificación que igual contaba con el casino como parte de sus instalaciones. Suspiro cuando hubiera dejado esa zona de apuestas atrás, llegando al restaurante del hotel. Rápidamente fueron atendidos y llevados a su mesa, entregándoles el menú con las distintas opciones. Incluso antes de abrir el menú, el joven de rubios cabellos observo al mesero, haciendo una única petición.
-Un café doble por favor…
El mesero espero a que Cyrano pidiera también algo de beber, para luego alejarse e ir por las bebidas dejando a los dos hombres a solas. Seguramente, con la indumentaria que traían, ambos chicos dieran la imagen de empresarios jóvenes o posibles artistas, una idea divertida teniendo en cuenta la realidad de sus vidas, simples estudiantes de Shibusen con un pasado oscuro y habilidades más oscuras aun. A los pocos minutos el mesero regreso con su pedido, dejándolo sobre la mesa. Una indicación del rubio le hizo retirarse, aun sin pedir nada de comer, para poder platicar tranquilamente con el oji verde, mientras sacaba su celular del bolsillo y empezaba a revisar algunas cuentas páginas, un par de correos que le habían llegado.
-Contactare una empresa de autos mientras estamos aquí… Hare que inicien el trámite y lo carguen a la tarjeta, cuando acabemos aquí podemos pasar por el carro y con el irnos al hotel y luego cambiarnos… ¿Revisas tú un buen hotel y haces la reservación mientras yo ando con el auto? Con tu suerte posiblemente te digan sobre un paquete especial o que se acaba de desocupar la suite ejecutiva…
Una sonrisa divertida adorna los labios del chico mientras daba unos cuantos toques con el dedo en su celular. Con la otra mano toma su café y le da un sorbo, sonriendo con gusto mientras se relamía. La lengua de Cozzato reconoció aquel café al instante, tostado con granos de origen árabe, suave y terso en textura, un nivel de calidad que era de esperarse en un 5 estrellas. Solo con probar el café, podía darse una idea de la calidad del lugar y su comida, causando que aumentara la expectativa de su almuerzo.
-¿Esta bien para ti eso? ¿O prefieres proceder de otra manera?
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Cozzato Gagliari
Re: [Nevada] Welcome to Las Vegas [Priv. Cyrano]
Asentía a las palabras ajenas, es cierto que el factor sorpresa era decisivo en aquella hazaña, de echo la semana que pasarían ahí, si es que duraban una semana realmente, estarían desfalcando los casinos y talvez después se desharían del dinero de una forma estúpida como solían hacer, porque el dinero era necesario para aquellos que no ambicionaban más allá de posición, no ellos no eran iguales, ellos no querían una posición, ellos querían poder, y el poder no era solo cuestión de dinero, es cierto que el mismo siempre había influenciado a la raza humana, pero aquello no lo hacía por el momento, lo que ellos buscaban era una gran cantidad de poder para derrocar a quienes todos llamaban “dios” si, ellos ambicionaban cosas diferentes al humano promedio y aquella misión no era más que un juego de niños para entretenerse un rato, no había mas.
Avanzo junto al rubio directo hasta donde se encontraba el restaurante, sus ojos se perdían en la lejanía del lugar, observando cada detalle del mismo, no esperaba menos de un lugar que estaba entre los mejores casinos en ascensión, al igual que el otro tomo asiento en una de las mesas mientras observaba los lujos con que se servía ahí, incluso el aroma de la comida hacia que su apetito de verdad despertase a diferencia del lugar donde habían comido antes, a penas había probado bocado de lo malo que había sido aquel desayuno, si se lo podía llamar así, seguramente los hombres en las cárceles comieran hasta mejor. Suspiro pesadamente antes de recostar la espalda en el respaldo de la silla escuchando al diamante pero sin mirarle, muchos pensarían solo con verlos que de hecho no hablaban entre ellos, porque normalmente aquellos observaban más el ambiente que a sí mismos, porque podían concentrarse en todo y nada a la vez, saber quiénes estaban ahí, si había algo molesto o incluso si alguno de los actuales comensales serian rivales para el rubio más adelante, aunque de hecho lo dudaba.
Lo mismo que él, y tráigame el diario. –las palabras por favor y gracias no estaban en su idioma, el daba órdenes, instrucciones y después recomenzase, pero jamás pediría un favor, porque él era más que los otros, porque debían notar con quien trataban, él no era un comensal normal, sino un ser superior a los demás. Como nunca se habría visto. Observo el menú, no había demasiado de donde elegir, ladeo el rostro mirando la carta, lo cierto es que su apetito era el mínimo, miro al hombre a su lado y después bajo el menú. Las palabras del otro eran un elaborar plan, como cualquiera de sus ideas y era uno muy bueno, eso no lo negaría, lo mejor era comenzar a moverse mientras aún tenían la luz el sol sobre ellos, pues más tarde sería casi imposible. Aunque con la suerte de Cyrano, imposible era una palabra menor.
