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Castigo y oportunidad, ¡Nada puede salir mal! ¿O si? [Priv. Itou]
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Castigo y oportunidad, ¡Nada puede salir mal! ¿O si? [Priv. Itou]
El regaño fue duro, sí, pero como ya estaba acostumbrada a ellos solo le quedó bufar al terminar de escucharlo. La sala de castigo no era un lugar de torturas ni mucho menos, tan común como un salón cualquiera, varios chicos se hacían compañía en ese momento por distintas razones. Había que admitir que el Shibusen era bastante paciente en cuanto a otras instituciones respecto a lo bélico que podían llegar a ser sus alumnos. Aun así, no le agradaba estar perdiendo el tiempo ahí, ¡Seguía teniendo hambre! No podían pedirle que prestara atención cuando el estómago le pedía que no fuera una chica mala y le alimentara. ¡Las prioridades estaban mal! ¡Todo el maldito sistema estaba mal! Ah, se calmó, pues comenzó a morder su lápiz imaginándose que se trataba de una saludable papita, así pasó los primeros minutos hasta que por fin su cerebro se dignó a ayudarla para prestarle atención al desdichado que tenía un ojo morado, si, el mismo al que había usado como apoyo para salvar a su nueva conocida. ―Espero que tomen mis palabras en serio, reflexionen sobre ellas, ¡Y no sigan siendo castigados! O se harán alumnos frecuentes como cierta señorita que estoy mirando―Ojos que se enfocaron en ella, mueca que tuvo que hacer. ¡Solo había estado ahí unas diez veces! Quizás más, pero detalles―De todos modos, debo ir a informar a Shinigami-sama de un par de cosas, los dejare solos unos minutos. No hagan nada malo, por favor. O pasaran más tiempo aquí.―Puerta que se cerró tras el maestro, bullicio que comenzó. Todos estaban metidos en diferentes asuntos ahí, ella debería hacer lo mismo, por lo que su primera idea fue dormir hasta que la hora de castigo acabara ¿Por qué siempre terminaba por meterse en ese tipo de problemas? ¡Solo estaba haciendo justicia! ¿No debería ser eso recompensado en vez de castigarla? Una vez más pensó que el sistema estaba mal y que en los castigos, deberían darles de comer a los pobres infelices que incumplían las normas. Si, sus ideas deberían ser escuchadas.
Dormitó un rato en su lugar, teniendo la incómoda sensación de que algo se le estaba olvidando, pero, ¿Que sería? Pensar de más siempre provocaba que un dolor punzante atacara su cabeza, por lo que pronto dejo el asunto antes de que algo explotara ahí. Abrió uno de sus ojos para dar una curiosa mirada a las personas que se encontraban a su alrededor descubriendo todo tipo de situaciones triviales, pero si algo le llamó la atención fue un grupo que se reunía en torno a cierta mesa. Hablaban de algo, chillaban, y seguían en lo suyo como si el secreto más importante del mundo se encerrara entre todas las personas que se disponían a formar parte de ello. Entre curiosidad y el aburrimiento, decidió levantarse para averiguar de qué se trataba, pero luego recordó que había metido en problemas a esa pequeñita por su estupidez y tuvo que levantarse, golpear la mesa, buscar con la mirada a la mini Itou. Ya podría ir a curiosear de que iba todo el asunto, por el momento, le debía una disculpa a esa señorita por arrastrarla a sus líos, algún día aprendería a ser delicada, si, lo juraba. ―¡Oi! Niña Itou, ¿Dónde estás? Eres pequeña… No te veo―Confesó en medio de su llamado, seguía siendo una idiota y esperaba que eso no le molestara a la niña con quien había experimentado por primera vez una buena ejecución entre arma y técnico. No es que estuviera pensando en ser compañeras ni nada… Bueno, sí, lo pensó, ¿Por qué no hacerlo? Pero primero se preocuparía por pedir disculpas como correspondía, ¡Luego atacaría en el otro punto! Oh, e iría a averiguar que pasaba con la chusma reunida. El castigo no estaba siendo tan malo como esperó, eso era una buena señal.