Con mi suerte es probable una suite presidencial. –comento mirando al otro con una sonrisa en el rostro. –Vale, hagámoslo como tú indicas, lo cierto es que es más eficaz y rápido. –y dicho esto saco el móvil.
Se conectó rápidamente a internet buscando los mejores hoteles del lugar, buscando después números telefónicos para comunicarse directamente, observando como llegaba nuevamente el mesero mientras marcaba uno de los números a uno de los hoteles más famosos, “El Shinigami Palace” hotel cinco estrellas valorado como el mejor de las vegas, tomo el menú y señalo uno de los platillos con el dedo y negó con el rostro cuando el chico pregunto por algo con que acompañarlo. Se escuchó una voz femenina al otro lado del auricular, una sonrisa asomo por los labios de Cyrano y se recargo. –Buenas tardes. –saludo con una voz ronca, sintiendo como el mesero posaba sus ojos en él, sorprendido por el cambio en el tono de su voz. –Mi nombre es Cyrano Agosti y me gustaría hacer dos reservaciones en sus mejores cuartos. –comento aun dejando salir aquel tono despreocupado y coqueto, con el tono de voz apropiado para una mujer.
-Bueno, en este momento justamente se han desocupado dos suites en el penúltimo piso de nuestro hotel. –una sonrisa aún más amplia. –Las vistas son las mejores de la ciudad y abarcan todas las vegas, cuentan con todas las instalaciones, así como una tina, jacuzzi y una de las habitaciones cuenta con piscina así como tres cuartos en la misma. –una nueva sonrisa. –Entonces solo quiero esa habitación. –comento con una sonrisa en el rostro aún más marcada, casi parecía un buen tipo. –haga las reservaciones a mi nombre, ahora le dictare el número de la tarjeta. –comento mientras el mesero se retiraba ya con la orden de Cozz. Termino de dar la información que la mujer pedía para finalmente colgar el teléfono. –al parecer vamos a compartir habitación, diamante. –comento con una sonrisa maliciosa bajando la vista hacia su teléfono y clicando la autorización de los cargos para el hotel.
El mesero apareció con sus platillos, tomo tenedor y cuchillo comenzando a cortar la carne, con una sonrisa en el rostro tras cada bocado, con el sabe de aquella comida se notaba la diferencia de calidades entre los lugares donde habían estado antes. –Supongo que esta vez probare las máquinas de rodillos. –comenta levándose un bocado a la boca y después apretando el tabique de su nariz. –esto es verdadera comida. –comento sonriendo y señalando el plato, mientras bebía de su café, tal vez no era un adorador del café con su amigo, pero sin lugar a dudas sabia apreciarlo.
Una vez que terminaron con aquello se puso de pie dejando la paga de los alimentos con una cuantiosa propina dentro de la carpeta que el mesero les había entregado. Una vez que entraron en la sala se podía apreciar rápidamente y con facilidad la diferencia entre esta y las anteriores. Los ojos de los clientes que ahí había los miraban, se posaban en ellos y los estudiaban con detenimiento, ahí mismo nadie se dejaba llevar precisamente por las apariencias. Los empleados por otro lado se acercaban a ellos de forma elegante, preguntado en que podían ayudarlos, pregunta que había estado esperando Cyrano desde el momento en que hubiera puesto un pie en aquel lugar. –Bueno, pues a mí me interesa obtener una tarjeta para el área de electrónico. –comento con cierto desinterés mientras observaba a su compañero quien miraba las mesas con picardía y sincera curiosidad. Por lo cual miro las mismas, observaba lo mismo que el rubio probablemente podría estar apreciando y era a la gente, con solo observar el área del juego predilecto del diamante una sonrisa se curvaba en su rostro. Al parecer en esta ocasión no se aburriría tan pronto como en los anteriores casinos, pues se podría observar desde lejos las finas muecas bien ensayadas de los adversarios. Y al mencionar que el diamante no se aburriría no se refería con que ellos serían un problema para el rubio, si no que hacerlos quedar a sus pies sería más divertido cuando un chico que no lucia más que un joven empresario o talvez un caprichoso heredero, los venciera de forma fría y cruel.
Pero claro, eso no importaba al de orbes verdes, pues estaba más interesado en buscar aquellas máquinas de mayor apuesta, cosa que no tardó en hacer una vez que hubo obtenido su membresía. Una sola tirada de aquellas maquinas costaba cerca de mil deathdolares. Interesante, muy interesante. –Supongo que nos veremos más tarde diamante. Diviértete. –se despidió con una sonrisa maliciosa mientras se dirigía al área de su interés y notaba la mueca de espanto en el chico que le atendería a partir de ahora. Lo cierto es que no había buscado asustar al chico, pero no le importaba realmente.
Avanzo junto al rubio directo hasta donde se encontraba el restaurante, sus ojos se perdían en la lejanía del lugar, observando cada detalle del mismo, no esperaba menos de un lugar que estaba entre los mejores casinos en ascensión, al igual que el otro tomo asiento en una de las mesas mientras observaba los lujos con que se servía ahí, incluso el aroma de la comida hacia que su apetito de verdad despertase a diferencia del lugar donde habían comido antes, a penas había probado bocado de lo malo que había sido aquel desayuno, si se lo podía llamar así, seguramente los hombres en las cárceles comieran hasta mejor. Suspiro pesadamente antes de recostar la espalda en el respaldo de la silla escuchando al diamante pero sin mirarle, muchos pensarían solo con verlos que de hecho no hablaban entre ellos, porque normalmente aquellos observaban más el ambiente que a sí mismos, porque podían concentrarse en todo y nada a la vez, saber quiénes estaban ahí, si había algo molesto o incluso si alguno de los actuales comensales serian rivales para el rubio más adelante, aunque de hecho lo dudaba.
Lo mismo que él, y tráigame el diario. –las palabras por favor y gracias no estaban en su idioma, el daba órdenes, instrucciones y después recomenzase, pero jamás pediría un favor, porque él era más que los otros, porque debían notar con quien trataban, él no era un comensal normal, sino un ser superior a los demás. Como nunca se habría visto. Observo el menú, no había demasiado de donde elegir, ladeo el rostro mirando la carta, lo cierto es que su apetito era el mínimo, miro al hombre a su lado y después bajo el menú. Las palabras del otro eran un elaborar plan, como cualquiera de sus ideas y era uno muy bueno, eso no lo negaría, lo mejor era comenzar a moverse mientras aún tenían la luz el sol sobre ellos, pues más tarde sería casi imposible. Aunque con la suerte de Cyrano, imposible era una palabra menor.
Con mi suerte es probable una suite presidencial. –comento mirando al otro con una sonrisa en el rostro. –Vale, hagámoslo como tú indicas, lo cierto es que es más eficaz y rápido. –y dicho esto saco el móvil.
Se conectó rápidamente a internet buscando los mejores hoteles del lugar, buscando después números telefónicos para comunicarse directamente, observando como llegaba nuevamente el mesero mientras marcaba uno de los números a uno de los hoteles más famosos, “El Shinigami Palace” hotel cinco estrellas valorado como el mejor de las vegas, tomo el menú y señalo uno de los platillos con el dedo y negó con el rostro cuando el chico pregunto por algo con que acompañarlo. Se escuchó una voz femenina al otro lado del auricular, una sonrisa asomo por los labios de Cyrano y se recargo. –Buenas tardes. –saludo con una voz ronca, sintiendo como el mesero posaba sus ojos en él, sorprendido por el cambio en el tono de su voz. –Mi nombre es Cyrano Agosti y me gustaría hacer dos reservaciones en sus mejores cuartos. –comento aun dejando salir aquel tono despreocupado y coqueto, con el tono de voz apropiado para una mujer.
-Bueno, en este momento justamente se han desocupado dos suites en el penúltimo piso de nuestro hotel. –una sonrisa aún más amplia. –Las vistas son las mejores de la ciudad y abarcan todas las vegas, cuentan con todas las instalaciones, así como una tina, jacuzzi y una de las habitaciones cuenta con piscina así como tres cuartos en la misma. –una nueva sonrisa. –Entonces solo quiero esa habitación. –comento con una sonrisa en el rostro aún más marcada, casi parecía un buen tipo. –haga las reservaciones a mi nombre, ahora le dictare el número de la tarjeta. –comento mientras el mesero se retiraba ya con la orden de Cozz. Termino de dar la información que la mujer pedía para finalmente colgar el teléfono. –al parecer vamos a compartir habitación, diamante. –comento con una sonrisa maliciosa bajando la vista hacia su teléfono y clicando la autorización de los cargos para el hotel.