Dormitó un rato en su lugar, teniendo la incómoda sensación de que algo se le estaba olvidando, pero, ¿Que sería? Pensar de más siempre provocaba que un dolor punzante atacara su cabeza, por lo que pronto dejo el asunto antes de que algo explotara ahí. Abrió uno de sus ojos para dar una curiosa mirada a las personas que se encontraban a su alrededor descubriendo todo tipo de situaciones triviales, pero si algo le llamó la atención fue un grupo que se reunía en torno a cierta mesa. Hablaban de algo, chillaban, y seguían en lo suyo como si el secreto más importante del mundo se encerrara entre todas las personas que se disponían a formar parte de ello. Entre curiosidad y el aburrimiento, decidió levantarse para averiguar de qué se trataba, pero luego recordó que había metido en problemas a esa pequeñita por su estupidez y tuvo que levantarse, golpear la mesa, buscar con la mirada a la mini Itou. Ya podría ir a curiosear de que iba todo el asunto, por el momento, le debía una disculpa a esa señorita por arrastrarla a sus líos, algún día aprendería a ser delicada, si, lo juraba. ―¡Oi! Niña Itou, ¿Dónde estás? Eres pequeña… No te veo―Confesó en medio de su llamado, seguía siendo una idiota y esperaba que eso no le molestara a la niña con quien había experimentado por primera vez una buena ejecución entre arma y técnico. No es que estuviera pensando en ser compañeras ni nada… Bueno, sí, lo pensó, ¿Por qué no hacerlo? Pero primero se preocuparía por pedir disculpas como correspondía, ¡Luego atacaría en el otro punto! Oh, e iría a averiguar que pasaba con la chusma reunida. El castigo no estaba siendo tan malo como esperó, eso era una buena señal.
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Fecha de inscripción : 22/03/2017
Puntos : 90
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Raylai Dragmir
Re: Castigo y oportunidad, ¡Nada puede salir mal! ¿O si? [Priv. Itou]
Por primera vez de lo que tenía de vida estaba conociendo en plenitud sobre las definiciones y ejemplos de la vida escolar, un vestigio de lo que la escuela vocacional podría brindar. Entre ello y en exclusiva –lamentablemente–, estaban los castigos. ¿Cuál había sido el primero que había tenido en historial? Sin necesidad de haberlo vivido anteriormente, bien sabía que eran horas en que la concentración debía de ser en contra de la voluntad, intentando emular algo tedioso y molesto, mas no menos fructuoso para el alma; sin embargo, le apasionaba, también acomodaba. Los castigos no eran tan malos como habría pensado al escucharlo a voz del profesor, aunque sí admitía un tanto de incomodidad ocasional ante un par de miradas aireadas del mismo… Era gaje de la experiencia, solía escuchar. Fiel a la ideología, solo le quedó sentarse y tomar toda la atención posible al maltrecho hombre que intentaba impartir no solo clases, sino respeto. Fallaba, sin embargo.
Nuevamente algo estaba desviándola del camino. Un sentimiento, una vibra. Similar a lo que había sentido en su llegada y conocimiento, nuevo según sus estándares. Como si su pecho se apretara y los pulmones se llenasen de un sentimiento impetuoso, molesto, estaba inflándose en una necesidad de modular palabras que ni siquiera tenía noción sobre su naturaleza y guiarse del instinto nunca había sido un voluntad a la que se abstuviera. Pero…, presa de la anarquía interna, había escogido un sitio agradable y conocido, por ende había quedado justo a un lado de Raylai. En silencio, atenta y procurando no dirigirle la mirada, permaneció escrutando la silueta del educador hasta que el deber primó sobre las enseñanzas y solo pudo escuchar el nombre de máxima autoridad.
«Shinigami-sama»
Poderoso, increíble. Sintió las mejillas arder de la emoción, ¡había escuchado cosas maravillosas! Sin ser el punto, espabiló, escuchando el timbre característico en la voz de su compañera de castigo. Ahí, y sin saberlo, ladeó la cabeza en su dirección, tal y como si estuviera dudando; porque juraba haber estado todo el tiempo a su lado, ¿por qué era que estaba pasando bajo perfil? Suspiró, restando importancia. Según lo que había obtenido era un detalle, uno tan simple como vital para sobrevivir. Railay era una idiota, en positivo –a pesar de no saber si había variante favorecedora de la palabra– y si intentaba tratar con ella, debería colocar más que su entendimiento para llegar a algo que no fuera incomprensión; tuvo que dar el primer paso, aprovechando la pronta algarabía que se hacía a la primera señal de falta de autoridad. Una mano alzada, levantándose por completo para ser vista. Sospechaba que necesitaría más que eso para llamar la atención.
—Raylai-san, aquí estoy—simple, debía de serlo—. Además sigo en crecimiento, Raylai-san, así que su problema no deberá de persistir en un par de años. Se lo prometo—¿Qué más podía de decir? Tragó de lleno, en un segundo de silencio total. Era pésima conversando, tanto o más que procurando no entrar en pánico por lo mismo; ¿debía de exponer sus gustos o desagrados? ¿Hablar del clima? ¿Qué era lo que los alumnos comunes tenían y lograba fusionar las empatías? No tenía idea alguna. Debía arriesgarse. Solemne, sin ápice de timidez y tan seria como acostumbraba. Que su mirada estuviera al frente, perdido en algún punto, no significara que estuviera en algo interesante. Solo era una forma de… desviar sus tensiones—. ¿Ha sido productiva su jornada de reflexión? He llegado a varios cabos gracias a todo esto. Ha sido una gran ganancia con improbable causante. Debo agradecerle—Cabeza que volteó, cuerpo que se reverenció sutilmente antes de dirigírsele de frente—. Gracias, Raylai-san.