El mesero apareció con sus platillos, tomo tenedor y cuchillo comenzando a cortar la carne, con una sonrisa en el rostro tras cada bocado, con el sabe de aquella comida se notaba la diferencia de calidades entre los lugares donde habían estado antes. –Supongo que esta vez probare las máquinas de rodillos. –comenta levándose un bocado a la boca y después apretando el tabique de su nariz. –esto es verdadera comida. –comento sonriendo y señalando el plato, mientras bebía de su café, tal vez no era un adorador del café con su amigo, pero sin lugar a dudas sabia apreciarlo.
Una vez que terminaron con aquello se puso de pie dejando la paga de los alimentos con una cuantiosa propina dentro de la carpeta que el mesero les había entregado. Una vez que entraron en la sala se podía apreciar rápidamente y con facilidad la diferencia entre esta y las anteriores. Los ojos de los clientes que ahí había los miraban, se posaban en ellos y los estudiaban con detenimiento, ahí mismo nadie se dejaba llevar precisamente por las apariencias. Los empleados por otro lado se acercaban a ellos de forma elegante, preguntado en que podían ayudarlos, pregunta que había estado esperando Cyrano desde el momento en que hubiera puesto un pie en aquel lugar. –Bueno, pues a mí me interesa obtener una tarjeta para el área de electrónico. –comento con cierto desinterés mientras observaba a su compañero quien miraba las mesas con picardía y sincera curiosidad. Por lo cual miro las mismas, observaba lo mismo que el rubio probablemente podría estar apreciando y era a la gente, con solo observar el área del juego predilecto del diamante una sonrisa se curvaba en su rostro. Al parecer en esta ocasión no se aburriría tan pronto como en los anteriores casinos, pues se podría observar desde lejos las finas muecas bien ensayadas de los adversarios. Y al mencionar que el diamante no se aburriría no se refería con que ellos serían un problema para el rubio, si no que hacerlos quedar a sus pies sería más divertido cuando un chico que no lucia más que un joven empresario o talvez un caprichoso heredero, los venciera de forma fría y cruel.
Pero claro, eso no importaba al de orbes verdes, pues estaba más interesado en buscar aquellas máquinas de mayor apuesta, cosa que no tardó en hacer una vez que hubo obtenido su membresía. Una sola tirada de aquellas maquinas costaba cerca de mil deathdolares. Interesante, muy interesante. –Supongo que nos veremos más tarde diamante. Diviértete. –se despidió con una sonrisa maliciosa mientras se dirigía al área de su interés y notaba la mueca de espanto en el chico que le atendería a partir de ahora. Lo cierto es que no había buscado asustar al chico, pero no le importaba realmente.
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Localización : Una libreria, quiza
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Cyrano Agosti
Re: [Nevada] Welcome to Las Vegas [Priv. Cyrano]
Sus ojos se perdían en su teléfono, paseando su mirada entre los distintos números y links que podía encontrar al realizar una pequeña búsqueda. Un mensaje a un conocido, por no decía un contacto del cual poder sacar provecho, y este le había facilitado diferentes opciones, clasificándolas según su cercanía a su lugar actual, sus costes o sus fama. El mundo actual, tan digital y conectado, era algo a lo cual agradecía el rubio cuando se detenía a pensarlo. Gracias a ese estilo de vida moderno, donde incluso el trabajar, cuestiones de salud, de relacionarse e incluso cuestiones monetarias, eran posibles de hacer mediante una sencilla conexión a internet y algún aparato que pudiera aprovecharla. Por ello mismo el rubio podía seguir con sus inversiones aun estando en la ciudad del pecado, en alguna misión de shibusen o en la misma Death City tomando una de las aburridas clases sobre la salud del alma, de no ser así posiblemente hubiera tenido muchos más problemas para estar en una situación estable como la tenía ahora, teniendo respaldos financieros en varios puntos y logrando mantenerlos activos al analizar todos los posibles factores en relación a sus inversiones, sencillamente leyendo noticias en internet, o consultando links en referencia.
-Cualquier cosa esta bien, solo consigue un par de habitaciones separadas, que si ligas con alguna chica no quiero tener que dormir en el baño o en el pasillo para darte privacidad…-Sonriendo de forma ladeada mientras bebía de su café con gusto, entre burlón y sincero, ya que odiaría esa situación pasase, pero en realidad dudaba poco pudiera darse el caso. Después de todo ellos no eran sencillos hombres que ante un rostro bonito, un escote pronunciado o unas curvas de infarto pudieran sencillamente hacer perder la razón. Ellos no eran tontos del montón que con unas palabras bonitas, alguna mirada coqueta o una sonrisa juguetona pudieran mermar. Ellos perseguían ideales diferentes a los de las personas normales, sus metas eran tan diferentes de las de cualquier otro ser que hubiera conocido antes, que hasta cierto punto resultaban bizarras. Aun así, seria mentir el negar que incluso ellos llegaban a interesarse en mujeres, no sería raro para ninguno de los dos ver al otro con algún ligue ocasional, una diversión de fin de semana o incluso menos, pero incluso con tantos años juntos, poco podían decir de las preferencias en cuanto a mujeres del otro. No resultaba tan raro, después de todo su vida no había dado mucha cabida a pensar en una pareja, inclusive hoy en día, al menos para el rubio, aquella idea resultaba hasta ridícula.
-Tráigame un plato de escalopas de ternera, me trae igual una orden de pan de ajo y cuando vea mi taza vacía, sirva más…-Indico el rubio con una expresión calmada, dando la carta al mesero mientras daba otro sorbo a su taza, dando otro vistazo a su celular, luego e encontrar un buen servicio que parecía poder cumplir con todo lo que buscaba. Normalmente en situaciones como la que ellos vivían, un par de hombres jóvenes que habían logrado ganas fuertes sumas de dinero en las vegas, una persona normal se gastaría el dinero en rentar una limusina, irse a un buen hotel, presumir algunos fajos de billetes y conseguirse la compañía de varias féminas a base de invitaciones de botellas de alcohol y presunción barata. El día en que siquiera el rubio se acercara a eso, permitirá que Cyrano le metiera una bala entre ceja y ceja.
-Bueno… Quisiera contratar sus servicios, ¿Podría mencionarme los modelos que manejan, las tarifas que utilizan y los seguros que incluye su agencia?-La voz del rubio era tranquila y amigable, mientras sostenía el teléfono contra su oreja y sonreía de forma tranquila y algo perezosa, bebiendo aun un poco de café. El joven Gagliari escucho mientras el hombre al otro lado de la línea explicaba los modelos con los cuales contaba. Con el conocimiento que poseía sobre vehículos, que si bien no era su campo de especialidad pero sabía diferenciarlos y apreciarlos, Cozzato sonrió divertido dándose cuenta que lo que le ofrecía eran modelos recientes, totalmente equipados y, seguramente, los más costosos del momento, que seguramente tendría anotado en un costado de su escritorio para siempre tenerlos presentes y poder proponerlos esperando que gente entusiasmada por sus ganancias en las vegas los rentara.- Contamos igualmente con servicio de chofer incluido, por una cuota extra de acuerdo a las horas de servicio y tiempo requerido…-
La ceja del rubio se alzó mientras escuchaba eso, algo que ni siquiera había considerado realmente. En ningún momento había pensado en requerir de un chofer, aunque la idea no era en si descabellada o incoherente, seguramente muchas personas que rentaban ese servicio contrataban ese extra para así poder disfrutar de los placeres de Las Vegas sin temer conducir en un estado intoxicado o sencillamente, sin preocuparse por como regresar a su hogar, teniendo alguien que los regresaría. La idea parecía factible y cómoda, y de hecho seguramente ayudaría a su imagen al momento de presentarse en algún casino… Pero aun así-No gracias… No requiero ese servicio, quiero me facilite un Corvette C7, plateado, que cuente con navegador satelital. Necesito que lo entreguen en el Shinigami Palace a la hora que le proporcionare. A nombre de Cozzato Gagliari, cargue el costo a la cuenta…-Con tranquilidad el rubio empezó a dar los datos necesarios para terminar la transacción, cargando todo pero a una de las cuentas que poseía el rubio, siéndole para el más fácil el poder autorizar dicha transacción si se hacía desde esa cuenta-Gracias por todo, buenas tardes.-Son más el rubio colgó, mientras veía su plato llegar, sonriendo gustoso mientras cortaba una de las escalopas y empezaba a comer, cerrando sus ojos unos instantes para disfrutar del sabor de la comida-Bueno… Entonces compartiremos la Suit, pero pon una corbata en la perilla de la puerta si el aburrimiento te gana-Bromeo el rubio de manera despreocupada al enterarse de las condiciones en las cuales tendrían que estar en un par de horas. Igualmente no era que le molestara en realidad el compartir habitación con el oji verde, después de todo habían tenido que dormir en la misma caja de cartón de pequeños, cubriéndose de la misma parchada y derruida manta para tratar de sobrevivir al frio. Había vivido y aprendido a vivir con el chico trébol como su amigo, prácticamente un hermano aunque nunca se lo dijera, por ello compartir una habitación era tan normal como el hecho de ser compañeros de equipo.