Esperó que el piso se la tragara en esos momentos, sin embargo… ¿Por qué sentía que algo faltaba por confesar? Había un establecimiento completo por escoger… Muchas opciones. Debía investigar, descubrir.
…
¿A quién engañaba? ¡Estaba más que interesada en repetir la emoción! Debía ser prudente. Esa sería su única condición para influenciarse de... la resplandeciente atmósfera de esa Técnico.
Nuevamente algo estaba desviándola del camino. Un sentimiento, una vibra. Similar a lo que había sentido en su llegada y conocimiento, nuevo según sus estándares. Como si su pecho se apretara y los pulmones se llenasen de un sentimiento impetuoso, molesto, estaba inflándose en una necesidad de modular palabras que ni siquiera tenía noción sobre su naturaleza y guiarse del instinto nunca había sido un voluntad a la que se abstuviera. Pero…, presa de la anarquía interna, había escogido un sitio agradable y conocido, por ende había quedado justo a un lado de Raylai. En silencio, atenta y procurando no dirigirle la mirada, permaneció escrutando la silueta del educador hasta que el deber primó sobre las enseñanzas y solo pudo escuchar el nombre de máxima autoridad.
«Shinigami-sama»
Poderoso, increíble. Sintió las mejillas arder de la emoción, ¡había escuchado cosas maravillosas! Sin ser el punto, espabiló, escuchando el timbre característico en la voz de su compañera de castigo. Ahí, y sin saberlo, ladeó la cabeza en su dirección, tal y como si estuviera dudando; porque juraba haber estado todo el tiempo a su lado, ¿por qué era que estaba pasando bajo perfil? Suspiró, restando importancia. Según lo que había obtenido era un detalle, uno tan simple como vital para sobrevivir. Railay era una idiota, en positivo –a pesar de no saber si había variante favorecedora de la palabra– y si intentaba tratar con ella, debería colocar más que su entendimiento para llegar a algo que no fuera incomprensión; tuvo que dar el primer paso, aprovechando la pronta algarabía que se hacía a la primera señal de falta de autoridad. Una mano alzada, levantándose por completo para ser vista. Sospechaba que necesitaría más que eso para llamar la atención.
—Raylai-san, aquí estoy—simple, debía de serlo—. Además sigo en crecimiento, Raylai-san, así que su problema no deberá de persistir en un par de años. Se lo prometo—¿Qué más podía de decir? Tragó de lleno, en un segundo de silencio total. Era pésima conversando, tanto o más que procurando no entrar en pánico por lo mismo; ¿debía de exponer sus gustos o desagrados? ¿Hablar del clima? ¿Qué era lo que los alumnos comunes tenían y lograba fusionar las empatías? No tenía idea alguna. Debía arriesgarse. Solemne, sin ápice de timidez y tan seria como acostumbraba. Que su mirada estuviera al frente, perdido en algún punto, no significara que estuviera en algo interesante. Solo era una forma de… desviar sus tensiones—. ¿Ha sido productiva su jornada de reflexión? He llegado a varios cabos gracias a todo esto. Ha sido una gran ganancia con improbable causante. Debo agradecerle—Cabeza que volteó, cuerpo que se reverenció sutilmente antes de dirigírsele de frente—. Gracias, Raylai-san.
Esperó que el piso se la tragara en esos momentos, sin embargo… ¿Por qué sentía que algo faltaba por confesar? Había un establecimiento completo por escoger… Muchas opciones. Debía investigar, descubrir.
…
¿A quién engañaba? ¡Estaba más que interesada en repetir la emoción! Debía ser prudente. Esa sería su única condición para influenciarse de... la resplandeciente atmósfera de esa Técnico.