Con toda tranquilidad el rubio acabo su comida, misma que le había durado 3 tazas de café, ni más ni menos. Estando ya satisfecho dejo que su compañero pagara, sonriendo de lado al ver la propina que dejaba en la mesa y que seguramente sería la alegría del mesero aquella noche, cuando pudiera despilfarrarlo. Ambos chicos avanzaron hacia el casino, lugar que pertenecía al mismo hotel en el cual estaban, dueño del restaurante donde acababan de comer. Llegando ahí noto de inmediato el cambio de ambiente, aquella sensación que le recordó, levemente, aquellos casinos que había visitado hacia años, en su país natal al otro lado del charco.
Las Vegas poseían casinos de calidad mundial, conocidos en varios rincones del planeta y que resultaban en el atractivo central de la ciudad en sí. Aun así, a pesar de su gigantesca historia y enorme modernismo, o tal vez a causa del mismo, la gente que solía ir a apostar a aquel lugar, eran muchas veces gentes confiadas de sus habilidades, gente adinerada que no le importaba despilfarrar o gente ilusionada con tener un golpe de suerte y obtener dinero para algún capricho. Podría poseer los mejores casinos del mundo, pero las personas que iban ahí no eran necesariamente los mejores del planeta.
El rubio recordó las primeras veces que había visitado un casino. En esa época aun trabajaban para la mafia, eran miembros de nivel intermedio y completaban diferentes trabajos tan rápido como podían para así poder subir de categoría. En una de aquellas misiones les había tocado ir a un casino que estaba controlado por una mafia aliada, con el único fin de conseguir información. Cozzato recordaba tan bien la primera vez que se había sentado en una mesa, con otros hombres, todos sosteniendo sus cartas, todos observando con desconfianza, las moneras volando por la mesa, las apuestas bajando y subiendo, las cartas siguiendo su paso. Todo eso con una presión muy diferente a la que se podía encontrar en Las Vegas, todo en un mundo diferente al que aquellos ricachones o buscadores de emociones no podrían ni imaginar. En ese lugar uno temía quedar sin dinero, perder todo lo que tenían, regresar sin nada, solo algunos estúpidos terminaban con deudas enormes que luego podrían costarle de más, pero en aquellos viejos tiempos, en su vieja tierra de nacimiento, aquellas juegos de cartas, tenían un precio mucho más alto, uno que no cualquiera estaba dispuesto a aceptar. Tal vez fuera por ello, que los juegos de cartas normales le resultaban tan… Poco motivadores en comparación.
-Está bien Trebol… Nos vemos después, y prueba otras cosas… Aquí hay más variedad-Sonrió de lado mientras se alejaba de su compañero, habiendo cambiado ya algo del dinero que traía por fichas, dirigiéndose hacia la zona de cartas. En aquella zona se reunía variada gente, observando interesados, tal cuales espectadores, los juegos que se llevaban a cabo ahí, como los jugadores se observaban unos a otros, se estudiaban y analizaban. Contrario a lo que cabría esperarse del rubio, este se acercó y se mezcló entre la gente, quedándose a mirar como las fichas iban y venían, las cartas eran mostradas, las expresiones cambiaban. Los ojos del italiano quedaron atentos a todo lo que pasaba en la mesa que había elegido para jugar, mirando los rostros de sus contrincantes más que nada, observando aquellos detalles en sus facciones, los movimientos que hacían con sus dedos, su cuello, sus brazos o sus piernas, como y cuando se acomodaban, el ritmo de sus respiraciones. Su expresión se veía analítica, su sonrisa pétrea mientras miraba como uno de los hombres maldecía por sexta vez, agarrando las pocas fichas que le quedaban y retirándose de la mesa. Sin decir nada el técnico de shibusen se acercó hasta el asiento ahora desocupado, mirando a los otros cinco hombres ahí, al encargado de la mesa y al mesero que se le acababa de acercar, mientras el empleado del hotel empezaba a explicar el modus del juego y la apuesta mínima a pagar, haciendo que el rubio sonriera de manera inocente y gentil-Gracias, pero se las reglas… Vamos a apostar-Sonriendo aun para mover algunas de sus fichas al centro, fichas con una denominación que incluía algunos ceros a la derecha, siendo que el resto de la mesa rápidamente igualo en cantidad, recibiendo cada quien dos cartas, y dejándose mostrar una en el centro de la mesa. La primera ronda había comenzado, junto a ello, el tiempo de diversión de Cozzato.
-Cualquier cosa esta bien, solo consigue un par de habitaciones separadas, que si ligas con alguna chica no quiero tener que dormir en el baño o en el pasillo para darte privacidad…-Sonriendo de forma ladeada mientras bebía de su café con gusto, entre burlón y sincero, ya que odiaría esa situación pasase, pero en realidad dudaba poco pudiera darse el caso. Después de todo ellos no eran sencillos hombres que ante un rostro bonito, un escote pronunciado o unas curvas de infarto pudieran sencillamente hacer perder la razón. Ellos no eran tontos del montón que con unas palabras bonitas, alguna mirada coqueta o una sonrisa juguetona pudieran mermar. Ellos perseguían ideales diferentes a los de las personas normales, sus metas eran tan diferentes de las de cualquier otro ser que hubiera conocido antes, que hasta cierto punto resultaban bizarras. Aun así, seria mentir el negar que incluso ellos llegaban a interesarse en mujeres, no sería raro para ninguno de los dos ver al otro con algún ligue ocasional, una diversión de fin de semana o incluso menos, pero incluso con tantos años juntos, poco podían decir de las preferencias en cuanto a mujeres del otro. No resultaba tan raro, después de todo su vida no había dado mucha cabida a pensar en una pareja, inclusive hoy en día, al menos para el rubio, aquella idea resultaba hasta ridícula.
-Tráigame un plato de escalopas de ternera, me trae igual una orden de pan de ajo y cuando vea mi taza vacía, sirva más…-Indico el rubio con una expresión calmada, dando la carta al mesero mientras daba otro sorbo a su taza, dando otro vistazo a su celular, luego e encontrar un buen servicio que parecía poder cumplir con todo lo que buscaba. Normalmente en situaciones como la que ellos vivían, un par de hombres jóvenes que habían logrado ganas fuertes sumas de dinero en las vegas, una persona normal se gastaría el dinero en rentar una limusina, irse a un buen hotel, presumir algunos fajos de billetes y conseguirse la compañía de varias féminas a base de invitaciones de botellas de alcohol y presunción barata. El día en que siquiera el rubio se acercara a eso, permitirá que Cyrano le metiera una bala entre ceja y ceja.
-Bueno… Quisiera contratar sus servicios, ¿Podría mencionarme los modelos que manejan, las tarifas que utilizan y los seguros que incluye su agencia?-La voz del rubio era tranquila y amigable, mientras sostenía el teléfono contra su oreja y sonreía de forma tranquila y algo perezosa, bebiendo aun un poco de café. El joven Gagliari escucho mientras el hombre al otro lado de la línea explicaba los modelos con los cuales contaba. Con el conocimiento que poseía sobre vehículos, que si bien no era su campo de especialidad pero sabía diferenciarlos y apreciarlos, Cozzato sonrió divertido dándose cuenta que lo que le ofrecía eran modelos recientes, totalmente equipados y, seguramente, los más costosos del momento, que seguramente tendría anotado en un costado de su escritorio para siempre tenerlos presentes y poder proponerlos esperando que gente entusiasmada por sus ganancias en las vegas los rentara.- Contamos igualmente con servicio de chofer incluido, por una cuota extra de acuerdo a las horas de servicio y tiempo requerido…-
La ceja del rubio se alzó mientras escuchaba eso, algo que ni siquiera había considerado realmente. En ningún momento había pensado en requerir de un chofer, aunque la idea no era en si descabellada o incoherente, seguramente muchas personas que rentaban ese servicio contrataban ese extra para así poder disfrutar de los placeres de Las Vegas sin temer conducir en un estado intoxicado o sencillamente, sin preocuparse por como regresar a su hogar, teniendo alguien que los regresaría. La idea parecía factible y cómoda, y de hecho seguramente ayudaría a su imagen al momento de presentarse en algún casino… Pero aun así-No gracias… No requiero ese servicio, quiero me facilite un Corvette C7, plateado, que cuente con navegador satelital. Necesito que lo entreguen en el Shinigami Palace a la hora que le proporcionare. A nombre de Cozzato Gagliari, cargue el costo a la cuenta…-Con tranquilidad el rubio empezó a dar los datos necesarios para terminar la transacción, cargando todo pero a una de las cuentas que poseía el rubio, siéndole para el más fácil el poder autorizar dicha transacción si se hacía desde esa cuenta-Gracias por todo, buenas tardes.-Son más el rubio colgó, mientras veía su plato llegar, sonriendo gustoso mientras cortaba una de las escalopas y empezaba a comer, cerrando sus ojos unos instantes para disfrutar del sabor de la comida-Bueno… Entonces compartiremos la Suit, pero pon una corbata en la perilla de la puerta si el aburrimiento te gana-Bromeo el rubio de manera despreocupada al enterarse de las condiciones en las cuales tendrían que estar en un par de horas. Igualmente no era que le molestara en realidad el compartir habitación con el oji verde, después de todo habían tenido que dormir en la misma caja de cartón de pequeños, cubriéndose de la misma parchada y derruida manta para tratar de sobrevivir al frio. Había vivido y aprendido a vivir con el chico trébol como su amigo, prácticamente un hermano aunque nunca se lo dijera, por ello compartir una habitación era tan normal como el hecho de ser compañeros de equipo.