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Itou Nyozegamon
Re: Castigo y oportunidad, ¡Nada puede salir mal! ¿O si? [Priv. Itou]
―¡Eh! ¿Cuándo llegaste ahí, pequeña?―Pregunta que era estúpida, si, pues la distraída era ella pero realmente pensaba que la pequeña arma se había aparecido ahí por arte de magia. Del solo meditar lo anterior tuvo que mirar espantada hacia la pared, ¡Había una bruja en el salón! Una bruja que gustaba de robar niñas pequeñas. Estaba a punto de levantarse para ir por el inexistente enemigo, pero se detuvo por las palabras de su compañera, esa que le preguntaba sobre qué cosas había reflexionado. ―Bueno, llegue a la conclusión de que tengo hambre, ¡Aun no como nada! Esto es lo peor, mi estómago suena, ¡Me exige comida antes de comenzar a pedir sacrificios de carne humana! ―Exageraba, si, lo estaba haciendo con su qué, pues luego de decir aquello soltó una risotada bastante fuerte que captó la atención del salón por algunos segundos. Tosió para retomar la compostura, la poca que le quedaba, ¡Aun no pasaba al asunto importante!―No me agradezcas, lo único que hice fue meterte en problemas, lo siento―Se rascó la mejilla para mirar hacia otro lugar con un leve sonrojo, si, estaba avergonzada de sus acciones impulsivas y los malos resultados para esa señorita.―Pero si puedo hacer algo para compensarlo… No dudes en pedírmelo, ¿De acuerdo? ¡Puedo hacer muchas cosas por ti! Excepto cocinar, no me pidas eso, la última vez termine incendiando la cocina.―Negó ante el recuerdo de la catástrofe, también terminó castigada por ello. Volvió a sentarse para hablarle desde ahí a su compañera, el chisme en el otro punto del salón seguía, pero decidió dejarlo para después, había cosas más importantes que tratar.
Pero, ¿De qué hablarle? Se lo estaba pensando. Era un ente sociable que rondaba por la escuela bastante, no solía salir con nadie, pero nunca le faltaba con quien hablar. Al mirar a la pequeña se preguntaba de donde había venido, que la traía a la academia aparte de su condición de arma, claro. Pero, ¿Sería prudente preguntar? Un dilema que se instaló en la intensa mirada que le dedicaba, ¿Por qué estaba dudando tanto? No debería, así decidió hacerlo―Tenemos tiempo hasta que el maestro vuelva… Déjame decirte que escapar sería inconveniente ahora, pero podemos esperar a hacerlo un poco más adelante, ¡Buscando una abertura! No, no. No debemos hacerlo. Lo que quiero decir es…― ¿Por qué estaba resultándole tan difícil todo? Por un momento se sintió bastante estúpida, más de lo normal―Pequeña Itou, ¿Por qué decidiste venir a Shibusen? Y no soy una matona aunque lo parezca, de verdad. Solo me enfado bastante rápido cuando veo a los bravucones burlarse de las personas. ― Seguía dando malas excusas ante la imagen que se había formado ella sola con sus acciones. Esperó la respuesta de su compañera con calma, quedándose quieta -o intentándolo-, pues los chillidos del apartado grupo hicieron que su molestia comenzara a burbujear en su interior, ¿De qué demonios podían hablar con tanta energía para interrumpir la paz de los demás? Aguardaría algunos minutos para levantarse a exigir respuestas. No aguantaría mucho tiempo debido a la curiosidad que el cuchicheo despertaba en su persona, pero lo intentaría por la niña que estaba a su lado, solo por ella.
Pero, ¿De qué hablarle? Se lo estaba pensando. Era un ente sociable que rondaba por la escuela bastante, no solía salir con nadie, pero nunca le faltaba con quien hablar. Al mirar a la pequeña se preguntaba de donde había venido, que la traía a la academia aparte de su condición de arma, claro. Pero, ¿Sería prudente preguntar? Un dilema que se instaló en la intensa mirada que le dedicaba, ¿Por qué estaba dudando tanto? No debería, así decidió hacerlo―Tenemos tiempo hasta que el maestro vuelva… Déjame decirte que escapar sería inconveniente ahora, pero podemos esperar a hacerlo un poco más adelante, ¡Buscando una abertura! No, no. No debemos hacerlo. Lo que quiero decir es…― ¿Por qué estaba resultándole tan difícil todo? Por un momento se sintió bastante estúpida, más de lo normal―Pequeña Itou, ¿Por qué decidiste venir a Shibusen? Y no soy una matona aunque lo parezca, de verdad. Solo me enfado bastante rápido cuando veo a los bravucones burlarse de las personas. ― Seguía dando malas excusas ante la imagen que se había formado ella sola con sus acciones. Esperó la respuesta de su compañera con calma, quedándose quieta -o intentándolo-, pues los chillidos del apartado grupo hicieron que su molestia comenzara a burbujear en su interior, ¿De qué demonios podían hablar con tanta energía para interrumpir la paz de los demás? Aguardaría algunos minutos para levantarse a exigir respuestas. No aguantaría mucho tiempo debido a la curiosidad que el cuchicheo despertaba en su persona, pero lo intentaría por la niña que estaba a su lado, solo por ella.
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Raylai Dragmir
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