Con toda tranquilidad el rubio acabo su comida, misma que le había durado 3 tazas de café, ni más ni menos. Estando ya satisfecho dejo que su compañero pagara, sonriendo de lado al ver la propina que dejaba en la mesa y que seguramente sería la alegría del mesero aquella noche, cuando pudiera despilfarrarlo. Ambos chicos avanzaron hacia el casino, lugar que pertenecía al mismo hotel en el cual estaban, dueño del restaurante donde acababan de comer. Llegando ahí noto de inmediato el cambio de ambiente, aquella sensación que le recordó, levemente, aquellos casinos que había visitado hacia años, en su país natal al otro lado del charco.
Las Vegas poseían casinos de calidad mundial, conocidos en varios rincones del planeta y que resultaban en el atractivo central de la ciudad en sí. Aun así, a pesar de su gigantesca historia y enorme modernismo, o tal vez a causa del mismo, la gente que solía ir a apostar a aquel lugar, eran muchas veces gentes confiadas de sus habilidades, gente adinerada que no le importaba despilfarrar o gente ilusionada con tener un golpe de suerte y obtener dinero para algún capricho. Podría poseer los mejores casinos del mundo, pero las personas que iban ahí no eran necesariamente los mejores del planeta.
El rubio recordó las primeras veces que había visitado un casino. En esa época aun trabajaban para la mafia, eran miembros de nivel intermedio y completaban diferentes trabajos tan rápido como podían para así poder subir de categoría. En una de aquellas misiones les había tocado ir a un casino que estaba controlado por una mafia aliada, con el único fin de conseguir información. Cozzato recordaba tan bien la primera vez que se había sentado en una mesa, con otros hombres, todos sosteniendo sus cartas, todos observando con desconfianza, las moneras volando por la mesa, las apuestas bajando y subiendo, las cartas siguiendo su paso. Todo eso con una presión muy diferente a la que se podía encontrar en Las Vegas, todo en un mundo diferente al que aquellos ricachones o buscadores de emociones no podrían ni imaginar. En ese lugar uno temía quedar sin dinero, perder todo lo que tenían, regresar sin nada, solo algunos estúpidos terminaban con deudas enormes que luego podrían costarle de más, pero en aquellos viejos tiempos, en su vieja tierra de nacimiento, aquellas juegos de cartas, tenían un precio mucho más alto, uno que no cualquiera estaba dispuesto a aceptar. Tal vez fuera por ello, que los juegos de cartas normales le resultaban tan… Poco motivadores en comparación.
-Está bien Trebol… Nos vemos después, y prueba otras cosas… Aquí hay más variedad-Sonrió de lado mientras se alejaba de su compañero, habiendo cambiado ya algo del dinero que traía por fichas, dirigiéndose hacia la zona de cartas. En aquella zona se reunía variada gente, observando interesados, tal cuales espectadores, los juegos que se llevaban a cabo ahí, como los jugadores se observaban unos a otros, se estudiaban y analizaban. Contrario a lo que cabría esperarse del rubio, este se acercó y se mezcló entre la gente, quedándose a mirar como las fichas iban y venían, las cartas eran mostradas, las expresiones cambiaban. Los ojos del italiano quedaron atentos a todo lo que pasaba en la mesa que había elegido para jugar, mirando los rostros de sus contrincantes más que nada, observando aquellos detalles en sus facciones, los movimientos que hacían con sus dedos, su cuello, sus brazos o sus piernas, como y cuando se acomodaban, el ritmo de sus respiraciones. Su expresión se veía analítica, su sonrisa pétrea mientras miraba como uno de los hombres maldecía por sexta vez, agarrando las pocas fichas que le quedaban y retirándose de la mesa. Sin decir nada el técnico de shibusen se acercó hasta el asiento ahora desocupado, mirando a los otros cinco hombres ahí, al encargado de la mesa y al mesero que se le acababa de acercar, mientras el empleado del hotel empezaba a explicar el modus del juego y la apuesta mínima a pagar, haciendo que el rubio sonriera de manera inocente y gentil-Gracias, pero se las reglas… Vamos a apostar-Sonriendo aun para mover algunas de sus fichas al centro, fichas con una denominación que incluía algunos ceros a la derecha, siendo que el resto de la mesa rápidamente igualo en cantidad, recibiendo cada quien dos cartas, y dejándose mostrar una en el centro de la mesa. La primera ronda había comenzado, junto a ello, el tiempo de diversión de Cozzato.
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Cozzato Gagliari
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